La Implacable Detective Lina Santiago de Mary Bastidas pdf
La Implacable Detective Lina Santiago (Implacables nº 1) de Mary Bastidas pdf descargar gratis leer online
Una madama sabueso con un signo dominante, esforzado e feroz es infeliz por el acto sexual que siente hacia su nuevo compadre de trabajo. Sin embargo, su encanto por él no le será suficiente al instante en que éste se convierta en sospechoso de la rotura de su madrastra.
Despertó de madrugada, asustada, pero alerta, al ser sorprendida por una llamada. Tomó su arma al instante como un reflejo, aquella que siempre colocaba sobre la mesita de noche junto a su cama y al contestar, solo escuchó la respiración de una persona.
– ¡¿quién es?!… ¡¿qué es lo que quiere?!
Pero no hubo respuesta…
– ¡Es la tercera vez que me llama! ¡Ya deje de molestarme!
Colgó con rabia para luego dejarse caer en la almohada rendida del sueño, pues sabía que ya no podría recuperar el sueño y, para colmo, debía presentarse al día siguiente muy temprano en la oficina de su jefe, el Capitán Fabián Ortiz.
Una semana antes, su hermana, Jenny Santiago, una estudiante de Psicología Forense, había sido violada por un hombre que entró a su apartamento en horas de la noche. Jenny despertó asustada, gritando, pero nadie la oyó pues éste la había amordazado con cinta adhesiva mientras aún dormía. Intentó golpearlo, pero el asaltante retuvo sus muñecas con fuerza inmovilizándolas. Lamentablemente, estaba muy oscuro y Jenny solo pudo ver su sombra sobre ella.
La Detective Lina Santiago, llegó al apartamento una hora después de los hechos, pues aquella noche había estado en una operación especial para capturar a un traficante de drogas. No le fue necesario usar su llave pues la puerta no tenía puesto el seguro. Inmediatamente, sacó su arma y entró en silencio hasta llegar al cuarto de Jenny donde la encontró semidesnuda, presentando varios hematomas y moretones en su boca, muñecas y zona genital. Lina juró encontrar al culpable.
La noche anterior no había podido dormir bien gracias a aquella llamada nocturna, por eso al llegar a la oficina, fue primero por su habitual taza de café sin azúcar y sin leche y luego se dirigió a la oficina del Capitán Ortiz, presintiendo el tema de la reunión.
Entró sin antes tocar a la puerta, y se encontró con aquel señor obeso de cincuenta años, a quien quería como a un padre, sentado en su escritorio. Era más alto que ella, de tez morena, cachetón, nariz grande, labios gruesos y bigote negro. Su cabello negro ya mostraba una gran cantidad de canas esparcidas al azar. Vestía ese día un pantalón de tela gris, una camisa manga larga abotonada color blanco y su habitual corbata, en esta ocasión, de líneas diagonales azul marino y blanco.
– Buenos días — saludó Lina sin entusiasmo.
– Lina, ¿Qué son horas estas de llegar? – exclamó Ortiz.
– Lo siento jefe, anoche no dormí bien, ¿ya vio mis ojeras? — contestó Lina y luego bebió de su taza.
– Está bien Lina, te mandé llamar porque quiero presentarte a tu nuevo compañero, el Detective Josué Velázquez, hoy es su primer día, quiero que ambos investiguen el caso de Jenny Santiago; Detective Velázquez, le presento a la Detective Lina Santiago que como ya le indiqué anteriormente, es la hermana de la víctima.
El Detective Josué Velázquez se levantó de la silla y volteó a verla. Era un hombre alto, delgado y atlético. Su aspecto era muy profesional a diferencia de la Detective Lina Santiago quien, como de costumbre, vestía de negro como una especie de luto perpetuo. Velázquez vestía formal, chaqueta y pantalón de tela, usaba lentes que resaltaban sus ojos color almendra. Cabello negro brillante. Apuesto en realidad, pero Lina no lo notó. Velázquez, por su parte, admiró de arriba abajo su cuerpo esbelto y su cabello negro, el cual contrastaba con su piel blanca y sus ojos verdes enmarcados en aquellas cejas perfectas los cuales lo embrujaron al instante. Se miraron fijamente a los ojos, serios, manteniendo el profesionalismo. Velázquez le ofreció su mano para saludarla.
– ¡Es un placer conocerla, Detective Santiago!
– lamento no poder decir lo mismo, Detective Velázquez, pero preferiría trabajar sola en este caso, no necesito su ayuda ni la de nadie para resolverlo
– ¡Lina! — le reprendió su jefe — ¡qué manera tan grosera de recibir al Detective Velázquez! ¡entiendo que esté molesta por lo sucedido a su hermana, pero no justifica que se comporte de esta manera!
Lina se mantuvo seria y callada mientras que el Detective Velázquez la contemplaba en silencio. No parecía ofendido del todo.
– pierda cuidado, Capitán Ortiz, ya me habían advertido sobre el temperamento de la Detective Santiago, pero a pesar de su actitud irreverente, me da gusto conocerla
– Su comportamiento es muy profesional, eso me brinda tranquilidad, acaba usted de demostrar que es muy paciente y tolerante, cualidades que, lamentablemente, no posee la Detective Santiago. Sé que juntos harán un buen equipo para encontrar a ese delincuente. Yo también estoy molesto por lo ocurrido, pero por fortuna, sé controlar mis impulsos mejor que usted, Santiago.
– Disculpe, Capitán, no volverá a ocurrir
– ¡Eso espero! si asigné al Detective Velázquez al caso es por su vasta experiencia en Criminología, además de poseer una Maestría en Psicología
– ¡¿Psicólogo?! ¡Excelente, nos vamos a llevar muy bien! — exclamó Lina con sarcasmo para luego beber de su taza
Al Capitán Ortiz no le agradó su actitud, pero al mismo tiempo la comprendía ya que sabía muy bien que Lina sentía repudio hacia los psicólogos.
– ya puede retirarse, Santiago, aún hay cosas que debo hablar con el Detective Velázquez
– con su permiso, Capitán
– ¡adelante!
Lina se acercó a la puerta, pero se detuvo antes de salir, esperó a que Velázquez se sentara de nuevo para decir con una sonrisa falsa y sarcástica…
– ¡Detective Velázquez, el placer es todo mío!
Luego salió tirando la puerta mientras Velázquez bajó la cabeza sonriendo…
– ¡creo que le agrado! luce demasiado joven para tener 23 años
– ¿está preparado para lo que viene? nadie quiere trabajar con ella, le dicen: ‘la implacable’, supongo que ya entendió el por qué
– no se preocupe, ya se acostumbrará
– ¡Es usted muy valiente! verá, Lina es como una hija para mí, y ya vio que es una muy malcriada, pero a pesar de eso, la adoro, es muy dedicada a su trabajo, a veces violenta, pero eso tiene una explicación que no quise incluir en los expedientes que le proporcioné tres semanas atrás, pues quería que primero conociera lo básico de su personalidad y luego hablarle de su pasado, el cual, a mi entender, es el causante de su mal temperamento
Velázquez se mostró intrigado. El Capitán Ortiz se puso en pie, le dio la espalda e introduciendo las manos en los bolsillos continuó diciendo…
– Detective Velásquez, la información que está a punto de escuchar no debe salir de esta oficina, ¿me comprende? es confidencial
– Tiene mi palabra
– es necesario que usted lo sepa para que tenga una mejor comprensión de la situación
– soy todo oídos
Ortiz suspira.
– Como ya le he dicho anteriormente, Lina es como una hija para mí, pero no lleva mi sangre. Le ofrecí empleo en la Policía como un favor a su madre en su lecho de muerte. Murió de cáncer años después de que Lina huyera de la casa. Días antes de morir, Lilly me rogó que cuidara de sus hijas, me pidió que no las abandonara a su suerte. Conocí a Lilly en un tiempo en que me había separado de Karen, mi actual esposa. Nos hicimos muy buenos amigos, y con el tiempo me enamoré de ella, pero mi amor no fue correspondido pues solo me veía como a un amigo, así que volví con Karen y dejé de verla por un tiempo. Años después me enteré de que se había ido a vivir en unión libre con un tipo que le era infiel y a Lina…
Ortiz hizo una pausa, sus ojos se le humedecieron. Velázquez esperaba en silencio a que continuara…
– …le faltó el respeto en varias ocasiones.
– ¿Cómo?
– Entraba a su cuarto mientras dormía y tocaba sus partes íntimas.
Ortiz hizo una pausa. Suspiró y continuó su relato…
– No queriendo soportar más abusos, Lina huyó de su casa, consiguió trabajo como mesera en un café y de eso vivió hasta que logré encontrarla. Luego la entrené, y le dí trabajo en la Policía; y ella se esforzó hasta convertirse en lo que es hoy.
– Si usted no es su padre, entonces ¿quién es y qué pasó con él?
– Su nombre es Máximo y no sé si aún vive. Lilly solo me dijo que se divorció de él porque le fue infiel con otra mujer. Para ese entonces, Jenny era una recién nacida y Lina tenía tres años.
Ortiz volteó y lo miró.
— Lina aún está resentida con su madre, con su padrastro y con la vida, por eso es tan grosera y agresiva. A veces la reprendo, pero continúa desafiante y rebelde. Es por esta razón que lo mandé llamar para este caso en particular. Creo que usted puede ayudarla mejor que yo. Me han dicho que es muy discreto.
— Así es. — afirmó Velázquez.
— Es justo lo que necesito: un psicólogo que la trate sin que ella se dé cuenta. Los anteriores solo la han exasperado. Lina me ha dicho: “¡No más!”. Admito que la he enviado con dinosaurios, es lógico que se sienta incómoda hablando con hombres que tienen edad para ser su abuelo, pero usted es joven como ella, así que de seguro se entenderán mejor.
Velázquez se puso de pie.
— Haré todo lo que esté a mi alcance por ayudarla, Capitán Ortiz.
— Se lo agradezco, y una vez más le pido que sea cauteloso de forma tal que ella no lo descubra, de lo contrario, Lina no me lo perdonaría, es muy rencorosa.
— Pierda cuidado, seré discreto.
— Finalmente, hay un último dato que debe usted tener en cuenta.
— Dígame.
Ortiz sonríe.
— Lina detesta a los psicólogos. Los aborrece, de hecho.
Josué soltó una carcajada.
— ¡Eso no es muy alentador!
— Sin embargo, veo que usted tiene algo a su favor, su paciencia.
— Estoy convencido de que la necesitaré en grandes cantidades.
— ¡Vaya que sí! Sé que hará un gran trabajo.
— Solo espero no defraudarlo, Capitán.
— ¡Confío en usted plenamente!
Se dieron la mano y luego Velázquez abandonó la oficina.
Tras salir de la oficina del Capitán Ortiz, Lina se dirigió al gimnasio donde otros policías se ejercitaban. Fue a su casillero, se colocó sus guantes y su ropa de entrenamiento para practicar su kickboxing con un saco de boxeador. Comenzó a golpear y patear el saco con mucha destreza mientras balbuceaba…
– ‘Pierda cuidado Capitán, ya me habían hablado de su comportamiento’… ¡psicólogos!
Lina gritó de rabia y golpeó el saco con toda su fuerza. Continuó golpeando y pateando hasta quedar sin aliento y empapada en sudor. Terminado el entrenamiento, fue a las duchas y se bañó. Se quedó inmóvil bajo el agua como un ritual de relajación. Más tarde, ya en su oficina y con el cabello aun mojado, trabajaba en la investigación cuando tocaron a la puerta.
– Adelante
Al ver entrar al Detective Velázquez, le sonrió.
– ¡Detective Velázquez! ¿A qué debo el honor de su visita? – exclamó Lina con sarcasmo
– necesito que me pase el expediente y toda la información relacionada al caso de Jenny Santiago
– por supuesto, deme diez minutos y se lo hago llegar, ¿algo más que esta humilde servidora pueda hacer por usted?
Su sarcasmo evidente le incomodó…
– ¿qué tal si me invita a pasar y sentarme?
– adelante, como si estuviera en su casa… ¿Desea también un masaje en los pies?
Velázquez se acercó al escritorio algo disgustado y le dijo…
– Detective Santiago, apenas van unas horas desde que fuimos presentados y usted no ha hecho sino mostrarse arrogante hacia mí, la razón la ignoro, pero de igual manera me pregunto ¿por cuánto tiempo continuará en la misma actitud?
Lina continuó escribiendo en su computador ignorando su pregunta. Velázquez notó su cabello mojado y como su intención era llamar su atención se aventuró a comentar…
– ¿Estuvo nadando? Su cabello aún está mojado.
A Lina le molestó el comentario, pero continuó escribiendo…
– además de psicólogo, indiscreto ¡interesante! — comentó con una sonrisa falsa
– ¡se ve muy bien así! siempre he dicho que no hay nada mejor que introducir mis dedos en el cabello rebelde de una mujer
– ¿Y a su esposa le gusta que le haga eso?
Velázquez apoyó sus manos en el escritorio, se inclinó hacia ella y le dijo en secreto…
– soy soltero – contestó guiñándole un ojo
Lina se comportó indiferente tomando un bolígrafo para hacer una anotación en una libreta.
– la veré más tarde, Detective Santiago
Al él voltearse, lo observó con un gesto de disgusto y tan pronto cerró la puerta, Lina lanzó el bolígrafo con rabia contra su escritorio.
Al día siguiente, ambos se dieron a la tarea de investigar a fondo la violación de Jenny Santiago. Lina la visitó en el hospital para mostrarle varios sospechosos en base a antecedentes penales e historial de violación. Jenny vio todas las fotos y escogió solamente a dos.
La noche de la violación, Jenny no pudo ver el rostro del asaltante, pues estaba muy oscuro, sin embargo, indicó que, a juzgar por su sombra, debía tratarse de un hombre alto, delgado y que posiblemente tendría barba, pues le fue posible palpar su rostro en el forcejeo inicial y su textura era velluda. Afirmó además que su olor era muy peculiar como si estuviera drogado o alcoholizado. Fue lo único que pudo percibir en la penumbra. El asaltante inmovilizó sus manos con cinta adhesiva y tapó su boca con la misma para evitar que gritara. Usó guantes así que tampoco encontraron huellas digitales.
Velásquez entrevistó al primer sospechoso, pero éste tenía una coartada convincente así que lo descartaron. Llevaron al segundo sospechoso a la sala de interrogatorios, esta vez el Capitán Ortiz presenció la entrevista del otro lado del espejo. Una vez más, Velázquez se encargó de interrogarle y no halló culpabilidad en él, pero Lina no estaba satisfecha. Quería interrogarlo ella misma y mirarlo a los ojos de cerca.
– Capitán Ortiz, permítame que lo interrogue
– Lina, por favor, no empieces de nuevo
– disculpe, Capitán, pero creo que Velázquez no hizo todas las preguntas necesarias
– mis preguntas fueron más que suficientes Detective Santiago ¡ese hombre no violó a su hermana!
– ¡¿cómo puede estar tan seguro?!
– ¡Basta! Estoy satisfecho con el trabajo realizado por el Detective Velázquez, así que no le permitiré objeciones adicionales, Detective Santiago ¿Quedó claro?
– Sí, mi Capitán, muy claro, con permiso
Lina salió rabiosa tirando la puerta.
– tal vez debió permitirle que lo interrogara — sugirió Velázquez
– confíe en mí, lo habría torturado, ya lo está tomando personal por tratarse de su hermana
– Solo está reviviendo el pasado, todo esto le hace recordar los abusos cometidos por su padrastro, es lógico que asuma esa actitud… hablaré con ella
Lina sintió ira al verse colocada en un segundo plano, como si su sexto sentido femenino no tuviera validez alguna. Se sentía inservible e impotente al no poder hacer nada al respecto. Salió de allí directo al baño el cual estaba desocupado en ese momento. Se paró frente al espejo y se contempló a sí misma. Su respiración era algo agitada. Se echó agua en la cara para intentar calmarse, tomó un papel de un dispensador y se secó con él, luego volvió a mirarse en el espejo cuando, en un arranque de rabia, lo golpeó con toda su fuerza convirtiéndolo en pedazos que cayeron al suelo manchados de sangre. Lágrimas de rabia comenzaron a brotar de sus ojos. Recostó su espalda de la pared al sentirse mareada y se dejó caer al piso, lentamente, sosteniendo su mano derecha herida. Encogió sus piernas y ocultó su cabeza entre sus brazos mientras su llanto fue aumentando gradualmente a medida que la sangre continuaba brotando de las heridas en su mano.
Luego escuchó pasos firmes entrando al baño, los cuales se detuvieron justo frente a ella. Al levantar la cabeza, descubrió a Velázquez observándola con compasión lo cual la enardeció aún más.
– ¡Este es el baño de damas, ¿cómo se atreve?! — le gritó
Velázquez se percató de su mano ensangrentada, luego vio los pedazos de vidrio en el suelo, al igual que el espejo roto…
– ¡siete años de mala suerte!
– ¡púdrase!
Velásquez se agachó y la miró a los ojos…
– ¿Por qué llora, Detective Santiago?
– no es de su incumbencia
– si lo es
– ¿en serio? — contestó sarcástica
– debo trabajar a su lado en este caso y si usted se siente mal también me afectará a mi
– ¡¿afectarle?! no veo de qué manera podría afectarle mi estado de ánimo, parece llevarse muy bien con el Capitán Ortiz, se nota que él está de su lado en todo, ya no me escucha como antes ¡todo iba muy bien hasta que usted llegó a fastidiarme la vida! ¡Váyase y déjeme en paz, quiero estar sola!
– no me iré de aquí hasta asegurarme de que esté bien… quiero trabajar con usted, Detective Santiago… sé que es muy buena en lo que hace
– usted no sabe nada de mí, ya deje de presumir ¡ustedes los psicólogos son todos iguales, les encanta alardear de sus títulos y de sus conocimientos, pero en el fondo no saben nada de mi vida!
Lina se levantó y él también, pero como estaba débil y mareada tropezó al dar el primer paso. Velázquez la sostuvo a tiempo evitando que se desplomara. Sentir el calor de su pecho la calmó, misteriosamente, incluso se sintió a gusto en sus brazos. Pero su orgullo no le permitió aceptarlo.
– Lina… ¿Puedo llamarla así?
– ‘Detective Santiago’ para usted
– permítame ayudarla
– no quiero su ayuda
– está muy débil… por favor
Lina no se opuso esta vez ya que sentía que se iba a desmayar, no tenía fuerzas. Josué tomó su mano herida y la examinó por un momento. Notó que tenía pequeños pedazos de vidrio incrustados en la piel los cuales removió con mucho cuidado. Lavó la herida con abundante agua y jabón mientras ella lo contemplaba en silencio disfrutando el roce de sus manos. Al terminar de lavar la herida, la secó, la cubrió con papel higiénico y finalmente la besó cuando justo en ese mismo instante, Lina se desmayó y él volvió a sostenerla para que no se cayera. Intentó reanimarla llamándola por su nombre, pero Lina no despertó. La levantó en brazos y la llevó a enfermería donde curaron la herida y le pusieron un vendaje más resistente. La enfermera le explicó que se le había bajado el azúcar por la pérdida de sangre y que por eso se había desmayado. Le dieron dulces para hacerla reaccionar.
Al salir de urgencias, Lina aún estaba muy débil y soñolienta, así que Velázquez tuvo que acompañarla hasta su casa. Al llegar al edificio donde vivía, Josué notó que Lina abrió la puerta del lobby sin necesidad de usar una llave. La cerradura se había dañado meses antes al crimen y la administración aún no la había mandado a arreglar, ni aún después de lo ocurrido.
Tomaron el ascensor, Lina presionó el botón del segundo piso y, una vez allí, le indicó el número de su apartamento. Lina abrió la puerta entre sueños hallando el lugar en penumbras. Encendió la luz de la sala y le explicó a Velázquez donde se encontraba su cuarto. De camino allá, pasaron frente al cuarto de Jenny el cual aún estaba sellado por la línea amarilla: “ESCENA DEL CRIMEN NO CRUZAR”. Josué miró su interior de reojo preguntándose cómo Lina podía continuar durmiendo allí tan cerca de la escena del crimen, pero aun así, continuó llevándola hasta el cuarto. La ayudó a acostarse, le quitó los zapatos. Luego tomó una silla y se sentó junto a su cama cerca de ella. Lina se acomodó en su cama boca abajo mientras él sonreía al verla tan frágil.
– ¿Cómo es posible que pueda ser tan agresiva y, al mismo tiempo, tan frágil y hermosa? Eso no tiene ningún sentido. — pensó.
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