Fight for Love de Amelia Gates y Cassie Love

Fight for Love de Amelia Gates y Cassie Love

A compartir, a compartir! Que me quitan los posts!!

Fight for Love de Amelia Gates y Cassie Love pdf

Fight for Love: El príncipe de Los Ángeles de Amelia Gates y Cassie Love pdf descargar gratis leer online

„He luchado muchas batallas, pero la lucha por SU CORAZÓN será la más difícil. -KO

Tiffany no es solo la hija del jefe de policía más despiadado de Los Ángeles. Es también la pieza
favorita de su espectáculo- al menos desde que su esposa falleció. Como era de esperar, al igual
que todos los años, es su deber asistir al baile anual de la policía para charlar con unos cuantos
policías borrachos. No importa cuánto lo odie.

Ella espera que el evento de este año sea como todos los demás, pero no podría estar más
equivocada. Al otro lado del pasillo está Caerus Wolf, multimillonario magnate de bienes
raíces. Y no aparta su mirada salvaje de la joven profesora de yoga pelirroja.

¿Es este el principio del fin para Tiffany o escuchará la advertencia de su padre y se mantendrá
lejos de Caerus y el halo de misterioso que lo rodea?


Publicado

en

,

por

Comentarios

4 respuestas a «Fight for Love de Amelia Gates y Cassie Love»

  1. Prólogo

    KO
    El rugido del gentío es jodidamente fuerte y ensordecedor, pero apenas lo oigo. Cuando estoy en el ring, no escucho o veo a nadie que no sea el hijo de puta que estoy a punto de derribar. Mis puños se aprietan a mis lados, preparándose para lo que está a punto de llegar. He estado haciendo esto desde hace tanto tiempo que mi cuerpo sabe lo que está pasando sin necesidad de que mi mente se lo diga. He estado peleando desde que tengo memoria, joder, mi madre solía decir que llegué al mundo dando patadas, gritando y preparado para la acción.
    No. No pienses en ella, no ahora.
    No me puedo permitir por nada del mundo despistarme de mi juego; no porque esté preocupado, no porque no crea que pueda ganar a este tío, sino porque así es como funciono. Y, además, este es mi momento. Algunas personas van a yoga para pensar. Para mí, esto es meditación. Hay algo realmente jodido en el hecho de que mi forma de relajarme implique unos puños apretados. ¿Qué cojones dice eso sobre mí?
    Dice que para esto es para lo que has sido hecho, para esto es para lo que has sido creado, para lo que tu padre te entrenó.
    Papá.
    No, joder, no, no ahora.
    Me escabullo de la trayectoria, ligero sobre mis pies, y el puñetazo del gallina no golpea otra cosa que no sea el aire. ¿Quién era este tío de nuevo? Ha habido tantos. Demasiadas caras que recordar, demasiados combates.
    Rampage, ese era. En serio, ¿a quién cojones se le ocurre esta mierda?
    Mi oponente hace un sonido de frustración mientras intenta pegarme por el punto ciego con un gancho de izquierda, pero soy demasiado rápido para él. Esta pelea es una puta broma. Podría terminar en 5 segundos, pero necesito dar todo el tiempo que sea posible para que se hagan apuestas, para que haya una posibilidad de que Rampage de verdad pueda conseguir esto. Cuanto más dinero pierda ese gilipollas ruso cuando noquee a su luchador mejor.
    “¿Qué eres? ¿Una puta bailarina?” Parece que la cara tatuada de Rampage se haya convertido en un muro de ladrillos. Su boca se tuerce mientras escupe sobre el suelo de cemento que sirve de ring. En un club de lucha clandestino no son exactamente buenos con la sanidad y la seguridad. “¿Vas a lanzar un puñetazo o qué, tío?”
    Dejo salir un suspiro. Si Rampage o su equipo hubieran hecho un mínimo de investigación, sabrían que así es como yo peleo. No, tacha eso, así es como yo gano peleas, y eso es todo lo que sé hacer. El tío es un forastero, pero, aun así, vale la pena estar preparado, especialmente cuando estás contra alguien que no pierde. Nunca.
    Mantengo un ojo sobre mi oponente extremadamente feo y veo a mi amigo, mi segundo, asentir con su cabeza a un lado de mí. Esa es la señal. Ya puedo irme.
    “¿Qué? ¿Estás asustado, niño bonito?” Rampage se ríe como una hiena y me sentiría mal por el tío – entre esa cara y esa risa, no es precisamente un ticket ganador – si no me hubiera llamado cobarde.
    Sin molestarme en contestarle con otra cosa que no sean mis puños, doy dos pasos hacia él, agachándome cuando lanza un perezoso golpe hacia mi cara. Le agarro de la muñeca y se la retuerzo, haciéndole gritar como una niña pequeña, sin parar hasta que oigo el satisfactorio crack de su brazo rompiéndose.
    Aprieto su muñeca, viendo como la cara de Rampage se retuerce en un intenso dolor, sus piernas se doblan hasta que está de rodillas, en el suelo, frente a mí.
    El ruego de la muchedumbre es casi ensordecedor ahora que la sed de sangre golpea a todas las personas que hay en el lugar. Hecho un vistazo alrededor mío y los tres corredores de apuestas que organizan el espectáculo me están lanzando una mirada severa, una que reconozco. Quieren ver a Rampage derrumbarse, si el tío va a perder entonces será mejor que se vea bien.
    La cara de Rampage es una mezcla entre dolor intenso y rabia, y está poniendo esa mirada de ojos vidriosos que he visto cien veces antes. El tío parece que está a punto de desmayarse. Sacudo mi cabeza. Si no puedes aguantar el dolor, ¿entonces qué coño estás haciendo en este ring? El ring es todo dolor. Por eso me encanta. Por eso lo necesito.
    “Que te jodan.” Rampage escupe al suelo, que no cae por poco en mi pie, y desgasta mi última pizca de paciencia.
    Hago una rotación de hombros y pongo mi brazo izquierdo atrás, lanzando un puñetazo directo tan jodidamente rápido que no creo que Rampage lo haya visto siquiera llegar. La fuerza del golpe manda su cabeza girando hacia atrás, pero no dejo ir su brazo destrozado hasta que veo que sus ojos se ponen en blanco, hasta que sé que está fuera de combate.
    Dejo de sujetar su brazo roto y veo cómo el cuerpo de Rampage se desmorona sobre el suelo, extendiéndose como jodida mermelada sobre una tostada. La muchedumbre se vuelve absolutamente salvaje, cantando mi nombre. Pero ni siquiera parpadeo. No me importa una mierda su adoración. No estoy aquí por ellos. Estoy aquí por mí, por mí y por él.
    Si esta fuera una pelea real, una pelea legítima, este sería el punto en el que llegarían los médicos. Pero esta no es una pelea legítima y no hay médicos a los que llamar. La gente está más interesada en recoger su dinero de los corredores de apuestas que en comprobar si Rampage sigue respirando. Solo hay un hombre que permanece exactamente donde esta, un hombre que no ha quitado sus ojos de mí en toda la puta noche.
    “La próxima vez, encuéntrame un oponente real contra el que luchar.” No alzo mi voz. No necesito hacerlo. Sé que me está escuchando por la forma en la que sus ojos de sapo se mueven enfadados. Habrá perdido miles de dólares en esta pelea, quizás incluso cientos de miles, y ese pensamiento debería traerme algo de consuelo. Debería, de alguna forma, satisfacer el hambre que siento como si me estuviera carcomiendo a diario, el hambre de ver a este hombre pagar por lo que ha hecho. Pero no lo hace. Ya no es suficiente y estoy empezando a preguntarme si alguna vez lo será.
    “¡El indiscutible, el imbatible, KO!” El presentador grita al micrófono y la muchedumbre aclama tan jodidamente fuerte que hace que mis oídos sangren.
    Pero no importa. No importa nada. Nada de esto importa hasta que cumpla mi promesa.
    Salgo del ring, con el sonido de mi nombre reverberando en mis oídos. No le echo ningún vistazo al tío que he dejado en el suelo tras de mí, el tío cuya sangre se está empezando a secar en mis nudillos.
    Pronto, lo haré bien. Lo haré sufrir, lo prometo.
    Pronto, papá, pronto.

  2. Capítulo Uno

    Tiffany
    Le doy un sorbo al champán tibio que he estado sujetando en mi mano durante lo que parecen horas, preguntándome cuánto rato más tengo que estar aquí. Intento no pensar en lo mucho que me duelen los pies con esta locura de tacones altos mientras sonrío y finjo que escucho atentamente al enésimo compañero de mi padre con el que he hablado esta noche.
    “Tus ojos están vidriosos, Tiff.” Una voz baja en mi oído me trae de vuelta al presente y me doy cuenta de que he dejado que mis pensamientos me lleven lejos del lujoso salón.
    Joseph se ríe a mi lado, pero nadie más parece haberse dado cuenta de mi lapsus y aprovecho la oportunidad para darle un codazo en el estómago.
    Él suelta una espiración, pero sé que no le he hecho daño; el hombre es como una roca, algo de lo que mi dolorido codo podía dar fe.
    “Oye, eso podría ser tomado como agresión a un oficial.” Sus ojos azules me mandan una mirada severa y no puedo evitar reírme ante ello. Me trago el sonido con dificultad, cubriéndolo con un trago del champán tibio y arrepintiéndome inmediatamente.
    “Parece que necesitas uno más fresco.” Asiente hacia la copa y después gira su cabeza hacia la barra. Cuando me doy cuenta de sus intenciones, tengo que detenerme a mí misma de lanzar mis brazos alrededor suyo en agradecimiento, me conformo con una sonrisa cómplice y me excuso ante el grupo, dejando que Joseph me lleve hacia la barra.
    “Gracias Joe, te debo una.” Le doy a su brazo un apretón mientras intento no caerme sobre mis tacones.
    “No te preocupes, lo añadiré a tu cuenta.” Pestañea de forma conspiratoria, transportándome de forma instantánea de vuelta a cuando solo éramos dos niños pequeños metiéndose en problemas – problemas que él solía causar. Entonces las cosas eran mucho más simples.
    “Está hablando con el Comisario.” Joseph asiente hacia el hombre que he estado buscando inconscientemente entre la multitud. Está totalmente recto, alto e imponente con su traje azul, pelos grises asoman por debajo de su sombrero. Mi padre.
    “Vendrá a por ti pronto.” La voz de Joseph es aseguradora, pero nunca ha sido muy bueno a la hora de mentir, al menos no a mí. Es una persona muy recta; dejó atrás eso de romper las reglas cuando éramos niños. Ahora ni siquiera sería capaz de aparcar en zona prohibida, un hecho por el que me he metido con él en más de una ocasión.
    “Los dos sabemos que mi padre solo se acordará de que estoy aquí cuando necesite a alguien para romper el hielo.” No hay malicia en mi voz, solo pesar de que las cosas sean así entre nosotros dos. Cada año espero que mi padre quiera que venga al baile por algo más que no sea una muestra de apoyo y cada año quedo decepcionada. Ya debería haberlo aprendido a estas alturas, ¡pero esto es lo que pasa cuando eres una eterna optimista, supongo! Para todo el bien que me hace…
    Nunca me han gustado estos eventos, pero al menos solían ser una excusa para que mi padre y yo pasáramos tiempo juntos. Bueno, así es como yo lo veía. Conforme me he ido haciendo mayor me he dado cuenta de que el baile anual de policías era algo gordo en su mundo y, políticamente, era importante para mi padre tenerme ahí. Él siempre ha sido un maldito poli bueno, pregúntale a cualquiera y te dirá lo mismo. Pero, en situaciones sociales como esta, necesita ser más suave y ahí es donde yo entro en acción – un pobre reemplazo de la mujer que perdió en un accidente de tráfico sin sentido.
    “Mama era siempre tan buena en estas cosas.” Sacudo mi cabeza, maravillándome ante cómo ella lo solía hacer.
    “Tú eres buena en esto, Tiff. Todos te quieren.” Hace un gesto en torno al lujoso salón de baile y los cientos de policías y sus citas pasándoselo bien por solo una noche. “Los tratas como si fueran viejos amigos, aunque a la mayoría solo los veas de año en año. Te acuerdas del nombre de sus hijos y sus esposas.” Entonces me mira a la cara, mostrándose serio. “Los dejas a todos encantados sin ni siquiera intentarlo. No sé cómo no puedes ver eso.”
    Esta vez no intento detenerme; lanzo mis brazos alrededor de Joseph y le abrazo. Él se congela por un momento y después me devuelve el abrazo. Después de veinte años de amistad, está acostumbrado a lo sensiblera que soy.
    “Eres un auténtico encanto, Joseph Tanner,” le digo mientras me alejo. “Algún día vas a hacer a alguna chica afortunada muy feliz.”
    Un ceño arruga sus rasgos de chico americano por un momento y después los suaviza tan rápido que pienso que he debido de imaginármelo. “Sí, seguro.” Su sonrisa parece forzada.
    Joseph me da una copa fría de champán de la barra, una bebida que ni siquiera quiero. Es solo algo que hacer con mis manos. Nunca he sido una gran bebedora, ni en los mejores tiempos.
    “No te estreses, Joe. Solo porque aún no la hayas encontrado no significa que no esté ahí fuera.” Es uno de los grandes misterios de la vida, el que mi amigo aún no haya sido cazado. El tío es un partidazo lo mires por donde lo mires. “A lo mejor conoces a la chica de tus sueños esta noche.” Mis ojos se mueven por la habitación, buscando una posible candidata.
    “Todas las mujeres de aquí o están cogidas o son policías, Tiff. Y no voy a salir con una policía.” Joseph sacude su cabeza mientras le da un trago a su cerveza.
    “¿Por qué no?” Frunzo el ceño. Todo lo que Joe había querido ser alguna vez era policía, incluso cuando éramos niños. Estoy bastante segura de que es el hijo que mi padre hubiera deseado tener en vez de la moderna hija profesora de yoga que acabó teniendo.
    Joseph suelta un largo suspiro y de repente parece tener muchos más años que 27. “El trabajo trata siempre del lado oscuro de la vida, coger a los tipos malos, ver cosas sobre las que la gente buena y decente nunca debería saber. Estar con una policía significaría comer, dormir y respirar el trabajo 24/7. Cuando vaya a casa con alguien, quiero dejar todo eso atrás. Quiero un poco de paz.” Se encoge de hombros, como si no me acabara de sorprender con ese lado sensible que hace lo posible para fingir que no tiene.
    “¿Va todo bien, Joe?” Entrecierro mis ojos juguetonamente hacia su botella de cerveza. En todo caso, ¿cuánto has bebido exactamente?”
    “¡Tiffany! ¡Sargento Tanner!” El Capitán de cara redonda de la Central se dirige directamente hacia nosotros.
    “Para nada lo suficiente como para pasar por otras cuantas horas de confraternización, créeme.” Joe hace una mueca y un guiño y, simplemente así, el tío amante de la diversión que he conocido toda mi vida está de vuelta.
    Aunque no puedo recordar el nombre del Capitán, sí que recuerdo que tiene tendencia a ligar con cualquier cosa con falda y el año pasado se puso un poco tocón conmigo después de demasiadas copas.
    “Quizás debería comprobar cómo va mi padre…” Doy un paso, alejándome del lado de Joe, intentando escapar de otra ronda de galanterías, pero él es más rápido que yo. Su mano se estira y agarra mi codo, manteniéndome en el lugar.
    “De eso nada. Si yo tengo que tratar con el Capitán Randy, tú también.” Mantiene su voz baja y me resisto a la tentación de resoplar el apodo apropiado.
    “Sargento.” El Capitán de cabeza sonrosada asiente, reconociendo el rango de Joseph. “¡Tiffany, estás preciosa!” Sus ojos brillantes recorren mi vestido de seda azul que Issy insistió en que me pusiera porque aparentemente resalta mis ojos. Pero ahora el vestido de tirantes me hace sentir demasiado expuesta. Me encuentro a mí misma anhelando la comodidad de mi ropa de yoga.
    “Encantada de volver a verle, Capitán…Wright.” Recuerdo su nombre justo a tiempo, forzándome a mí misma a sonreír a través de los apretados dientes mientras sigue mirándome de forma lasciva. “¿Cómo está su encantadora mujer?”
    La cara del Capitán se pone aún más roja de lo que lo estaba antes.
    “Teresa está bien, no ha podido venir esta noche – con tres pequeños en casa y otro de camino tiene las manos ocupadas.” Se dirige a mi escote todo el rato.
    “Ya imagino.” Muevo mis pies esperando que el movimiento rompa su concentración en mi pecho, pero no tengo suerte. Le lanzo una mirada a Joseph que le dice que es el momento de que intervenga.
    “¿Y cómo os va en la Central? He oído que estáis ocupados.” Consigue la atención de Wright y suspiro aliviada por no seguir siendo el único foco de su interés.
    El Capitán lanza un largo resoplido, vaciando su pecho. “Hemos estado dando vueltas en círculos los últimos meses, intentando seguir el ritmo del ‘Bliss’. Al igual que otros distritos.”Mira a Joseph de forma significativa y la tensión en el aire entre ellos se puede cortar.
    “¿Quién es Bliss?” Pregunto para intentar diseminar parte de la tensión en el ambiente que ha aparecido de la nada.
    La expresión de Wright se suaviza cuando mira de Joseph a mí. “No quién, cariño, qué. Es una nueva droga de fiesta que está circulando por todos los clubs de alto nivel, jodidamente cara, y los jóvenes están dispuestos a vender a su abuela con tal de probarla.”
    Recuerdo vagamente haber leído algo sobre ello hace semanas, pero el artículo online apenas entraba en detalles. “¿De dónde viene?”
    “Eso, cariño mío, es la pregunta del millón de dólares.” El Capitán Wright mira significativamente a Joseph de nuevo. “¿No es eso en lo que supuestamente estabais trabajando vosotros?”
    “Estamos trabajando en ello, Capitán, tal y como el Jefe Adjunto Burns dijo a todo el mundo en la última reunión. Tenemos un equipo operativo en ello y nos estamos acercando.” Puedo sentir a Joseph tensándose a mi lado y pongo una mano en su brazo para calmarle.
    “Wolff dijo que había encontrado una conexión con ese tío, ‘KO’, así que, ¿dónde está?” Wright mira alrededor como si esperara que el hombre en cuestión se materializara del propio aire.
    Al Capitán le cuesta un poco tenerse en pie, no es que me sorprenda. Debe de estar borracho si está cuestionando a Joseph sobre un caso en el que mi padre ha estado tomando el mando, especialmente cuando estoy justo frente a él.
    Joseph parece que estuviera a punto de decir algo que podría meterlo en serios problemas. Wright puede que sea un capullo, pero sigue siendo un rango superior a Joseph.
    “Capitán, ¿puedo traerle otra bebida?” Intento, cegándole con la mejor sonrisa que puedo mostrar, pero no es suficiente para detenerle. Nota para mí misma: practicar la sonrisa.
    “¿Sabes lo que pienso, Tanner?”
    Wright da un paso hacia Joseph y por un horrible momento me pregunto si va a lanzarle un puñetazo. No sería la primera pelea que se desencadenara en el baile de policías, pero preferiría que no pasara estando yo. En vez de eso, Wright mira alrededor como si no quisiera que nadie escuchara lo que está a punto de decir. Instintivamente me acerco un poco, mi curiosidad se está adueñando de mí.
    “Creo que ese tío, KO, es un mito. Es un cuento para dormir que las ratas de la calle les cuentan a sus hijos para conseguir que se coman las verduras y hagan los malditos deberes. Nadie lo ha visto; ninguno de los miembros de la banda que hemos conseguido atrapar pueden identificarle. Ese tío es un fantasma.” Wright mueve sus manos como si estuviera haciendo un truco de magia.
    Joseph abre la boca para decir algo, pero un policía cercano, de mediana edad, le interrumpe. “¿Vosotros también estáis hablando de KO?” Sacude su cabeza con tristeza. “Es el único tema del que todo el mundo aquí parece estar hablando esta noche. ¿Sabéis lo que yo he oído?”
    Así es como pasa el siguiente rato, un policía detrás de otro uniéndose a la conversación e intentando superar las historias que el otro ha escuchado sobre el legendario KO. Estoy acostumbrada a esto, es como Joseph había dicho – para los policías su trabajo es su vida, se lo comen, duermen con él, lo respiran. He vivido con uno durante casi 20 años, así que debería saberlo. Se involucran tanto en los casos en los que están trabajando que todo lo demás pasa a un segundo plano. Así es como siempre me he sentido en casa.
    Joseph está ahora concentrado en una conversación con una chica guapa, una hermana de uno de los hombres del grupo, creo. Le mando una sonrisa alentadora y me pone los ojos en blanco. Desconecto de la conversación y muevo mis ojos por el salón, parando en alguien que hace que me detenga y me quede mirando.
    Mi boca se seca cuando me doy cuenta de lo que estoy mirando. No es un simple tío; es un tío atractivo, tipo el de la hora de la Coca Cola Light. Su pelo oscuro y tez oliva le dan un aire exótico y misterioso, e incluso desde esta distancia puedo ver su mandíbula cincelada, oscurecida por una pizca de barba que contrasta con los policías bien afeitados que hay por todos lados. Es alto, al menos una cabeza por encima de mi metro y medio, y le queda perfecto el esmoquin que probablemente cueste más que mi coche. Sus labios carnosos se tuercen en una sonrisa por algo que le dice a la preciosa chica asiática que lleva de su brazo y me encuentro a mí misma preguntándome cómo se sentirían esos labios contra los míos. Cuando me las arreglo para alejar mi mirada de su boca, deseo no haberlo hecho. Sus ojos son tan oscuros que casi son negros y se han quedado mirándome.
    ¡Mierda!
    Aparto la mirada de él, mis mejillas se calientan con un sonrojo que sé por experiencia que queda horrible con mi pelo rojo. Me muerdo el labio inferior, un hábito que he intentado quitarme desde que iba al instituto sin éxito alguno. Estoy tan avergonzada por haber sido pillada comiéndomelo con los ojos que desearía que el suelo se abriera y me tragara.
    Hago lo único que sé hacer en una situación así – canalizo a Isabelle. Issy se habría quedado mirándole, le habría hecho un guiño sexy al tío y se lo habría tomado en broma. Dudo que yo pueda guiñar un ojo de forma sexy – ser una amazona rubia aparentemente te hace envidiosamente buena en eso – pero puedo echar mis brazos hacia atrás y lidiar con mis actos.
    Cuando vuelvo a mirarle, la respiración se atasca en mi garganta y puedo oír a mi propio corazón latiendo en mis oídos. Está completamente girado, dándole la espalda a la chica que lleva en su brazo y me está mirando directamente a mí. La consciencia de este detalle se filtra dentro de mí bajo el calor de su mirada y todas las células de mi cuerpo parecen estar despertando después de una larga siesta. Él levanta su vaso hacia mí en forma de saludo, confirmación de que me ha pillado mirándole, y me sonrojo de nuevo.
    “Tienes que permanecer lejos de ese tío, Tiff.” La voz de Joseph a mi lado me hace saltar; rompiendo el casi estado de trance en el que Mr. Hora de la Coca Cola Light me ha metido. Miro hacia la cara de mi amigo y sus rasgos se han endurecido, convirtiéndole en alguien que ni siquiera reconozco.
    “¿Quién es?” Mis ojos vuelven de nuevo hacia el hombre al otro lado de la sala.
    Él está girado, entreteniendo a su preciosa cita de nuevo, y siento una indeseada punzada de celos.
    “Caerus Wolff.” Joseph suelta las palabras a través de sus dientes apretados y me pregunto qué es lo que tiene contra el tío.
    “¿Como en Wolff Enterprises?” Hasta yo he oído hablar de la compañía.
    Joseph asiente amargamente, sin quitar sus ojos de la espalda de Caerus. “Sí, ese es él – el magnate inmobiliario, playboy, y completo gilipollas.”
    “¿Le conoces?” La rabia que está saliendo de Joseph parece personal.
    “Solo por reputación. Cree que es alguien importante, que puede librarse de cualquier cosa con dinero. Se libró de un cargo de agresión sobornando al único testigo que había, y eso es solo la punta del iceberg. Los cabrones como él me ponen enfermo.” Empiezo a entender la rabia de Joseph. Cuando creces en la clase trabajadora, en una familia de clase trabajadora, es difícil respetar a hombres como Caerus, que va tirando su riqueza, librándose de cualquier cosa gracias al dinero que hay en su bolsillo. “Él no es el tipo de tío que quieres en tu vida.”
    El tono de Joseph es tan firme que significa que por lo que a él respecta este es el final de la conversación. Es el tono de voz que usaba cuando éramos niños e intentaba decirme que él tenía razón y yo estaba equivocada en todo. Es un tono que inmediatamente me hace querer hacer exactamente lo contrario de lo que sea que me esté diciendo.
    “¿Qué interés tienes en Caerus Wolff, Tiffany?” La voz de mi padre detiene la brusca respuesta que estaba a punto de darle a Joseph y me estremezco por dentro. De todas las conversaciones que mi padre podía interrumpir, esta es de lejos la peor de la noche.
    “¡Papa!” Consigo sonreír.
    No es difícil ver por qué el Jefe Adjunto Martin Burns tenía un historial de arrestos tan impresionante, como policía local y después como detective. Es imponente en el mejor de los casos, pero cuando te lanza la ‘Mirada Burns’, marca registrada, es difícil no retorcerse. Por suerte, tengo mucha práctica.
    “¿Estás pasando una buena noche?” Sonrío brillantemente al hombre que me está frunciendo el ceño.
    “No evites la pregunta, Tiffany.” Me lanza una mirada de desaprobación. Es una que me es más que familiar.
    “Solo le estaba explicando a Tiffany quiénes eran algunos de los invitados que ella no conoce, señor.” Joseph se mete en la conversación para intentar absorber parte del golpe y, aunque estoy agradecida, estaría bien que pensara, solo por una vez, que soy lo suficientemente fuerte como para permanecer de pie sobre mis propios pies sin ayuda.
    La cara de mi padre se relaja inmediatamente ante las palabras de Joseph y le da golpecitos en el hombro de forma afectiva. Siento un pinchazo de envidia que tengo que tragarme. Mi padre solo me abraza si estamos en público y no puede evitarlo. Pero, con Joseph, el afecto parece salir de él de forma natural.
    “No estamos en la estación, Joseph. Esta noche soy simplemente Martin.” Le ha dicho lo mismo a Joe durante años, pero nunca cambia. Para Joseph, mi padre siempre será ‘señor’ y creo – de forma secreta – que a mi padre le encanta. Él es todo disciplina y respeto; era mi madre la que había sido la suave y dulce, la que todo el mundo había amado. “Y sé que solo estás intentando ayudar, pero Tiffany necesita aceptar la responsabilidad de sus propios actos. Si no, ¿cómo aprenderá?”
    Hecho humo en silencio mientras mi padre habla sobre mí como si yo no estuviera delante.
    “¿Y de qué actos se supone que tengo que aceptar la responsabilidad ahora, papi?” Me esfuerzo por mantener mi expresión templada y la frustración lejos de mi voz. Soy conocida por ser una Pollyanna, positiva con todo el mundo y todas las cosas, pero ese talento me deja siempre que mi padre está involucrado.
    “Creo que tu historial con los hombres habla por sí solo.” El Jefe Adjunto Martin Burns le manda a Joseph una mirada de complicidad y mi amigo de toda la vida tiene las agallas de asentir.
    Gracias por el apoyo, Joe.
    “¿Qué tiene que ver mi historial de relaciones poco estelar con Caerus Wolff?” Mi voz está subiendo de tono a la vez que me estoy cabreando más y un par de cabezas se giran para mirar de qué estamos hablando.
    Mi padre se mueve incómodo sobre sus zapatos de cuero resplandecientes. Si hay algo que él odie más que tener una hija que no es policía, es tener una que monte una escena.
    “¡Por el amor de Dios, Tiffany, mantén tu tono de voz bajo! Estás montando un espectáculo.” Suelta las palabras entredientes, mirando a todos lados menos a mí. Me sonrojo avergonzada, una niña pequeña siendo de nuevo reprendida por su padre. “¡Y te he visto haciéndole ojitos a Wolff! ¿No crees que ya es hora de mostrar un poco de contención y no lanzarte a todo hombre que ves?”
    Doy un paso hacia atrás. Una torta en la cara me habría dolido menos.
    “¿Es eso lo que piensas de mí? ¿Qué soy algún tipo de facilona?” Las palabras salen en un susurro por el nudo de mi garganta.
    “Tiff, él no quería decir-,” El intento de Joseph de suavizar las cosas es detenido por mi padre levantando una mano que corta lo que quiera que fuera a decir. Joseph, como el hombre obediente que es, cierra su boca de nuevo, tomando la decisión de no revelarse contra mi padre.
    Mi padre lleva su atención a mí, mirándome de forma indulgente, como si fuera a hacerle a un niño pequeño una pregunta estúpida. “Solo puedo juzgarte por tus acciones, Tiffany. Si quieres que te juzgue de forma distinta, entonces debes actuar de forma distinta.”
    Sus palabras me golpean como un tren. Siempre he sabido que no había aprobado a los pocos chicos que alguna vez había llevado a casa. Pero no tenía ni idea de que su opinión sobre mí había caído tan bajo. ¿Quién iba a saber que dos relaciones serias y estar en celibato durante los últimos 9 meses significaba ser algún tipo de zorra?
    “Necesito un poco de aire.” Me digo a mí misma para no llorar, no ahora, no aún. Ni siquiera quiero esperar a escuchar su respuesta. Tengo que salir de aquí.
    Camino rápido hacia afuera, forzando la mejor imitación de una sonrisa a las caras familiares que adelanto. Cuando las lágrimas salen de mis ojos acelero mis pasos y maldigo los estúpidos tacones que llevo y me hacen imposible correr.
    El aire fresco me tranquiliza cuando salgo por las puertas y me apresuro a una esquina oscura del balcón, lejos del puñado de personas que han salido del baile para tomar un respiro. Mirando la piscina que hay debajo de mí, respiro profundamente, intentando mantener las lágrimas a raya.
    Me pregunto, de nuevo, si la relación con mi padre sería diferente si hubiera nacido chico o si, al menos, me hubiera convertido en policía. Pero esa no soy yo y – incluso después de tantos años – sigue doliendo saber que lo que soy no es suficiente para él. Me pregunto si alguna vez lo será.
    “Dios, mamá, te echo tanto de menos.”

  3. Capítulo Dos

    Caerus
    Dios, había olvidado lo aburridas que eran estas cosas. Al menos es bueno para los negocios – bueno, para uno de los negocios.
    “Encantado de verle de nuevo, señor alcalde.” Sacudo la mano bronceada del hombre. “Y espero que usted y su mujer disfrutaran de su fin de semana de aniversario.”
    “Sí, Mr. Wolff, mi mujer no para de hablar de eso. Su personal nos cuidó muy bien.” El hombre de color artificialmente naranja sonríe de oreja a oreja, probablemente recordando a la prostituta que el conserje llamó para él mientras su mujer pasaba un día de spa.
    “Me alegro de oír eso. Saben cómo cuidar de mis amigos.” Lo miro de forma aguda y lo agradece entusiasmado.
    Mientras me alejo, haciendo una señal a la barra para que me pongan otro whisky, sonrío satisfecho. Dice mucho tener al alcalde de Los Angeles en tu bolsillo. La próxima vez que tenga un problema de desarrollo inmobiliario, los dos sabemos que no podrá decirme que no – a no ser que quiera que todos sus trapos sucios sean aireados en público.
    Miro en torno al salón. ¿Dónde está? La chica con el pelo rojo ardiente y cuerpo de infarto bajo ese vestido de seda.
    La había pillado mirándome y se había sonrojado de forma tan bonita, que ha sido como una patada en el plexo solar. Ella se veía bastante familiar con los policías y con uno en particular que había intentado mirarme de forma mortal mientras permanecía a su lado como un puto guardaespaldas. Hubiera sido intimidante si no estuviera totalmente seguro de que podría derribarlo en menos de 5 segundos.
    “¿A quién estás buscando, cari?” La voz quejumbrosa de Ariel interrumpe mis pensamientos y reprimo un gruñido.
    Ella es un caramelito para la vista, pero el efecto se destruye por completo en cuanto abre su maldita boca. Cuando Dios estaba repartiendo la inteligencia, Ariel estaba la última de la cola. Y si me llama ‘cari’ otra puta vez, juro que…
    “A nadie.” Agarro una copa de champán de uno de los camareros que pasa y se la doy a mi cita, haciendo un último barrido a la sala con mi mirada, confirmando que la mujer misteriosa no está por ningún lado. No se habrá ido ya, ¿no? Sigue siendo pronto. ¿Y a mí qué más me da?
    Philipp me diría que es porque las mujeres atractivas son mi debilidad. No estaría equivocado. Me gustan las cosas bonitas. He trabajado mucho y muy duro para permitírmelas. Me pregunto si sigue cabreado por nuestra conversación de antes.
    “¿Que vas a dónde?” Él no se cabrea muy a menudo, pero cuando lo hace, es como una bomba.
    “Al Palm Royal Spa Hotel, Phil. Es una de las muchas propiedades que tengo, ¿te acuerdas?” Le he malinterpretado a propósito.
    “¿Estás loco, Cae?” Sus ojos estaban a punto de salírsele de las órbitas.
    “Voy a mierdas como esta todo el tiempo.” Me he mantenido tranquilo – nuestros roles se han invertido por una vez.
    “No, vas a funciones sociales, ¡no al maldito Baile del Departamento de Policía de Los Ángeles!” La piel de Phillip se ha puesto de un tono moteado de morado, como si se estuviera ahogando.
    “Es el mejor lugar para averiguar qué saben los policías sobre nosotros. Todos estarán servidos de bebida gratis. Seguro que se les escapa algo.” Era una razón, y una buena además, pero no era la única. “Son solo negocios, tío.”
    “Una mierda.” Philiip se ha controlado visiblemente. “Esto no es por negocios. ¡Esto es por tu maldito ego!”
    “Ten cuidado, Phil. Eres mi amigo, pero eso no te hace intocable.” Le he lanzado una mirada de advertencia que solo es medio en broma. Phil no es solo mi amigo, es como un hermano para mí, pero eso no me detendrá de darle una paliza si se olvida de quién está al cargo de toda esta operación.
    Ha subido sus manos en señal de rendición antes de derrumbarse sobre la silla de cuero que hay frente a mí, pareciendo exhausto.
    “Estoy preocupado por ti, Cae.” Sus hombros se han desplomado y la preocupación en su voz me ha hecho sentir un completo idiota.
    He mirado los números que me había facilitado antes de que el tema de mis planes para la noche le hubiera puesto hecho una fiera. “Está todo bajo control. Phil. Los negocios están en auge. El Bliss se está vendiendo como si no hubiera un mañana. Estamos ganando más dinero del que podemos gastar, Phil. Está todo bien, tío.”
    “No estoy hablando de dinero, Cae. Sé que los negocios van bien, ¡me encargo de los putos registros!” Ha sacudido su cabeza como diciendo que simplemente no lo entiendo. “Estoy preocupado por ti. Estás asumiendo demasiados riesgos – véase el baile de esta noche. ¡Deberías estar lo más lejos posible de esa sala llena de policías y tú estás corriendo hacia ella como si en realidad quisieras que te pillaran!”
    He entrecerrado los ojos hacia mi mejor amigo; alto y delgado, como un corredor con una cara que lo llevó a la universidad trabajando como modelo. “¿Cuándo fue la última vez que follaste, tío?”
    “Joder, Cae. ¡No todo tiene que ver con el sexo!” Ha soltado un suspiro de frustración. Yo he seguido mirándole. Nos conocemos el uno al otro lo suficiente como para saber nuestras cosas. Finalmente ha suspirado y se ha hundido en el sillón, estirando sus largas piernas frente a mí. “Un par de meses.”
    Casi escupo el café por todo mi MacBook nuevo. “¿Un par de meses? ¡Joder, tío! Eso es una eternidad en términos de sexo. No me extraña que estés más tenso que un reloj de 2 dólares. Vaya tela, tío. Tenemos que conseguir que eches un polvo.”
    He telefoneado a mi asistente personal. “Natalie, ¿puedes poner mis llamadas en espera?”
    “Claro, primo.” La línea se ha apagado.
    “La mejor decisión de contratación que he hecho nunca.” Señalo hacia el escritorio de Natalie, que está al otro lado del cristal insonorizado.
    “Gracias.” Phil me ha mirado mientras deslizaba los contactos en mi iPhone.
    “Me estaba felicitando a mí mismo – ella es mi prima.” Ni siquiera he mirado hacia arriba. “¿Qué tal Roma, la actriz de esa fiesta de los Oscars a la que fuimos? Está cañón.”
    “Natalie es tu prima, pero yo la contraté, imbécil. No todas las buenas decisiones que se toman aquí son solamente tuyas. ¿Y no te tiraste a Roma esa noche?” El tío tiene la memoria de un elefante para algunas cosas, pero no podría recordar si su coche es de diésel o de gasolina.
    “¿Y?” Me he encogido de hombros, sin ver el problema.
    “¡Pues que no estoy lo suficientemente desesperado como para necesitar tus restos, Cae!” Phillip ha sacudido su cabeza hacia mí como un director echándole la bronca a uno de sus pupilos. “Y no intentes distraerme con esta mierda, estábamos hablando del baile de la policía y de cómo no vas a ir.”
    “Phil, relájate. Voy a ir. Los polis no están más cerca de descubrir de dónde está viniendo el Bliss que hace 6 meses. La mayoría de ellos no podrían encontrar su propio culo ni con dos manos y un puto mapa.” He respirado profundamente para liberar algo de la dureza de mi tono de voz. “Sé que estás intentando protegernos, tío, pero no tienes que preocuparte todo el tiempo. Vive un poco, Phil.”
    “Si yo no me preocupo, ¿quién va a hacerlo, Cae? ¿Tú?” Phillip se ha levantado de la silla y se ha inclinado sobre la mesa.
    “Me preocuparé cuando haya algo de qué preocuparse. Mientras tanto, intento pasármelo bien.” Me he quedado mirando a Phil, dejándole buscar en mi expresión un indicio de duda que no iba a encontrar.
    “Ese ego tuyo es una ventaja para los negocios, pero un día te va a meter en serios problemas, Cae.” No era la primera vez que Phillip había dicho en voz alta esa opinión particular y estaba jodidamente seguro de que no sería la última. “Pero sé que es mejor no intentar convencerte de que cambies de idea una vez que has tomado una decisión. Cuanto más intente persuadirte más vas a querer hacerlo, porque ese es el tipo de hijo de puta terco que eres.” Ha sacudido su cabeza, resignado. “Así que todo lo que diré es que te lo pases bien e intentes no hacer nada estúpido.” Ha girado sobre sus talones, dirigiéndose hacia fuera de la oficina.
    “¡Sigo pensando que deberías llamar a Roma!” Le he gritado, riéndome.
    Me ha hecho la peineta sin ni siquiera girarse y ha seguido caminando.
    “¿Qué es tan divertido, cari?” La voz de Ariel está en mi oreja, con su cuerpo pegado al mío como un traje barato.
    “Nada.” Cambio de posición cuando las manos sinuosas de Ariel se mueven peligrosamente cerca de mi polla. No hay nada malo en una chica que esté dispuesta a satisfacer, pero no quiero tener público. “Relájate, chica.” Paso mi dedo índice por su brazo desnudo, consiguiendo su atención y sonriendo cuando su aliento se queda atascado en su garganta. Quizás esté más interesada en la cama de lo que pensaba.
    “Pero estoy tan aburrida, cari.” Ella mueve y bate sus pestañas hacia mí; una expresión que probablemente alguien le ha dicho que es adorable. A mí me cabrea. La cara angelical de la pelirroja viene a mi mente, mandando un disparo de calor directo a mis partes, una reacción que no tiene nada que ver con la mujer que está intentando tocarme a través de mis pantalones.
    “Por cierto, ¿qué tipo de nombre es KO?”
    La conversación de detrás nuestra llama mi atención.
    Hay una risa ahogada en respuesta. “Apuesto a que solo es algún niño pequeño intentando sonar duro.”
    Me muerdo ante la necesidad de participar en esa apuesta y mostrarle al policía culo gordo lo duro que KO es.
    “Cari, ¿nos podemos ir o qué?” El gimoteo insistente de mi cita está empezando a sacarme de quicio.
    “No he terminado aún, Ariel. Aún tengo algunos negocios que tratar.” Y si tengo que pasar otro minuto escuchando tus quejas, voy a disparar a alguien. Saco de mi bolsillo la llave de la Suite Presidencial del hotel y se la doy. “¿Por qué no vas arriba, a la habitación, y me esperas ahí?”
    Sus ojos oscuros se iluminan como el 4 de julio. “¿Puedo pedir champán?”
    Las mujeres como ella no valen nada y son todas iguales. “La Suite está llena de champán Cristal, pero pide lo que quieras.” La verdad es que no me podría importar menos.
    “Gracias, cari. Te veo luego. No tardes mucho.” Me manda su mejor mirada seductora, pero me deja frío. De todas formas, no dejaría que eso me detuviera de acostarme con ella. Mierda, nunca antes lo he permitido.
    El sexo es solo eso – sexo. No es amor – sea lo que cojones sea eso. Me beberé un par más de bebidas, haré la ronda, subiré arriba, me la follaré y me iré a casa. Ella se lo pasará bien; yo me lo pasaré bien, habrá un coche esperándola por la mañana para llevarla a donde quiera ir y no volverá a oír nada de mí nunca más. Hago de esto un bello arte. Todos ganan.
    Pero jugar al mismo juego una y otra vez está empezando a cansarme. Phillip tenía razón acerca de algo – me gusta asumir riesgos, tensar las cuerdas. Mantener el negocio inmobiliario en marcha y el ‘Bliss’ en auge debería ser suficiente para mantener las cosas frescas, para mantenerlas interesantes. Y, sin embargo, hay algo que echo en falta, algo que me hace sentir más cansado de lo normal. Un par de ojos azules brillantes enmarcados por un pelo rojizo me viene a la mente y saco la imagen de mi cabeza. Es solo una cara bonita, Cae. Déjalo estar. Maldita sea, necesito un cigarro.

  4. Capítulo Tres

    Tiffany
    Probablemente sea hora de volver adentro, antes de que Joseph o – peor – mi padre venga a buscarme. Las lágrimas en mis mejillas se han secado. Solo necesito un minuto más para volver a unir los harapos de mi orgullo antes de enfrentarme a todo el mundo de nuevo.
    “Parece que no soy el único que necesita un poco de aire fresco.”
    Me giro tan rápido que me habría caído de morros si unas manos fuertes no me hubieran agarrado por los hombros, manteniéndome en pie.
    “Cuidado. No es que no aprecie que las mujeres bonitas caigan a mis pies…” Sus labios carnosos se tuercen en una sonrisa divertida.
    “Me has asustado.” Mi voz está ahogada y me pongo a mí misma internamente los ojos en blanco. El hombre frente a mí está haciendo que mi cerebro cortocircuite. ¿Es posible tener daños cerebrales por el puro atractivo de alguien?
    Primero te pilla comiéndotelo con la mirada y después literalmente caes sobre él. Bien, Tiffany, muy bien.
    “Ya veo.” Sigue agarrándome por los brazos y el calor de su tacto me manda un zumbido de sensibilidad por mi cuerpo, haciéndome temblar a pesar del aire cálido de la primavera californiana. “Tienes frío.” Suena más como una acusación que como una afirmación.
    “No, estoy bien.” Respiro profundamente y suavemente me deshago de sus manos, intentando ignorar el hecho de que inmediatamente echo de menos el contacto.
    Nuestros ojos se encuentran y soy atrapada por su mirada oscura. Es realmente imposible no quedarse mirando a alguien tan atractivo como este tío. ¿Dónde hacen hombres así?
    “Soy Caerus Wolff.” No me ofrece su mano, soltando su nombre como si fuera más un desafío que una presentación.
    “Lo sé.” Me estremezco cuando las palabras salen de mi boca antes de que haya tenido tiempo de detenerlas. Su sonrisa pone ese gesto divertido de nuevo. “Eres bastante conocido,” explico, intentando recordarme a mí misma que de normal soy una persona bastante elocuente. Estoy impresionada de nuevo por lo atraída que estoy por él.
    Me mira expectante antes de que sus labios se tuerzan de nuevo divertidos. “¿Y tú eres…?”
    “Tiffany.” No le digo mi apellido. Es un hábito – la reputación de mi padre le precede y siempre he querido seguir mi propio camino, sin que su nombre se cierna sobre mí. Por no mencionar a la prensa, que le gusta husmear para conseguir un jugoso bocado del Jefe Adjunto de LA. Había sido grabada confiando en un periodista una vez; no cometería ese error de nuevo.
    Caerus inclina su espalda contra el balcón, mandándome una mirada de evaluación, con sus ojos centrados en mi cara.
    “Son grises.” Tuerce su cabeza.
    “¿Perdona?” Sacudo la cabeza, confundida.
    “Tus ojos, son grises. Pensaba que eran azules.” Sonríe suavemente, como si acabara de resolver un misterio.
    “Mmm, cambian de color, dependiendo de mi estado de ánimo – cuando estoy feliz o cabreada normalmente son azules.” Me encojo de hombros.
    “Ahora son grises, ¿qué significa?” Hace la pregunta distraídamente, jugando con el cigarro apagado que ha estado pasándose por sus largos dedos. Pero tengo la impresión de que este hombre no hace nada sin calcular.
    “No es una ciencia exacta.” Agacho mi cabeza, esperando que las lágrimas no hayan dejado un rastro delator en mis mejillas. Él no tiene por qué saber que normalmente el gris es una mala señal.
    Puedo sentir sus ojos taladrando mi cabeza y espero a que me diga algo por haber evadido su pregunta.
    “¿Tienes mechero?” Levanta su cigarro cuando le miro callada, pillada fuera de guardia por el cambio de tema abrupto.
    “No, lo siento, no fumo.” Lo miro con recelo. Tiene una apariencia peligrosa que me hace pensar en lo idóneo que es su apellido. Depredador, lobuno, a lo que mi cuerpo responde mucho más excitado de lo que debería.
    “Yo tampoco. Lo dejé el mes pasado… de nuevo.” Hace una mueca y se guarda el cigarro en el bolsillo.
    “¿Y te está yendo bien?” Arqueo una ceja, sonriéndole. No puedo resistirme a soltar la broma.
    Sus ojos oscuros brillan mientras me mira burlonamente. “No muy bien. Pero por lo menos me ha dado una excusa para venir aquí y hablar contigo.”
    Me sonrojo ante sus palabras, sintiendo ese disparo de atracción cuando nuestros ojos se encuentran. “No pareces exactamente un tipo vergonzoso. No me puedo creer que necesites buscar excusas para ligar con las mujeres.” Cierro la boca demasiado tarde.
    “Tiffany, si estuviera ligando contigo, ten claro que ya lo sabrías. Y ni siquiera necesitaría intentarlo.” Su voz ha pasado a ser un susurro ronco lleno de promesas, haciéndome querer retorcerme.
    Este tío me reduce a un charco en el suelo. Pero la mejor defensa es un buen ataque. “¡Wow, debes de estar cansado de cargar con un ego tan grande todo el día!”
    Pestañea durante unos segundos, sorprendido, y después se ríe fuertemente. Me hace mucho más feliz de lo que debería el saber que soy la razón de ese sonido. Quiero oírlo de nuevo, hacerle reír de nuevo.
    “Despampanante y divertida – una combinación letal.” Si me mira de nuevo con esos ojos de ven a la cama voy a tener un orgasmo aquí mismo, ahora mismo.
    “¿No deberías estar de vuelta con tu novia, Caerus?” Intento mantener la aspereza fuera de mi voz. Es evidente que entre la chica exótica de su brazo y yo no hay ningún tipo de competición. No me está tirando fichas – solo está pasando el rato.
    “Me gusta cómo mi nombre sale de tu boca, Tiffany.” Se inclina hacia mí, dejando solo un suspiro entre nosotros y me pregunto si va a besarme. Solo tendría que inclinarme ligeramente. Mis ojos se cierran por sí solos y de repente soy consciente de que se ha ido y me he quedado ahí de pie. Genial, Tiffany, para nada patética.
    Llevo mi atención a las luces de LA que hay tras nosotros, esperando a que la oscuridad oculte parte del rojo que sé que se me ha puesto en las mejillas. “Unas vistas preciosas.”
    “Sí, lo son.” Pero él no está mirando al horizonte; me está mirando a mí.
    Mis mejillas se calientan de nuevo y estoy mareada por todos los mensajes contradictorios. ¿Qué me pasa cuando estoy cerca de este tío que me hace sentir como una adolescente enamoradiza?
    Está cerca de mí, demasiado cerca para un hombre que acabo de conocer. Pero no tengo ningún interés en alejarme – me atrae como una llama a una polilla y soy bien consciente de que probablemente yo seré la que acabe quemándose. No te alejas de un hombre como Caerus ilesa. No sé si mi corazón puede soportar otra decepción, pero no soy capaz de poner ninguna distancia entre nosotros.
    “¿Te hago estar incómoda, Tiffany?” Algo en la forma en la que dice mi nombre en la oscuridad hace que mi piel se incendie.
    “No.” La palabra es un suspiro en mis labios y no tengo que ver sus ojos para saber que no me cree. Ni yo me lo creo.
    “Eres una mentirosa horrible. ¿Alguna vez te lo han dicho?” Sus ojos oscuros se ven casi negros y resisto la necesidad de inclinarme hacia él.
    “Más de una vez.” Me estremezco involuntariamente y no tiene nada que ver con la brisa.
    “Tienes frío.” Las palabras salen en un gruñido enfadado.
    Antes de que tenga la oportunidad de corregirle, se ha quitado su chaqueta y la ha puesto alrededor mío. Sus manos descansan sobre mis hombros y por unos segundos cierro mis ojos, un instante, absorbiendo su calor antes de que él me libere. La chaqueta huele a él, a un aroma de madera, de humo, que hace que mis sentidos vibren. Se inclina sobre la barandilla, sin mirarme, y me pregunto qué he hecho para ofenderle.
    El silencio se extiende entre nosotros, pero justo cuando estoy a punto de decirle que debería volver al salón, se gira para volver a mirarme a la cara.
    “¿Qué haces mañana por la tarde?”
    Me lleva un momento recordar qué día de la semana es. Es demasiado fácil para este hombre hacerme olvidarme de mí misma. “Mmm, domingo – tengo clases toda la mañana, pero el estudio cierra a mediodía.”
    Me mira extrañado. “¿Estudio?”
    “Soy profesora de yoga.” Espero las bromas inevitables sobre ser flexible que la mayoría de los tíos hacen.
    “Hmmm.” Es un tipo de sonido evasivo y, por alguna razón, me molesta. “Encaja.”
    “¿Qué significa eso? ¿Qué encaja?” Antes de saber que lo he hecho he dado un paso hacia él, y el color de mis mejillas sube de tono. Estoy tan acostumbrada a defender las elecciones de mi vida ante mi padre que el ponerme a la defensiva se ha convertido en algo arraigado en mí.
    “Oh, de verdad que se ponen azules cuando estás cabreada.” Caerus sonríe como si acabara de ganar un juego y yo no supiera que estábamos jugando. “Entonces te recogeré del estudio mañana a las 2,” Se empuja hacia sí mismo para erguirse como si fuera algo que se ha decidido.
    Mi cabeza está girando. “¿Me acabas de pedir que salgamos juntos?”
    “No, te he dicho que te voy a recoger. Cuando veo algo que quiero, no pregunto, lo cojo.” Sus ojos destellan con esa expresión lobuna que me desnuda. No hay ningún rastro de vergüenza o ansiedad en su cara. Este hombre tiene más confianza que nadie que haya conocido nunca y es jodidamente sexy. No es que le vaya a decir eso.
    Recurro a mis últimas reservas de valentía. “Todo eso está genial, ¿pero nadie te ha dicho nunca que es de mal gusto pedirle a alguien que salga contigo cuando estás en una cita con otra mujer?” Cruzo mis brazos sobre mi pecho, necesitando algún tipo de barrera entre nosotros para protegerme a mí misma.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.