JEFE, ¿Servicio completo? de Brigitte Loor pdf
JEFE, ¿Servicio completo? de Brigitte Loor pdf descargar gratis leer online
Abigail solo tenía una guardameta en su cautela: Llegar a ser una libretista de renombre. Y, eso,como lirismo estaba proporcionadamente sin embargo no pagaba sus facturas. ¿y cómo iba a fechar si se dedicaba a labrar para otros? Por ese lugar vivía con sus ahorros no obstante se le estaban agotando. Y, de repente, una meditación. ¡ser concomitante! Era una tarea altruista y con mucho momento para actuar lo que quería. ¿complicaciones? Posibles locos aunque todo bajo cuidado. ¿quién la había iniciado entonces para arraigar con Pavel Thompson? Nadie, completamente ninguno. Pavel solo quería no extraviar todo lo que había urbanizado no obstante su antepasado estaba disuadido de no dejarle la compañía a alguien que no creyese en el flechazo y la colección. ¿¿solucionaría sus atolladeros una acompañante? ¿o tan solo le complicaría la carrera un poco más?
CAPÍTULO 1
aBIGAIL
Me desperté con el móvil lleno de notificaciones por lo que me vi empujada a poner los ojos en blanco.
Como alguien pusiese otro mensaje en el grupo familiar me iba a volver completamente loca.
Todos los años la misma cantaleta.
Abrí para echar una ojeada comprobando que, efectivamente, iba a haber una comida aquel domingo y que una de mis tías, Mérida, estaba preguntando quién iría acompañado.
¡Ella sabía perfectamente quién iba a ir y quién no acompañado!
Como me acababa de levantar, y el buen humor a aquellas horas no era mi fuerte, se me ocurrió poner “Yo, por supuesto, iré con mi pareja. Pensaba esconderlo pero es la hora”.
Era una ironía, claro que sí, pero por lo visto, nadie en aquel maldito chat conocía mi sentido del humor porque las caras de asombro y los mensajes de “Ya era hora” se sucedieron a la velocidad de la luz antes de poder rectificar.
–Joder. –exclamé antes de saltar en busca de un café.
Tenía el frigorífico lleno de café frío aunque me encantaba el caliente, nunca me apetecía esperar a que saliese ese cacharro del demonio. Me dejé caer delante de la televisión con las noticias encendidas porque a veces ver el número de parados me hacía sentir menos mal por estar viviendo de mis ahorros que, probablemente, se acabarían antes de volver a encontrar un curro decente.
¿Y lo peor?
Que tenía pocas ideas para salir de mi inminente pobreza.
Me vestí con un pantalón de yoga gris y una camiseta negra de tirantes antes de colocarme las zapatillas para salir a correr. Era gratis y quitaba el estrés o eso decían.
La ciudad en la que vivía era grande y con una población enorme pero mi barrio estaba bastante alejado del lujoso centro donde los grandes empresarios jugaban al Monopoly.
–¿No te cansas de venir aquí siempre sola? –cuestionó Lilian, mi mejor amiga y la encargada de un puesto ambulante de gofres en mitad de la plaza a la que llegaba mi recorrido. –¿Sabes que si corres diez minutos y te comes uno de estos vas a engordar mucho más de lo que vas a adelgazar? –cuestionó antes de reírse.
–En realidad lo que hago es nivelar la balanza. –respondí convencida.
–Espera que me coja el descanso para sentarme contigo que he descubierto una manera de hacerte ganar dinero mientras encuentras algo de lo tuyo. –aseguró poniendo una cara extraña. ¿Qué locura se le habría ocurrido? –Ya que siempre estás soltera, quedando con chicos con los que no vas a llegar a nada, podrías ofrecerte como acompañante. –sugirió buscando algo en su teléfono.
–No estoy tan necesitada. –recalqué a la defensiva.
Yo no me metía con nadie, pero no tenia pensamiento de vender mi cuerpo al mejor postor.
–Resulta que he leído que en Japón hay muchas personas que pagan para que alguien la acompañe a sitios que no quiere ir solo, tipo cine y esas cosas. –explicó pasándome el artículo correspondiente.
–¿Me van a pagar por ir al cine? –interrogué incrédula.
–Pues he estado buscando y hay páginas donde inscribirse para ser acompañante, también hay “integrales” pero también hay muchas chicas y chicos que buscan para ir a hacer algún papel, que les acompañen de fiesta para no parecer patéticos… –añadió.
–Me parece un poco idílico, seguro que hay cosas turbias de fondo. –repliqué torciendo el morro.
Un mensaje del banco diciéndome que mi saldo era inferior a cien euros provocó que me atragantase con el medio gofre que me quedaba.
Había cosas que sentaban mal sí o sí para la digestión y una de ellas eran las comunicaciones bancarias.
Me inicié en la aplicación con la sola idea de investigar de qué iba a todo aquello y lo primero que salió fue un cuestionario interminable.
¿De verdad era necesaria tanta información para ser acompañante?
Entre otras cosas, había que aportar la documentación de identidad. Eso parecía exagerado pero cuando lo reflexioné supuse que así se cortaban problemas a la larga de falsas identidades. Además, era más fácil pedir responsabilidades si ocurría algo.
Lo adjunté para pasar al tema de los contratos, todo muy legal.
En fin, no perdía nada aunque seguramente no me llamaba ni el gato. Mi compañía no era mala precisamente pero tampoco como para pagar por ella. Me reí de mi propia ocurrencia consiguiendo que algunas personas de las mesas colindantes me mirasen pensando que estaba loca. Mi amiga aprovechó para volver al trabajo y yo decidí que era el momento de irme de nuevo a casa al trote. Solo esperaba no vomitar.
Alguien chocó conmigo haciéndome caer de culo al suelo. Genial, ya pensaba yo de por mí que el deporte era un riesgo: Nadie se lesionaba sentada en un sofá.
–Perdona. –dijo el hombre con el que había chocado tendiendo su mano hacia mí. –Recibí una llamada mientras hacía deporte y desvié la vista del frente por un segundo. –explicó.
Desde el suelo, solo me pude fijar en los ojos azules del chico, quien debía tener más o menos mi edad. Medía uno ochenta y mucho; Tenía el pelo rubio ceniza; Y un físico bastante imponente. No lo había visto antes, de lo contrario me acordaría.
–No pasa nada, yo también iba pensando en mis cosas. –dije tomando su mano para procurar levantarme con lo que quedase de mi dignidad en esa situación.
–¿Todo bien entonces? –inquirió con su voz ronca bastante sensual.
–Sí, no pasa nada. –repetí antes de verlo irse cogiendo ritmo de nuevo.
Quizá si hubiese dicho algo más elocuente podría haber tenido una conversación que llevase a algo. Me reprendí por no saber ver la oportunidad a tiempo y me fui directa a casa.
Tras ducharme, mientras aún estaba envuelta en la toalla, oí un sonido atípico en mi teléfono por lo que salí de puntillas intentando no matarme.
Era una “Petición de acompañante” de la nueva aplicación. La abrí con cierto miedo.
Juré que si era un pervertido iba a cerrarla para siempre.
“Mi nombre es Clementine, soy una chica corriente que se acaba de mudar a esta ciudad. Me da corte hacer todas las gestiones sola. Te he escogido porque tenemos la misma edad y creo que será más creíble que somos amigas.”
Miré el perfil que me había mandado directamente a mí para ver que, efectivamente podríamos haber sido realmente amigas.
Acepté con cierto reparo la petición para comprobar que me llegaba lugar y hora. Con las mismas se la envié a mi amiga por si acababa siendo un psicópata que había conseguido pasar el filtro de seguridad.
Me puse ropa casual, porque si era alguien para hacer gestiones lo mejor era ir cómoda para formal.
Mientras iba hacia el sitio indicado, que era a propósito una plaza bien concurrida, me pregunté si no era algo divertido aquello: Propuestas, elegir la ropa según el plan. Desde luego, si de verdad no había ni trampa ni cartón, podía ser el trabajo perfecto para hacer mientras encontraba mi oportunidad.
–¿Y para todo te pagan lo mismo? –interrogó Lilian al teléfono que había sido incapaz de quedar a medias en la información.
–En la aplicación pone que según lo que te pidan, ofrecen unos honorarios concretos. –respondí mientras comprobaba en mi reloj de pulsera que casi era la hora solicitada. –Y te tengo que dejar, luego te llamo. –concluí.

Deja una respuesta