La chica del millonario de Kren Cord pdf
La chica del millonario de Kren Cord pdf descargar gratis leer online
Hans Müller es un varonil opulento, incomunicado y desconfiado que ha resistido para manducar el poder de último periquete de uno de los hoteles de su dinastía, aunque es más por chantaje de su genuino fraile máximo, Heinrich Müller. Hans descubre que Aura es rechazada por no ser la “mujer estándar” para labrar en el hotel, así que de cercano la contrata como su ayudante personal a pesar de lo que diga Anne Dubois. Una sombra, Aura desaparece sin más, activando las pellas de amenaza de Hans, despliega su permanencia inclusive que la encuentra en una localización que lo deja estupefacto, así que desde esa indeterminación se vuelve protector con Aura y decidido a defenderla contra todo quien quiera hacerle quebranto, al mismo periodo que descubre que los negocios de la sangre no son lo que aparentan…
Prólogo
Aura cruzó el bosque como pudo, tenía su ropa rasgada, con marcas en su piel por una lucha por defenderse, sus uñas estaban en su mayoría rotas, solo tenía un zapato puesto, el otro, no supo en que momento lo había perdido y en ese momento lo único que tenía que hacer, era alejarse.
Cuándo llegó a su cabaña en aquella parte de las afueras del pueblo, sabía que tenía que huir, la habían visto con ese hombre y sin duda, esparciría el rumor de que la hizo suya, que ella había cedido a entregarse a él sin chistar, por la mañana, sería la comidilla del pueblo, sus padres se avergonzarían de ella, ningún vecino hablaría con ellos por tener a una hija fácil. ¿Qué sería más fácil en estos momentos? Irse. Evitarles problemas, aunque nunca le dio una señal de alguna intención más allá de solo ser su guía de turista por el lugar, sabía que debió de haber cuidado más su imagen, siempre le decían sus padres que tenía que dejar de ser amable con los extraños, que uno nunca sabía las intenciones que tenían, pero a ella le gustaba entablar conversaciones y le emocionaba conocer gente que venía de la ciudad, pero esta vez, había sido distinto.
Aura se metió a bañar rápidamente para quitarse el lodo y el resto de la suciedad que tenía, el cabello castaño se adhirió a su pálida piel, sus ojos estaban rojos por tanto llorar, aun sus manos temblaban por el miedo y en su cabeza se repitió una y otra vez las imágenes de ese momento. ¿Por qué tuvo que pasarle a ella? Tanto que cuidaba de sí misma, se había independizado hace un año, tenía un trabajo estable, tenía amigos, le gustaba el lugar dónde había crecido, ahora tenía que dejarlo todo por un hombre que mancharía sin duda su vida; Al salir de la ducha, se cambió a toda prisa, encontró una maleta deportiva y empacó lo que pudo, mientras estaba haciendo todo eso, se detuvo al escuchar el toque de su puerta, se tensó y buscó el objeto más cercano con el que pudiese defender, escuchó su nombre a lo lejos, pudo distinguir que era Meryl, su mejor amiga, tocaba más fuerte, así que Aura corrió a la puerta y al abrirla, se encontró con ella, con el rostro cargado de preocupación. Al ver a Aura como estaba, se alertó.
― ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estabas? El grupo ha llegado a excepción de ti, ―Meryl la miró detenidamente. ― ¿Qué ha pasado, Aura?―Aura se negó a contarle por temor.
―Nada, es solo que no me sentía bien, ―se aclaró la garganta en intentó cortar la visita, pero su amiga sabía que algo no estaba bien.
―No te atrevas a mentirme, Aura Lise Maxwell, soy yo, Meryl, ―ella empujó la puerta para poder entrar, entonces vio el desorden en el pasillo que daba a la habitación de su amiga. ― ¿Y ese desorden?―preguntó, pero Aura no respondió rápidamente, necesitaba una excusa para que se fuese.
―Estoy arreglando mi habitación. ¿Podemos hablar mañana? No me siento bien. ―Meryl se volvió a su amiga.
―Has llorado, ¿Por qué? Si te sientes mal, ¿Por qué es que estás arreglando? No concuerdan tus respuestas. ―Meryl se cruzó de brazos y no le quitó la mirada de encima.
―He llorado de la emoción por una noticia, me voy a New York, me llamaron hace una hora atrás, por eso es que me he venido a la cabaña, ―mintió Aura.
Meryl levantó ambas cejas con sorpresa, sabía que Aura tenía ilusión de vivir en la ciudad de New York, pero eso estaba a muchas horas de distancia desde el pueblo, tenía que tomar dos trenes, de ahí llegar al aeropuerto y tomar un avión para llegar.
― ¿Se lo has contado a tus padres?―Aura negó.
―Lo haré en un rato más…
―Esto es inesperado, Aura, ¿Cuándo es que tienes que irte?
―Mañana por la mañana. ―dijo intentando de esquivar la mirada de curiosidad de su amiga.
―Bueno, te deseo lo mejor, llama cuando llegues a la ciudad, ¿Si? ―Aura afirmó a toda prisa, se dieron un fuerte abrazo y luego se despidieron. Aura al cerrar la puerta, volvió a llorar, retomó lo que dejó pendiente y escribió una carta, algo corta pero diciendo lo necesario. Salió de la cabaña a toda prisa cargando su maleta, el dolor de su cuerpo era el recordatorio de lo que pasó hace un rato atrás en el bosque. Mientras caminó por el largo sendero que la llevaría a la entrada del pueblo, pensó detenidamente lo que tenía que decir y hacer, si se negaban a dejarla ir, haría lo que fuese para evitarlo.
Su madre estaba abriendo la puerta de la casa cuando vio a su hija subir los escalones de madera.
―Aura, ¿Qué haces aquí? ¿No estabas trabajando?―ella sonrió débilmente a su madre, Al ver que su hija no decía más, su corazón se agitó. ― ¿Qué pasa? ―la inspeccionó de pies a cabeza y entonces se dio cuenta de la maleta. ― ¿A dónde vas con esa maleta?
―Tengo que irme, me han llamado de New York. ―su madre abrió más sus ojos con mucha sorpresa. ―Y tengo que irme ahora.
―Eso es precipitado, hija, tu padre no ha llegado de la mina, ¿Desde cuándo es que estabas buscando irte del pueblo? ―su madre sintió que Aura estaba algo.
―Tengo que irme ahora. ―Aura se acercó, sacó el sobre de su abrigo y se lo entregó.
―No puedes irte ahora, espera a que llegue tu padre, hija.
―No puedo esperar más, tengo que irme. ―dejó la maleta para acercarse a su madre que aún seguía pensando en la idea de que su hija mayor se iría del pueblo, era la primera vez que saldría del lugar dónde nació y se crio. Temió que esta decisión afectara su vida en un futuro. El abrazo era cálido, pero para Aura, fue lo más difícil que podía haber hecho. Al separarse le sonrió a su madre para tranquilizarla.
―Has llorado…―susurró su madre, sus dedos acariciaron sus mejillas. ―Espero que sea de la emoción y no por otra cosa.
―Tengo que irme, me comunicaré con ustedes en cuanto llegue. ―ella afirmó rápidamente.
― ¿No puedes esperar a tu padre? ―Aura negó, él sería el principal en amarrarla a una silla para evitar que se fuese.
―Dile que estaré bien como hasta hoy, dile a Edward que lo amo. ―dejó un beso contra su frente y luego se fue, tiró de su maleta y no volvió a mirar atrás.
Capítulo 1. La chica del call center
Después de dos años viviendo en la ciudad que nunca duerme, Aura hizo todo lo posible por sobrevivir, sus ahorros de años se habían ido en un abrir y cerrar de ojos, y cuando finalmente encontró algo en un call center, en el área de atención a clientes y no pagaban lo suficiente, pero por el momento, hasta que encontrara algo más, se quedaría ahí.
―Atención a clientes A&T, mi nombre es Aura Maxwell, ¿En qué puedo ayudarle?―ese día era otro como cualquiera desde que entró a trabajar, era demasiado solitaria en la planilla en la que trabajaba y era buena en lo que hacía, y eso, la mantenía a flote…por el momento. ―Sí, muy bien, ―siguió en su llamada atendiendo la queja del cliente, mientras sus dedos se movían con agilidad sobre el teclado.
Ya habían pasado dos años que no había vuelto a su pueblo, sus padres seguían recibiendo una parte de su sueldo al mes, para así de alguna forma, demostrarles que sus sueños estaban en proceso de realizarse, -aunque a veces tenía que estirar el cheque para sobrevivir a final del mes- y apenas lo lograba. La imagen de aquella joven que había escapado de su pueblo, era distinta hoy en día. Muchas noches esperó el reclamo de sus padres por lo que había pasado aquella noche, pero nunca llegaron las palabras que más temía escuchar, pero sabía que tarde o temprano, se enterarían, así que se aferró a seguir dónde estaba.
―Aura, hora de salida. ―anunció el jefe del equipo, ella afirmó, al terminar la llamada, se desconectó y se retiró la diadema con el micrófono, se dejó caer en el respaldo de su silla y soltó un largo suspiro. Se levantó y recogió su abrigo, era invierno y el frío era horrible. El grupo al que pertenencia, estaban en un cubículo platicando emocionados, se escuchó las risas y conversaciones de sus compañeros. ―Aura, ¿No quieres unirte? Es el cumpleaños de Marie e iremos por unas cervezas y alitas.
―Gracias, ya tengo planes. ―apenas pudo sonreír a medias para no verse tan fría, los demás suspiraron discretamente. ―Buenas noches. ―todos la despidieron mientras empezó su camino a la planta baja.
Después de una hora, estaba llegando al edificio dónde rentaba un departamento demasiado pequeño, cuando levantó la mirada para subir los escalones, se detuvo bruscamente. Había una mujer sentada a medio camino y tenía un gran abrigo cubriéndola. Ella sonrío al verla.
― ¡AURA!―era Meryl, su mejor amiga del pueblo, al ver su reacción, esta se levantó y bajó a toda prisa para ir al encuentro de Aura, Aura apenas pudo reaccionar. ― ¡Te he extrañado tanto!―las dos se abrazaron y al separarse, Aura estaba llorando. ―Tú también me has extrañado…―se volvieron a abrazar.
―Meryl, tengo tanto que contarte…―Aura sintió una calidez en aquel abrazo, aunque platicaban casi a diario por redes sociales, nunca le dijo su verdadera situación, y en unos momentos más, se daría cuenta, ¿Con que cara vería a su amiga? ¿Le iría a contar a sus padres lo que realmente está viviendo?
Aura abrió la puerta con dificultad de aquel departamento, Meryl estaba emocionada pero al ver el diminuto lugar, se sorprendió.
― ¿Quieres algo de tomar? Tengo agua embotellada, té…―Aura cerró la puerta detrás de ella, luego retiró su abrigo y lo colgó cerca de la puerta, Meryl hizo lo mismo.
―Agua está bien, ―Meryl dio un recorrido con su mirada demasiado rápida ya que no había mucho espacio que ver. ―Es muy pequeño el lugar…―susurró para sí misma, se volvió para buscar a Aura que ya estaba en la diminuta cocina. ― ¿Y cómo has estado?
― ¿Por qué no me contaste que venías?―preguntó Aura al mismo tiempo que le entregó la botella de agua, Meryl sonrió.
―Te he mentido…―hizo un puchero. ―Llevo dos días en la ciudad, llegué ayer por la mañana. ―Aura se sorprendió, alzó sus cejas con sorpresa.
― ¿Qué?―preguntó atónita.
Meryl se sentó en el brazo del único sillón doble que parecía estar en la «sala», suspiró al retirar lentamente el tapón de la botella de agua, luego miró a Aura.
―Anne Dubois, es una mujer francesa que conocí en el pueblo cuando trabajaba de guía de turista hace unas semanas, mientras escalábamos, escuchó mi queja, ―Meryl soltó una risita. ―mi queja de que ya estaba saturada de lo mismo de vivir y hacer en el pueblo, una cosa llevó a otra y terminó dándome su tarjeta, me ofreció trabajo como recepcionista en un hotel de campo a las afueras de esta ciudad, hoy he visto el lugar dónde me quedaré a vivir, ya firmé un contrato de trabajo y la paga es muy buena… ―Aura estaba aún sorprendida. ―Ella me ha preguntado si conocía a alguien más para ocupar otra vacante y cómo estás tú aquí…
―Meryl…―susurró Aura apenada. ―No necesito que me hagas favores…
―Espera, espera, todo el sueldo es mensual, no te preocuparías por pagar renta, ni comida, ni servicios, sería libre de impuestos, podrás enviar más dinero a tu familia, además Edward ya va a entrar a la universidad…―dijo Meryl, miró el lugar y dejó la mirada en su amiga. ―El lugar es bastante grande, el tamaño de este lugar es de una habitación, imagina el resto.
Edward, su hermano menor, al recordarlo, suspiró. Ya se iba a graduar en un par de meses y deseaba ir a la universidad, ¿Cómo decirle que no podría pagar la matrícula para que pudiese estudiar? Entonces todo lo que Meryl dijo, se volvió algo bueno, quizás una señal.
― ¿No pagas nada para vivir ahí?―Meryl sonrió al ver que su amiga se lo estaba pensando.
―Nada, solo trabajas entre ocho a doce horas diarias. Es un hermoso hotel de campo, tiene lujo por dónde quiera, hasta el váter, no quieres ni usarlo para no estropear su lujo…―Meryl comenzó a reír y contagió a Aura, por primera vez en mucho tiempo, no reía y eso la relajó por un momento. ―Anda, anímate. ―Aura realmente se le hacía demasiada belleza.
―Mañana es mi día libre, podría ir a ver la vacante y confirmar si realmente es como dices que es… ―Meryl sonrió triunfante.
―No te vas a arrepentir…
Capítulo 2. Una llegada
La lluvia no cesaba desde que había subido a la camioneta blindada en el aeropuerto, el clima se había vuelto más irritante desde que el nuevo chófer asignado para llevarlo al club, daba unos cuantos frenones por la falta de educación de los demás conductores, maldijo entre dientes en su idioma natal: alemán. Revisó su celular y notó que tenía varias llamadas de su hermano mayor: Heinrich.
Heinrich Müller era el mayor de los tres hijos que tenía el dueño del imperio de clubes Einsam, quién años atrás en New York, había creado el primer hotel y el club, estos habían crecido su fama como la espuma ya que era estrictamente para gente de alta sociedad, un lugar demasiado peculiar e íntimo, así como extravagante y psicodélico. Uno tenía que esperar seis meses para ser admitido a este club, ya que se hacía una extenuante investigación a profundidad de la persona, había desde jueces de alto rango, así como millonarios y jeques poderosos.
Hans miró por la ventanilla de nuevo, mientras apretó su mandíbula con fuerza, pensó si Heinrich tendría una buena excusa para hacerlo viajar, ¿Qué es lo que no quería decirse por celular o video llamada? No era la primera vez que Heinrich llamaba a su hermano, si no era por qué había problemas en el club o el hotel, era por qué se había metido en problemas de falda, en sus reglas no aplica el: «Soy casada» o el «soy prohibida» o el simple «No me gustas”, y debido a esto, a veces tenía que desaparecer por culpa de sus instintos carnales o por su adicción al sexo o al juego.
Dos horas después, lo sacaron de sus pensamientos.
—Señor Müller, hemos llegado. —Hans no se había dado cuenta entre tanto pensamiento que habían llegado al hotel a las afueras de la ciudad, era de noche y aún seguía lloviendo, ¿Se podía irritar más?
—Gracias. —el gerente del lugar, abrió su puerta. —Buenas noches…—dijo en un gruñido al bajar.
—Buenas noches, señor Müller, su hermano lo espera en la oficina central. —Hans se sacudió su americana y de manera elegante, entró al hotel, los altos techos, las lámparas en forma de diamante en solo cristal, le hacía recordar a su madre, el diseño del hotel tenía el toque de ella, al llegar al elevador principal, sintió la mirada, cuando buscó discretamente quien lo estaba observando, se encontró con Anne, él presionó sus labios, luego regresó su mirada hacia las puertas de cristal del elevador.
— ¿Tanto así estás enojado conmigo que no me miras?—la susurrante voz de Anne, le irritó.
—Buenas noches, Anne.
—Buenas noches, Hans. —suspiró al hablar, luego se cruzó de brazos y observó su perfil. —Pensé que ya no regresarías a la ciudad.
—Negocios.
—Recuerdo que la última vez en nuestra cama dijiste que nunca más volverías a New York. —Hans se tensó. Había tenido una aventura con Anne, la segunda al mando en el hotel después de Heinrich, pero cuando ella creyó haber sentido que estaba pasando algo más que solo un affaire, Hans la terminó, esa última vez habían peleado demasiado horrible que hasta una marca dejó en su mano con el florero de cristal que arrojó contra él. Por el dolor que ella sintió, se prometió a no regresar, pero eso hace ya cinco años, así que debería Anne de superarlo…pensó.
El timbre de la llegada del elevador, la hizo impacientar al ver que no decía nada al veneno en sus palabras que acababa de arrojar, las puertas se abrieron y él entró, ella se puso frente a él y detuvo la puerta de cristal.
— ¿No vas a decir nada a lo que he dicho?—Hans alejó su mano sutilmente sin retirar la mirada en ella.
—Debiste de superarlo, —levantó la otra mano y se la puso enfrente de ella. —Así como yo he superado esta puta cicatriz, Dubois. —ella abrió mucho más sus ojos al recordar la cicatriz, las puertas se cerraron frente a ella llevándose a un Hans frío e intimidante. Su mirada siguió hasta dónde el desapareció.
Hans llegó al piso dónde se encontraba la oficina central del hotel, caminó pensando detenidamente cada respuesta que daría por si quería persuadirlo de quedarse a manejar este hotel. Entre menos viera a Anne y a su padre, Hans estaría tranquilo, no quería tener de nuevo sus arranques de ira que tanto había tratado por años con su psiquiatra y no necesitaba más problemas de los que ya tenía en la actualidad.
Tocó la puerta y entró, Heinrich estaba en el majestuoso escritorio de cristal, levantó la mirada hacia Hans que pareció irritado.
—Pensé que no vendrías. —luego bajó la mirada a la pantalla de su celular.
— ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué es lo que no puedes decirme por celular o video llamada? ¿Crees que no tengo trabajo como tú?—Heinrich levantó la mirada de manera intimidante pero para Hans, ya no era nada, había aprendido a vivir con la máscara de Heinrich así como sus propios demonios y ya lo que venía después de eso, le importaba una mierda.
Hans se sentó ignorando la mirada de Heinrich.
—Necesito que me cubras seis meses en el hotel y el club. —Hans cruzó una pierna sobre la otra y se recargó en el respaldo del sillón de cuero, olía el lugar a puros cubanos, a alcohol y hasta podría jurar que a sexo. —Solo seis meses.
— ¿Por qué no se lo pides a Alfons?—el tercer hermano Müller. Heinrich torció sus labios y el enojo que estaba controlando por lo que tenía que hacer, salió a la superficie.
— ¡Alfons es un hijo de puta! ¡Él no quiere saber nada del manejo de ningún hotel ni club! Desde que pasó el último problema, él se ha deslindado de todo lo que tenga que ver con nosotros, lo sabes.
—No puedo. Esta vez no cubriré tu cagadero, Heinrich. Si es todo, saldré en un par de horas de regreso a Alemania. —Hans se levantó desenfadado y seguro de sí mismo de no seguir ayudando a Heinrich, entonces llegaron las palabras que tanto le hacían golpear a su hermano.
—Hans, soy tu hermano mayor. Tienes que ayudarme. O no me quedará de otra que decirle a nuestro padre el debacle financiero que pasó en Australia con el club que manejabas. —Hans cerró sus ojos mientras daba la espalda a su hermano mayor.
—Ese error ha sido pagado desde hace más de cinco años, Heinrich. —se volvió hacia a su hermano.
—Pero nuestro padre no lo sabe. —hizo una breve pausa al ver que estaba obteniendo lo propuesto. —Es por eso que no hay que contarnos nuestros secretos, por qué somos tan sangre fría y maldita que podemos usarlos contra nuestra familia. —Hans se tensó más.
— ¿Por qué te encanta estarme jodiendo con lo mismo? ¿Le quieres decir a nuestro padre? Hazlo. Estoy hasta el límite que cada vez que no cedo a ayudarte, me amenazas con algo que ya nadie recuerda.
— ¿Y el incendio? ¿Y la persona que murió ahí? —al escucharlo decir eso, se acercó a paso veloz hacia Heinrich quién se había levantado de su silla y estaba a medio camino de su hermano, ambos eran altos, un poco más, Heinrich. Hans lo tomó de la camisa y tiró de él con fuerza.
—No te atrevas a seguir hablando por qué te voy a reventar esa cara. —Dijo con ira contenida, —No sabes cómo sucedieron las cosas, así que ¡NO HABLES!
Heinrich sonrió.
—Saca esa agresividad que contienes cada día, Hans. Es malo contenerla…
Lo soltó y se alejó hasta llegar a la puerta.
—Me largo a Alemania, asume por primera vez las consecuencias de tus actos, Heinrich. —abrió la puerta de cristal y la azotó al salir, caminó con sus manos en forma de puño, la ira había finalmente salido a la superficie, necesitaba aplacar todo el tornado que estaba a punto de aparecer.
Capítulo 3. Una entrevista
Aura se miró en el espejo, estaba indecisa en si llevar el cabello suelto o recogido, se había puesto el único pantalón negro de vestir que tenía, los zapatos más elegantes con un diminuto tacón y una blusa lisa en color blanco con un listón delgado y negro amarrado en un moño a punto de desbaratarse, se puso solo un poco de rubor en sus pálidas mejillas, y rímel en sus largas pestañas, optó entonces por llevar suelto su cabello de último momento. Creía que así su rostro redondo, no se notaría mucho.
― ¿Ya? ―escuchó decir impaciente a su amiga afuera del baño. Aura tomó aire y lo soltó lentamente entre dientes sin dejar de mirarse en el reflejo del espejo. Notó esas ojeras que apenas el maquillaje cubrió, ¿Por qué estaba nerviosa? Solo era una entrevista para un mejor trabajo, tendría más dinero para enviar a su familia, así Edward iría a la universidad, así como ella. ―Tenemos que estar unos minutos antes de que llegue el chofer.
―Voy, ya terminé. ―anunció Aura, tomó su bolso y salió del baño, Meryl la observó.
―Te ves muy bien. ―Meryl le guiñó el ojo. Después de unos minutos, habían salido del diminuto departamento de Aura, luego siguieron hasta llegar al chófer que esperaba por el nuevo personal que estaba llegando a la ciudad, era una camioneta negra y era blindada, al subir el interior estaba refrigerado, si esos sillones que miró estaban cómodos, sin duda se quedaría dormida como un oso en pleno invierno.
Dos horas y media después, llegaron al hotel Seasons, la fachada del lugar era impresionante, tenía una fuente muy grande tirando chorros de agua por lo alto, demasiado alto, los jardines eran hermosos y cuando llegaron a una entrada que no era la principal del hotel, el chófer anunció la llegada y que podían bajar.
―La señora Dubois los espera. ―anunció el hombre al volante, eran seis personas aparte de Aura y Meryl, bajaron y se dirigieron a la puerta de personal del hotel, al abrirse la puerta, apareció una hermosa rubia, alta, delgada, y tenía un conjunto azul marino –falda estilo lápiz, blusa blanca y encima un saco del mismo color de la falda, zapatillas de tacón de aguja que le hacían ver muy pero muy elegante. Les hizo señas de que cruzaran hasta al final del pasillo y que dieran vuelta a la derecha, le sonó el celular y comenzó a hablar en francés, Aura se quedó embelesada con el idioma en el que la rubia hablaba. “Dicen que el francés es el idioma del romance” definitivamente estaba de acuerdo, el tono que empleaba y como el sonido se desenvolvía en su oído, le hizo suspirar.
―Me encanta escuchar hablar francés, se me hace tan sexy…―confesó Meryl a Aura quien estaba igual que ella, otra mujer les mostró dónde debían tomar lugar, Aura era la última. ―Yo te dejo aquí, tengo que ir al conjunto a cambiarme por el uniforme, entro en una hora, al terminar la entrevista, llámame. ―se emocionó Meryl de que Aura, su amiga de años del pueblo, estuviera ahí, ya que no se sentiría tan sola en un mundo de tanto lujo como era el hotel. Al irse, Aura le afloró de inmediato los nervios en el centro de su estómago, intentó hacer ejercicios de respiración para poder tranquilizar su mente, pensaba que si pasaba la entrevista, podría ahorrar finalmente, no se preocuparía por las facturas a final de mes, podría no preocuparse por la comida y ayudaría más a su familia. “Por favor, dame la oportunidad de trabajar aquí…” rezó en su interior.
Anne había recibido de nuevo una llamada de la cocina en el club, había problemas y no la dejaban hacer su trabajo, el último joven que entrevistó sería el último para ir de inmediato a solucionarlo a como diera lugar, al salir, se dio cuenta que faltaba una, pero al darle una revisada sutilmente de pies a cabeza, sabía que sería descartada de inmediato.
Aura al verla, se puso de pie, pero Anne levantó una mano.
―Tengo que salir, las entrevistas se han terminado. ―Aura arqueó una ceja, ¿Tanto tiempo de viaje para no entrevistarla? ―Te llamaremos, deja tu información con mi asistente. ―la rubia que estaba en un escritorio a unos cuantos metros de la puerta de la oficina de Dubois, se puso de pie, hasta pensó la asistente que su jefa estaba siendo muy grosera. Antes de que dijera algo, Anne se retiró dejándola de pie sin dejarle dar replica. La rubia y Aura se quedaron observando por unos segundos más.
―No te preocupes, así es ella, ¿Quieres dejarme tu información? ―Aura se sintió molesta.
―Eso es una falta de respeto. ―susurró, pero la asistente afirmó.
―Me disculpo por ella, suele ser así.
Hans estaba llegando a la sala de seguridad dónde se encontraba las cámaras de ambos lugares: El hotel y el club. El jefe de seguridad se sorprendió al verlo entrar sin ser anunciado, se levantó de un movimiento brusco.
―Señor Müller, ―se aclaró de inmediato la garganta y se tensó, ningún Müller entraba a ese lugar así que si estaba sorprendido.
―Solo estoy revisando. ―contestó Hans despreocupado mirando las cámaras frente a él. ― ¿Esa es la oficina de la señora Dubois?
El hombre al ver que le señaló la pantalla.
―Sí, es la oficina. ―Hans notó a Anne que había salido de su oficina, cuando levantó la mano hacia a una mujer que estaba a una distancia de ella, no se mostró el rostro pero su cabello castaño era evidente. El de seguridad notó la escena que estaba observando su jefe. ―Debe de estar con las entrevistas, hace una hora han llegado de la ciudad con posibles prospectos.
Hans notó que Anne se retiró dejando a la mujer ahí de pie, luego una rubia acercándose a la castaña.
―Llama y pregunta si ya terminó las entrevistas. ―ordenó Hans al jefe de seguridad, este tomó el teléfono y llamó a la asistente de Anne, después de preguntar, tapó la bocina, miró a su jefe y le contó.
―Acaba de decir la asistente de la señora Dubois que tuvo que cancelar la última entrevista por un problema en la cocina del club. ―Hans torció su labio. ―La asistente dice que ella era la última.
―Qué la envíe a la oficina central, yo terminaré el trabajo de la señora Dubois. ―el hombre afirmó y le informó a la asistente lo que había ordenado el señor Müller.
Hans había decidido ayudar por última vez a Heinrich , esta misma mañana él se había ido del país por seis meses, aparte de que lo amenazó con develar a su padre un error de él del pasado, no veía mal quedarse una temporada, pero lo que le huía, era encontrarse con su padre, quién al igual que su hermano sacaban lo peor de él, uno de los motivos por el cual había puesto tierra y mar de por medio para poder controlar esa ira que llevaba en su interior.
Cruzó el largo pasillo y le informó a la secretaria que cuando llegara una mujer castaña, le hiciera pasar. La secretaria afirmó, luego entró y tomó lugar en aquella majestuosa mesa de cristal, se recargó en la silla de cuero y suspiró. La secretaria anunció la llegada y luego una de las puertas dobles de cristal se abrió para dar paso a una joven mujer, Hans entrecerró su mirada y luego se levantó.
―Buenos días, ―anunció Aura de manera educada.
―Buenos días, tome asiento. ―Aura hizo caso y Hans levantó su mano en señal de que le entregara la carpeta que tenía en su mano, Aura se la entregó y luego tomó lugar en la silla frente al gran escritorio. Hans notó molestia en la mirada de Aura, había abierto la carpeta pero luego la cerró, Aura y Hans se quedaron observándose en silencio por unos breves segundos. ― ¿Está molestándole algo, señorita Maxwell? ―Hans había alcanzado a ver su apellido antes de dirigirse a ella.
―No. ―contestó en un tono serio, pero Aura estaba molesta por la actitud de la mujer francesa, ¿Creía que no había notado como la había visto de pies a cabeza? ¿Acaso por qué no era como Meryl o la asistente la descartaban sin antes leer su solicitud?
―Está molesta. ―confirmó Hans.
Aura lo miró detenidamente, intentó controlar su lengua, ya había tenido este tipo de situaciones de decir lo que pensaba y muchas veces, terminaba mal. Quería ahora con más ganas ese trabajo, de lo que sea, pero regresar a seguir pasando lo mismo y que su hermano no fuese a la universidad, se negaba rotundamente irse sin ese empleo.
―No lo estoy, ―y luego puso una sonrisa fingida, pero Hans no era tonto, dejó a un lado la carpeta y se inclinó sobre el escritorio de cristal.
―Puedo ver que es mala intentando mentir. ¿Qué es lo que le ha molestado?
―Que no estoy molesta y no estoy intentando mentir. ―respondió irritada sin poderlo controlar.
Hans notó con más fuerza en sus palabras que realmente sí que estaba molesta, ¿Le habrá dicho algo Anne?
― ¿Normalmente eres así de respondona?―preguntó demasiado curioso. Ella presionó sus labios mostrando unos hoyuelos demasiado marcados. Él se quedó hipnotizado por ese simple detalle en su rostro.
― ¿Desde cuándo decir lo que uno piensa es ser respondona? ―Hans se sorprendió que le haya respondido con otra pregunta, ¿Acaso no se da cuenta de quién es? De él depende si saldrá de este hotel con trabajo. Se recargó en el respaldo de la silla de cuero, luego soltó el aire entre dientes de manera irritada.
― ¿Qué es lo que te ha dicho la señora Dubois?―quería saber más.
―Qué dejara mi información con la asistente y que me llamarían, pero creo que no sería así. ―esas últimas palabras lo dijo sin filtro a como la había visto, estaba segura que la descartaría sin parpadear.
―Bueno, ella está solucionando un problema, y yo te entrevistaré. ―hizo una pausa. ―Bien, entonces dime por tus palabras quien eres, Aura Maxwell. ―Hans palmeó la carpeta, dándole a entender que no leería el contenido, que quería escucharlo de ella. Aura se tensó, luego intentó controlarse, ella podía hacerlo, era su oportunidad de mostrarle que podría ser parte de ese hotel.
―Soy Aura Lise Maxwell, trabajo en atención a clientes en un call center de A&T, vivo en la ciudad desde hace dos años, tengo una carrera en Marketing y Business Management. ―Hans se sorprendió, ¿Cómo es que está trabajando en un call center? imaginaba que la paga era bastante baja.
― ¿Estudiaste en que universidad?―preguntó Hans más curioso por la joven mujer frente a él.
―Estudié la carrera a distancia en Harvard. ―Hans alzó sus cejas con mucha sorpresa, Aura se dio cuenta de su reacción. ―Tiene muy buenas carreras a distancia…―Aura se sonrojó por primera vez y lo notó Hans.
― ¿Y por qué no ir a la universidad directamente?―preguntó Hans.
―No quería dejar a mi familia.
Hans afirmó lentamente, para la joven mujer, era primero la familia, algo que en su caso no existía.
―Bien, ―se aclaró la garganta y la miró detenidamente unos segundos más en silencio. ―El puesto vacante es para ser mi asistente. ―Aura alzó sus cejas pero de inmediato se repuso. ―No confío en ningún personal actual de este hotel. Así que como eres nueva y yo voy instalándome, me va bien. El salario será bueno, las prestaciones igual que el resto del personal del club y del hotel, vivirás en el condominio junto a los demás y son doce horas de trabajo. ―Aura afirmó, no importaba por el momento, haría lo que fuese para no perder este trabajo. ―Así que como aún tienes el otro trabajo, te daré el resto del día para que renuncies a tu otro empleo y empezarías mañana a primera hora, que será a las cinco de la mañana, te dejaré con la secretaria las instrucciones y lo que es tu trabajo en general.
―Muchas gracias, señor…―no sabía ni cómo se llamaba. Hans se dio cuenta.
―Müller. Es mi apellido, solamente la gente cercana a mí y de confianza, me llama por mi nombre. Así que solo llámame Müller. ―Aura afirmó. Tocaron a la puerta y Hans se dio cuenta que era Anne, le hizo señas de que entrara, Anne no sabía que la mujer que le estaba dando la espalda, era la joven mujer que había despachado un rato atrás.
―Señor Müller, ¿Podemos hablar? Es urgente. ―Hans afirmó, luego miró a Aura.
―Espera unos minutos afuera, Anne te dará el recorrido breve y la información de la documentación que debes traer para armar tu carpeta de trabajo. ―Aura afirmó y se levantó, al girarse se encontró con la mirada de sorpresa y algo más de Anne. Caminó a la salida y Anne no le quitó la mirada, luego miró a Hans.
―Ella está descartada. No es necesario que…―Hans la interrumpió.
― ¿Disculpa? ¿Quién la ha descartado?―sonó irónico, Anne no dijo nada. ―Aquí el jefe por seis meses soy yo, ahorita no estamos para descartar personal, se acerca la temporada alta y tú poniéndote los moños.
―Ella no es la persona que normalmente se contrata. ―Hans enfureció en segundos al escuchar el tono que empleó.
―Yo la he contratado y punto.
Capítulo 4. Una extraña reacción
Aura miró detenidamente al jefe de personal, él tenía una cerca arqueada, luego su ceño se arrugó, estaba algo sorprendido al escuchar a una de las mejores empleadas de la empresa informando su renuncia.
― ¿Renunciar?―repitió esa palabra, Aura afirmó sin dudar, para él era algo difícil de creer, ¿A dónde iría? ¿Habrá encontrado un mejor trabajo?
― ¿Hay algún problema?―preguntó Aura a la reacción de él, de inmediato él se aclaró la garganta y negó.
―Claro que no, es solo que me ha tomado por sorpresa, has sido una de las mejores empleadas de la empresa, ―aunque él pensó que muy solitaria pero buena empleada. ― ¿Has encontrado un trabajo bueno? ¿Con prestaciones? ―Aura se quedó mirando detenidamente unos breves segundos al hombre frente a ella vestido informal.
―Sí. ―fue todo lo que salió de la boca de ella, no tenía por qué dar más información, además, no tenía tanta confianza como para ponerse a decirle a dónde iría.
―Oh, ―dijo el jefe de personal, ―deja preparo la documentación que tienes que firmar…―se puso de pie, se acercó a la puerta, al abrirla, le dijo algo a su secretaria, Aura miró la hora, entonces vio el mensaje de su amiga Meryl, torció el labio al recordar que le pidió que le llamara al terminar la entrevista, abrió el mensaje y su amiga estaba algo ansiosa por saber que había pasado. Tecleó una respuesta rápida: «Tengo el trabajo, estoy renunciando, al desocuparme te llamo. » y le dio enviar. Levantó la mirada y notó que sigilosamente el hombre había regresado a su silla. ―Solo tardará un momento en lo que me traen los papeles, ―Aura afirmó lentamente. ― ¿Tu jefe de planilla sabía que querías renunciar?
―No. ―y luego el silencio reinó en el lugar, tocaron a la puerta y entró la secretaria con la carpeta de información de Aura y la documentación. Aura sintió que estaba haciendo bien, estaba buscando prosperar y pensó al final que era lo mejor.
Claro que era lo mejor. No pagaría renta. Servicios. Tendría comida. Podría ayudar a su familia y a Edward a ir a la universidad. ¿Qué más quería?
Después de un par de horas, Aura estaba cerrando la puerta de su mini departamento, había hablado con la arrendataria, -que vivía a su lado- y le informó de la nueva situación. Le regresaría el depósito al dejar el lugar. Ahora, a empacar.
***
― ¿Qué?―se escuchó del otro lado de la línea el tono de sorpresa de Meryl. ―El mismo dueño te ha dado trabajo, ―el chillido de felicidad se escuchó tan fuerte que Aura tenía que separarse de la bocina de su celular.
―Creo que no te han escuchado en China…―bromeó divertida.
― ¿Asistente? ¡Dios mío! ¡Está súper, amiga! ―Aura suspiró. ― ¿Qué pasa?
―Nada. Es solo que cuando llegué a la ciudad, empecé de cero, este departamento…―Aura detuvo sus palabras. ―Bueno, es nostalgia dejar el pequeño lugar. ―se aclaró la garganta, no quería ponerse triste, al contrario, debía de alegrarse por el nuevo camino que estaba a punto de dirigirse.
―Por cierto, el chófer llegará a la misma parada de ayer, esperará diez minutos antes de venirte, eres de las últimas de la ruta.
―Gracias.
― ¿Tienes muchas cosas?―preguntó su amiga.
―No. Solamente ropa, lo demás no tiene valor.
―Bien, descansa, te veo mañana y te ayudaré a instalarte.
―Gracias, Meryl. Muchas gracias…
―De nada amiga, estaremos juntas.
***
Por la mañana, Aura tenía su mano en el picaporte de la puerta principal, miró por última vez el diminuto lugar en el que vivió dos años, cerró finalmente y le entregó las llaves a su arrendataria, se despidieron y ella tiró de su maleta. Los nervios estaban aflorando conforme iba a acercándose a la parada dónde la recogería el chófer del hotel. Si todo iba bien, como lo tenía planeado en su cabeza, podría enviar dinero para la matrícula de Edward, él podría salir del pueblo y prepararse para el futuro, aunque no se arrepintió de estudiar a distancia, quería que para Edward fuese distinto. Cuando le contó la nueva noticia, se había emocionado, sus padres también, Edward seguía trabajando de guía de turista, así también ahorraría más para mantenerse y no recargarse en su familia.
Después de dos horas y media de viaje, Aura visualizó el gran hotel, se le hizo tan elegante y majestuoso, los nervios en el interior de su estómago creció más y más, hoy mismo firmaría contrato y empezaría a vivir en este lugar. «¿Cómo no emocionarse?»
Ella fue la última en bajar de la camioneta blindada del personal, al tomar su maleta que el chófer le entregaba, dio un respingo al escuchar su nombre, cuando se volvió, era Hans.
―Señor…Müller. ―dijo rápidamente Aura.
―Estaba esperándola. Sígame. ―Aura afirmó y tiró de su maleta siguiendo a su ahora…jefe. Al cruzar por el pasillo se encontraron con Anne Dubois, la segunda a mano después de Hans, ella se detuvo al ver que la mujer castaña venía detrás de él.
― ¿Qué pasa? ―preguntó a Hans, él se detuvo, haciendo que Aura casi tropezara con su maleta.
―Nada. ¿Tiene que pasar algo?―Anne levantó una ceja y miró detrás de él a la castaña.
―Pensé que había pasado algo. Por eso pregunto, ―se acercó un poco a Hans, ―Sé qué eres el dueño de este hotel, pero yo sigo siendo la segunda a mano, por lo tanto…
―Termina con tu palabrería, ¿Qué quieres saber?―Hans dijo de manera tajante y cortando la distancia entre ellos dos, Anne tenía que retroceder por su altura, la mirada intimidante de Hans le recordó su pasado juntos. Hans no dejó de mirarla, al ver que no habló, retrocedió, le hizo una seña sin mirar a Aura para que siguiera, Anne tuvo que tomar aire bruscamente cuando desaparecieron al dar vuelta a la derecha por ese mismo pasillo, el calor que le había provocado era un recordatorio de que Hans la odiaba.
Al llegar al piso central dónde se encontraba la oficina, Hans se detuvo ante la secretaria, ella se puso de pie de inmediato.
―Señor Müller, está listo lo que me ha pedido. ―Amelie, la secretaria de ese piso, miró a Aura, era extraño ver a una joven mujer castaña en el hotel, ya que normalmente todas las mujeres que Heinrich y Anne contrataban, eran rubias y muy esbeltas.
―Gracias, que nadie me interrumpa, no quiero llamadas ni mensajes hasta que termine esta reunión con la señorita Maxwell. ―Amelie afirmó rápidamente, Hans empujó la puerta de cristal y le cedió el paso a Aura, quién tiró con más fuerza de la maleta grande, casi tropezaba cuando Hans atrapó como reflejo de su codo, haciendo que ella maldijera entre dientes. Hans se irritó y la soltó de inmediato, tomó del agarre de la maleta y tiró con brusquedad dejándola a un lado de uno de los sillones. ―Entre, el tiempo corre. ―dijo molesto caminando hacia su ahora escritorio de cristal.
Aura se sentó en la silla que le señaló, Hans tomó la carpeta que le había dejado Amelie, le dio un visto, Aura miró disimuladamente alrededor de ellos, el silencio fue interrumpido por esa voz ronca de Hans.
―Aquí tiene su contrato, revíselo. ―se lo extendió por encima del escritorio, Aura lo aceptó y comenzó a revisarlo por un momento, Hans se dejó caer en el respaldo de la silla de cuero. Aura alzó sus cejas al leer el sueldo que ganaría. ― ¿Qué pasa? ¿Algo no le gusta?―Aura se aclaró la garganta, alzó su mirada a él para contestar.
―No, no, no es eso. ―Aura preguntó. ― ¿Esa cifra es anual?―Hans negó lentamente, ¿Qué era muy poco o que le pagaría? ― ¿Es mensual?―Afirmó Hans.
― ¿Por qué?―preguntó Hans confundido.
―Es bastante. ―Aura susurró al bajar la mirada de nuevo a los documentos, al escucharla, Hans se quedó sin palabras.
―Pero las funciones de tu puesto, lo vale. Ahí está las funciones que desempeñarás. Así como las horas semanales que tienes que cumplir. Soy muy exigente, señorita Maxwell. ―Aura levantó la mirada al hombre del otro lado de la mesa de cristal. ¿Acaso ha sonado de manera intimidante?
― ¿Tengo que estar disponible las veinticuatro horas del día?―preguntó Aura sorprendida, Hans afirmó sin dudarlo.
―Suelen ocurrir imprevistos a cualquier hora del día, señorita Maxwell, es un hotel y un club. No quiere decir que la estaré llamando a las tres de la madrugada, solo pido disponibilidad total. Vivirá en este lugar, no tendrá que correr a tomar un taxi o manejar dos horas y media de la ciudad hasta acá. ―Aura bajó de nuevo la mirada a la documentación, eran mucha la paga, ¿Por qué se estaba preocupando por ello? Al contrario, debería de brincar de la felicidad que podrá no solo pagar la matricula, si no varias. Leyó detenidamente el resto de las dos hojas en total silencio, algo que le agradó a Hans. Miró como el largo mechón castaño salió de su oreja y como sus dedos se lo llevaron detrás de nuevo, -una extraña reacción en Hans- la mirada de ella siguió en la documentación, Hans salió de sus propios pensamientos al escuchar cuando Aura se aclaró la garganta y luego levantó la mirada a él.
―Dice que tengo que cumplir un mes de prueba, si lo paso, luego será un contrato por seis meses mientras usted esté al mando del lugar, si usted cree que no puedo con el puesto durante el mes de prueba,―Aura intentó no sonar preocupada por quedarse sin trabajo. ― ¿Podría aplicar para otro puesto aquí mismo? ¿En el hotel o el club? Ya sea de limpieza u otro puesto…―Hans arrugó su ceño. ― ¿O tengo que irme? o si paso los seis meses y usted ya no está al mando, ¿La otra persona podría contratarme?―imaginar a Heinrich tomando el control de nuevo, le hizo tensarse.
Ya qué sus planes, habían cambiado.
―Te preocupa quedarte sin trabajo, ¿No?―Aura dejó la documentación en el escritorio frente a ella.
―He entregado mi departamento al saber que tengo que vivir aquí, me costó conseguir un lugar desde que he llegado, las rentas están por los cielos, claro que me preocupa no llenar sus expectativas, el tener que regresarme y no tener un techo dónde vivir.
Hans se quedó callado, había escuchado cada palabra de su boca, la forma en que lo dijo y sus ojos fijos en él, como si no le intimidara el hombre que estaba sentado frente a ella, ¿Acaso no veía la figura masculina y cargada de frialdad? Ella no se embelesó como el resto del personal y en eso incluyó a Anne, Aura… ¿Era inmune a su presencia? Sus ojos siguieron observándolo detenidamente.
―Lo que deberías de pensar es en que tienes que cumplir al pie de la letra las funciones de tu trabajo, como cualquier otro más y sobre todo no romper las reglas. ―Hans se enderezó y se recargó contra el escritorio de cristal, acomodando sus brazos. ―Haciéndolo, no tendrás que preocuparte por ello ni por el techo en un futuro…―Aura arqueó una ceja sin poderlo evitar.
―Yo cumpliré al pie de la letra, pero… ¿Quién me garantizará tener un techo al finalizar mi mes de prueba o después de los seis meses?
―Nadie debe de garantizarlo ya que no es nuestro problema después de tu finalización de prueba o después de los seis meses. Pero, yo te garantizaré. Si no pasas el mes, puedes aplicar para otro trabajo aquí mismo, así como también puedes quedarte en este lugar hasta que tengas uno en la ciudad si decides irte, creo que con eso debe de ser estar suficiente claro. ―Hans comenzó a irritarse, nadie cuestionaba nada y mucho menos los contratos, estaba familiarizado con el lugar, sus funciones, así como cada detalle de cada empleado, su paga, las horas que trabajaban así como en qué lugar vivía cada uno en este lugar o las demás cadenas. Soltó el aire entre dientes y se levantó. Aura dudó y se arrepintió de inmediato haber hecho esa pregunta, tenía razón, después del mes, era su problema. Pero ya qué. Se levantó, tomó la pluma que le entregó y firmó.
―Aquí tiene. ¿Cuándo comenzaré?―Hans la miró detenidamente.
―Hoy mismo, señorita Maxwell.
Capítulo 5. Cuestionamiento
Hans recordó que Aura no se había instalado aún, así que no podía andar cuidando maletas ni dejándolas por el lugar.
―Primero, se va a instalar dónde va a vivir, pase con mi secretaria para que le dé el resto de la información, cuando termine de acomodarse, le llamaré para ponernos manos en la obra. ―Aura afirmó, se volvió y Hans notó que Anne esperaba afuera de la oficina central, estuvo a punto de poner los ojos en blanco pero se detuvo al ver que Aura se inclinó para tomar la agarradera de la maleta. ―Espere, señorita Maxwell. ―Aura giró su rostro para mirarlo, Hans rodeó el escritorio para acercarse a ella, la mirada de Anne a través del cristal grueso de las dobles puertas de esa oficina, era de molestia. Hans abrió la puerta y miró a Aura. ―La señora Dubois la llevará a conocer el área de los empleados. ―Hans miró a Anne quien pareció molestarse más.
―Necesitamos hablar, señor Müller. ―Hans negó.
―Primero lleva a mi nueva asistente personal a su departamento dónde va a vivir. Luego cuando termines, vienes para hablar. ―Anne era pálida, piel aterciopelada, ojos azules, el cabello lo llevaba por encima de sus hombros, en un corte elegante y en un color rubio, sus mejillas se sonrojaron de la ira que estaba conteniendo, Heinrich no le daba órdenes, mucho menos Hans. Aura notó que estaba a punto de empezar la tercera guerra mundial entre ellos dos, se aclaró la garganta y tiró con sutileza de la maleta para salir, Hans miró a Anne que estaba afuera de la oficina y él con la mano en la puerta de cristal.
―Es importante. ―Anne insistió en un tono cargado de frialdad.
―Esto también lo es. ―Hans replicó de manera intimidante hacia la mujer, ella afirmó intentando no explotar.
―Bien, regreso. ―miró a Aura y arqueó una ceja. ―Sígueme.
Aura la siguió hasta un elevador que se encontraba al final del gran pasillo de ese piso. Mientras Anne pensó que tenía controlarse, tenía que repetirse que ese no era su hotel, pero pronto lo sería si movía bien sus cartas. Llegaron al lobby y por la parte de atrás de este, caminaron. En el recorrido, Aura miró asombrada aquel hotel tan elegante y lujoso, Anne, la miró detenidamente, ¿Por qué Hans la había contratado sin su permiso? Sabía que ella se encargaba de contratar y la chica no era de las que entraban al club o al hotel. Definitivamente olía a problemas, además, era curvilínea y castaña… y Hans las odiaba.
En silencio caminaron y llegaron a uno de las casas de campo, pasó una tarjeta plastificada con el logo del hotel y la puerta se abrió.
―Pasa. ―Aura entró tirando de su maleta y su boca casi caía al suelo, el lugar era cinco veces más grande que su mini departamento. Tenía todo y había un poco de lujo, la gran sala en L, una televisión grande empotrada arriba de una chimenea, un comedor grande y una cocina al final. ―Lo compartirás con dos personas más que son empleadas, una de ellas es de recepción, y una de cocina. Aquí están las reglas. ―Anne le entregó una hoja que estaba en la mesa a lado del sillón. ―Necesitan aprenderlas, la primera que rompan, se van. ―Aura afirmó. ―En unos minutos traerán tu uniforme.
― ¿Hay uniformes para asistente personal? ―preguntó Aura con sorpresa, Anne arqueó una ceja y sonrió.
―Humm, sí. ―mintió. ―Solo que espero no haya problema en encontrarte una de tu talla…―Anne miró descaradamente el cuerpo de Aura, ―Espero que sí, no creo que tengas buena ropa para andar trabajando como la asistente de uno de los dueños de este lugar. ―Aura se molestó por como la miró y la forma en que lo dijo.
―Señora Dubois, ¿Tiene algún problema con mi apariencia? ¿Cree que mi cuerpo es un problema? ―Aura lo dijo en un tono serio y educado, pero por dentro estaba molesta. ―Sí es así, puedo comentarle al señor Müller que…
―Me molesta que te haya contratado sin mi autorización. ―Anne se descargó con ella. ―El club y el hotel, tiene empleados…con presencia. Seamos sinceros, no creo que tú lo tengas. ―Aura no podía creer lo que dijo, fue directa y a la yugular.
―Si le molesta mi contratación, puede discutirlo directamente con el dueño del hotel, señora Dubois. ―Anne salió de la casa azotando la puerta. Aura miró el resto del lugar, buscó la habitación vacía, era grande, tenía grandes ventanas con cortinas blancas, una cama individual y un armario amplio. Meryl tenía razón en decir que era demasiado grande el lugar, Aura sonrió y se tiró sobre la cama, hasta la sobrecama olía a flores.
***
Hans estaba atento revisando una documentación que tenía pendiente, miró el reloj luego su mirada se quedó en la pantalla de la computadora, tocaron a la puerta y cuando miró quien era, se irritó, hizo señas de que pasara, al hacerlo, Anne estaba muy furiosa.
―Necesitamos hablar. ―dijo de inmediato.
― ¿Y ahora? ―dijo de manera indiferente sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.
―Si necesitabas una asistente, me hubieras dicho, yo misma hubiese encontrado a una mujer capacitada, ―Hans lentamente con la quijada tensa, miró a Anne. ―Esa mujer no es de las empleadas que reclutamos. No tiene presencia…―Hans la interrumpió.
― ¿Estás cuestionando mis decisiones? ―Anne se quedó callada al escuchar el tono intimidante con el que le habló.
―No, no estoy cuestionando, solo decía que…―Hans se puso se pie de un movimiento.
―Solo dedícate a hacer tu trabajo, Dubois. Si ocupo una opinión, te la pediré, mientras no.
Anne sintió como su cuerpo tembló de la furia, pero lo controló.
―Bien. ―contestó tajante.
― ¿Otra cosa más? Tengo trabajo que hacer. ―ella negó y luego salió de la oficina central.
Hans negó muy molesto, no tenía por qué cuestionarlo, él estaba al mando y no era nuevo en el manejo de las empresas de su familia, él si quisiera se fuera de vacaciones por el resto de su vida, era uno de los billonarios del mundo y el dinero le sobraba, pero para Hans, se obsesionaba mantenerse ocupado en los negocios para así…a sus demonios no despertar.
Capítulo 6. Reflejos
Aura esperó algo impaciente afuera de la oficina central dónde tenía que verse con su ahora jefe: Müller.
―Este es tu uniforme. ―anunció en un tono cargado de frialdad la secretaria. Aura se levantó como un resorte y se acercó a la rubia que estaba llegando al escritorio.
―Gracias…―lo tomó y miró la tela, entonces Aura se quedó incomoda al ver la talla del uniforme, “¿Talla S?” “¿Era broma?”
― ¿Algún problema? ―preguntó Amelie arqueando una ceja, su rostro mostró diversión oculta, Aura entendió que ella y la francesa se habían aliado.
―Bueno, sí. ―hizo una breve pausa mostrándole la etiqueta. ―La talla es pequeña, no me quedará. ―confesó Aura sin mostrar la molestia que había provocado su burla más obvia en su rostro.
―Lo siento, pero no hay de tu talla, es la única que hay. ―Aura presionó sus labios, antes de hablar.
―Entonces no usaré el uniforme. ―Aura hizo movimiento de entregarle el conjunto azul marino que tenía en sus manos, pero Amelie negó.
―No puedes andar sin uniforme en el hotel y mucho menos en el club, y dudo que tengas dinero para usar algo más decente de lo que tienes. ―Aura se quedó sin palabras. ―Así que ve como le haces para entrar en ese conjunto. ―luego rodeó el escritorio y se dejó caer de manera elegante en su silla. Luego la ignoró haciendo algo en su computadora frente a ella y luego a contestar llamadas.
Aura sintió una molestia muy grande, ¿Cómo mierdas le iba a hacer para entrar en esa talla? ¿Por qué la estaban tratando de esta manera?
Bajó en el elevador hasta la planta del piso dónde se encontraba el resto de los empleados, al encontrar al baño, vio a Meryl salir de uno de los cubículos, se emocionó al verla.
― ¡Aura! ¿Qué te han dicho? ¿Cuándo empiezas? ¿Dónde te ubicaron? ―la atacó con varias preguntas, Aura por un momento se quedó callada, sus dedos se enterraron con fuerza en la tela, Meryl miró lo que llevaba en las manos, luego miró su rostro, notó que sus mejillas comenzaron a enrojecerse. ― ¿Qué pasa?
― ¿Tienes algo de este color? ―Meryl arrugó su ceño.
―Creo que sí, un blazer y un pantalón, ¿Por qué la pregunta?
―Necesito hacer una modificación. ―Aura presionó sus labios con un poco de fuerza.
―Oh, ¿Qué talla es…?―preguntó Meryl quitándole la ropa de las manos, luego encontró la etiqueta. ― ¿Talla “S”? ―Meryl miró a Aura quien se recargó en la orilla del lavamanos, luego se cruzó de brazos. Sabía que estaba molesta.
―Lo mismo he pensado, creo que no le cae bien mi contratación a la señora Dubois. Me ha dicho la secretaria que es la única talla…pero sé qué lo ha hecho a propósito. ―Meryl torció sus labios.
―A nadie le cae bien a esa mujer, apenas llevo un día y he escuchado que es una…―detuvo sus palabras al escuchar voces acercarse, luego apareció un par de mujeres empleadas y metidas en su conversación, ni se dieron cuenta de ellas dos. Meryl se acercó a Aura. ―Cuando termine mi turno, yo te ayudo a hacer la modificación, no te preocupes.
―Pero dice la secretaria que no puedo trabajar sin uniforme.
―Puedes ir a personal e informar que el uniforme no te ha quedado, puede que solo hoy puedas trabajar así…―Meryl la miró de pies a cabeza, no iba tan tal, estaba presentable.
―Bien, solo dime por donde ir…
Meryl le dejó indicaciones luego se retiró a su puesto de trabajo que era recepción.
Hans terminó su comida en la sala de juntas, miró su reloj y luego a su celular. Había leído más de cinco veces el mensaje de su hermano Alfons, “Al terminar esos seis meses, aléjate lo que más puedas de Heinrich y nuestro padre, Hans.” Alfons se había enterado que Hans había aceptado tomar el control del hotel y del club durante seis meses en una ausencia muy sospechosa por parte de Heinrich. Sabía que su Hans que tanto quería, iba a la boca del lobo. Pero también sabía que todo lo que dijera a su hermano, sería en vano. Cuándo Hans tomaba una decisión, no había nada que lo hiciera desistir.
―Señor Müller, aquí tiene lo que ha ordenado. ―anunció Amelie a su jefe, le entregó una caja, que era la nueva tableta que había pedido.
―Gracias. ―dijo al tomarla, Amelie tomó los platos vacíos de la comida y los llevó a la salida, pero fue detenida por él. ― ¿Dónde está mi asistente personal?
Amelie intentó contener una sonrisa al recordar lo que la señora Dubois había hecho, eso lo notó Hans.
―No lo sé, solo le entregué el uniforme pero al mirarlo, pareció estar inconforme y luego se retiró. ―Hans arrugó su ceño. ―Supongo que no le gustó que…
―Puedes retirarte. ―ordenó tajante Hans, luego regresó la mirada a la caja de la tableta, con solo dos días en el hotel, ya había descubierto como era la secretaria de Heinrich, y realmente no confiaba, menos en Anne, pensó que había hecho bien en contratar a alguien como su asistente personal.
Hans navegó en internet, revisó sus correos personales, entre menos usara el equipo de cómputo de Heinrich, mejor. Pensaba que quizás estaba paranoico, pero podría estar siendo monitoreado por él, era muy sospechoso ausencia de su hermano mayor, no creyó para nada el lío de faldas que tenía.
El celular de Hans sonó y al ver la pantalla, vio que era un número privado, lo escuchó por unos segundos más imaginando quien podría ser.
―Müller. ―dijo contestando.
―Bienvenido a casa, hijo. ―era la voz de su padre al otro lado de la línea. Hans se tensó, flash de los recuerdos del pasado, inundaron en segundos su cabeza, su niñez, su adolescencia y cuando murió su madre. ― ¿Qué te han comido la lengua los ratones?
―No. Estoy ocupado. ―dijo Hans apretando sus dientes con fuerza que comenzó a dolerle.
―Pues haz tiempo para recibirme, estoy llegando al hotel. ―luego colgó. Hans no había visto a su padre hace más de cinco años, desde que había regresado a Alemania a manejar el otro hotel y club. Este se levantó y se ajustó la corbata, luego se pasó una mano por su cabello rubio cenizo, no se había puesto fijador como solía hacerlo, lo llevaba rebelde y maldijo entre dientes al no usar. Llevaba un pantalón de vestir oscuro, camisa blanca y tenía remangada las mangas, dejando a la vista el rolex que le había regalado su madre. Salió de la sala de juntas al cruzar las puertas dobles que lo llevaba a la oficina central, luego empezó a hacer ejercicios de respiración para calmar el tsunami de ira que albergaba en su interior, recordó que era fuerte, que era maduro y que podía mantener una conversación con su padre. A pesar del odio que le tenía.
La puerta se cristal se abrió, mostrando una figura intimidante, era la mano derecha de su padre, Ethan, el guardaespaldas.
―Buenas tardes, ―dijo mientras revisó el lugar, luego momentos después, apareció su padre con dos hombres más que se quedaron custodiando las puertas de cristal.
―Hijo, bienvenido. ―Adolf Müller se acercó para abrazar a su hijo, Hans se acercó y con toda la fuerza de su ser, se contuvo en no soltar un puño contra su rostro.
― ¿Qué es lo que te trae por aquí? ―pregunto Hans al separarse, Adolf se acercó al sillón individual de la sala de cuero que estaba a lado.
―Sé qué Heinrich se ha ausentado, el muy cabrón no me ha dicho el verdadero motivo, pero ya es algo que me hace sospechar. Sabe que no confío del todo en él. ―Hans se sorprendió al escuchar esas palabras y más de su padre refiriéndose a Heinrich, ya que Alfons y él pensaban en que era el favorito de su padre.
Hans se sentó frente a él, notó que Ethan lo miraba fijamente.
― ¿Qué? ―preguntó irritado Hans hacia a él.
―Nada, señor. ―luego se puso en otro lugar de la sala, luego Adolf miró a su hijo.
―Vengo a hacerte una propuesta, Hans.
―No me interesa manejar este hotel ni el club. ―dijo en un tono serio.
― ¿Por qué no? ―Adolf lo miró detenidamente.
―Quiero regresar a Alemania. Tengo mi vida ahí.
― ¿Cuál vida? ―dijo en un tono irónico su padre.
―Mi vida. ―remarcó Hans.
―No tienes una esposa. No tienes familia. No tienes amigos. No tienes siquiera una puta que te quite las ganas, ¿A eso le llamas “vida”?
Hans se tensó más, sabía que tenía razón, no tenía nada ni nadie que le diera una razón de estar ahí, pero seguía aferrándose a la distancia que mantenía con su propio padre y Heinrich, hasta Alfons estaba del otro lado del mundo.
―A lo que yo llame “vida” es de mi incumbencia solamente. ―Adolf sonrió.
― ¿Y cómo llevas tu trastorno? ―Hans apretó su mandíbula, se pellizcó el interior de su mejilla. ― ¿Cómo se llama? ―Ethan se metió para ayudarle a su jefe al ver que le hizo una seña con su mano.
―Trastorno explosivo intermitente, señor.
―Oh, sí. ―Adolf miró a su hijo que estaba conteniéndose. ―Si te vas a quedar un tiempo, puedo buscar a un buen médico para tu tratamiento.
―Ya tengo mi médico y el tratamiento. Así que no es necesario…―Adolf apretó sus dientes y movió sus dedos del brazo del sillón.
― ¿Y es bueno? ―Hans se preguntó que tanto interés por saber de ese tema.
―No estoy desfigurando con mis puños tu rostro en estos momentos….así que se puede decir que es bueno.
Capítulo 7. Familiar
Al rato después, los tacones sonaron contra el mármol de piso central dónde se encontraba la oficina de su jefe, sin dejar de caminar, Aura torció su labio al sentir como la falda tipo lápiz, se aferraba a su redondo trasero, Meryl se había escapado para poder modificar el único uniforme que le dieron a su amiga, pero sabía Meryl, que estaban intentando que renunciara, pero ellos y el resto del hotel, conocían a Aura Lise Maxwell.
Aura se detuvo frente al escritorio de Amelie quién levantó la mirada lentamente y observando el uniforme, se sorprendió al notar que remarcaba bastante la silueta de la mujer, la blusa blanca, se mostró un poco estirada de los botones por sus grandes…atributos. Aura se había recogido su cabello castaño en un moño para intentar verse más arreglada y presentable. “¿Quién andaría con el cabello todo esponjado como el de ella?” Nadie. Todas estaban bien peinadas así que ella no sería la excepción. Aura notó la presencia de dos hombres custodiando las puertas de cristal, se acercó a la secretaria.
― ¿Se encuentra el señor Müller?―Amelie arqueó una ceja y luego torció su labio.
―Está en una junta importante y no debe de ser interrumpido. Así que te tocará esperar. ―luego retomó de nuevo su mirada en la ropa de ella. ―Por cierto, no puedes andar así, ―Aura arqueó su ceja con sorpresa, miró el atuendo, luego a la mujer rubia.
―Es el uniforme que me has entregado hace rato. ¿Qué tiene de malo? ¿No te gusta cómo se me ve? Por qué si es así, lo siento, has dicho que es el único uniforme que hay, no podré complacerte. ―la sonrisa sarcástica de Aura apareció en sus labios al terminar sus palabras, la rubia, no dijo nada más, incluso notó Aura que la molestia le hizo teñir las mejillas, la vena de su sien se levantó, luego la mirada se clavó en la pantalla de la computadora. Aura suspiró discretamente, miró el sillón de espera y luego recordó que la falda se ajustaba bastante a su cuerpo, ¿Y si se sienta y se rompe? Así que prefirió esperar, miró los retratos que estaban en la sala de espera, había cuadros colgando, eran fotografías del hotel, de la fuente y otros lugares que aún no conocía. Se escuchó voces a su espalda, se giró y aparecieron dos hombres en traje elegante, detrás de uno, su jefe y se miraron por un momento, este notó lo ajustado del uniforme y llamaba bastante la atención, hasta Adolf se dio cuenta y eso a su hijo no le gustó, por extraña razón.
―Entra. ―ordenó Müller.
― ¿Y quién es la joven?―preguntó Adolf abrochando el botón de su americana y mostrando una sonrisa.
―Es mi asistente. ―Al ver Hans que no reaccionó Aura, volvió a ordenar. ―Entra. Y espera. ―Aura afirmó educadamente. Al entrar se quedó de pie, al ver que aún no entraba su jefe, se pasó una mano para ajustar el botón del sacó, pero no alcanzaba a cerrarse, así que lo dejó suelto, revisó que la camisa blanca quedara fajada dentro de la falda.
― ¿Ya terminó?―Aura brincó en su lugar al escuchar la voz ronca de su jefe, intentó no sonrojarse, se enderezó de inmediato y pasó las manos para enfrente y las entrelazó.
―Lo siento, no escuché que había entrado. ―dijo Aura en un tono serio, sintió la presencia de su jefe detrás de ella, giró su rostro y efectivamente la estaba observando en silencio. Hans se tensó al ser pillado observando el uniforme, presionó sus labios con dureza. La esquivó y rodeó el escritorio de cristal, luego se dejó caer de manera irritada. ―Haré una pregunta, solo una y solo moverás tu rostro en afirmación o negación. ―Aura afirmó. ― ¿Le han dado un uniforme que no era su talla?―ella afirmó. ―Bien, primero, necesito que vaya a la oficina de la señora Dubois, donde tuvo su entrevista y pida que le de otro uniforme.
―Me ha dicho la secretaria que era el único, claramente no es mi talla, pero me informaron que no podía trabajar sin uno. Así que hice un poco de cambios de último momento para poder entrar en él. ―Hans estaba intentando controlar sus propios demonios en su interior, claramente Anne era parte de esto, tomó el teléfono y llamó a su secretaria, segundos después, la puerta se abrió y apareció Amelie con su tableta contra su pecho.
― ¿Si, señor?―preguntó de manera profesional quedando de pie frente a su escritorio y a lado de Aura.
― ¿Quién fue la persona que le entregó el uniforme a mi asistente?―Hans estaba preparándose para hacer arder a todo aquel que estuvo involucrado en humillar a su asistente. Amelie abrió sus ojos un poco más.
―Eh, yo…―Amelie decidió limpiarse las manos de inmediato. ―La señora Dubois me lo entregó. ―Hans presionó sus labios.
―Puede retirarse. ―le dijo a Amelie y ella casi salió corriendo. Aura miró a su jefe quién a simple vista estaba a punto de estallar de la molestia.
― ¿Quiere que veamos lo de mis obligaciones como asistente?―Hans negó.
―Vaya a su habitación y póngase lo que tenía anteriormente, luego la espero aquí de nuevo. ―Aura afirmó, luego se volvió para salir, pero Hans la llamo cuando ella puso su mano en el picaporte de acero. ―Espere. ―Aura se volvió de medio perfil para mirar a su jefe.
― ¿Si, señor?
Hans la miró en silencio unos segundos más, pero luego negó y le hizo señas de que se retirara. Aura hizo caso y salió camino hacia su habitación para cambiarse.
Entró a su nueva habitación y buscó el cambio de ropa que se había quitado, al terminar de alistarse, tocaron a su puerta, salió a toda prisa intentando arreglar el moño recogido, al abrir la puerta, apareció Anne, Aura se sorprendió, sin decir nada más, esta entró sin pedir permiso, miró alrededor para averiguar si estaba sola, luego se giró hacia a Aura que siguió en silencio con la mano en el picaporte de la puerta.
―Deberías de buscar otro empleo, el personal que se contrata aquí, no es de tu nivel. ―Müller escuchó como Anne le habló a Aura. Los puños se formaron en sus manos, entonces escuchó la respuesta de su asistente.
―Si tanto le molesta, debería de hablarlo con el señor Müller. Él es quién me contrato y el único quién me puede despedir. Y otra, si me sigue molestando y poniendo trabas a mi trabajo, no me quedaré de brazos cruzados. ―Hans sonrió y luego se retiró a su oficina.
Anne se cruzó de brazos y alzó su ceja perfecta.
―Veremos si eso es cierto. ―luego salió de la casa, Aura soltó el aire que estaba reteniendo sin darse cuenta.
― ¿En dónde es que te has metido, Aura?
Capítulo 8. Regla importante
Hans caminó hasta su oficina después de escuchar aquella conversación entre Anne y su asistente, por primera vez, había sonreído, pero así como sonrió, se esfumó en segundos aquel gesto, haber escuchado como Anne había intentado intimidar y humillar a su asistente, había decidido hacer algo sin duda alguna, pero antes, tenía que hacer algo.
Ya en su oficina y recoger su abrigo, miró el reloj y estaba a punto de salir de la oficina central para ir con su asistente a hacer lo que había pensado al verla en ese uniforme. Amelie, la secretaria de él, tocó la puerta de cristal deteniendo su salida, Hans le hizo señas de que pasara.
―Disculpe, señor Hans, la señora Dubois ha dejado lo que le pidió por la mañana.
―Bien, gracias. ―luego regresó a su escritorio para dejarlo sobre la superficie de este, al volverse para tomar camino, la secretaria aún siguió de pie en el mismo lugar, Hans arqueó una ceja. ― ¿Otra cosa? Tengo un asunto muy importante que hacer. ―la molestia en él, era visible.
―Quiero decirle que no era mi intención seguirle el juego a la señora Dubois…―comenzó a decir Amelie intentando no irse entre las piernas de la francesa.
―Y si le interesa mantener su puesto, debería de evitar hacerlo. Yo no doy segundas oportunidades y por más secretaria que sea de Heinrich, el que manda en este momento soy yo. ―Amelie abrió sus ojos un poco más de lo normal, algo tensa y temerosa de perder su puesto.
Ella negó rápidamente.
―Me interesa mantener mi puesto. ―Hans afirmó brevemente. ―Gracias señor Müller. ―luego Amelie hizo un gesto con su cabeza y se retiró, Hans presionó sus labios con dureza. Al salir, dejó indicaciones de que no se le molestara al celular a menos que fuese realmente importante. Al bajar al lobby, se encontró con el jefe de seguridad de Heinrich, se sorprendió al verlo, «¿No se supone que está con Heinrich en ese viaje?» se preguntó Hans al detenerse y prestar atención cuando se estaba acercando a él.
―Señor Müller. ―saludó profesional Thomas, el jefe de seguridad de Heinrich.
―Señor Thompson, ¿Qué hace aquí? ¿No se supone que debe de estar con mi hermano en su viaje?―Thomas se tensó.
―Vengo a ofrecer mis servicios, yo y mis tres hombres. Sé qué aún no tiene una escolta de seguridad fija. ―Hans se sorprendió al escucharlo.
― ¿Qué ha pasado? ―preguntó Hans al cruzarse de brazos, el ruido de la gente que iba llegando a hospedarse, le hizo mirar de manera fugaz.
―El señor Müller, nos ha despedido. ―Hans no se creía lo que estaba escuchando, era su fiel escolta.
― ¿Y cuál fue el motivo del despido?―Thomas se tensó.
―Dijo que no nos necesitaba y nos despidió sin más. ―Hans no caería en ello, conocía bastante a su hermano mayor, debía tener una intención oculta para que ocupara la escolta que siempre lo protegía. ¿Acaso quería saber sus pasos? ¿Tener el control como siempre?
―Bien, ―dijo Hans mostrando como si no le siguiera extrañando la situación. ―Voy a salir en diez minutos con mi nueva asistente, pueden empezar ahora. ―Thomas afirmó y les hizo señas a sus tres hombres vestidos de negro, ―Informa a la escolta anterior que no me asistirá más, que ustedes serán los que tomen el puesto. ―Thomas afirmó, luego se acercó a hablar con el chófer que tenía el auto estacionado en la entrada al hotel, Thomas estaba dando nuevas órdenes y confirmó al otro personal que ellos serían la escolta de seguridad de Hans.
Hans observó en silencio todo movimiento de ellos, disimuladamente actuó como si estuviera mirando algo en su celular, pero lo que no sabía Heinrich era que, Hans siempre tenía un pie adelante para protegerse, aunque esta fuese su propia familia.
―Lista, señor. ―escuchó la voz melodiosa de Aura a su espalda, se giró y la vio. Ahora sabía que tenía un hermoso color gris en aquellos ojos, notó el gesto de ella al no escuchar nada más por parte de él, Hans se aclaró la garganta e hizo un gesto de que siguiera el camino a la salida, Aura se había puesto el pantalón de vestir negro, los tacones y una nueva blusa de vestir en color salmón, era una segunda más presentable que tenía en su guardarropa, pensó que si ya no usaría el uniforme, tendría que ver por primera vez, tomar dinero para comprarse ropa para el trabajo.
Hans le cedió el paso para que subiese al auto blindado que esperaba por ellos, al empezar a avanzar para salir del hotel, Hans la miró detenidamente, ella estaba algo inquieta o incomoda, Hans no sabía descifrarlo, así qué se arriesgó a preguntarle.
― ¿Está todo bien?―Aura giró su rostro hacia a él y sin dudarlo afirmó, no sonrió o hizo algún gesto más, su pose era de seriedad absoluta.
―No sé si puedo preguntarle, pero, ¿A dónde iremos?―Aura sintió como su corazón se agitó con fiereza al ver como el hombre la observó en silencio antes de responderle.
―Necesito hacer unas compras, he llegado anoche a la ciudad, así que como no pensaba quedarme, no traje ropa suficiente. ―Hans contestó lo más educado posible, pero lo que no se podía creer es que hubiese respondido a su pregunta, cuando podría simplemente callar y no dar explicaciones como suele hacerlo, se justificó de inmediato que como es su asistente personal, debía de saber un poco de él, así de cómo saber sus gustos y como trabajaba para que se fuese familiarizando.
―Oh, bien. ―susurró Aura desviando la mirada hacia enfrente, desde su lugar, Hans pudo ver su perfil de manera más cómoda, se veía a simple vista que realmente necesitaba el trabajo, su porte era elegante o eso era lo que le mostraba a él, sus manos en el regazo, notó que sus uñas eran cortas y que…se las mordía, un hábito que odiaba Hans en una mujer.
Así se fueron en silencio durante las dos horas y media de camino a la ciudad, Hans necesitaba algo más rápido si se iba a quedar estos meses en el hotel. Pediría de inmediato su helicóptero o si era necesario comprar otro, lo haría, así no perdería tanto tiempo en viajar a la ciudad.
Llegaron a un edificio alto, de espejos gigantes, uno de los hombres, abrió la puerta del lado de Hans, luego bajó Aura, quien de inmediato se puso detrás de él para empezar a seguirlo. Ya no tardaba en terminar la tarde y darle la bienvenida a la noche.
Entraron al gran edificio y un grupo de hombres en trajes elegantes, esperaban por el señor Müller.
―Señor Müller, bienvenido. ―hicieron un tipo de movimiento elegante para que pasara. ―Tenemos todo listo. Está todo en el piso cuarenta. Puede subir al elevador exclusivo, nadie más podrá subir o bajar mientras usted esté ahí. ―el hombre elegante le informó. Mientras caminaban por el lobby, Aura intentó no perder el equilibrio al caminar en esos tacones, se llevó una mano en el moño que tenía, sintió como este se aflojaba conforme iba avanzando, hasta que se detuvo bruscamente ya que estuvo a punto de chocar con la espalda de Hans. Al darse cuenta Aura, habían llegado a las puertas de un elevador grande, con puertas de acero inoxidable en un color negro. Hans se volvió para mirarla, esta tenía sus mejillas sonrojadas y eso le llenó de curiosidad.
― ¿Pasa algo? ―ella negó cuando levantó la mirada hacia a él.
―No pasa nada, señor. ―Las puertas se abrieron y entraron, solo Thomas es quien subió al elevador con ellos, dejando a los tres hombres custodiando el lobby y el elevador privado.
Thomas miró los números de los pisos mientras subían en el elevador, Hans se recargó al final para quedar a la par con Aura quien había hecho lo mismo. Miró los tacones de Aura, parecían gastados, al igual que el pantalón de vestir, luego subió hasta ver detenidamente cada detalle de la blusa color salmón, tenía un diminuto hilo colgando de la manga, cerca de su muñeca, Hans no se dio cuenta de su movimiento, ya que solo quería retirarlo, pero se sorprendió al ver el reflejo rápido de ella al retirar de repente su mano y evitar que la tocara, él se quedó quieto.
―Lo siento, solo quería retirar un pequeño hilo…―Hans comenzó a explicarse, pero notó que Aura no dijo nada, ella se había quedado congelada en su lugar, él no terminó sus palabras y miró detenidamente por unos segundos más a la mujer a su lado. ¿Por qué había reaccionado de esa manera? ¿Era reflejo o de plano no le gustaba que cruzaran su línea personal? Hans retiró sus preguntas dentro de su cabeza y se trató de enfocar en el momento.
―Lo siento, fue un reflejo. ―Aura intentó mostrar una mueca, quizás una copia cálida de una sonrisa a medias, pero no pudo, el hombre a su lado era bastante intimidante, bastante alto para ella a pesar de ir en tacones, tenía un aire de oscuridad y aunque era su jefe y hasta ese momento se había portado amable con ella, tenía que mantenerse alerta y marcar esa línea. No le gustaba que un hombre la tocara desde aquel suceso en el pasado.
―No, lo siento yo, no era mi intención incomodarte, solo un hilo diminuto y…―Hans se tensó, ¿Por qué seguía explicándose a su asistente? Aura miró el hilo al que se refería su jefe, y de un tirón discreto, lo retiró. La campana del elevador, anunció la llegada al piso cuarenta. ―Hemos llegado. ―anunció Hans saliendo detrás del hombre de seguridad, estaba a punto de cederle el paso a Aura, pero se negó, tenía que retomar aquel hombre frío e intimidante, la joven mujer, era solo su empleada, así que tenía que portarse como una.
―Bienvenidos, señor Müller. ―dijo una mujer hermosa de cabello rubio, Aura miró el lugar repleto de lujo, era una tienda departamental, pero bastante elegante, estaba escuchando a la rubia a lado de su jefe que le anunció las marcas más famosas por haber, Aura solo miró la alta figura frente a ella, Thomas se había quedado en las puertas del elevador, esperando.
―Gracias, pero primero necesito que atiendan a la mujer que viene conmigo. ―Aura dejó de mirar a su alrededor para mirar hacia su jefe quien se estaba dejando caer en el sillón de cuero negro, la rubia no pudo evitar arquear una ceja de manera fugaz al escuchar al hombre, luego miró a la mujer. La rubia repasó discretamente a Aura.
―Oh, ―la rubia regresó la mirada a Hans. ― ¿Algo en especial? ―Hans miró a Aura de pies a cabeza disimuladamente.
―Quiero los mejores conjuntos de vestir, ―miró a la rubia. ―Falda tipo tubo, camisas de vestir de seda en todos los colores, zapatillas a juego con cada color, excluya el color…―miró la blusa de Aura. ―…ese color. ―Aura miró su blusa y se sonrojó.
―Bien señor, ―sonrió descaradamente, Hans le hizo señas que se concentrara en la mujer frente a ellos. ―Sí, sí, ¿Gusta algo de tomar mientras espera? ¿Champagne? ―Hans negó.
―Manda al mejor hombre de ropa de caballero para ver los trajes que pedí que tuviesen para mi llegada. ―la rubia afirmó a toda prisa y se fue a llamarlo, en ese momento Aura y Hans se quedaron solos, había una música de fondo.
―No es necesario, señor Müller.
Hans presionó sus labios con dureza.
―Es totalmente necesario, señorita Maxwell. ―usó un tono serio y cargado de frialdad. ―Además, ―arrugó su ceño. ―Es raro que no haya más uniformes, así qué…―miró a Aura. ―…los compraré.
―Bastaría solo con un par de…―Hans la interrumpió.
―Una de las reglas que tengo es que no se me discute mis decisiones, señorita Maxwell. Así que apunte en mayúsculas eso. Si tomo decisiones, no me gusta dar explicaciones, si le quiero comprar un maldito uniforme, lo haré y punto. ―Aura sintió la boca del estómago crecer al escucharle como le habló, afirmó lentamente y no volvió a decir nada más, si quería conservar ese trabajo debía ser más inteligente…
Capítulo 9. Una pesadilla
Después de una tarde-noche agitada midiéndose cada conjunto, cada falda, cada calzado de marcas famosas, Aura entró a la casa dónde ahora estaría viviendo, Meryl estaba sentada cenando cereal en el comedor, cuando vio a un par de hombres del hotel cargando bolsas y bolsas de marca, a lo último entró Aura, se le veía la cara de cansancio.
― ¡Aura! Wow, ¿Qué es lo que está pasando aquí?―dijo Meryl levantándose de su silla, los hombres desaparecieron dejándolas a solas finalmente. Aura se dejó caer en uno de los grandes sillones de la sala.
―Mis uniformes. ―Aura dijo finalmente, Meryl se acercó y comenzó a mirar el interior de una bolsa, entonces jadeó al ver la caja de zapatos con la marca GUCCI.
―Oh, Dios mío, ―susurró sacando unas zapatillas negras de tacón, eran hermosas, discretas y podría combinar con todo, ―Están hermosas. ―las miró detenidamente y sonrió. ―Calzamos igual.―luego guiñó el ojo de manera divertida a su amiga que pareció no tenerla emocionada ni feliz del todo todas esas compras. ― ¿Qué pasa? ¿No te gustaron?
―Sí, todo es hermoso, los conjuntos ejecutivos son de mi talla e jodidamente perfectos para el puesto. Lo que me preocupa es cuanto me van a descontar de mi sueldo, ¡Es un dineral lo que ha gastado, Hans!―Meryl se quedó atónita.
― ¿Quién es Hans?―arrugó su ceño.
― ¿Quién crees? Mi jefe. ―Meryl se sorprendió, no sabía el nombre del señor Müller, ya que solo se dirigía por los apellidos.
―Oh, tiene un nombre bastante… ¿Es alemán? ―Aura hizo un gesto de que no sabía, luego, sonrió Meryl acercándose a su amiga, se sentó en la superficie de la mesa que adornaba la sala, quedando frente a ella. ―Quita esa cara, tu no pediste que te lo comprara, si salió sin que se le dijera, no creo que se te descuente, supongo que pudo haber visto que no tenías uniforme, y quería verte presentable…
―No lo sé, mañana a primera hora preguntaré, nunca está de más cerciorarse.
―Pues sí, ―Meryl sonrió. ― ¿Te ayudo a colgar toda la ropa?―Aura afirmó aliviada por la ayuda.
***
«―¿Por qué simplemente no te entregas a mí?―la voz del hombre en la oscuridad la hizo temblar, él estaba sobre ella, apenas la poca luz se reflejó en su mirada oscura, la tenía aprisionada contra el suelo lleno de ramas en aquel bosque, lejos del pueblo, él intentó entrar entre sus piernas mientras Aura intentaba soltarse, una mano pudo salir del agarre de él y con ella, golpeó su rostro, sus uñas se enterraron en su barbilla con ira, él gritó del dolor, sin duda dejaría una cicatriz, al soltar la otra intentó golpearlo para impedir sus intenciones, pero él era más fuerte que ella…»
Aura despertó inundada en sudor, el corazón latió a toda prisa, el sabor del miedo aún estaba en su boca, las lágrimas caían por sus mejillas rojizas, miró por la habitación y se centró en que era una pesadilla. Solo una pesadilla. Un recordatorio de su huida del pueblo. Entonces se llevó una mano a su pecho, todo era tan nítido, se sintió tan real…
Y las pesadillas habían regresado con más fuerza.
Cinco de la mañana, Aura estaba mirándose las ojeras en el espejo de la cómoda que estaba en la habitación, miró las pocas pinturas y maquillaje que tenía, ¿Cómo se cubriría la falta de dormir bajo esos ojos? entonces se hizo una nota mental de ir de comprar con Meryl y comprar maquillaje y lo que hiciera falta, así que decidió cubrirlas con lo poco que tenía, ir lo más sencilla y discreta, un poco de color en sus labios, mejillas y pestañas.
Escuchó la puerta cerrarse a lo lejos, se levantó y caminó a la salida de la habitación, se asomó y vio a una mujer vestida de cocinera salir de la casa, luego Meryl apareció cepillándose los dientes. Agitó su mano a su amiga en saludo, luego retomó lo suyo. Aura al entrar, miró el conjunto colgando del armario, era un conjunto de dos piezas -saco y falda- en color azul oscuro, en la duela debajo, unos zapatos cerrados, de la punta de este era puntiaguda, y hacía juego con el resto. Se recogió de nuevo el cabello ahora agregando más brochos para sostener su larga cabellera castaña y ondulada.
Seis de la mañana y recibió el primer mensaje de Hans, le envió un mensaje de texto con el número de habitación y el desayuno que suele tener a primera hora antes de trabajar, Aura fue directamente a la cocina a ordenar el pedido, esperaba ansiosa, notó las miradas de muchos empleados del área, Aura realmente se veía espectacular, llamaba la atención que era la única mujer de cabello castaño en el hotel, aunque no tenía la talla del resto de las empleadas, ella realmente resaltaba.
―Aquí tiene. ―anunció una cocinera, le entregó la charola y se lo puso en el carro de servicio. ―Tiene que subir por el elevador. ¿Ahora tendrás la tarea de llevarle el desayuno?―Aura afirmó en silencio mirando que todo estuviera en orden y no faltara nada. ―Que privilegiada. ―Aura levantó la mirada a la mujer que estaba frente a ella. ―buen día…―luego desapareció por la cocina. Aura siguió su camino hasta llegar al elevador cristal y que era exclusivo. Antes de cerrar las puertas, Anne entró deteniendo una puerta, Aura se tensó.
―Vaya, vaya, no te reconocí por un momento, pero al ver tu cabello castaño deduje que eras tú. ―dijo Anne en un tono petulante cuando las puertas del elevador se cerraron frente a ella.
―Buenos días, señora Dubois. ―saludó educadamente Aura, Anne arqueó una ceja.
―Veo que lo que quería Hans era una sirvienta.
―Asistente, señora Dubois, asistente. ―dijo Aura, miró los números que se acercaban al piso dónde tenía que bajar.
―Deberías ir con pies de plomo conmigo, Maxwell. ―Aura miró a Anne.
― ¿Y por qué debería? ―preguntó irónica.
―Por qué Hans solo estará seis meses al mando, ¿Y después? ¿Seguirás siendo su asistente? Por qué él regresará a Alemania, así que no cuentes con que te vas a quedar en el hotel o en el club.
Las puertas de cristal se abrieron y mostraron a un Hans molesto, Anne se enderezó y sonrió de manera hipócrita hacia a él. Aura apretó las manos en el fierro de acero inoxidable del carro de servicio, Hans se hizo a un lado para que su asistente saliera, pero cuando Anne iba a salir, Hans la bloqueó, ella alzó sus cejas con sorpresa.
―No tienes nada que hacer en este piso.
―Está mi habitación, por si no lo recuerdas.
―Lo recuerdo bien, pero ¿Qué crees? Te has mudado.
Anne se tensó al escuchar a Hans.
―No me he mudado. Nadie puede dar la orden de desalojar mi habitación sin mi consentimiento.
―Pues así lo he hecho, este piso será solamente para mí, así que no te quiero cerca, ni rondando ni enviando a tu personal.
―No puedes hacer eso. ―Hans le lanzó una mirada cargada de frialdad.
―Soy uno de los dueños, así que puedo. ―le guiñó el ojo. ―En recepción te darán la información de tu nueva habitación.
Presionó el botón para que las puertas de cristal se cerraran, Anne no dijo nada por qué si hablaba, le rompería la cara, lo que había hecho, era claramente una declaración de guerra por lo del uniforme de la asistente. Al seguir bajando, Anne golpeó la puerta de cristal con furia, luego se miró en el espejo a su espalda.
―Si guerra quieres… guerra tendrás, Hans.
Capítulo 10. Herramientas
Hans le hizo señas a Aura para que entrara a la habitación, ella dudó por un momento, ya que era la privacidad de su ahora jefe, pero entró al ver el gesto de irritación por parte de él.
Dejó el carro del servicio con el desayuno cerca del gran comedor, luego se enderezó y se pasó las manos por su saco azul marino, tenía nervios por ser su primer día oficial de trabajo como su asistente.
Hans se sentó en la silla del gran comedor de la suite, era la habitación más cara y las más elegante del hotel. Se terminó de abrochar la camisa semi-abierta, Aura notó que estaba descalzo, «Vaya que tiene bonitos pies. » Aura se aclaró la garganta intentando alejar ese pensamiento que quién sabe desde dónde había salido. Hans la miró.
―Toma asiento. ―le señaló la silla al lado de él, ella afirmó y se acercó. Hans tomó una caja y la acercó hasta quedar frente a ella sobre la mesa, Aura arrugó su ceño. ―Es tu IPad. La vamos a ocupar bastante. No quiero que te ofendas con mi pregunta, pero, ¿Sabes usar este tipo de tableta?―Aura quiso soltar un bufido por su pregunta. ¿Daba una imagen de ser tan ignorante y pobre?
―Solía tener una…―dijo de manera sincera, presionó sus labios y aparecieron sus hoyuelos, Hans se dio cuenta de ese detalle en sus mejillas, era algo que rara vez veía en las mujeres, intentó marcar una línea, no solía inmiscuirse en la vida privada de sus empleados, no lo ha hecho en los demás que administró y no lo haría ahora.
―Bien, perfecto, la usarás para el trabajo, subirás todo a la nube que se conectará con la mía, así como la agenda que llevaré en estos meses, los eventos que daremos en el salón principal. ―Aura afirmó.
― ¿También los eventos del club?―Hans se tensó y la miró en silencio por un par de segundos.
―También, pero el club es más privado, es para cierto grupo de clientes… ―Aura siguió escuchando atenta, ―Es un club con…―detuvo sus palabras por un momento. ―Mejor te llevaré para que sepas de que hablo, además, me gustaría que te familiarizaras con todo esto, lleves cada detalle en esa tableta y en tu cabeza. ―Aura afirmó lentamente. ―Bueno, entonces, primero desayunaremos. ―Hans se levantó y se acercó al carro de servicio. ―Vaya, está aún caliente. ―murmuró al mismo tiempo que Aura se levantó para ayudarle, pero él negó. ―Toma asiento, ¿Te gusta los panqueques?―Aura sí que no había escuchado mal, había dicho: «Desayunaremos» ósea, él y ella. En la misma mesa.
―He desayunado ya, señor. ―Hans negó.
―Mentirosa. ―Aura alzó sus cejas con sorpresa. ―Otra regla importante, desayunar conmigo. Hablaremos de la agenda mientras llenamos nuestros estómagos. Además, el desayuno es el motor del día, si no lo hago, mi día es horrible. ―guiñó el ojo de manera divertida. ―Anota eso en tu cabeza. ―Aura se quedó callada, y entonces Hans pensó que quizás estaba a dieta o algo.― ¿Estás bajo un regimiento de alimentos especiales?―Por no decir la palabra, «dieta»
―No, claro que no, es solo que…―Aura se avergonzó, desde hace dos años, comía sola y alejada del mundo a su alrededor.
―Anda, los panqueques son exquisitos. ―le sirvió un plato en el lugar donde estaba anteriormente sentada, Hans le hizo una seña de que se sentara, al hacerlo, el aroma de los panqueques, le llenó las fosas nasales a Aura y su estómago gruñó, Hans lo alcanzó a escuchar cuando se acercó con su plato de comida.
―Y no estaba equivocado, no has desayunado. ―Aura lo siguió con la mirada hasta que tomó lugar a su lado.
―Seré sincera, pero, ¿No cree que esto es «poco profesional»? Es mi jefe y yo su empleada, debería de comer en mis horas de descanso y en un lugar de empleados o algo así…―finalmente lo dijo Aura, eso era lo que le incomodaba, que estaba cruzando una línea que nunca había cruzado en su trabajo, nunca hizo amistades con nadie, mucho menos con hombres, y ahora, en su primer día, estaba sentada en la mesa de la suite de su jefe, a punto de desayunar.
Hans la miró detenidamente, se había irritado al escucharla.
―Bueno, las reglas las pongo yo, señorita Maxwell, si le molesta desayunar conmigo y ver mi agenda del día, se puede levantar, llevarse el IPad y cuando termine de comer mi desayuno, vemos lo de la agenda. No es que le estuviese pidiendo matrimonio… ―Aura se tensó, pensó que había cometido un error al ser directa.
―Señor Müller, yo…―intentó disculparse, pero Hans ya estaba molesto, levantó una mano para que no dijera nada más.
―Espere en la oficina central, cuando termine la veo ahí, puede marcharse ahora. ―Aura estaba con el corazón agitado con fiereza, pasó saliva con dificultad, luego afirmó, se levantó y se disculpó, caminó a la salida y se encontró con el equipo de seguridad de ayer en la tarde.
Hans miró cada detalle de Aura hasta que desapareció de su vista, sí que había hecho una buena elección en el uniforme, no mostraba mucho su figura y se veía muy profesional. Mientras que Aura salió al pasillo, Thomas la miró con curiosidad.
― ¿Está todo bien, señorita Maxwell?―Aura no sabía si esperar mejor ahí en el pasillo con el personal de seguridad, aunque su jefe dijo que esperara en la oficina central.
―Sí, sí todo bien, ―Aura mejor siguió su camino hasta el elevador para ir a la oficina central y esperar.
Hans terminó su desayuno y al terminar de alistarse para bajar, recibió una llamada, al ver la pantalla, era Alfons, su otro hermano.
―Buen día, Alfons, ¿Por qué tan temprano tu llamada?―Hans caminó hacia el ventanal que daba a los jardines Müller.
―Buen día, Hans, quería saber cómo estabas, sigo preocupado por tu estadía ahí, por la escapada de seis meses de Heinrich…―sí que sonaba preocupado su hermano.
―Estoy bien, tranquilo, es mi segundo día al mando y no he tenido trabas…aún.
Alfons sonrió del otro lado de la línea.
―Me imagino que nuestro padre ya te ha visitado, ¿No?―Hans torció sus labios.
―Así es, ayer mismo ha hecho su visita. ―Hans se llevó una mano al interior de uno de sus bolsillos del pantalón de vestir y no retiró la mirada del paisaje verde frente a él.
― ¿Te ha dicho algo acerca de tu tratamiento?―preguntó Alfons con precaución, ya que a Hans, no le gustaba hablar de eso con nadie, pero quería saber si su padre lo había fastidiado con ello.
―Sí, se ha ofrecido a darme el mejor médico pero le he dicho que no es necesario, intentó fingir que le importaba, pero conozco a nuestro padre.
―Por eso es que me preocupa que estés ahí, no has tenido episodios desde la última vez de aquella pelea, según debes de estar alejado de todo aquello que te quiera hacer explotar y eso incluye nuestra familia. ―Hans cerró los ojos y luego suspiró, por un momento no dijo nada a su hermano, pero Alfons sabía que estaba recordando. ―Lo siento, no quería sacarlo a plática, solo quiero que estés bien y que no te metan en problemas.
Hans abrió sus ojos.
―Lo sé, eres el único de nuestra familia que se preocupa, y lo agradezco.
―Eres mi hermano, y siempre estaré apoyándote.
―Gracias, ¿Y cómo te está yendo? ―platicaron unos cinco minutos más de temas triviales.
Aura esperaba algo impaciente en la sala de espera afuera de la oficina central, Amelie no había llegado aún a su puesto, aún faltaban veinte minutos para que lo hiciera, entonces la campana del elevador se escuchó, Aura se levantó a toda prisa y se acomodó el conjunto, llevaba la tableta contra su pecho. Hans apareció y aun pareció que seguía molesto, se imaginó Aura. Entró Hans a la oficina y comenzó a explicarle a Aura cada detalle del hotel, pasaron los veinte minutos y apareció Amelie, se sorprendió al ver que su jefe y su asistente estaban en el interior de la oficina. Recordó en la metida de pata que casi le podría haber costado su trabajo, al parecer, Dubois no tenía tanto poder al final, ya que Heinrich, su defensor, no estaba aquí y quién sabe si regresará.
―Ahorita en una hora más, iremos al club, te mostraré todo lo que hay ahí, solo que hay zonas que no es necesario que estés al tanto. ―Aura afirmó, luego la curiosidad le picó en la nuca.
― ¿Puedo hacer una pregunta? ―Hans detuvo la búsqueda de documentos sobre el escritorio, luego la miró.
―Adelante. ―dijo Hans.
― ¿Qué significa el nombre del club? ¿E-Einsam?
―Significa “Solitario” en alemán.
Aura abrió un poco más sus ojos.
―Solitario. ―repitió la palabra en un tono más bajo.
―Lo fundó mi tata tatarabuelo, el primero fue en Alemania, luego se expandió junto con los hoteles, haciendo un tipo de “dúo” me refiero a hotel-club. ―al ver que Aura no iba a seguir preguntando más, bajo la mirada a los documentos.
―Interesante. Iré un día y…―Hans soltó un golpe con su mano en forma de puño contra la superficie del escritorio de cristal.
― ¡No es para ti!―dijo de manera tajante. Aura estaba quieta y en silencio, el golpe en el escritorio la había hecho brincar en su lugar. “¿Pero qué es lo que le pasa a este hombre?” Intentó cerrar el tema limando la tensión que se había quedado entre los dos.
―Lo siento. ―hizo una pausa. ―Supongo que no es para mí por qué es obvio que no puedo pagar la membresía. ―luego intentó poner una sonrisa a medias, pero eso enfureció a Hans, se pasó una mano por su cabello de mechones largos que tenía peinados para atrás, intentó controlarse.
―No me refiero a que no puedas pagar la membresía, el club es solo para caballeros, y tú no puedes entrar…
Capítulo 11. En la distancia
París, Francia.
Heinrich dio un sorbo a su bebida, cerró los ojos saboreando el ardor que se deslizó por su garganta, luego abrió sus ojos para mirar el paisaje frente a él.
―Señor Müller, aquí tiene su periódico. ―anunció el ama de llaves de aquel ático. Heinrich se giró hacia la mujer ya mayor, luego tomó.
―Gracias. ―la mujer negó al ver el vaso de cristal en su mano.
―No ha desayunado, señor. ―Heinrich presionó sus labios.
―Estoy bien. ―luego la mujer desapareció al ver el mal humor de su jefe.
Heinrich se sentó en el sillón cerca de la ventana de dónde estaba, dejó el vaso en la mesa del centro y se dispuso a leer el periódico. Pero no estaba prestando atención, los reportes que le habían llegado hace una hora por parte de Anne, lo tenían inquieto. ― ¿Una asistente? ―soltó un bufido, luego negó chasqueó la lengua lanzando al mismo tiempo al otro sillón a su lado el periódico. ― ¡Una maldita asistente! ―gritó con mucha molestia, Anne no estaba cumpliendo con su pedido, ahora se había interpuesto una mujer y estaba sospechando que Hans se estaba aferrando a ella para evitar ser expuesto. El timbre del celular sonó y de inmediato miró, la pantalla anunció a su padre, Heinrich torció su labio en irritación y luego contestó en un tono amable y educado. ―Buen día, padre.
―Para mí no lo es, Heinrich. ―contestó su padre irritado del otro lado de la línea. ―Ahora quiero saber por qué es que te has desaparecido así sin más.
Heinrich se pasó una mano por su cabello desarreglado.
―Tengo unos asuntos que arreglar, regresaré en unos meses.
― ¿Por qué necesitas tantos meses? ¿Qué mierdas has hecho ahora? ¿Cuánto es lo que me va a salir limpiar tu cagadero?
Heinrich enfureció.
―Ya lo estoy arreglando yo. No tienes por qué preocuparte…
―Cuando dices eso, es cuando me tengo que poner más alerta y preparado para llamar a mi mejor abogado para librarte de algo. ―se impacientó. ― ¡Dime que hiciste ahora!
―Me he acostado con una mujer que es casada, ¿Ya? ¿Contento?
― ¿Por qué debería de estarlo? Siempre sueles salir con este tipo de situaciones, tu adicción al sexo me ha acarreado no un problema, si no varios y estás empezando a colmar mi paciencia.
―Lo estoy solucionando y…―Heinrich fue interrumpido por su padre.
― ¡No lo estás haciendo mientras huyes del país! ¿Crees que estás solucionando ese asunto mientras te escondes en mi ático en Francia? ¿De quién es esposa? Dame nombre.
―Es de Salvatore Bagarella.
― ¿Me estás diciendo que te has acostado con la esposa del jefe de la mafia italiana? ―Heinrich soltó un largo suspiro, acostarse con ella de la manera que lo hizo, no lo hizo arrepentirse, la mujer había cumplido uno de tantos sueños eróticos que tenía.
―Sí, ella.
―No meteré mis manos por ti esta vez.

Deja una respuesta