EL CORONEL de Margotte Channing

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EL CORONEL de Margotte Channing pdf

EL CORONEL: Una historia romántica de vampiros en la época victoriana (Los Vampiros de Channing nº 7) de Margotte Channing pdf descargar gratis leer online

Violet ha alcanzado a fugarse de Irlanda en farándula de El Coronel, a pesar de lo que había acontecido entre ellos, en un atribulado experimento de salvarse y de arrinconar de su comunidad a los agentes de La Hermandad. Desde ese tiempo los dos comienzan un tosco tournée cuyo hado es un paradisíaco lugar italiano. Pero incluso en el edén hay serpientes eficientes de ultimar.


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Consejo de Eruditos de Baddlevam
 
Extracto de los escritos que se encuentran en la biblioteca del Club Enigma de Dublín
«… Recientemente hemos certificado el caso de un acoplamiento producido entre un vampiro y una hembra humana, por lo que podemos confirmar que la posibilidad de que ciertas mujeres puedan ser las compañeras de algunos vampiros no es una leyenda.
En los escritos antiguos a estas mujeres se las llamaba velisha*, y según los Pergaminos de Naghar, en sus manos se encuentra la salvación de los machos que han perdido las ganas de vivir. Son, además, la única posibilidad de que vuelva a haber niños en nuestra sociedad.
Pero para que la humana se convierta en una de los nuestros, el vampiro y ella deben realizar el siguiente ritual: aparearse tres veces durante la misma noche y, en cada una de las tres ocasiones, ambos tienen que beber de la sangre del otro. Solo entonces se producirá la transformación, aunque la transición será dolorosa y durará varias horas.
Los Eruditos de Baddlevam seguiremos con atención cualquier nuevo acoplamiento que haya entre nuestras especies, ya que estamos seguros de que la unión entre vampiros y humanos es la única vía para la supervivencia de todos.»
*Velisha en el idioma antiguo significa pequeño milagro.
ÍNDICE DE PERSONAJES
 
Alexander Brooks- Es el actual Guardián, es decir, que es la máxima autoridad dentro de la sociedad vampírica. Él y su mujer Helena son los padres de Cameron Brooks quien según la tradición debe ser el siguiente Guardián.
Alfonsina- Humana, madre de Chiara. Ella y su marido trabajan en la Casa Grande.
Amber Gallagher- Hija del difunto Malcolm Gallagher; hace unos años tuvo una historia de amor con Devan Ravisham, pero acabó muy mal.
Amélie de Polignac – Humana. Unos agentes de La Hermandad asesinaron a sus padres cuando era una niña y estuvieron a punto de matarla también a ella; afortunadamente, el juez Richards la encontró a tiempo. Está casada con Cian Connolly, el dueño del club Enigma de Dublín.
Ariel- Su nombre real es Megan Campbell. La Hermandad asesinó a su hermana, su sobrina y su cuñado, motivo por el que trabaja como agente de La Brigada.
Bart Wilson- Vampiro. Agente de La Brigada y pareja de Jake Kavannagh.
Brenda Stevens– Humana. Era la mano derecha del anterior director del puerto de Cobh, Walker Nolan, y según se rumorea también su amante.
Burke Kavannagh– Vampiro. Miembro del grupo de los Cuatro Legendarios y el más rico de todos. Ha accedido a ser el nuevo director del Puerto de Cobh durante un tiempo para detener las actividades criminales que La Hermandad está realizando allí.
Cameron Brooks- Vampiro. Es el único hijo de Alexander y Helena Brooks, aunque no ha tenido relación con ellos durante muchos años ya que por su culpa rompió con Nimué Sinclair, su velisha.
Chiara- Humana. Ayuda a Giulio en su casa.
Cian Connolly- Vampiro. Dueño del Club Enigma de Dublín y casado con Amélie de Polignac, una humana que fue adoptada por Killian Gallagher cuando La Hermandad asesinó a sus padres.
Clubes Enigma: Espacios privados fundados varios siglos atrás para ofrecer a sus miembros un lugar de esparcimiento, aunque su propósito se ha ido adaptando a las necesidades de la sociedad en cada momento. Actualmente, además de seguir siendo ilustres centros destinados a la reunión y diversión de sus socios, en sus protegidas bibliotecas se guardan muchos de los libros y pergaminos que narran la historia vampírica desde la antigüedad hasta nuestros días.
Devan Ravisham- Vampiro. Subdirector del club Enigma de Dublín.
Edevane Berry- Vampiro. Jefe del grupo que retenía prisionera a Violet cuando ella y Ariel escaparon.
El MaestroVampiro que dirige La Hermandad en la sombra. Hasta hace poco tiempo todos creían que El Maestro era Joel Dixon, pero recientemente se ha descubierto que, en realidad El Maestro es Sanderson, el que aparentaba ser su mayordomo.
Fenton Strongbow- Vampiro. Agente de La Brigada y pareja de Ariel.
Flavio- Humano. Padre de Chiara, trabaja en la Casa Grande junto a su mujer.
Gabrielle Touré- Humana. Esposa de Killian Gallagher.
Giulio Aleni- Humano. Fue la pareja de Robert Brandsfield, el tío de Stuart Byrne, hasta que murió. Ahora es anciano y vive en una casita en la finca propiedad de Stuart, en Italia.
Jake Kavannagh- Vampiro. Hermano de Burke, agente de La Brigada y pareja de Bart.
James Mackenna- Vampiro, es uno de los Cuatro Legendarios. Tiene un periódico en Londres y, aunque unos agentes de La Hermandad lo incendiaron hace poco, ya está funcionando de nuevo.
John Montgomery- Humano, viudo y con una hija que está estudiando en un internado. Estuvo en el ejército bajo el mando de El Coronel y cuando lo dejó se compró un barco para poder ganarse la vida, porque su padre era pescador y sabía navegar.
Killian Gallagher – Vampiro, está casado con Gabrielle Touré. Es el magistrado de la zona norte de Irlanda, además de ser el fundador y director de La Brigada.
Kirby Richards– Vampiro. Magistrado de la zona sur y vinculado a Kristel Hamilton. También es hermano de Violet, la elegida por La Hermandad para que en su cuerpo se reencarne Lilith.
Kristel Hamilton- Híbrida, vinculada al juez Richards. Acaba de ser nombrada miembro del nuevo Consejo de Eruditos en la disciplina de Lenguas Antiguas.
La BrigadaAsociación dirigida por Killian Gallagher. Él mismo la fundó para proteger tanto a humanos como a vampiros de La Hermandad.
La HermandadSociedad secreta basada en la creencia de que todos los seres que habitan la tierra, incluyendo a los humanos, son inferiores a los vampiros y, por lo tanto, deberían ser sus esclavos. Para conseguirlo están decididos a utilizar cualquier medio como por ejemplo revivir a la demoníaca Lilith.
Lilith (antiguamente conocida como Nammu) – Nació en un hogar humilde y llegó a reinar sobre la antigua Uruk, aunque tuvo que cometer los peores crímenes imaginables para conseguirlo. Pero antes de que la ajusticiaran por todas las crueldades que había cometido, consiguió dejar por escrito el rito que habría que seguir para que su espíritu volviera a la tierra.
Magnolia Stevens- Madre de Brenda Stevens. Humana. Cuando su hija era una niña, la abandonó porque se enamoró de un italiano.
Marcus Craven- Antiguo policía y amigo de Kirby que ahora tiene una empresa de seguridad y de detectives privados.
Megan Campbell- Humana. Mujer de Fenton Strongbow y agente, igual que él, de La Brigada. Su nombre en clave es Ariel.
Abiri- Sacerdotisa de la antigua ciudad de Uruk. Su hermano, un guardia del rey, fue ajusticiado por culpa de Lilith por lo que la odia a muerte.
Niall Collins- Vampiro, Conde de Sheffield. Es albino y tiene los ojos marrón rojizos, su aspecto es tan peculiar que no frecuenta la sociedad. También es muy callado e íntimo amigo de Stuart desde que se conocieron en el internado.
Nimué Sinclair- Humana. Acogió y escondió a Kristel Hamilton cuando era una niña en la escuela que dirigía en Escocia, después de que La Hermandad asesinara al padre de Kristel y a ella la amenazaran de muerte. Ahora está vinculada a Cameron Brooks, el amor de su vida.
Paolo di Maggio- Humano. Es el Conde di Veintimiglia y está casado con Magnolia Stevens, la madre de Brenda. Ambos están arruinados y viven en Volterra, en la colonia de los artistas.
Sanderson- Vampiro. Es el verdadero dirigente de La Hermandad, pero no se sabe casi nada sobre él.
Sennefer- Sumo sacerdote de la antigua ciudad de Uruk que se enamoró de Lilith tan apasionadamente, que cometió traición contra su rey y su religión para poder estar a su lado.
Señora Longo- Modista del pueblo de Volterra.
Shamash- Primer Guardián de la Justicia, vivió en Uruk junto a su mujer Anush y a sus hijos Adasi y Nidara. Fue el único que se enfrentó a Lilith y a Sennefer.
Stuart «Dagger» Byrne- Vampiro. También llamado El Coronel por haber sido ese su rango durante los últimos años que estuvo en el ejército. Acompaña a Violet en su huida de La Hermandad.
Violet Richards- Vampira. La Hermandad la raptó cuando era un bebé porque reúne todos los requisitos para que Lilith renazca en ella. Es hermana del juez Kirby e hija de Helen y Murphy Richards.
Walker Nolan- Vampiro. Era el director del puerto de Cobh y según la versión oficial murió a causa de un accidente, pero Brenda Stevens siempre ha afirmado que fue asesinado.
UNO
 
10 de diciembre de 1886
Residencia de John Montgomery
Dublín, Irlanda
Stuart aparcó el carruaje en la callejuela y se bajó de un salto. Cogió las dos bolsas de viaje y luego rodeó el coche y abrió la puerta de Violet, alargando la mano libre para ayudarla a bajar. Ella observó la palma de la mano, inmóvil durante unos segundos, hasta que se decidió a aceptar su ayuda.
—Gracias —murmuró en voz baja. Cuando estaba en el suelo, Violet apartó ligeramente la capucha de la capa que le cubría casi todo el rostro, y quedó a la vista su deslumbrante belleza regiamente enmarcada por una larga mata de pelo rubio que estaba recogida en un elegante moño bajo. Sus brillantes ojos dorados recorrieron el callejón donde se habían detenido, después, se volvió hacia Stuart y dijo—: Quiero saber dónde vamos. —Él asintió con expresión grave y contestó:
—Te lo contaré todo, pero aquí no, es peligroso. Enseguida llegaremos al lugar donde vamos y responderé a todas tus preguntas. —Violet inclinó la cabeza en silencio, aceptando sus palabras.
Ella estaba huyendo de todo lo que le era querido para salvar su vida y la de su familia, pero no entendía el motivo de que Stuart quisiera acompañarla. Sobre todo, después de lo ocurrido en Cork.
Sus pensamientos se dispersaron cuando él le ofreció su brazo y ambos cruzaron el callejón con rapidez, en dirección a la única salida de la callejuela que se veía al fondo. Al llegar allí, se incorporaron a una calle bien iluminada y con un gran movimiento de personas y carruajes, aunque enseguida se notaba que estaban lejos de los barrios más ricos de Dublín. Solo tuvieron que recorrer unos cuantos metros para detenerse ante una puerta pintada de rojo. Stuart llamó con los nudillos un par de veces y echó un vistazo a Violet; pareció que iba a decirle algo, pero la puerta se abrió antes de que pudiera hacerlo. Ante ellos apareció un hombre con el pelo casi blanco excepto por algunos mechones rojizos, estatura mediana y ojos intensamente azules. No parecía tener más de cuarenta años, si los tenía, y en cuanto los vio, se apartó de la puerta para que pudieran entrar en la casa, diciendo:
—Coronel, pase por favor. —Stuart tiró suavemente de Violet para que lo hiciera y cuando los dos estuvieron dentro de la humilde vivienda, el humano cerró la puerta con llave mientras el Coronel dejaba las bolsas junto a la pared de la entrada. La única fuente de luz era una lámpara de gas que había sobre una pequeña mesita junto a la puerta.
—¿Ha habido algún problema? —preguntó Stuart al hombre. El extraño sacudió la cabeza de lado a lado.
—Todo marcha según el plan.
—Bien. El coche está en el callejón.
—Ahora mismo se lo llevarán mis sobrinos. —Mirando hacia el oscuro pasillo que había a su izquierda, gritó—: ¡Tom, Ralph!
Dos hombres jóvenes, que rondarían los veinte años, se acercaron deprisa por el pasillo poniéndose sendos chaquetones de grueso paño oscuro, pero sencillos. Saludaron con una sonrisa al Coronel y parecieron poner especial cuidado en no mirar a Violet. De pie, en silencio, esperaron las instrucciones de su tío que les dijo:
—El carruaje está en el callejón. Ya sabéis lo que tenéis que hacer —ordenó. Ambos asintieron en silencio y salieron de la casa. El tío volvió a cerrar la puerta con llave y Stuart aprovechó el momento para presentarlos:
—Violet, este es John Montgomery. Es el dueño de esta casa y un viejo amigo que va a ayudarnos. —El hombre miraba a Stuart con tanto respeto que ella se quedó impresionada.
—Encantado, señorita —murmuró John. Inclinaba la cabeza en señal de respeto cuando observó, extrañado, que ella le alargaba la mano.
—Igualmente, señor Montgomery —respondió, consciente de que Stuart no le había dicho su apellido. A continuación, sonrió al sentir el cuidado con el que su anfitrión estrechaba su mano.
—Si os parece, os enseñaré vuestras habitaciones —murmuró a continuación el dueño de la casa.
—Gracias, John —respondió Stuart escuetamente, observando disimuladamente el rostro de Violet que se había quitado la capucha y que estaba demasiado pálida. Ella pareció no darse cuenta de su escrutinio o no le importó, porque se volvió y comenzó a caminar por el estrecho pasillo siguiendo a John, que llevaba la lámpara en la mano, mientras que Stuart la seguía a ella. John se detuvo junto a una puerta y la abrió, proclamando orgulloso:
—Este es el dormitorio de Sibyl, mi hija, pero está estudiando en un internado y puede utilizarlo la señorita. —Dejó la lámpara sobre un modesto escritorio de fabricación casera, donde había otra lámpara, una jofaina, una jarra con agua y un vaso. La habitación estaba sorprendentemente caliente gracias a que en una minúscula chimenea que había en una esquina ardía un alegre fuego. Mientras Violet observaba la habitación, John encendió la lámpara del escritorio para que tuviera luz —. Si necesitas algo más, dímelo por favor— murmuró, dirigiéndose a Violet. Ella entró en la pequeña habitación y contestó con una sonrisa agradecida:
—Está todo muy bien, muchas gracias. —Después, alargó el brazo, pidiéndole a Stuart su bolso silenciosamente y él se lo entregó. Mirándola a los ojos, señaló:
—Enseguida vuelvo. —Ella asintió y cerró la puerta del dormitorio con una leve sonrisa dirigida al dueño de la casa. Cuando lo hizo, John continuó andando por el pasillo sujetando la lámpara hasta detenerse en la siguiente puerta que abrió, afirmando:
—Esta habitación es la que utilizan mis sobrinos cuando duermen aquí, generalmente cuando nos vamos de viaje, pero esta noche dormirán en casa de unos amigos. Le he dejado a la señorita la de mi Sibyl porque es la única que tiene chimenea, aparte del salón. Creo que tienes todo lo que puedas necesitar. —El coronel dejó su bolso junto a la entrada y su chaquetón encima, sin llegar a entrar y contestó:
—Muchas gracias por todo lo que estás haciendo, John. —Le puso la mano sobre el hombro y continuó—: Voy a ir a hablar con Violet un momento y luego me gustaría que repasáramos los detalles del viaje.
—Por supuesto —murmuró su amigo. Entonces Stuart se dio la vuelta y volvió a la habitación de Violet.
Ella estaba esperándolo y abrió la puerta sin necesidad de que él llamara, pero, en cuanto dejó la puerta abierta se alejó de él, pegándose a la pared que había enfrente junto al perchero de madera donde ya había colgado su capa. El Coronel permaneció junto a la puerta, observándola con gesto triste, pero ella le devolvió la mirada impasible.
—¿Qué te pasa, Violet? —preguntó él con un susurro aparentemente dolido; ella odió el estremecimiento que recorrió su cuerpo al escuchar su voz, ahora que sabía lo que realmente sentía por ella. Levantó la barbilla y contestó:
—Nada. —El Coronel entornó los ojos, pero se obligó a no hacer ningún comentario más al respecto. Sabía que su precaria relación pendía de un hilo desde su última conversación en Cork, y que todavía era posible que ella se echara para atrás y no lo acompañara al viaje. Y haría mucho más que morderse la lengua si con ello conseguía salvarle la vida a Violet —¿Dónde vamos a ir? —preguntó ella a continuación.
—A Italia. Al morir hace unos años un hermano de mi madre me dejó una casa allí, algo que muy poca gente sabe —contestó. Violet se quedó tan sorprendida que tuvo que sentarse en la silla que había junto al escritorio.
—¿Italia? —preguntó con voz ahogada, volviendo a mirarlo.
—Es el sitio más seguro que se me ha ocurrido. Si todo ha ido bien, Killian habrá dicho en la fiesta que has desaparecido y seguro que los de La Hermandad ya están buscándote por toda Irlanda.
—Pero…, ¿y si se imaginan que me he ido contigo? Estaríamos lejos de todos; de mi familia, de La Brigada, sin nadie que pudiera ayudarnos.
—No hay ninguna razón para que lo hagan, al contrario. Buscan a una chica sola y por eso lo más seguro es que viajemos juntos, como un matrimonio. —Ella agrandó los ojos, enrojeciendo y él parpadeó al notarlo, pero continuó diciendo, con voz pausada—: Nadie sabe que tú y yo nos conocemos y, aunque fuera así, nadie, excepto un par de amigos, saben lo de la casa de mi tío. —Hizo un gesto en dirección al pasillo y dijo—: John tiene un barco que suele utilizar para viajar a Francia, de donde trae mercancía que luego vende aquí. Gracias a eso pueden vivir, él, sus sobrinos y, además, también puede pagar el internado de su hija.
—Si mis clases de geografía no me engañan, Italia está bastante más lejos que Francia —comentó ella y Stuart hizo una mueca al escuchar el tono sarcástico.
—Es cierto, pero el viaje en barco es mucho más rápido que si viajáramos en coche. Si atravesáramos Francia para llegar a Italia en carruaje, tardaríamos unas tres semanas y por mar, bordeando la península ibérica hasta cruzar el Estrecho de Gibraltar y desde allí a Italia, tardaremos diez o doce días, dependiendo del viento; eso incluyendo un par de paradas para aprovisionarnos de agua, comida o lo que pudiéramos necesitar. —Ella lo miraba con gesto rebelde. Con un suspiro, él aseguró:
—Violet, lo he pensado mucho y esta es la mejor forma de sacarte de aquí con el menor peligro para ti. ¿O es que no sabes que el Maestro tiene agentes buscándote en todos los caminos que salen de Dublín? Eres demasiado importante para sus planes como para que te dejen escapar sin luchar.
—Lo sé —susurró ella con voz ronca. Él asintió con la cabeza un poco más tranquilo al ver que empezaba a aceptarlo.
—A nadie se le ocurrirá que vas a coger un barco, seguro que piensan que estás escondida en algún sitio de la ciudad. Y, aunque se les ocurriera, buscarían en los barcos de pasajeros. —Esperó su contestación, pero como no se produjo, aconsejó con voz suave—: Estoy seguro de que John ha preparado algo de cena, deberías comer algo…
—No tengo hambre —replicó, interrumpiéndolo y poniéndose de pie de nuevo. Stuart entornó los ojos porque conocía el gesto que había en su rostro y no le daba buena espina, pero esperó a que dijera lo que tuviera que decir—. De acuerdo, iré contigo a Italia, pero quiero que sepas que lo hago porque no tengo más remedio. Y que, si no fuera porque siguiendo aquí pongo en peligro a mi familia, jamás me iría contigo. —Stuart ni siquiera pestañeó—. Le dije a mi hermano varias veces que no quería que tú me acompañaras, que buscara a cualquier otro. —Él levantó las manos con las palmas hacia arriba, en una inconsciente señal de súplica.
—Sé que te hice daño el otro día en Cork y es lo último que quería hacer, pero…
—No —volvió a interrumpirlo, negando con la cabeza—. No quiero que me expliques nada, me quedó todo muy claro en esa conversación. Lo que no entiendo es por qué te has ofrecido voluntario para acompañarme, si odias tenerme cerca.
—Eso no es cierto —susurró. Sentía su dolor y necesitaba consolarla por eso dio un paso para aproximarse a ella, pero Violet lo detuvo con un gesto de la mano.
—No te acerques a mí. Te agradezco que me ayudes, de verdad, pero creo que es mejor que tengamos el menor contacto posible. Al menos para mí, es lo mejor.
—Está bien —contestó mintiendo, porque no iba a aceptar tal cosa—, pero ante los demás tendremos que aparentar que somos un matrimonio.
—¿También en Italia? —preguntó Violet, interiormente horrorizada. Él reprimió un suspiro antes de contestar.
La Hermandad está extendida por todo el mundo, también allí. Por eso también tendrás que utilizar otro nombre, será lo más seguro —afirmó con voz suave. Desgraciadamente, ella sabía que tenía razón.
—Esta noche pensaré en un nombre que no me resulte extraño —murmuró—. Otra cosa más, ¿cuánto tiempo vamos a estar fuera? —Él se encogió de hombros antes de responder.
—No lo sé, pero seguramente serán meses. —Violet lo aceptó en silencio, pero sus ojos dorados se oscurecieron al pensar que no vería a su familia en todo ese tiempo. Tragó saliva para aliviar la tensión de su garganta y respondió:
—Pero en la bolsa que había en el carruaje para mí, hay muy poca ropa…
—Porque no estábamos seguros de que la casa de Cam, donde tú y tu familia estabais viviendo, no estuviera vigilada; por ese motivo, tu madre preparó un bolso con lo imprescindible, para que nadie pudiera imaginar al verlo que ibas a aprovechar la fiesta para huir. Cuando lleguemos a nuestro destino compraremos todo lo que necesites.
—De acuerdo.
—¿Tienes alguna duda más? —Ella dijo que no con un murmullo y los ojos negros y los dorados se miraron durante unos segundos, antes de que Violet apartara la mirada. Entonces Stuart se despidió y salió silenciosamente.
Cuando cerró la puerta, Violet se sentó en la cama con un suspiro pensando en sus padres y en su hermano Kirby y en la mala suerte que suponía que, cuando acababa de reencontrarse con ellos después de tantos años, tuviera que alejarse otra vez. Las lágrimas que había reprimido hasta ese momento desbordaron sus ojos y corrieron por sus mejillas, libres por fin. Se tapó la boca con la mano para asegurarse de que desde fuera no se oían sus sollozos; lo último que deseaba era que Stuart se sintiera obligado a consolarla. Ya era suficiente humillación que se sintiera obligado a acompañarla en su viaje alguien que no sentía por ella más que lástima.
 
Killian abrió la puerta, pero él y Gabrielle, su mujer, se quedaron en el umbral de la habitación donde estaba la familia Richards casi al completo. La única que faltaba era Violet, que acababa de marcharse con Stuart para evitar los planes de La Hermandad. Y esa huida era el motivo de que Helen, su madre, estuviera abrazada a su marido llorando. Junto a ellos estaba Kirby y al lado de él y agarrada a su mano, se encontraba su mujer, Kristel, que había sido nombrada esa misma noche parte del nuevo Consejo de Eruditos. Ambos estaban hablando en voz baja con Megan y Fenton.
—¿Podemos pasar? —preguntó Killian en voz alta, odiando molestar a la familia en un momento tan íntimo. Kirby les hizo una seña para que entraran y ellos lo hicieron. Cuando llegaron a su lado, les preguntó:
—¿Ha ido todo bien?
—Sí —contestó Killian en voz baja —Cian y Amélie iban a acompañarlos hasta otro coche y desde allí seguirían solos —. Fenton se acercó a ellos, dejando a Kristel y Megan hablando en voz baja.
—¿Y de verdad que no sabes dónde han ido? —demandó Kirby, preocupado por su hermana. Killian sacudió la cabeza mirándolo a los ojos y el hermano de Violet resopló con impaciencia—. No soporto que se haya tenido que marchar y no saber dónde está ni cuándo vamos a volver a verla. ¿Y si nos necesita? —Killian contestó en voz amable, pero firme:
—Kirby, sabes mejor que nadie que no ha tenido más remedio que hacerlo, sobre todo para alejar el peligro de vosotros. Todos debemos estar orgullosos de la valentía que ha mostrado. En cuanto a lo demás, Stuart la ayudará en todo lo que necesite y la protegerá con su vida, estoy seguro. — Le puso una mano sobre la parte superior del brazo para reconfortarlo—. Tus padres necesitan que estés tranquilo. ¿Qué les has contado?
—Solo lo de la amenaza de La Hermandad, pero, como quedamos, no saben con quién se ha marchado.
—Bien, porque hemos tenido demasiadas filtraciones últimamente y es evidente que alguien cercano a nosotros es un agente enemigo. —Todos escucharon un gemido de dolor procedente de la madre de Kirby y los dos jueces se volvieron hacia ella. Murphy, su marido le susurraba algo, intentando calmarla, pero Helen no podía dejar de llorar—. Kirby, no te he dicho cuánto lo siento— murmuró Killian—, no puedo ni imaginar lo difícil que es esto para vosotros.
—Después de tantos años buscándola, por fin la encontramos y ahora esto…—murmuró su amigo, sin dejar de mirar a sus padres que seguían abrazados. Ahora su padre también lloraba, aunque seguía intentando consolar a su mujer. Violet había sido secuestrada por La Hermandad siendo solo un bebé y hasta hacía unas semanas no habían vuelto a saber nada de ella, cuando gracias a Megan había conseguido escapar. Con un gesto de angustia Kirby continuó hablando, sin apartar la mirada de sus padres—: Han sido capaces de aguantar a que la ceremonia de los nombramientos terminara, pero después…— se encogió de hombros puesto que la desoladora imagen que los dos tenían a pocos metros era suficiente—, pero prefiero que la gente no los vea así, empezarían a hacerse preguntas. — Killian lanzó una mirada a Fenton que inclinó levemente la cabeza y se marchó de la habitación en silencio, luego se volvió hacia su amigo.
—¿Vais a seguir viviendo en casa de Cam?
—Sí, hasta que volver a Cork sea seguro. Además, Kristel quiere quedarse unos días más en Dublín para poder acceder a la biblioteca del Enigma. Está tardando más de lo que creía en traducir el manuscrito que dejó Cedric.
—Si necesita lo que sea, que me lo diga —ordenó Killian con la mandíbula rígida—. Seguramente el trabajo de tu mujer sea más importante que todo lo que pueda hacer yo dirigiendo La Brigada —confesó, provocando que Kirby lo mirara sorprendido—. No me mires así— le pidió—. Si Lilith consigue reencarnarse, en tu hermana o en cualquier otra, dará igual cuánto luchemos a menos que tengamos un arma con la que podamos detenerla. Porque sus poderes …— Kirby lo cortó para que no siguiera hablando.
—Preferiría que no me los enumeraras… anoche, mientras estaba estudiando un caso del juzgado, mi mujer consideró conveniente traducirme un pergamino antiguo donde aparecían detallados los poderes de esa semidiosa egoísta y soberbia. No conseguí que me dejara trabajar hasta que terminó de leérmelo—. Killian imaginó la escena de Kirby, impaciente por volver a estudiar el caso que tenía que juzgar y Kristel delante de él, de pie, con un viejo pergamino en las manos, leyéndoselo a pesar de sus protestas. Pero se distrajo al escuchar que Fenton volvía trayendo consigo a Cam y a Nimué.
—Ya se han ido casi todos —les informó Fenton. Kirby asintió y dijo:
—Entonces, nos vamos. —A continuación, miró a Cam que contestó:
—Iré a asegurarme de que los coches están en la puerta.
—Te acompaño —susurró Nimué.
Los dos jueces se giraron hacia la familia de Kirby y vieron que, afortunadamente, Helen Richards parecía un poco más tranquila. Ahora estaba agarrada del brazo de su marido y conversaba en voz baja con Megan, Gabrielle y Kristel, aunque de vez en cuando seguía secándose alguna lágrima que le caía por la mejilla.
DOS
 
La salita era acogedora y luminosa gracias a la luz que emitían la chimenea y la lámpara de queroseno que estaba sobre la mesa de madera, junto a una carta náutica. Alrededor de la mesa había cuatro sillas, y dos pequeños sillones junto al fuego sobre el que pitaba alegre una tetera.
—¿Té? —preguntó John a Stuart al verlo aparecer; él aceptó con un murmullo, sentándose frente a su amigo. Dejó la taza de té a un lado para que se enfriara y se frotó suavemente la nuca, agarrotada por la tensión—¿La señorita no quiere cenar nada? —preguntó John señalando la fruta, el queso y el pan que había dejado en el centro de la mesa.
—No tiene hambre —contestó Stuart. Concentrándose en la carta náutica, preguntó—: ¿Dónde vamos a hacer escala? —John se quedó pensativo, observando las posibilidades y, después de un par de minutos, afirmó:
—Había pensado en Lisboa, Sardinia y, por último, Livorno. Dos amarres antes de atracar en Livorno pueden parecer demasiados, pero prefiero ser precavido en este viaje. Ten en cuenta que nunca he navegado tantas millas seguidas con el barco, aunque estoy seguro de que no habrá ningún problema. Pero si tienes mucha prisa por llegar a Italia podemos saltarnos la parada de Sardinia.
Por la seguridad de John y de su familia Stuart no le había contado lo que ocurría, solo que Violet y él tenían que viajar a Italia de la forma más discreta posible. Ahora recorrió con la mirada la larga distancia por mar que había entre Dublín y su puerto de destino, Livorno.
—No, no, ya sabes que yo no entiendo nada de navegación, solo quiero que el viaje sea lo más seguro posible. No puedo correr riesgos con Violet —confesó— ¿Cómo vamos a repartirnos para dormir? —preguntó a continuación. El barco de John era pequeño y no estaba preparado para llevar pasajeros. Su amigo se encogió de hombros.
—No hay muchas opciones. Como sabes, solo hay dos camarotes; uno será para ella y otro para nosotros. —Hizo una mueca antes de decir—: Parece una dama fina, espero que esté cómoda porque en el barco no va a tener ninguna de las comodidades que tendría en un barco de pasajeros.
—Lo sé, pero no quiero que quede rastro de nuestro viaje en ninguna lista. Siento haber acudido a ti, pero no he sabido que Violet tenía que marcharse urgentemente hasta esta mañana. Con más tiempo podría haber hecho otras disposiciones, tengo otro amigo que tiene barcos, pero… —estaba pensando en Burke, pero John contestó enseguida:
—Pues yo me alegro de poder pagarte de alguna manera tu ayuda cuando me dejaste el dinero para comprar el barco. Si no fuera por ti, nunca podría haber mandado a mi niña a ese internado para que tenga un futuro mejor que el que tuvimos su madre y yo — aseguró con una sonrisa alegre.
—Por cierto, se me olvidaba… —señaló Stuart sacando del bolsillo derecho de su chaqueta una bolsa de monedas que dejó suavemente sobre el mapa—, esto es para que compres comida y todo lo que necesites. ¿Te dará tiempo a prepararlo todo para pasado mañana?
—Ya te dije que no voy a coger tu dinero —protestó John con el entrecejo fruncido cogiendo la bolsa para devolvérsela, pero Stuart le sujetó el brazo, negándose a que lo hiciera.
—John, ¿acaso no somos amigos?
—Claro que sí. Hemos pasado por demasiadas cosas juntos como para no serlo.
—Entonces, acepta el dinero con la confianza que nos da nuestra larga amistad. Me imagino que, si no hicieras este viaje, te habrías embarcado en uno a Francia porque necesitas el dinero. Sé que el internado de tu hija es muy caro, —sonrió con picardía antes de decir—: y me imagino cuánto cuesta mantener a tus sobrinos, recuerda que los he visto comer. —Su comentario provocó que su antiguo sargento soltara una carcajada.
—¡Esos dos me van a arruinar! Son peores que un par de tiburones —apostilló entre risas haciendo que Stuart sonriera con ganas. La alegría natural de John siempre había sido como un bálsamo para él en los peores momentos de la guerra.
—Entonces, olvidemos este tema y… — al ver que John dejaba la bolsa a un lado del mapa, continuó—: cuando estemos a bordo cuenta conmigo para ayudaros. Ya sabes lo poco que me gustan los barcos, pero haré lo que haga falta. —John rio por lo bajo y contestó, divertido.
—Lo sé. Por eso, cuando me dijiste que necesitabas que te llevara a Italia y que también llevaríamos a una mujer, supe que debía de ser muy importante para ti, si conseguía que volvieses a subir a un barco. —Stuart suspiró sin contestar, observando el fondo de su taza de té como si ahí pudiera encontrar la respuesta a algún misterio inexplicable. —Coronel, si quieres contarme algo… —ofreció. Stuart lo miró, desconcertado, y John afirmó con amabilidad—:no soy ningún experto en mujeres, al contrario, pero cualquiera puede ver que hay algún problema entre tú y la señorita. Y como mi Betsy decía, a veces es suficiente con contarle a un amigo tus problemas para que dejen de parecer tan terribles. —El Coronel sonrió de medio lado, lo que le hizo parecer más joven.
—Te lo agradezco, pero no creo que sirviera de mucho que te lo contara.
—¿Lo dices porque vosotros sois vampiros y yo no? —Stuart se lo quedó mirando unos segundos antes de replicar:
—No sé por qué me sigo sorprendiendo tanto con lo franco que eres. —John se encogió de hombros antes de contestar:
—La vida es demasiado corta para perder el tiempo— aseguró.
—Lo sé —suspiró el Coronel con la mirada puesta en el fuego. John comenzó a pelar una manzana, cómodo con el silencio que había entre los dos después de haber estado tantos años juntos en el ejército. Antes de que terminara de pelarla, Stuart confesó:
—Los dos somos viudos, pero tú tienes la suerte de no sentirte culpable por la muerte de tu mujer. —John hizo una mueca como si sus palabras le hubieran dolido, pero se mordió la lengua dejando hablar a su amigo—. Cuando volví del frente la primera vez, meses después de casarnos, Nessa me dijo que estaba embarazada y me pidió que no volviera a marcharme y yo contesté que tenía que luchar por mi país. Para mí era impensable saber que todos los que estabais bajo mi mando fuerais de nuevo a la guerra sin mí, y lo cierto es que os antepuse a ella. Lo siguiente que supe fue que había muerto en el parto, igual que mi hijo.
—No fue culpa tuya. Nuestro trabajo por entonces era ser soldados y, aunque mi Betsy me hubiera pedido que me quedara, también me habría marchado. —Stuart no contestó, pero John sabía que sus palabras, que le había repetido en más ocasiones, no servirían de nada. Y así fue, porque siguió hablando como si no las hubiera escuchado.
—Entonces me juré a mí mismo que no volvería a estar con nadie más y te juro que creía que jamás volvería a interesarme por ninguna otra —murmuró, observando el fuego con gesto absorto—. Pero cuando conocí a Violet hace unas semanas…no sé cómo explicarlo, pero fue como si mi corazón reviviera después de tantos años. —Sacudió la cabeza como si se reprendiera a sí mismo por haberlo confesado, pero un involuntario resplandor rojizo había aparecido en el fondo de sus ojos y era más revelador que sus palabras. —En cualquier caso, Violet se merece algo mejor que un viejo vampiro que arrastra un triste pasado y por eso he hecho todo lo posible para que crea que no siento nada por ella. Y ahora, ella me odia.
John se metió un trozo de manzana en la boca y comenzó a masticarla, pensando que a él no le había parecido que la muchacha lo odiara, pero siguió en silencio conociendo la tozudez de su amigo.
 
Violet no había pegado ojo en toda la noche y cuando se levantó reprimiendo un bostezo y se miró en el pequeño espejo que había sobre el escritorio, se dio cuenta de que su rostro daba fe de ello. Estaba muy pálida y no recordaba haber tenido nunca unas ojeras tan pronunciadas; además, por haber dado tantas vueltas en la cama al intentar dormir, su pelo formaba una masa desordenada alrededor de su cabeza que le hacía parecer una bruja o una loca. Iba a coger el cepillo del bolso que había dejado la noche anterior sobre la silla cuando se mareó repentinamente. Apoyó la palma de la mano en el escritorio para estabilizarse y respiró hondo, entonces recordó que durante la noche también se había sentido mareada en un par de ocasiones. Se sentó lentamente en la cama y se tocó la frente, que ardía; sorprendida, se dio cuenta de que tenía fiebre y que sentía una extraña debilidad.
Había escuchado cómo Stuart y el dueño de la casa se levantaban un rato antes y cómo John se marchaba de la casa hacía unos minutos. Stuart se había dirigido a la salita donde había permanecido desde entonces, aunque había intentado no hacer ruido. Volvió a levantarse despacio y, aunque seguía sintiendo la misma debilidad, esta vez no se mareó de modo que comenzó a vestirse decidida a salir del dormitorio. No iba a quedarse todo el día de brazos cruzados cuando los demás trabajaban para ponerla a salvo. No le sorprendió escuchar un par de golpes suaves en su puerta porque imaginaba que Stuart la habría oído, aunque estuviera en la salita.
—Un momento —contestó. Antes de abrir, se retorció los rizos dorados que le llegaban a la cintura con los que se hizo un rápido moño que sujetó con horquillas; aunque el proceso le llevó un minuto como máximo decidió que, dadas sus circunstancias, se cortaría el pelo en cuanto tuviera oportunidad. Después de echarse un rápido vistazo en el espejito y decidir que estaba visible, abrió la puerta.
—Buenos días —saludó. Stuart dedicó un par de segundos a observar sus ojeras y la palidez de su rostro antes de contestar:
—Buenos días, Violet. ¿Estás enferma? —Parecía preocupado, pero ella ya se había engañado antes con él, por lo que contestó con voz educada:
—No, solo cansada. —Él asintió lentamente, aunque no parecía convencido.
—En el barco podrás descansar todo lo que quieras. Hay quien encuentra el movimiento del mar muy relajante. —Por su forma de hablar supo que él no era uno de ellos, pero no contestó. Había aceptado ir a ese viaje porque quería vivir y, sobre todo, para no poner en peligro a su familia, pero solo hablaría con él lo imprescindible. Stuart entornó los ojos de repente como si supiera lo que estaba pensando, pero su voz fue igual de suave cuando continuó hablando—: Hay café recién hecho o, si lo prefieres, té. También tostadas, bacon, incluso huevos. Hoy John ha tirado la casa por la ventana—bromeó, pero su débil sonrisa desapareció al ver que ella palidecía aún más—¿Qué te pasa? — susurró, intranquilo. Violet, respirando hondo, volvió a mentir:
—Nada. El caso es que no tengo hambre, pero como ayer no comí y no cené nada, me parece que debería desayunar algo.
—Seguramente por eso estás tan pálida —afirmó él, apartándose del umbral para que pudiera salir al pasillo y ella se dirigió a la salita, sorprendiéndole lo acogedora que era. Stuart separó de la mesa, caballerosamente, la silla que estaba más cerca del fuego para que pudiera sentarse.
—Gracias —susurró mientras se sentaba. Él no contestó, concentrado en coger una taza y un plato para servirle el desayuno.
—¿Café o té? —preguntó. Pensando en lo que sería mejor para su estómago, eligió té y él cogió la tetera y le sirvió una taza. Luego comenzó a llenarle el plato con parte de la comida que había en una bandeja hasta que Violet lo detuvo:
—No me sirvas más, por favor. Es imposible que me coma todo lo que has puesto ahí. —Stuart obedeció, dejando el plato con un par de tostadas, huevos revueltos y bacon frente a ella y sentándose a su lado. —¿Ese es nuestro itinerario? —preguntó Violet a continuación, al ver un mapa de Europa a su lado. Alguien había rodeado con lápiz tres ciudades costeras en él; se estiró ligeramente para ver cuáles eran, mientras masticaba un trozo de tostada.
—Sí —contestó Stuart—. Saldremos mañana de Dublín en dirección a Lisboa donde nos detendremos para comprar lo indispensable; a continuación, nos dirigiremos a Sardinia y desde allí a nuestro destino, Livorno. —Fue señalando con el dedo los lugares mientras hablaba.
—¿Ese es el lugar dónde vamos? ¿Livorno? —Después de comer solo dos trozos de tostada, tuvo que dejar el resto en el plato y beber un poco de té intentando que se le pasara la náusea que sentía en ese momento. Era como si la comida fuera rechazada por su cuerpo y empezó a preocuparse porque el día anterior no había sido capaz de comer nada en todo el día; incluso para desayunar solo había tomado un té, a pesar de que a Stuart le había dado a entender que había tomado algo más sustancioso.
—No —contestó Stuart a su pregunta, aparentando mirar el mapa, aunque de reojo había visto que ella había dejado de comer y se había reclinado en la silla. Mientras contestaba, frunció el ceño sin darse cuenta, inquieto porque Violet pareciera más enferma ahora que antes de empezar a desayunar—. Nuestro destino final es Volterra. —Ella abrió la boca para decir algo, pero ambos se distrajeron al escuchar el ruido de la puerta de la calle.
—Ese debe de ser John —susurró Stuart.


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