Marcada (Herederos multimillonarios nº 1) de Vanessa Vale y Helen Hardt

Marcada (Herederos multimillonarios nº 1) de Vanessa Vale y Helen Hardt

A compartir, a compartir! Que me quitan los posts!!

Marcada de Vanessa Vale y Helen Hardt pdf

Marcada (Herederos multimillonarios nº 1) de Vanessa Vale y Helen Hardt pdf descargar gratis leer online

Ha heredado miles de millones, pero debe dejar su hogar y su familia para reclamarlos.

Ya no es una cautiva, pero ¿alguna vez será libre?

Austin Bridger lucha por mantener a flote su negocio de hidroaviones y ayudar a su madre enferma. Cuando muere su padre, que nunca reconoció su existencia, deja sus miles de millones a Austin y sus dos medios hermanos. ¿La captura? Para recibir la herencia, todos deben vivir en el rancho de Montana de su padre durante un año. Para Austin, el dinero está contaminado, pero como necesita desesperadamente cada centavo, no tiene más remedio que irse de Seattle.

Carly Vance era estudiante de veterinaria cuando su sueño se hizo añicos. Secuestrada de un restaurante en su pequeño pueblo, estuvo cautiva en una isla del Pacífico Sur durante tres años. Ahora está en casa, pero sus cicatrices son profundas. Tratando de recuperar su vida, acepta valientemente un trabajo en los establos de Bridger Ranch.

Saltan chispas cuando Carly se cruza con Austin, pero ambos guardan secretos, secretos que podrían mantenerlos separados para siempre.


1
 
AUSTIN
—¿Aquién hiciste enfadar?
Miro a Ed, el hombre del muelle que me ayuda a guardar las hieleras llenas de ostras frescas en la zona de carga del hidroavión. De espaldas a la orilla, no me atrevo a darme la vuelta. Aún no.
Ed mira a lo largo del muelle, hacia alguien que asumo se acerca a nosotros. Probablemente sea Cara, o Tara, con quien estuve el sábado. Después de nuestra noche juntos, de alguna manera se enteró de mi negocio, aunque no hablamos mucho, y me ha estado llamando durante todo el día. Su aparición aquí lleva la experiencia de acosadora a un nivel más alto, porque yo siempre soy directo con una mujer. Una noche, mucha diversión, nada de compromisos. Todos los orgasmos que pueda disfrutar, pero nada más.
—¡Joder! —digo en voz baja. Me tomo un segundo para cerrar los ojos. ¡Justo lo que necesito! Más carga además de las ostras que estoy a punto de llevar al complejo turístico de San Juan—. ¿Es pelirroja? ¿Piernas largas? —pregunto.
Las cejas pobladas de Ed se elevan.
—Ya desearía. ¿Qué tal un hombre de unos cincuenta años y calvo? Diría que es de la recaudación de impuestos si no fuera porque lleva una corbata de bolo.
Me giro hacia el antiguo muelle mientras el agua chapotea a los costados. Percibo el olor a salmuera de la marea. El hombre, que parece tener unos cincuenta años, camina en dirección a nosotros y definitivamente no es Cara. O Tara. La suposición de Ed es bastante buena, pero hasta donde yo sé, el recaudador de impuestos es el único tipo que no tiene algún problema conmigo.
—¡Señor Bridger! —El hombre levanta la mano como si quisiera llamar a un taxi. Lleva una corbata de bolo, una camisa blanca y unos vaqueros impecables. Además, acarrea un maletín de cuero. Definitivamente es un acreedor.
Justo lo que necesito. Ya me embargan suficientes problemas al tener que lidiar telefónicamente con el sistema sanitario por las facturas de mi madre como para que alguien venga a reclamar en persona. Es un nivel de presión completamente nuevo que no deseo.
Pongo las manos en mis caderas preparándome para un enfrentamiento.
—Si busca dinero, solo lo conseguirá si termino de cargar estas ostras en el avión. No son los clientes que probablemente quiera ver, pero están vivas. Por ahora.
El hombre se detiene frente a mí y se seca la frente. Para encontrarnos en el Noroeste, el clima es cálido. Casi caluroso, incluso para el verano. Otra razón para poner el avión en el aire en lugar de demorarme más. Las ostras y el calor no son una buena combinación.
Mira el avión y luego a mí.
—No estoy aquí para cobrarle, señor Bridger. Mi nombre es Tom Shankle, soy abogado de Shankle, Smith y Brazee.
Genial. Un abogado.
—¿Me demandaron? —Le doy la espalda, levanto otra hielera y se la paso a Ed—. Eso es aún mejor.
—Nadie lo ha demandado, señor Bridger.
Con una mirada repentina, veo a Shankle sonreír.
—¿Suele visitar a todas las personas que le deben dinero? —Me detengo a mitad de camino y me quedo erguido. Con mi metro ochenta y dos, le saco más de diez centímetros al hombre—. Si molesta a mi madre con su codiciosa…
Él levanta una mano.
—Le aseguro que no molesté a su madre. No es el motivo de mi visita. Espero que su tratamiento actual para la esclerosis múltiple esté marchando bien.
Frunzo el ceño. ¿Por qué está aquí entonces?
—Sabe mucho sobre la salud de una mujer que no es el motivo de su visita.
Como los últimos medicamentos de mi madre son parte de un ensayo clínico, no tienen cobertura del seguro. Son costosos, pero funcionan. Actualmente ella solo presenta síntomas leves, y deseo que siga así, aunque ya no puede pilotar el avión de la empresa que fundó. Si Shankle quiere interrumpir el tratamiento, no lo permitiré.
Se frota la mandíbula.
—Lo he estado vigilando —me dice.
Ed ubica la última hielera y cierra la puerta de carga con un fuerte golpe que hace sacudir el avión. Asiente y pasa alrededor de nosotros lo mejor que puede para un tipo de su tamaño. No puedo culparlo por alejarse y evitar todos mis problemas, sin importar lo que sean. Yendo a la parte trasera, espera a que me suba y realice los controles previos al vuelo. Así es, es hora de irme. Ed ayudará a otros hidroaviones que utilizan este muelle.
—¿Por qué diablos me vigila? —gruño. No me agrada la idea de que alguien me vigile. Especialmente un abogado.
—He intentado contactarlo durante las últimas tres semanas. —Shankle me sigue hasta la parte delantera del avión.
—Lo siento, he estado ocupado dirigiendo un negocio, pero eso ya lo sabe, ya que me ha estado vigilando. —Me subo al estribo y me estiro para alcanzar la puerta abierta, listo para largarme de aquí.
—Represento a su padre, Jonathan Bridger.
Me quedo helado por un segundo y luego me doy vuelta, subiendo y bajando junto con el movimiento del avión sobre el agua.
—No estoy seguro de qué es peor, los acreedores, mi padre que en realidad fue solo un maldito donante de esperma o un abogado que lo represente —refunfuño mirándole fijamente.
—Le aseguro que le traigo buenas noticias. —Shankle me ofrece una sonrisa débil.
—No me importa en absoluto ese hombre ya que nunca se preocupó por mí. ¿Buenas noticias? La única buena noticia que podrías darme es que haya muerto.
Shankle suelta una carcajada.
—Parece que puedo haberle alegrado el día entonces. De hecho, falleció.
Parpadeo procesando lo que me acaba de decir.
—¡Joder! —Luego sonrío.
El hijo de perra de Jonathan Bridger se casó con mi madre y luego se divorció de ella antes de que yo naciera. La dejó sin nada. Claro, pagó la manutención obligatoria, pero eso no era lo que ella quería de él; esperaba el amor de un esposo, no que la abandonara por otra mujer. O dos. O más, por lo que sé.
Mi padre nunca fue parte de mi vida. Maldición, ni siquiera llegué a conocerlo. Solo lo odio con todas mis fuerzas por lo que le hizo a mi madre.
—¿Cómo murió? —Sí, quiero saber qué es lo que finalmente acabó con su vida.
—Un aneurisma cerebral.
Instantáneo e indoloro. Qué lástima.
—Gracias por avisar. —Abro la puerta de la cabina dispuesto a subirme al avión y olvidarme de ese cretino, como siempre.
—Aún hay más —añade Shankle.
Miro al cielo.
—Eso es suficiente para mí. Está muerto. Ya era hora.
—Necesito quince minutos de su tiempo.
—También lo necesitan esas ostras en la parte de atrás. —Señalo la parte trasera del avión.
—Bien. Iré con usted.
Miro de nuevo a Shankle. No es lo que esperaba. Se sube al riel detrás de mí y abre la puerta trasera de los pasajeros. El avión es bastante pequeño y se balancea con el cambio de peso. Lovering Seaplane suele transportar pasajeros, pero para poder obtener ingresos adicionales transportamos suministros y cargas variadas como las ostras. Estoy acostumbrado a los clientes, pero no a los que abordan a último momento para charlar. En el caso de Shankle, para hablarme de mi padre, y lo más probable para hacerme enfadar.
Podrá acompañarme en el viaje, pero no tengo que hacérselo fácil.
Mantengo la puerta abierta lo más amablemente posible. Él arroja su maletín al interior y se sube torpemente al asiento trasero.
—¿Alguna vez has volado en un hidroavión? —le pregunto casualmente.
—No es más pequeño que el jet regional de Missoula —responde.
Sonrío y miro a Ed, quien se encoge de hombros. Me ubico en el asiento del piloto y comienzo con la lista de comprobación previa al vuelo.
—Señor Bridger, Jonathan Bridger tenía una propiedad de tamaño considerable en Montana y…
Levanto una mano para detenerlo.
—Necesito completar la verificación, Shankle. Guarde silencio, a menos que quiera que pase algo por alto y nos arriesguemos a dar un clavado de dos mil pies en el canal.
Shankle permanece en silencio mientras me coloco el cinturón y repaso la lista que sé de memoria encendiendo los motores. Levanto el pulgar en dirección a Ed, nos desamarramos del muelle y despegamos rápidamente en dirección al norte. Ajusto la columna de control mientras los vientos de altura nos sacuden. Nada demasiado fuerte, pero no lucho contra ellos.
—Como estaba diciendo… —grita Shankle por encima del ruido de los motores.
Lo veo por el rabillo del ojo tratando de recuperar el equilibrio. Apenas puedo oírlo con los auriculares puestos, así que me doy un golpecito en la oreja y le devuelvo la mirada. Shankle coge los auriculares para pasajeros de la parte trasera y se los coloca.
—¿Puede oírme ahora?
Escucho su voz con bastante claridad, lo cual me molesta, así que inclino la columna de control para hacer descender el ala derecha. El avión cae en picada unos treinta metros y luego lo elevo. Cuando Shankle estira su mano para no salir volando por la cabina, no puedo evitar sonreír levemente.
—Tal vez quiera ponerse el cinturón —digo—. Podría ponerse un poco agitado aquí arriba, por las turbulencias.
No está tan agitado; hay escaso viento, buena visibilidad. Un poco de vaivén, al igual que en el agua debajo de nosotros, pero soportable si no se es propenso a los mareos.
El cinturón de seguridad de Shankle tintinea.
—Usted tiene dos medio hermanos.
Sonrío levemente. Sé de ellos. Ambos jóvenes e hijos de las mujeres que ocuparon el lugar de mi madre. Vuelvo a girar la columna de controles y dejo caer el ala derecha una vez más. Shankle respira agitadamente.
—No voy a jugar al fuerte en el patio trasero con ellos ni haré un juramentos de sangre, Shankle. Ve al grano.
Me acomodo las gafas de sol en la nariz y enderezo el avión. No hay piloto automático, así que mantengo la mirada en las onduladas colinas cubiertas de árboles del noroeste del Pacífico en el horizonte.
—Usted y sus hermanos son herederos del patrimonio de su padre.
Nuestro padre era rico, obscenamente rico, y desde que cumplí los dieciocho no vi ni un centavo. Antes tampoco recibía mucho, solo lo suficiente para ropa y algo de comida extra. Él siguió adelante y mi madre también. Ella creó la compañía de hidroaviones desde la base que, en su caso, estaba en el estrecho de Puget.
—Genial. Envíe por correo la vajilla de porcelana y la colección de sellos a la dirección de la empresa. No necesitaba venirse hasta Seattle. —No levanto la voz. No tengo motivos. Estoy seguro de que Shankle puede notar cuánto detesto a mi padre al escucharme alto y claro a través de los auriculares.
Su risa llega a mí con la misma claridad.
—Le aseguro, señor Bridger, que recibirá más que una colección de sellos. Es por eso que he estado tratando de contactarlo. La fortuna de Jonathan Bridger se estima en más de tres mil millones de dólares. Usted, junto con sus medio hermanos Miles y Chance son los únicos herederos.
El avión cae en picada. No estoy jugando con Shankle esta vez. Simplemente no puedo creer lo que acabo de escuchar. El ruido del motor cambia y mi asiento vibra.
—Soy un… ¿qué? ¿Un multimillonario? —pregunto enderezando el avión.
Ahora, a unas decenas de metros más abajo, el estómago de Shankle probablemente esté en su garganta. El mío también, pero por una razón completamente diferente.
Una cantidad de dinero como esa significa que no tendré que transportar más ostras para asegurar el tratamiento de mi madre cada mes. Mamá podría ir a ese especialista en Chile sobre el que hemos leído. Maldición, podría comprar Chile. No más acreedores ni problemas con el negocio porque está enferma. Significa un segundo… o incluso un tercer hidroavión. Una flota de hidroaviones. El negocio de vuelos chárter que inició hace treinta años no va a fracasar. Por un momento, quedo entumecido ante la mera sorpresa de esta información. Pilotar requiere concentración y… maldición… estas son buenas noticias.
Tiro de la columna de controles hacia atrás apuntando a las estrellas. No puedo evitar dar un grito de felicidad y sonreír. Mi querido y viejo padre puede pudrirse en el infierno mientras que mi madre se recupera y vuelve a volar.
—Le daré los datos de mi cuenta bancaria cuando aterricemos. —Rasguéo los controles con los dedos, sintiéndome increíblemente genial por primera vez en meses—. Tienes razón, Shankle. Son buenas noticias.
Shankle permanece en silencio y lo miro por encima del hombro. Tiene su maletín en el regazo y una pequeña pila de papeles en sus manos.
—Hay una condición.
Vuelvo a mirar a través de la ventana delantera y ajusto ligeramente el rumbo. He sobrevolado el área lo suficiente como para reconocer el mar y la tierra que hay debajo, para saber qué isla es cuál sin radar o sin ninguna instrumentación compleja.
—Una condición —repito. Por supuesto que la hay.
—Debes volver al Rancho Bridger en Montana.
¿Volver? Nunca estuve allí. Unos días de ausencia pueden afectar los vuelos, pero si recibiré mil millones de dólares, ¿importa?
—Puedo tomarme una semana de descanso.
—Necesitará un poco más de una semana. —Shankle se aclara la garganta—. El testamento estipula claramente que los tres hijos Bridger deben vivir y trabajar en el Rancho Bridger durante un año antes de recibir un centavo.
—¡¿Qué carajo?! —grito—. ¡¿Un año?! No puedo vivir en Montana durante un año. Mi madre está enferma y bajo medicación experimental especial. Si no recibo el dinero durante un año, no puedo dejar de trabajar. La empresa quebrará y mamá…
—Fue el último deseo de tu padre.
—¿Que viva en la maldita Montana durante un año? ¿Que renuncie a mi vida, a mi negocio y que ponga en riesgo la salud de mi madre, todo porque un imbécil quiera que haga lo que él dice?
Como castigo, vuelvo a inclinar el avión y siento el tirón de mi arnés. Shankle se queja.
Un padre que nunca conocí y que ha muerto —muerto— juega conmigo y lo seguirá haciendo durante un año entero. Tengo que ir a Montana para conseguir el dinero que ayudaría a mi madre y que salvaría la empresa. Aunque lo más probable es que al hacerlo empeoren los síntomas de mi madre; y definitivamente perjudicaría a la empresa ya que yo no podría volar.
—Si le hace sentir mejor, sus hermanos…
Medio hermanos.
—No están más felices que usted. Sin embargo, yo estaba en tierra cuando compartí la noticia con ellos.
Cuando la ensenada donde aterrizaré aparece en la distancia, ajusto los flaps para iniciar nuestro descenso.
—Estaremos en tierra pronto, Shankle.
Realmente pronto, ya que decido acercarme a gran velocidad. Si voy a Montana, también puedo divertirme un poco antes de volver a volar, de estar lejos del mar y quedar atrapado con dos hombres con los que comparto sangre contaminada.
—Somos herederos multimillonarios —murmuro.
Solo un padre irresponsable sería capaz de arruinarlo todo.
2
 
CARLY
Un mes después
Me resulta relajante cepillar a un caballo, casi zen. Mi padre me enseñó a hacerlo cuando tenía seis años, y no me permitió aprender a montar hasta que pude cuidar del animal primero. Lo odié por eso, por supuesto. A esa edad, no quería que me molestaran con una tarea tan rutinaria. Quería estar sobre el caballo, cabalgando salvaje y libremente, no cuidando su pelaje.
Sin embargo, esa actitud no perduró. Cepillarlos se ha convertido en un ritual para mí; mi tiempo para conocer al animal y para reflexionar sobre nuestro viaje juntos.
Tiempo para contemplar algo más grande que yo.
Es mi escape, el lugar a donde mi mente viajaba cuando estuve cautiva en la isla.
Mi lugar seguro.
—Eres una chica hermosa —le digo a Ivory, una preciosa yegua cremella, mientras recojo el limpiacascos. El aroma ácido del establo me resulta familiar y extrañamente reconfortante.
Nunca antes vi un caballo cremello; es decir, en la vida real, pues conocí caballos de todos los colores en mis libros sobre equinos en la facultad de veterinaria. Esta yegua tiene un pelaje crema pálido, piel rosada y ojos azules. Su crin y cola son un poco más claras que el resto de ella. Paso mi mano por su costado; su pelaje es suave en su cuerpo cálido.
Es un alma noble. Uno de mis profesores de la facultad dijo que durante mucho tiempo se pensaba que los caballos de ojos azules eran más salvajes que sus contrapartes de ojos marrones. Mientras peino a Ivory, no puedo evitar preguntarme cómo surgió ese mito. Su temperamento es más sereno que el de cualquier otro caballo que haya conocido. Siendo una extraña para ella, no me causa ningún problema mientras paso mi mano por su pata delantera izquierda.
—Arriba —digo en voz baja.
Su oreja se sacude y ella levanta la pata. Excelente. No hay rocas. Un poco de suciedad que cepillo con el pico. Su casco se ve saludable. Ella ha sido bien cuidada. Pero claro que sí. Su vida transcurre en el Rancho Bridger, donde una veterinaria forma parte del personal.
Yo simplemente soy una asistente. No llegué a terminar mi primer año en la facultad de veterinaria… pero no puedo pensar en eso. No en mi primer día en el rancho.
Tengo un trabajo. Un trabajo con los animales que amo. Sonrío para mis adentros. Mi primer trabajo desde mi regreso a Bayfield, Montana.
Vuelvo a colocar el casco de Ivory en el piso del establo y paso al siguiente reviviendo la conversación de esta mañana con mis padres.
 
—Conseguí un trabajo. Comienzo hoy.
Los ojos de mi madre se abren de par en par y sigue sirviendo jugo de naranja en mi vaso hasta que…
—¡Mamá, para!
Ella endereza la jarra justo antes de que el vaso se desborde.
—Lo siento —murmura—. ¿Un trabajo?
—Sí. En Rancho Bridger, trabajando en los establos.
—¿El Rancho Bridger? —repite.
Mi padre levanta la cabeza del periódico y entrecierra los ojos.
—¿Con su ganado? —pregunta mi madre.
Asiento, nerviosa y emocionada.
—Ayudaré con lo que sea que me necesiten. Ganado, caballos, perros y gatos. Gallinas. No sé. Es el primer paso para volver a la facultad de veterinaria.
—¿Por qué demonios conseguirías un trabajo allí de entre todos los lugares? —La voz de mi padre no tiene su calidez habitual. De hecho, por la forma en que una vena palpita en su sien, parece francamente enfadado.
—¡Porque tienen animales! —¿Y la larga lista que acabo de compartir? ¡Dios!
—¿Estás calificada?
Clásico de mi padre. Él sabe que estoy calificada. Esto se trata de otra cosa. Una vez más, sus palabras duelen.
—Cursé casi un año en la facultad de veterinaria y todo el tiempo trabajé en el hospital de animales de la ciudad durante la secundaria —le recuerdo.
—Eso fue hace mucho tiempo, cariño —dice mamá con cautela. Está preocupada por mí, pero lo único que logra con su opinión es recordarme lo que me he perdido. Lo atrasada que estoy. Lo que perdí.
Cinco años para ser exactos, pero…
Mi padre deja caer de golpe su teléfono contra la mesa.
—La respuesta es no. Joder, no.
Mamá jadea.
—Rick, cuida tus palabras.
—Hay suficientes ranchos en el área para que trabajes. No tienes que trabajar para los Bridger.
Frunzo el ceño.
—¿Qué hay de malo con ellos? La veterinaria en jefe del rancho Bridger cree que puedo hacer el trabajo tan bien como cualquier técnico veterinario.
Suspiro mirando a mi padre con atención. No sé cuál es su problema con ello. Una cosa es preocuparse por mí y sofocarme día a día, pero él actúa como si no le agradaran los Bridger en concreto. Pensé que mis padres realmente querían que volviera a mi vida, que volviera a ser normal.
—Además, la doctora Lake cree que estoy preparada. Y, lo que es aún más importante, yo creo que lo estoy.
Dios, lo estoy. Necesito salir de esta casa. Amo a mis padres, pero tengo veintisiete años y aun así me tratan como…
Bueno, como si pudiera desaparecer en cualquier momento… tal como sucedió hace cinco años.
Y no fue culpa mía, por supuesto. Al menos es de lo que la doctora Lake ha tratado de convencerme durante el último año de terapia. Estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado; almorzando en el restaurante Millie, mientras pasaba las vacaciones de primavera en casa. Algo tan simple como eso en un pequeño pueblo de Montana, y mi vida cambió para siempre.
Había comido unas miles de veces en mi vida en Millie’s, pero ¿por qué tuve que ir ese día?
Ese maldito día en particular…
No. No pensaré en eso. No ahora. Necesito estar concentrada el día de hoy para comenzar esta nueva iniciativa.
Ernie, nuestro Golden Retriever, da vueltas alrededor de mis piernas, dejando su pelaje amarillo pegado a mis vaqueros. Amo a este sabueso, pero Dios, es capaz de cambiar toda el pelaje.
—Hola, Ernie. —Acaricio sus suaves orejas.
Ahora es más viejo y su hocico está blanco. Los años también pasaron para él. Me sonríe. Sí, los perros pueden sonreír. Soy consciente de que no poseen la musculatura necesaria para hacerlo, pero no estoy convencida.
Ernie sonríe. A él no le importa que haya conseguido un trabajo con los Bridger. Y su sonrisa jadeante siempre me hace sonreír, por dentro y por fuera, incluso después de las peores pesadillas.
He aprendido a vivir con ellas, y son mucho menos frecuentes de lo que solían ser. Ahora voy a terapia solo una vez al mes, y la doctora Lake dice que estoy preparada para dar el siguiente paso; para un trabajo y volver a la vida real.
No, ya he estado viviendo la vida real. Demasiado real. Pero tengo que mirar hacia adelante, no hacia atrás.
Mis padres, por otro lado, no están de acuerdo.
Especialmente mi madre.
Lo entiendo. De verdad. Entiendo que me ama y tiene miedo de perderme de nuevo. Durante esos tres años que estuve fuera, tuvieron que olvidarse de mí. Tuvieron que creer que me había ido para siempre y que nunca volvería.
Organizaron un funeral, por el amor de Dios… y luego, tres años más tarde, Derek Wolfe fue asesinado y otras mujeres y yo fuimos rescatadas de esa horrible isla en la que estuvimos prisioneras y fuimos atormentadas, torturadas y violadas por cualquiera que pudiera pagar para jugar con nosotras.
Granate, Piedra Luna, Ojo de Tigre, Ópalo, Amatista, Zafiro… Todas ellas.
Y yo.
Jade.
Así me llamaban en la isla debido a mis ojos verdes.
Trago saliva haciendo a un lado los recuerdos, como me enseñó la doctora Lake, un muro construido ladrillo a ladrillo para contener las cosas malas. No son sus palabras, sino las mías. Las cosas malas.
—Carly —dice mamá—. No me siento nada cómoda con esto.
—Así es —dice de acuerdo mi padre—. Consigue un trabajo, pero no quiero que mi hija trabaje para ese imbécil.
Mamá vuelve a agitarse y se lleva la mano al pecho como si estuviera escandalizada.
Frunzo el ceño.
—¿Qué sucede con Chance Bridger?
Papá se pone de pie raspando el suelo con su silla.
—Es a su padre a quien odio. Pero de tal palo, tal astilla.
—¿Qué hizo Jonathan Bridger? —pregunto.
Recuerdo haber visto al viejo Bridger en el pueblo cuando yo era más chica. Nunca hablé con él, pero tampoco recuerdo que papá lo odiara.
Pero estuve lejos de casa durante tres años. Claramente algo sucedió durante ese tiempo, o antes, y no me di cuenta. ¿Hubo una disputa entre las familias y simplemente no estuve prestando atención? No. Muchas cosas han cambiado recientemente, incluso más que yo. Ahora mi padre es el alcalde de Bayfield.
Papá aprieta su mandíbula y no responde mi pregunta.
—¿Prefieres que me quede aquí aburrida y en nuestro propio rancho a que recupere mi vida?
Mamá ignora mis palabras y se aclara la garganta.
—Estoy de acuerdo, Rick. Es muy pronto. Ella… no está preparada.
—La doctora Lake cree que lo estoy. —Me pongo de pie para que me vean y dejen de conversar como si no estuviera en la cocina. Si no creen que este trabajo es algo bueno, al menos deberían creerle a ella.
—Tenemos que hablar con la doctora Lake. —Mi madre se dirige a la cafetera y se sirve una taza de café; sin embargo, no bebe ni un solo sorbo. Solo necesita algo en qué ocupar sus temblorosas manos.
Lo siento por ella. De verdad. No puedo imaginar por lo que tuvieron que pasar, pero yo pasé por un infierno y sobreviví. Necesito este trabajo. Esta… normalidad.
—No puedo creer que no me creáis. No estoy mintiendo.
Papá parece dispuesto a hacer un agujero en la pared de un golpe y mi madre se muerde el labio tratando de contener las lágrimas.
Insisto.
—No soy una niña, mamá. La doctora Lake es mi terapeuta y no puede hablar contigo sin mi consentimiento.
—Entonces nos darás permiso.
¿En serio? Respiro y cuento hasta diez. Mamá solo trata de protegerme. La doctora Lake y yo lo hemos discutido hasta la saciedad.
Nunca volveré a estar completa, al menos como era antes. Pero puedo ser feliz. Feliz,estar sana y emocionalmente estable.
Y ser productiva.
Necesito ser productiva. Necesito salir de la casa de mis padres y hacer algo por mí misma.
—Quiero que te alejes de ese lugar. ¿Quieres un trabajo? Trabaja para mí en el Ayuntamiento. Tengo folletos sobre la iniciativa electoral para meter en sobres.
¿Lamiendo sellos? No, claro que no.
—Quería ser veterinaria antes. Quiero ser veterinaria ahora. Este es un buen lugar para comenzar.
—Entonces vuelve a trabajar en la oficina del veterinario. O cualquier otro rancho del pueblo —contesta papá.
Niego con la cabeza.
—No. No voy a rescindir ahora. Sería poco profesional y, además, quiero este trabajo. Es uno bueno, uno que me emociona. Fin de la discusión. —Tomo un sorbo de mi jugo de naranja. Por primera vez en mucho tiempo, me priorizo a mí misma. Mis padres están enfadados, pero tendrán que lidiar con eso—. Empiezo a trabajar hoy.
Mi papá sale furioso de la cocina, lanzando la puerta mosquitera detrás de él.
 
Termino con las patas de Ivory y agarro el peine redondo. Comenzando por su lado izquierdo, cepillo su piel con un movimiento circular, atenta a cualquier herida pequeña. A medida que me muevo hacia la zona ósea del hombro, aligero mi toque para que se sienta cómoda.
Ella parece estar disfrutando de la atención. No me sorprende. Papá siempre me decía que la mayoría de los caballos disfruta de un buen cepillado si se hace correctamente.
¡Cómo he echado de menos esto! Incluso hasta los aromas y olores fuertes de un establo, familiares y reconfortantes.
Mamá y papá ya no tienen caballos en nuestro pequeño rancho. Vendieron los pocos que había cuando desaparecí, en un esfuerzo por financiar mi búsqueda, así que no he cepillado un caballo desde…
Respiro profundamente y aspiro el dulce aroma del heno y del pelaje de caballo junto a un leve matiz de estiércol. Estos establos se mantienen limpios. Realmente limpios.
No he cepillado un caballo desde…
Está bien pensar en las palabras, dice la doctora Lake.
No he cepillado un caballo desde antes del secuestro. En la realidad, quiero decir. Cepillé muchos caballos en mi mente mientras estuve en esa isla. Realmente creo que eso fue lo que me salvó, el pensar en los animales, todos inocentes y amables.
Alcanzo la melena de Ivory y me encuentro con un pequeño nudo.
—Chica, lo siento. —Desenredo los mechones de cabello. Una vez que termino, tomo el cepillo para el cuerpo con el que retiro lo poco que ha soltado el peine. El animal en realidad no necesita un cepillado, pero la veterinaria del rancho, la doctora Davis —quien me dice que la llame Lexie aunque me parezca extraño llamar a mi jefa por su nombre de pila— probablemente quiso ser amable conmigo en mi primer día. Mi pasado es bien conocido en la zona desafortunadamente. Desearía que no fuera así, pero ¿qué puedo hacer? Veo las miradas, sé que la gente actúa de manera diferente conmigo.
Después del cepillado minucioso, Ivory resopla. Limpio los alrededores de sus ojos y su hocico.
—Eres preciosa —le digo de nuevo—. La más hermosa que he visto.
—Yo diría que la segunda más hermosa.
3
 
AUSTIN
La mujer se estremece y deja caer el trapo que usa con el caballo. Y cielos, ¡qué caballo! Yo sé de aviones, no de caballos, pero este tiene que ser el animal más increíble que haya visto en mi vida.
¿Y la mujer? Aún más increíble.
Joder. Su largo cabello castaño está recogido en una cola alta y varios mechones quedan sueltos; su rostro brilla con la transpiración, lleva unos viejos vaqueros, una camiseta blanca y un par de botas desgastadas, pero nada le resta valor a su maravilloso cuerpo, su rostro angelical y sus resplandecientes ojos verdes.
Dios, esos ojos.
Si ella es horiunda de Montana, tal vez no debí haber esperado tanto para visitar a mi familia perdida.
Arquea sus cejas y se aleja de mí. Levanta las palmas de sus manos como si quisiera detenerme.
—¿Quién eres tú?
—Austin Bridger. Yo… —Hago una pausa fijándome en la extensión de los establos. Probablemente uno de ellos sea la mitad del tamaño de mi antiguo piso de Seattle… y hasta tiene aire acondicionado. Una risa brota de mi garganta.
—Demonios, supongo que soy el dueño del lugar.
O lo seré, después de pasar el próximo año aquí con mis hermanos. Medio hermanos que aún no conozco.
—¿Y tú eres…? —continúo.
Ella vuelve su mirada hacia la yegua.
—Carly. Carly Vance.
Su voz es delicada y tentadora; llega directo a mi miembro.
—¿Qué haces aquí, Carly? —pregunto tratando de sacarle información, aunque es obvio lo que hace.
Su lengua se asoma, se humedece el carnoso labio inferior.
—Trabajo aquí, a partir de hoy.
¿Trabaja aquí? ¡Joder! Acostarse con las empleadas nunca es una buena idea. Lo descubrí unos seis meses atrás cuando tomé unas cuantas copas de más en un bar local y me llevé a la cama a Lori, mi contadora. Antes, le dejé en claro que era algo casual, de una sola vez, y estuvo de acuerdo.
Solo fue hasta el día siguiente, cuando exigió un aumento de sueldo o me acusaría públicamente de acoso sexual. Por suerte, una camarera escuchó nuestra conversación, así que tuve una testigo. Una vez que Lori se dio cuenta de que había cometido un grave error, renunció. ¡Qué alivio! De todos modos, no podíamos afrontar el coste de tener una contadora a tiempo completo. Los gastos de mamá seguían creciendo.
Así que me fijaría en Carly, pero estoy seguro de que no la tocaré, por mucho que mirarla me haga considerar lo contrario. He aprendido la lección, aunque mi erección no esté de acuerdo.
Carly no me mira. Su postura es un poco fuera de lugar. ¿Está… asustada de mí?
Puede que esté enfadado por tener que venir a este estado y quedar atrapado con dos medio hermanos que ni siquiera conozco; maldición, incluso enfadado con la vida en general, pero nunca le haría daño a una mujer.
—¿Necesita… necesita algo? —Dirige su mirada hacia la mía y luego la aparta.
Sí, necesito besar esos carnosos y rosados labios. Envolverlos alrededor de mi…
Me aclaro la garganta y cambio mi postura.
—No. Solo estoy acostumbrándome al lugar. —El rancho es enorme. Shankle me dijo que tiene más de veinte mil hectáreas. Me tomará gran parte del año verlo todo.
Un ceño fruncido hace que la frente de Carly se arrugue.
—Pensé que habías dicho que eras el dueño. Excepto que… ¿acaso no es Chance Bridger el propietario desde que su padre falleció?
Su padre, mi padre. Aun así, él está muerto.
—Chance es mi medio hermano.
Sus ojos se abren de par en par.
—Cielos. No sabía que tenía un hermano.
—Medio hermano. Tiene dos, de hecho. —Levanto dos dedos.
Sus ojos se abren aún más ante la noticia.
—¿Hay otro?
Asiento frotándome la nuca.
—El otro es Miles. Todos de madres diferentes.
–Ah… —Un color rosado sube por las mejillas de Carly y solo la hace lucir más atractiva. Mi erección crece. De nuevo. Tranquilo, muchacho.
—Bueno. —Carly se aclara la garganta—. Si no necesitas nada, entonces creo que debería volver al trabajo.
Claro. Después de todo, como su empleador, debo asegurarme de que esté trabajando. Excepto que no estoy listo para que nuestra conversación termine porque es la cosa más linda que he visto desde que llegué. Joder, nunca vi a alguien como ella en Seattle.
En casa, trabajaba todo el tiempo para mantener el negocio en marcha y acompañaba a mamá a las citas con el médico cuando era necesario. Ayudaba con las tareas del hogar y hacía de todo menos buscar una mujer.
Más temprano, mi madre me envió un mensaje de texto, tranquilizándome un poco.
MAMÁ: Greg está trabajando. Consiguió completar las rutas y Ed me dijo que funciona. Esas son palabras de Ed, no las mías.
Encontramos un piloto que me reemplazará mientras estoy lejos. El problema es que su sueldo acrecienta los gastos generales, así que no sé cuánto tiempo nos mantendremos a flote. Literalmente.
Un año. Un año y todo se solucionará. Las cosas estarán tensas por un tiempo y luego… no habrá más preocupaciones. Excepto que mamá seguirá enferma.
YO: ¡Qué buena noticia! ¿Qué tal funciona ese nuevo medicamento?
Me asegura que ha notado una diferencia, aunque no estoy seguro de si es mentira porque es demasiado terca como para ceder un centímetro ante su enfermedad o porque no quiere preocuparme más. De cualquier manera, no puedo hacer mucho para ayudar a Greg, el piloto suplente, o a mamá.
Vuelvo a concentrarme en la belleza frente a mí.
—¿Qué haces aquí?
—Soy ayudante de veterinaria. —Carly no aparta su mirada del caballo.
—Bien. Escuché que tenemos veterinarios en la plantilla. —Para los más de cincuenta caballos que mencionó Shankle, los cuales ahora son míos. Y para las vacas también.
Deja escapar un leve y lindo resoplido.
—Para ser el dueño, no pareces saber mucho de tu propio rancho.
Me río y cruzo los brazos sobre mi pecho.
—Cariño, no sé nada de este lugar. Acabo de llegar aquí hace dos días. Soy un chico de ciudad.
El rubor se extiene hasta su cuello.
—¿Cariño? No soy cariño de nadie.
Levanto mis manos en señal de rendición.
—Es solo una palabra, Carly. Le digo a todos cariño.
Ella aguza su mirada.
—¿Le dices cariño a tus hermanos?
Suelto una carcajada.
—Medio hermanos. Y por supuesto que no, solo a las damas. Si te hace sentir mejor, intentaré no volver a llamarte cariño.
Ella mira el suelo.
—Es un rancho muy grande, señor Bridger. Es posible que nunca nos volvamos a ver, en cuyo caso no necesitará llamarme así.
Carly tiene razón en algo. Este rancho es increíblemente enorme, pero está absolutamente equivocada sobre el resto. Puede que no pueda llevarla a mi cama, pero estoy seguro de que buscaré satisfacer mis anhelos. Por supuesto, es preciosa. Ese cabello largo y oscuro se vería muy bien extendido sobre mi almohada. Sus suaves senos son apenas del tamaño de mi puño, pero puedo apostar que son firmes y que sus perfectos pezones son rosados. Me pregunto si podría hacerla llegar al clímax con solo jugar con ellos.
—Llámame Austin. —Me aclaro la garganta—. Y sería una pena si no volviera a ver tu linda sonrisa.
Sus mejillas adquieren un tono rosado más intenso. No puedo evitar preguntarme si coincide con su…
—Está bien. Austin.
Todo mi cuerpo se estremece en respuesta cuando mi nombre sale pronunciado de sus labios. Maldición.
—Parece que nos encontramos en una situación similar. —Sonrío—. Ambos somos nuevos aquí.
—No encuentro nuestras situaciones similares en absoluto —responde—. ¿Cuándo fue la última vez que cepillaste a un caballo?
Sonrío.
—Alrededor de… nunca.
Ella sacude la cabeza.
—¿Y esperas dirigir un rancho?
No, no espero dirigir un rancho. Debo fingir durante un año para poder cobrar mis mil millones y luego volver a mi vida real en Seattle. Puede que el testamento exija que me quede aquí y trabaje la tierra con mis medio hermanos, pero no estoy seguro de que tan bueno sería haciéndolo.
—¿Cepillar caballos es un requisito para ser ranchero? —pregunto. Si así es, tendría que aprender. Um, podría tener una buena maestra en Carly. Tal vez yo también podría enseñarle algunas cosas a ella.
No responde al instante, y justo cuando creo que ha terminado de hablar conmigo…
—Crecí en un rancho, aunque en uno pequeño en comparación a este. Se encuentra en la carretera. Cuidar de los caballos es una de las primeras cosas que me enseñó mi padre. —Carly frunce el ceño de nuevo, pero esta vez no sé por qué.
—Yo me crié aprendiendo a volar —le digo—. Me enseñó mi madre. No se parece en nada a esto.
Una sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios.
—Este rancho es grande. Estoy segura de que hay algo en lo que serás bueno, si no son los caballos.
—Estaré aquí un año, así que tendré que encontrar algo que hacer —refunfuño.
Ella frunce el ceño.
—¿Un año?
Agito mi mano.
—No dije nada.
La noticia de por qué estoy aquí y las reglas detrás de esto claramente no han sido divulgadas al personal, al menos a Carly. Hasta ahora, solo la he conocido a ella y al ama de llaves.
El caballo relincha y mueve las patas distrayendo a Carly. Ella pasa su pequeña mano por el costado del animal y es la primera vez que siento celos de un caballo.
—Será mejor que vuelva al trabajo. Tengo otro caballo que cepillar además de Ivory. —Mira en mi dirección y no puedo pasar por alto su interés y curiosidad—. Nos vemos luego, Austin.
Agarra la correa y guía al caballo por el pasillo central del establo mientras me quedo observando el balanceo perfecto de su trasero en los ajustados vaqueros.
—Cuenta con ello, Carly. Cuenta con ello.
Puede que este año resulte ser horrible, pero al menos tendré una buena vista.
4
 
CARLY
«Yo diría que la segunda más hermosa». Todavía puedo escuchar esas palabras en la voz potente y profunda de Austin Bridger.
Austin Bridger…
Vaya que es guapo. Cabello oscuro, ojos negros, mandíbula esculpida, un adorable hoyuelo en la barbilla. Y ese cuerpo… Dios mío.
Hay una buena razón por la que dejé caer el paño que usaba para limpiar la cara de Ivory: atracción. Pura y simple atracción. De hecho, atracción es una palabra bastante sosa. Más bien es una fascinación, tan desconcertante como él.
A medida que me alejo, no me atrevo a darme la vuelta hasta que escucho a Austin salir del establo, y solo entonces dejo escapar un suspiro que recién noto que he estado conteniendo. Mis pezones se han endurecido. Y más abajo… Nunca pensé que volvería a sentir deseo. O algo parecido. Pero ahora…
Me apoyo en el grácil cuerpo de Ivory y tomo aire. Simplemente respiro.Cuando la doctora Lake me dijo que volvería a interesarme en hombres, no le creí. De ninguna manera podía hacerlo después de lo sucedido.
—Te tomará desprevenida —me aseguró durante una sesión reciente—. Sé que no me crees, Carly, y está bien, pero sucederá. Esos sentimientos todavía están dentro de ti y volverán.
—¿Pronto? —le pregunté temblando.
Quiero ser normal, sentirme como una mujer, pero es difícil confiar, incluso en la doctora Lake. Ella no ha estado allí.
—Probablemente no —me respondió—. Pero lo harás cuando estés lista. ¿Compraste el dispositivo como te sugerí?
Me sonrojé ante la pregunta. Me recomendó que comenzara a recuperar mi sexualidad y comprara un juguete sexual para usar en solitario, volver a reencontrarme con mi cuerpo y buscar placer en él. Como no hay tiendas para adultos en los alrededores, y si las hubiera de todos modos me daría mucha vergüenza entrar, ordené uno en línea.
Asentí.
—Bien.
No preguntó qué tipo había comprado, si lo había usado o si había logrado tener un orgasmo, lo cual agradecía, porque el solo hecho de decirle que lo había obtenido ya era difícil de confesar. Mucho más difícil que todo lo demás que había compartido con ella. Había conseguido uno que tenía cientos de reseñas con cinco estrellas. Uno tan sofisticado que no solo vibraba contra mi punto G en el interior, sino que tenía una especie de succión que pasaba sobre mi clítoris. Eso… Dios. Aun sintiéndome avergonzada y temerosa de usarlo, el tirón en mi clítoris fue tan intenso que me arrancó un orgasmo antes de que pudiera pensármelo dos veces.


por

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.