Mis fantasías sexuales de MIRANDA WOLFE

Mis fantasías sexuales de MIRANDA WOLFE

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Mis fantasías sexuales de MIRANDA WOLFE pdf

Mis fantasías sexuales: Saga romántica erótica para parejas de MIRANDA WOLFE pdf descargar gratis leer online

Esta saga contiene:
Culona: Libro de amor y sexo para mujeres
Tetona: Libro de erotismo lésbico
Entre piernas: libros sexualidad masculina
Animales: Libro sexual para mujeres
Miranda Wolfe es una de esas escritoras imposibles de soltar. A lo largo de estos cuatro libros eróticos escritos por mujeres nos muestra en todo su explendor el erotismo más descarnado. La autora además da un repaso por el erotismo gay, el erotismo lésbico, la sexualidad masculina y las fantasías sexuales de hombres y mujeres.

etona, una novela sexual imposible de soltar. Una verdadera joya de la nueva literatura erótica.

TETONA es la versión ERÓTICA de la Cenicienta. Eve es una chica con GRANDES TETAS que se dedica a DISFRUTAR DEL SEXO. Su vida transcurre entre FIESTAS, SEXO, DROGAS Y MÁS SEXO, hasta que un día una inmensa soledad la invade. Por primera vez en su vida se siente sola; a partir de ahí nuestra protagonista inicia con la búsqueda de sí misma y de un acompañante de vida. El elegido será aquel que tenga UNA POLLA TAN GRANDE que pueda atravesar sus ENORMES TETAS de lado a lado.
TETONA es una novela que te hará replantearte el disfrute del SEXO, una historia entretenida, sin miedo a mostrar la realidad de un EROTISMO REALMENTE CRUDO.

Una verdadera obra maestra del sexo. El EROTISMO vuelto mujer y llevado al extremo. Una obra imposible de soltar.

Daian en hebreo significa juez; paradójicamente Daian es la protagonista de está novelle de alto contenido sexual y a su vez, sabe que tarde o temprano tendrá que ejercer el papel de juez, su destino. Daian es una chica linda poseedora de un cuerpo de envidia, por asares del destino se ve envuelta en un triángulo amoroso con su madre, Diana, y el amante en turno de ésta Darío; un triángulo que desencadena una serie de conflictos que traspasan las páginas del libro y hacen que el lector tome cierto partido en la historia. A lo largo de su recorrido por la vida Daian descubre su sexualidad y el poder que ésta ejerce sobre los hombres, sobre todo cuando se da cuenta que cuenta con un enorme atributo posterior. En esta travesía se encuentra con Miles, un libertino que se convertirá en su aliado y CONFIDENTE SEXUAL… Una historia apasionante que te hará mojar las sábanas…
Una joya imperdible de libro sexual.
Animales es la nueva novela sexual de Miranda Wolfe. En esta ocasión, nuestra escritora favorita nos lleva de la mano a conocer los desvíos sexuales de Nadia y David, una pareja que gusta del sexo en todas sus variantes mientras un gato los observa. Las novelas de Miranda Wolfe se están convirtiendo en todo un referente de la narrativa erótica, misma que o es apta para cualquiera. Y tú, ¿te atreves a vivir una sexualidad al límite?
Si te ha gustado esta u otra novela de Miranda Wolfe, no dudes en hacérnoslo saber. Si quieres que tu historia aparezca en una novela narrada por nuestra autora, escríbela en los comentarios y, quién sabes, quizás seas próxima protagonista de un best seller erótico.
UNA HISTORIA QUE AL LEERLA TE DARÁN GANAS DE TENER SEXO.
Mariana y Mauricio son un caso excepcional. Él, un escritor que durante años sólo ha conseguido escribir unas cuantas líneas; ella, con miles de roles a representar según lo desee. Ambos son parte de una relación basada en el buen sexo. Mismo que irán descubriendo hasta sus propios límites. Todo en su día transcurre con naturalidad, hasta que un buen día aparece Lily en la vida de Mauricio; por su parte Mariana se empieza a obsesionar con realizarse una cirugía estética pues… Entre tus piernas es una verdadera odisea erótica y, además, es una obra escrita en clave, en ella el espectador irá descubriendo secretos que nos llevarán a un final…


CULONA
Miranda Wolfe
1
Imagina a la chica de tus sueños: lindo rostro, sin imperfecciones; ojos grandes color avellana y las pestañas más grandes que has visto en tu vida; nariz tallada a mano; cabello castaño, rizado, aunque hoy ha decido usar una peluca color negro y lacia; labios gruesos como descendiente de Jolie; tetas carnosas, de medida justa para que tu polla quede cubierta por ellas y un culo tan jugoso y esponjoso como un cheesecake japonés. Ahora imagina que esa chica ha llegado a tu habitación, trae puesto un vestido de seda azul claro que al caminar le deja descubierto una parte del culo, por lo que desde que se ha bajado del taxi, ha pasado por la recepción, ha tomado el elevador y ha llegado a la habitación 57 en el octavo piso ha recibido más de treinta miradas de deseo, dos de ellas terminarán en una paja esta noche. Toca la puerta, tu abres, la esperas desnudo, con las bolas al aire y una copa de vino en la mano. La verdad, no estabas seguro si vendría, pero da igual, si no es ella sería su recuerdo atrapado en la palma de tu mano, pero esta noche habrá sexo. No es la primera vez que has estado con ella, no del todo, pero, será, quizás, la última, no lo sabes, mañana por la mañana sales de viaje y no sabes cuándo regresas así que debes aprovechar tu oportunidad de follarla tan duro como un semental, morderle las tetas, tan fuerte que en vez de leche debe salir sangre, luego humedecer tu polla con el líquido y entrar tan adentro que no le quedará de otra que correrse a chorros. Dice hola y contestas, obvio, hola. Su lengua hace un movimiento entre los labios que tiene su efecto en tu entrepierna, la imaginas lamiéndote las bolas mientras te voltea a ver con ojos de gatito. Porque sí, esa chica, la de tus sueños, tiene esa mirada tierna, aunque su culo es capaz de hacer pedazos cualquier verga. Basta, o hay que imaginar nada, en unos minutos todo será realidad. Y bien, entra, da unos pasos hasta quedar frente a ti y que puedas sentir su aliento, es dulce, como los duraznos; te percatas, también, de que la muy puta se ha puesto tu perfume favorito, el Channel. Vamos piensas, no puedes jugar así conmigo. Como si todo lo que te estuviera pasando no fuera irreal esa chica deja que la toques por encima del vestido. Vaya que es suave, piensas refiriéndote a la seda y a las curvas debajo de ella. Te detienes un poco en sus caderas, jurarías que no has sentido las bragas. ¿Traes las bragas puestas, putita?, piensas. Ella te observa fijamente, sonríe, s acerca a ti, sientes el latido de su pecho, algo le provocas, aunque no estás seguro de saber qué es.
—Sí —dice, como si te leyera el pensamiento.
—¿Sí?
—Traigo.
Sigues embriagado por su belleza y contestas lo más estúpido que se te puede ocurrir.
—¿Eh?
—A tu pregunta.
De nuevo suenas como imbécil:
—¿Eh?
—Si tu pregunta es si traigo bragas la repuesta es sí.
¿Preguntaste? Bah, piensas. Te alejas un poco, puedes ver una manchita de semen en su vestido, lástima ahora tendrá que llevarlo a la tintorería. Ella da media vuelta y te deja el culo expuesto como si te estuviera llamando, y es que lo sabe, la chica de tus sueños sabe que su mejor arma para seducir a un hombre es su culo, un culo que no tiene una estría o celulitis y que, además, es una masa de carne firme y redonda es simplemente un culo perfecto, propio de una princesa. La observas de nuevo y te acercas, sientes que tu polla toca algo cómodo, acolchonado. Tragas saliva, no tanto como para ahogarte, pero sí para darte cuenta que has tragado saliva más de lo normal.
—¿Quieres? —dice.
De nuevo sigues con tu cara de imbécil, esa chica te vuelve loca y se está dando cuenta o quizás ya lo sabía desde hacía tiempo.
—¿Eh?
Sonríe. La chica de tus sueños sonríe. Ya no cabe duda: te tiene en sus manos, podría aplastarte como mantequilla si así lo quisiera.
—¿Quieres verme?
Tú afirmas con la cabeza. En verdad quieres ver. Ella se separa un poco y levanta su vestido hasta dejarte ver que lo que trae encima es una tanga de encaje color guinda. Voltea sobre su hombro mientras se muerde el dedo, luego da una vuelta coqueta y se deja caer de rodillas frente a ti. Por suerte, para ella claro está la alfombra ha amortiguado el golpe en las rodillas. Saca la lengua y con la punta toca la punta de tu polla. Luego, comienza a tragar el trozo de carne como si no hubiera mañana, el trabajo consiste en ensalivar y tratar de que la polla llegue al fondo, todo eso mientras te observa con su mirada de gatita tierna. ¿se puede pedir algo más? Sin duda sientes que has tocado el cielo, sin embargo, su lengua no es lo que realmente esperas probar, sino su culo, sí, sus tetas son grandes y carnosas, pero es su culo por lo que has estado esperando y estás a punto de hundirte en él. Se pone de pie y se quita el vestido. Observa una cajetilla de cigarrillos pobre una mesita, tú asientes con la cabeza, sabes que quiere fumar uno y no tienes ningún problema con ello, será tuya toda la noche así que no hay prisa. Se acerca a la mesa mientras se despoja de su vestido. Tu corazón parece una especie de tambor, esa tanga de encaje le sientan bastante bien, desde donde estás observas que no hace otra cosa que delinear su figura. No es un aditamento más, en ella, en su culo cumple la función de embellecer. Enciende el cigarrillo. Fuma, lo hace sin prisa. Avienta un humo azulado por la boca, es un humo espeso, como si fuera palpable y no una especie de vapor.
—Está hecho —dice.
—¿Lo está?
—Está hecho.
Tú sonríes. Fuma de nuevo, esperas a que termine su cigarrillo. Se quita la peluca, al deja caer al piso mientras mueve la cabeza de lado a lado como eso comerciales que anuncian un shampoo milagroso. Observas su cuerpo, buscas alguna imperfección algo que te haga pensar que no es una quimera y así no sentirte como una cucaracha frente a ella. Se acerca con el cigarrillo en mano, da una aspirada, de nuevo comienza a chupar. Esa vez el humo caliente recorre tu polla mientras lo hace, la sensación es extraña como si causara algún tipo de entumecimiento. Bien podrías estar así todo el día. O no. No lo soportas más, la recuestas en la cama, ella no sueltas el cigarro, te sonríe y fuma, haces la tanga hacia un lado y entras, su vulva está caliente, húmeda y tibia. Empujas al fondo, luego te mueves como si de ello dependiera tu vida. Error. Estas a punto de correrte, no puede ser. Lo habías estado esperando y ahora estás a punto de correrte. Ella se da cuenta. Hace un movimiento con el que te aprieta la polla, te abraza, detiene tu movimiento, como si el mundo se detuviera, como por arte de magia las ganas de correrte se han ido. Fuma, la besas, sientes el humo entrar por tu boca y salir por tu nariz. Sigues moviéndote, luego como si fuera una amazona te da media vuelta te saca de sí. Quedas a su merced, recostado boca arriba. Se pone de pie. se baja las bragas, las deja caer sobre tu rostro, no haces sino olerlas, huelen a ella.
—¿Te gusta? —dice.
—Sería un estúpido si dijera que no —contestas.
—O un loco.
—O un loco —repites.
Se pone de espaldas y baja, despacio, cada centímetro acrecentar el volumen de sus nalgas, tu polla parece saber el camino, entra en ella o ella entra en ti. Se mueve, sientes la carne de sus nalgas sobre tu pelvis; la vista es hermosa, un verdadero corazón de carne. Sigues disfrutando y piensas que esa mujer es una quimera, que no puede ser real… y, sabes, lo irónico es que es real, ¿cómo lo sé? Sencillo…, esa chica soy yo, la chica de tus sueños, aquella que es capaz de desbaratar la polla más enorme del mundo con un solo sentón, soy yo: Daian. Y sí, hay un tío al que estoy montando, y ciertamente es una buena polla, siento como se hincha cada vez que me dejo caer más pesadamente sobre él, pero, sabes, hay algo de lo que estoy segura, y quizás no lo creas, pero tienes suerte de hoy, precisamente hoy, no follarme, en verdad, créeme, tienes suerte de no ser ese chico…
2
No siempre fui puta. De hecho, no llegué a tener una polla entre mis piernas hasta los 22 y, a decir verdad, no fue de la mejor manera posible. Mi madre, Daian, y yo vivíamos a las afueras de la ciudad. En uno de esos pueblos donde se va a misa los domingos. ¿será que en todos los pueblos se va a misa los domingos? Seré sincera, si pudiera calificar mi infancia diría que fue feliz. No hace falta detenerme a contarla, se la pueden imaginar como quieran siempre y cuando en cada una de sus historias sea una niña sonriente. Soy hija única y jamás conocí a mi padre. He llegado a dudar si mi madre lo llegó a conocer. No soy estúpida sé que lo debió tener entre las piernas, me refiero a que, si en verdad lo llegó a conocer, saber algo de él por lo menos y no fui producto de un mal polvo. Da igual, el tío sólo hizo lo suyo: llegó al pueblo de vacaciones, folló a mi madre y nueve meses después nací yo. Y no la culpo, es decir no la juzgo, en cuestión de concha somos igual de calientes. Al decir lo no la juzgo encuentro una contrariedad, mi nombre, Daian significa precisamente eso: el juez. Siempre he pensado que el nombre define a la persona, ¿se imaginan los cuadros de Dalí con la firma “López”, es probable que esos cuadros estuvieran hoy en la basura. Jamás he juzgado, a nadie, ni siquiera a mi padre, por ser un fantasma; mucho menos a mi madre por ser una folladora. Sin embargo, sé que tarde o temprano me tocará ejercer mi nombre y sé que tendré que hacerlo con hierro. Juzgar, juzgar, juzgar, sé que algunos lo harán conmigo, sobre todo porque la plata que tengo la he sacado en base a exprimir pollas, literal. Pero, ¿puede alguien juzgarme cuando ese alguien llega a casa se acurruca bajo las sábanas y se pajea pensando en mis nalgas? vaya contrariedad, ¿cierto?
Toda mi infancia vi desfilar tipos por la casa, no me quejo, mi madre era demasiado cuidadosa con lo del sexo. Nuestras habitaciones estaban a cada lado de la casa así que era cuestión de quedarme en mi lugar para no ver ni escuchar nada. Sí, por supuesto que había habladurías, pero estas eran a nuestras espaldas. En el pueblo se corría un chiste para referirse a mamá: “Cuando quieras deslechar, con Daian has de parar”, decían, sin embargo, no había un solo hombre en todo el pueblo que pudiera decir que había follado a mi madre. Así es. No miento. El punto es que un par de veces la vi follar, ambas me escondí en su ropero. Tendría catorce o quince años y había entrado en mi ese gusano de la curiosidad de saber qué hacía mi madre a solas con tíos diferentes. La primera vez, lo que vi no me causó nada de placer, un tío rubio, casi transparente para mi gusto, follaba a mi madre mientras hacía ruidos como si fuera un burro, luego vi a mi madre hacer algo que me pareció asqueroso y que por lo visto a ese tipo le fascinó. Acostó al tipo con la cabeza en el borde de la cama y se sentó en su cara, de repente el tío comenzó a patalear y se corrió a chorros, ambos lo hicieron, en realidad. Cuando mi madre se bajó de su cara, el tipo tenía el rostro lleno de los jugos de ella, además de una sonrisa de oreja a oreja.
Fueron años de ese desfile hasta que llegó Darío. Darío era un tío mucho más joven que mi madre, rondaba los 36, pero su piel tersa y bien cuidada lo hacía lucir de 20; mi madre tendría43 y yo andaba en los 19. Darío follaba a mi madre como si no se cansara nunca. Lo hacían por toda la casa. Ya no tenía que esconderme en el ropero pues Darío siempre buscaba la manera de que yo los viera. Por supuesto yo era una adolescente con ganas de sexo, aunque hasta esa fecha no había tenido si siquiera un novio. Mucho menos sabía lo que era tocarme y disfrutar por mí misma. El problema, mi problema era que mi madre se sabía puta y como buena puta no quería el mismo destino para su hija. Desde chica me hizo usar vestidos hasta el tobillo y nunca andaba pintada, caso contrario a ella que usaba pantalones tan entallados que se le partía la concha.
—Pero mamá.
—Daian —no puedes ir por el mundo mostrando la carne.
—Sólo quiero.
—No —dijo.
—Es sólo que mis amigas tienen novio.
—Mi hija no será la puta del pueblo.
—Ese puesto te pertenece.
Mamá me dio una bofetada que me hinchó la cara por días.
Aunque mi madre quería ocultarme de la vista de los hombres, la naturaleza es sabia e hizo su trabajo. Una palabra: culo. Sí, debajo de esos vestidos había un gran culo. Era como si al pasar los años mi culo fuera floreciendo. A veces, al caminar por las calles sentía las miradas de los hombres y una que otra mujer, todas eran incisivas en esa parte, y sólo esa parte de mi cuerpo. Y no es que yo sea fea, al contrario, en cuestión de belleza estoy escalones arriba del promedio; sin embargo, en honor a la verdad mi culo es de campeonato, incluso más que el que alguna vez tuvo mi madre. Y sí digo “tuvo” porque mi madre ha dejado de existir hace ya algunos años….
Los domingos íbamos a la iglesia, no porque mi madre fuera apegada a la religión sino porque esa era su forma de deshacerse de sus pecados o por lo menos de que no pesaran tanto en su consciencia. Para las demás personas del pueblo Darío era un primo de mi madre, aunque, claro está, se corría el rumor que dentro de nuestra casa pasaban cosas extrañas. Y sí, la verdad es que llegaron a pasar. Toda esta mierda cambió un domingo de misa. Ese día llegamos un poco tarde, por lo que nos tocó hasta la parte de atrás en la última fila. La misa ocurrió con naturalidad a no ser que de repente sentí una mano en el culo. Darío me estaba tocándome por encima de la ropa. Mi corazón quería salirse de mi pecho, debí decir algo, pero no lo hice, de cierta manera me gustaba esa sensación. Voltee a ver a Darío de reojo, él seguía con la vista al frente. Siguió sobando mientras mi madre se daba golpes de pecho. Luego metió su mano debajo de mi vestido y mis bragas, dos de sus dedos juguetearon entre mis nalgas. ¿Debí hablar? No me gusta hablar de lo que pudo haber sido, lo que fue, fue, y listo, no hay poder en este mundo que pueda cambiarlo. Mi madre pasó por la hostia. De regreso volteó a ver a Darío, ambos se sonrieron, él seguía con sus dedos entre mis nalgas buscando entrar en algún sitio. Para mi suerte la misa terminó antes de lo previsto. Darío sacó su mano de mi falda, yo me detuve de una banca, me sentía desfallecer, ahora creo que me corrí un poco ese día.
Como cada fin de semana, cuando el padre dijo que podíamos ir en paz lo primero que hicimos fue ir a desayunar al restaurante de mi madre. Durante el desayuno todo fluyó de manera natural, como siempre. Al final de desayuno Darío llevó sus dedos a la boca y los chupó.
—Estuvo delicioso —dijo y me volteó a ver.
3
A partir de ese día las cosas cambiaron. Primero porque mi madre tuvo que suplir a una chica que se había salido del restaurante. No sé si lo había dicho, pero mi madre tenía un pequeño restaurante heredado de mi abuela. El lugar era bastante conocido en el pueblo, de ahí que llegaran bastantes turistas y de ahí que mi madre consiguiera pollas. Bien, eso fue antes de toparse con Darío. Porque hubo un antes y un después de Darío, para ella y para mí. Esa es la verdad.
Decía: una chica de las meseras, se había salido de trabajar por lo que mi madre tuvo que reemplazarla en sus obligaciones mientras conseguía a alguien más.
—Yo podría hacerlo —le dije.
—Por supuesto que no —dijo ella.
—No creo que sea muy difícil cargar una charola con un plato y bebidas.
—No es eso.
—Además, las propinas me pueden venir de maravilla, he visto un…
—He dicho que no.
—Daian —intervino Darío—, hazle caso a tu madre.
Mi madre lo tomó de la mano.
—Tú te quedarás aquí, además no tardará en llegar alguien.
—¿Puedo saberlo?, ¿puedo saber por qué no puedo trabajar?
—Has visto los tíos que llegan a comer al restaurante, te comerían viva.
A veces, me daba por pensar que mi madre competía conmigo de mujer a mujer y usaba todo lo que estaba en sus manos para no dejarme ganar.
En casa, por lo general estábamos Darío y yo solos. Sí, aunque Darío podría ayudar a mi madre, sus funciones en el restaurante consistían en conseguir la verdura que se iba a utilizar, iba al mercado local a hacer las compras del día, las llevaba al restaurante y luego regresaba a la casa a follar y dormir. Yo por mi parte, me levantaba a hacer las labores de la casa, luego no tenía nada qué hacer; hacía dos años que había terminado el cole y para entrar a la universidad tendría que mudarme a la ciudad, algo que estaba en mis planes pero no en los de mi madre…Pero me he perdido, decía que, desde el día de la iglesia, las cosas cambiaron. Varias veces encontré a Darío haciéndose una paja, lo hacía en el baño, pero siempre dejaba la puerta abierta. Cuando lo vi por primera vez, me di cuenta de por qué mi madre estaba tan prendida de él. Sabía, también que eso no duraría para siempre, en cuanto se cansara de su juguete lo desecharía, aunque no estaba segura de cuánto tiempo podría ser eso pues mi madre estaba en esa edad de querer conservar cosas. En fin, tenía una polla gorda y gruesa con una cabeza tan roja como una manzana. No sólo era su polla: Darío tenía los abdominales marcados y los pechos nacientes, ni un solo vello cubría su pecho ni su pelvis. Una vez lo vi cuando estaba soltando la leche me imaginé que fácil podría llenar todo un vaso con ella.
Fue un martes.Ese día mi madre estaba realmente ocupada. Le tocaba atender el negocio en época de vacaciones, por lo que llegaba rendida a casa. Yo estaba picando un mango, para comerlo como cena antes de dormir. Darío se apareció frente a mí, estaba desnudo, su polla flácida era incluso bastante grande como para satisfacer a cualquier chica. Hice como si no hubiera notado su desnudez.
—Rosa ha quedado rendida —dijo
Se acercó, cogió uno de los cuadritos del mango, lo llevó a la boca y se chupó los dedos, luego se retiró un poco.
—¿Rendida?
—Ya sabes, NIÑA —recalcó esto último.
—Tengo cosa qué hacer.
Di media vuelta, estaba a punto de salir de ahí.
—Mango —escuché su voz.
—Disculpa.
—Olvidas tu mango.
—¡Ah!
—Algo más.
—¿Sí?
—Jamás dijiste nada.
—Disculpa.
Voltee, estaba en el arco de la puerta, tenía las piernas cruzadas, su polla colgaba por su pierna, tenía un palillo con el que rascaba los dientes y luego chasqueaba la lengua.
—En la iglesia.
—No entiendo de qué hablas.
—Vamos chica, te he tocado el culo y no has dicho una mierda.
—Mi madre.
—O tú.
—Grrr.
—Sí, chica te he tocado el culo y no has dicho nada.
Caminó hacia mí.
—Ya lo he dicho.
—Me has visto haciéndome una paja y, sabes, tampoco te ha molestado.
Estaba a unos pasos, incluso podía sentir su respiración, en su cuerpo estaba impregnad el olor de mi madre.
—Ha sido mi mala fortuna —dije.
—Me has visto follar con tu madre, has visto cómo le abro las piernas de par en par y entro en ella como si fuera un maldito toro, has tragado saliva mientras la follo como si fuera una perra, porque sabes, eso es para mí, una maldita concha con plata, una perra en brama.
—Imbécil.
—Pero tú, chica, tú eres diferente.
—Voy a gritar —dije, mi respiración iba en aumento.
—Si quisieras gritar, hubieras empezado por sacar mi mano debajo de tu falda, tu putita falda —dijo.
¿Cuándo había pasado? ¿Cuándo había llegado hasta mí, levantado la falda y comenzado a tocarme la concha? Estaba realmente idiotizada. Sacó la mano, mis jugos resbalaron por sus dedos, los llevó a la boca, los lamió como si fuera un caramelo.
—Veamos que hay debajo de estos trapos —dijo.
Comenzó a besarme el cuello, un chorro de mi jugo resbaló por mis piernas, Darío realmente me estaba desarmando. Bajó de mi cuello a mis pechos, mi mano buscó su polla, estaba realmente tiesa. Comencé a masajearla hasta que sentí un poco de baba en mis manos. Me cargó, cogiéndome de las nalgas hasta llevarme a la mesa, luego me quitó la blusa.
—Carne fresca —dijo.
—Darío yo.
Se apartó un poco.
—Nunca has estado con un hombre, ¿cierto?
Asentí con la cabeza.
—No te preocupes niña, te trataré bien.
De nuevo asentí con la cabeza.
—Si te portas bien con papi, puedo follarlas a ambas, juntas, en la misma cama.
Sentí repulsión, no así mis piernas que temblaban por recibirlo. Desabrochó mi falda, cayó al suelo, luego bajó mis bragas.
—Mierda —dijo cuando vio mi desnudes.
—¿Pasa algo?
—Sí que lo tenías guardado —dijo clavando su mirada en mi culo.
—Yo…
—Tu culo, es de campeonato, es perfeto.
Pude ver cómo salivaba. Me dio media vuelta comenzó a besar mis nalgas, era como un niño que ha recibido un regalo por primera vez. Masajeaba mis nalgas, las mordía y lamia como si no hubiera un mañana. Restregó su polla entre mis nalgas, pude sentir su punta en el rabillo del culo. No hice sino tragar saliva. ¿En verdad mi primera vez iba a ser con el follador de mi madre, y por el culo? Se hincó y comenzó a chupar, luego escuché un estruendo y dejó de hacerlo. Mis ojos se cerraron casi al instante.
4
Mamá se despertó con la concha sedienta de placer. Sí, Darío la había follado y ella había caído dormida, pero el ladrido de un perro la había hecho despegar los ojos. Aun con un poco de letargo, sintió un picor en la entrepierna. Comenzó a tocarse. Estaba sola en la cama. Darío quizás había ido al baño. Lo mejor sería recibirlo empapada en jugos, que sólo llegara a entrar: correrse y a dormir. A siguiente día le esperaba mucho trabajo. Cinco minutos después de que Darío no apareció por ningún lado, mi madre decidió ir a buscarlo. En el baño no estaba, aspiró hondo, tratando encontrar su olor. Fue hasta la cocina. La escena no lo inquietó, sabía que Darío no tenía por qué guardarle respeto, pero yo, su hija, le había hecho una mala jugada. Era mejor darle una patada en el trasero que comerse la polla de su hombre. Vio a Darío chupándome el culo, agarró un sartén y lo golpeó en la cabeza, luego me dio mi merecido.
Y bien, todo esto no lo sé de cierto, de hecho, ni siquiera sé cómo pasaron las cosas, sin embargo, es la mejor historia que me he podido inventar al respecto y para mi está bien. Lo que sí sé es que cuando desperté Darío estaba con una venda en la cabeza, sentado en una silla, en sus piernas estaba mi madre, ambos estaban desnudos. Traté de moverme, me fue imposible. Estaba amarrada a una silla. Por un momento pensé que estaba por sucederme lo peor.
—Madre —dije, con voz temblorosa, yo también estaba desnuda.
—No deberías llamarme así —dijo ella.
—Madre.
—Calla putilla.
—Madre yo…
—Darío me lo ha contado todo —dijo, le dio un beso en la mejilla, él sonrió de manera disimulada.
—¿Te ha contado?
—Todo.
—¿Todo?
—Sí, todo.
—Falso.
—Calla puta.
—ME ha buscado.
—Shhh —dijo y me lanzó una mirada, la misma que era la premonición de que debía callarme, ¿debía callarme?—, me lo ha contado todo, me ha dicho cómo es que le mostrabas el culo a cada oportunidad, descarada.
—¿Descarada?
—Sí, puta descarada.
—Ha sido él.
—¿Él?, él es hombre, no pueden controlarse, en cambio tú…
—Madre —sentí una amalgama de tristeza rondar por mi garganta, esperando salir.
—No sabes respetar esta casa, putilla, mira que querer quitarme a mi hombre.
—Jamás —dijo Darío—. Es una descarada.
—¿Descarada?
—Puta.
—Me dices puta —dije—, cuando por años te he visto follar con tíos diferentes.
Mi madre se levantó como si las piernas de Darío estuvieran ardiendo, caminó hacia mí y me dio una bofetada. Luego me agarró del cabello y lo zarandeó a los lados.
—Una es mujer
—Mujer —repetí.
—Sí, es mujer y tiene necesidades.
—¿Necesidades?
—Sí, necesidades de mujer, ¿entiendes? —dijo.
No contesté, me relamí la sangre que había brotado de mis labios.
—Qué vas a saber tú, si eres un animal en celo —dijo mi madre, en sus palabras no había enojo sino rencor.
Voltee a ver a Darío, tenía una erección. Mi madre se dio cuenta, siguió mi mirada.
—¿Te gusta lo que ves, putilla?
—Madre, fu él, quien…
Me agarró de las orejas.
—Nunca lo vas a tener —dijo, con rencor.
Caminó hasta Darío, se dejó caer de rodillas y comenzó a chuparle la polla. Su culo quedó a mi vista. ¿era mi madre mi rival? Pero, ¿rival de qué o por qué? Darío me observaba como si quisiera tragarme con la mirada. No tardó mucho en hincarse y poner a mi madre en cuatro, ella paró el culo hasta formar un corazón. Por unos minutos no vi el rostro de Darío, sólo el de mamá, el tío se entretenía en chuparle el culo, hasta mi llegaban los lengüetazos y gemidos.
—¿Quieres ver de lo que te has perdido? —dijo mi madre,
—Estás enferma.
—Lo deseas, putilla.
—Déjame ir.
—Oh, claro que te irás —dijo—, sin polla, sin ropa, sin plata, sin nada.
—Pero.
—Para mí estás muerta —dijo.
Volví a ver la cara de Darío. Entró en mi madre, ella lanzó un grito de placer. Cuando pasó esto, yo sentí que entraba igual en mí. Me corrí, las piernas me temblaron.
—Se ha corrido la muy putilla —dijo Darío, como si hubiera ganado una estatuilla.
Yo seguía temblando. Mi cuerpo estaba realmente relajado.
—Es lo que provocas, eres un semental —dijo mi madre.
—Te amo —dijo Darío y volteó a verme.
—Te amo —dijo mi madre, igual volteó a verme—. ¿Lo oíste, putilla?
Estuvieron follando un rato hasta que sus cuerpos quedaron sudados por completo. Cuando él se corrió fue como si alguien hubiera abierto un chorro de agua, mi madre chupó su leche como si fuera una andante del desierto, sedienta. Luego estuvieron abrazados otro tanto, hasta que mi madre se levantó del suelo. Caminó hasta un buró, abrió uno de los cajones, sacó un plumón de tinta indeleble, vino a mí y escribió “Puta” en mi frente. Luego me desató.
—No hables, no digas nada —dijo—, lárgate.
—Mi ropa.
—Saldrás de esta casa como llegaste a ella, desnuda.
—Desnuda —repetí.
—Saldrás de esta casa como lo que eres: puta.
—Puta —repetí.
Era de madrugada cuando salí de casa. En la calle había algunas voces, caminé tratando de esconderme, las luces de algunas casas se encendieron, sentí miradas sobre mi cuerpo. Me daban ganas de llorar, pero tenía las lágrimas atoradas en la garganta. Caminé por tres o cuatro horas hasta que salí del pueblo. Antes de hacerlo pude conseguir un pantalón y una blusa que estaban colgados en una ventaba. Aún estaban húmedos. ¿A dónde debía ir? Era un cachorro sin rumbo fijo. Una cosa era segura, no podía regresar. El cansancio hizo lo suyo. Esa madrugada dormí entre cartones, perros y podredumbre. Antes de cerrar los ojos pensé que quizás mi madre tenía razón y había sido yo quien, de alguna manera, había incitado a Darío a follarme.
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No hace falta decir que me las vi negras en esos días. Por las noches caminaba, si una chica se queda dormida en la calle por la noche es casi seguro que amanezca o con la concha desflorada o con una sorpresa que recibirá en nueve meses, algo que para nada quería que sucediera, ni lo uno ni lo otro; en las mañanas buscaba un buen lugar para dormir, y un buen lugar me refiero a una banca en el parque o algo por el estilo, donde hubiera personas que me pudieran defender en caso de que alguien quisiera propasarse. La marca en al frente fue desapareciendo por si sola, con ayuda de la mugre y el agua de la fuente en la que me medio bañaba. Fueron días, semanas o quizás meses de estar así, cuando el hambre y la tristeza se apoderan de una persona es difícil contar el tiempo. Es como si cada grano de arena dentro del reloj fuera el primero y el último al mismo tiempo.
Para mi suerte encontré un lugar dónde dormir por las noches estando segura. Era un callejón justo en la parte trasera de un bar. Contrario a lo que se pueda pensar la parte aledaña a los bares es completamente silenciosa, como si quisieran ocultar lo que pasa adentro. El lugar que había conseguido era justo al lado del contenedor de basura, mismo que levantaban los jueves a veces, por lo que ese día tenía que dormir en otra parte, cuando abrían la puerta escuchaba la música dentro; a veces, también, veía salir chicas acompañadas. Las mismas chicas, diferentes tíos. De cierta manera me recordaba a mi madre. ¿Qué estaba pasando con mi madre? ¿con Darío? Tal vez nunca la volvería a ver, ¿me estaría buscando? Poco a poco las reminiscencias del recuerdo de lo que fue para mí, alguna vez, una familia fueron muriendo.


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