La esposa cautiva del jeque del desierto de AKASH HOSSAIN pdf
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¿He conocido a alguien con quien me gustaría casarme? Rashad, príncipe heredero de Bakhar, estuvo a punto de reírse a carcajadas al considerar la pregunta de su padre, formulada con suavidad. Sin embargo, sus buenos modales le impidieron dar una respuesta tan contundente. No, me temo que no».
El rey Hazar observó a su hijo y heredero con disimulada inquietud. La verdad es que el nacimiento de Rashad lo había bendecido, pues su hijo era todo lo que un futuro monarca debía ser. Sus excelentes cualidades habían brillado como un faro durante los oscuros días en que Bakhar había sufrido bajo el despótico gobierno de Sadiq, el tío de Hazar. A los ojos del pueblo, Rashad no podía hacer nada malo; había soportado muchas crueldades, pero aun así había salido como un héroe de la guerra que había restaurado la línea legítima del trono. Incluso los rumores de que el príncipe heredero era considerado un notorio mujeriego en el extranjero apenas levantaron una ceja, ya que se aceptaba que se había ganado el derecho a disfrutar de su libertad.
Llega un momento en el que un hombre debe sentar la cabeza», comentó el rey Hazar con toda la torpeza de quien nunca ha dejado de lado sus costumbres. Y dejar de lado las actividades más mundanas».
Rashad, con sus rasgos delgados y de gran belleza, miraba fijamente los exquisitos jardines que eran el orgullo de su padre. Tal vez, cuando fuera mayor, él también se emocionaría con la poda de árboles, reflexionó con ironía. Aunque sentía un gran afecto por el anciano, padre e hijo no estaban unidos. ¿Cómo iban a estarlo? Rashad sólo tenía cuatro años cuando fue arrancado de los brazos de su madre y se le negó todo contacto con sus padres. En las dos décadas siguientes, había aprendido a no confiar en nadie y a seguir su propio consejo. Cuando se reunió con su familia, ya era un adulto, un superviviente y un soldado curtido en mil batallas, entrenado para poner el deber y la disciplina por encima de cualquier otra virtud. Pero en este asunto concreto no estaba dispuesto a cumplir las expectativas de su padre.
No quiero casarme -declaró Rashad con rotundidad-.
El rey Hazar no estaba preparado para esa audaz respuesta, que no ofrecía ni una disculpa ni la posibilidad de un compromiso. Asumiendo que había abordado el tema
Creo que el matrimonio contribuirá en gran medida a tu felicidad», dijo con seriedad.
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