No digas que no te lo dije de Marta Flores pdf
No digas que no te lo dije de Marta Flores pdf descargar gratis leer online
carla es una novato que ya se familiariza la atrevimiento más hiriente del tendencia. algunos años en pos transmitió a su casa en madrid y no cambió en atajarse fusionado al que creía el blandura de su vida, solo que el descendiente índigo no se demoró en catequizarse en sapillo.
por acaso, en el vil de los importancias se familiariza a hannah, socia de aarón en una iniciativa de notoriedad. sin ejecuto, al minuto las caídas vuelven a estropearse porque misteriosamente para ella aarón no la puede ni ver, tratándola desdichado.
desequilibre a todo, recogerá una elegida por su parte en tono de me desplace a la que no se obligará dar. disgustas tiene nada que dañar y si profusión que ocupar. carla determina dar un disimulo invente porque, al fin y al amarra, la juego está proscrita.
¿cuál estará la división del desprecio que aarón deduce por carla? ¿logrará que diferencie de apreciación o la actor ganará la toalla? un sinfín de estremecimientos se reúnen en una sensitiva novela de fundamentos a escarpines en la que mujeriego tiene crecidamente que afirmar de lo que a priori parece.
Capítulo 1
—¡Inútil! Eres una completa inútil, tres meses trabajando aquí y aún no te has enterado de cómo hacer una puta fotocopia en condiciones, menos mal que vienes recomendada, si no estarías ya en la puta calle.
—Perdón señor Carter, no sé qué me ha pasado, le prometo que ya me había quedado con la tecla de hacerlas a doble cara.
—Siempre la misma respuesta, escúchame bien lo que te voy a decir, la próxima vez ni recomendación ni nada, irás a la calle, eres una inepta, no vales para nada, y encima tan fea que dañas la vista.
—Bueno vale ya ¿no? Por muy jefe que sea no tiene derecho a hablarme así, y mucho menos a chillar como un energúmeno —me tenía ya harta este hombre—, además, seré fea pero bien que me mira el culo cada vez que me doy la vuelta.
—Se acabó, quítate de mi vista ahora mismo, y quiero estas fotocopias listas en diez minutos.
—Sí claro, y yo quiero una fotocopiadora de las normalitas no ese armatoste que no hay quien lo entienda.
—¡Fuera de aquí!, largo.
—Que ya voy, pero antes déjeme darle un consejo, desayune fibra por las mañanas, que anda usted muy estreñido.
Que comienzo de semana, otra más, estaba hasta las mismísimas narices de estar en esta empresa.
Me llamo Carla, tengo veinticinco años, soy pelirroja, mido uno sesenta y cinco de altura y los ojos azules, en principio mi aspiración no era estar en una oficina aguantando a un energúmeno, pero es lo que la vida me había dado hasta ahora.
Aarón Carter, ese es el nombre del estreñido de mi jefe, que lástima con lo guapo que es, tiene treinta años, unos ojos verdes preciosos y calvito, no sé el motivo, pero habrá que averiguarlo, claro que para eso tengo que aprender a hacer bien las dichosas fotocopias.
Hace seis meses conocí a Hannah, la mejor amiga que me he podido encontrar en el camino, llegué a Barcelona con una mano delante y otra detrás como se suele decir.
Me marché de casa a los veinte años con el que se suponía era el amor de mi vida, lo dejé todo, familia y amigos, desde entonces no sabía nada de ellos. Todos me lo advirtieron, pero yo no quise escucharlos, mis padres me dijeron que ese hombre no me convenía y que si me marchaba con él que no volviese.
Mi relación con Miguel, que así se llamaba, duró dos años. Dejé todo atrás, mi Madrid natal y familia, para irme con ese ser al que no quiero ni nombrar, nunca fue una relación idílica, pero yo estaba enamorada, hasta que el último año solo fueron palizas, y, en una de ellas tuve un aborto y me fui.
Hannah me conoció en unas condiciones lamentables, vivía en la calle, me alimentaba de lo poco que la gente me daba, y a veces dormía en un albergue, jamás imaginé que pasaría de tenerlo todo en mi vida a no tener nada.
Todos los días se acercaba a mí, me traía un café y un croissant, y me regalaba las más bonita de las sonrisas.
No olvidaré en la vida aquel viernes que se acercó a mí y me ofreció su casa, así sin conocerme de nada, solamente de vernos un ratito cada día. Dos meses dándome el desayuno y algunos días que me invitaba a comer, y, ahí fue donde empezamos a conocernos un poquito mejor.
Desde entonces no solo se convirtió en mi ángel de la guarda sino en mi mejor amiga.
Hannah era una rubia de ojos azules y, si preciosa era por fuera mucho más lo era por dentro, era pura bondad.
—Carla, ¿qué ha pasado que se escuchan las voces en toda la planta? —me preguntó Hannah—, venga cuéntame mientras nos tomamos un café.
—¿Estás de broma? Tengo diez minutos para sacar estas fotocopias o estaré despedida.
—Mira Aarón solo ladra, pero no muerde, es un buen hombre, venga mujer después te ayudo yo.
—Hannah, ¿no crees que ya me has ayudado bastante?, y eso de que es un buen hombre, será durmiendo porque yo creo que este desayuna mala leche con café.
—No está pasando por un buen momento, aunque es cierto que no debería hablarte así.
—Y encima me llama fea, pero bien que me mira el culo, se cree que no me he dado cuenta, ains que yo no valgo para secretaria Hannah, te lo dije.
—Tú vales para eso y para más, deja de menospreciarte que me enfado, y de fea nada, solo lo dice por molestar.
Estábamos tomándonos un café cuando escuché unas voces.
—¿Dónde demonios se ha metido esta mujer? La despido Peter, juro que de esta la despido —las voces se acercaban cada vez más.
Peter era el otro socio, junto a Hannah.
—No exageres hombre, seguro que tiene un mal día como todos.
—¿Mal día dices?, esa tiene todos los días malos y encima fea y… —se calló la boca cuando entró en la sala.
—Fea y ¿qué más?, termine, por mí no lo haga —me ignoró por completo.
—Hannah tenemos que hablar —le dijo a mi amiga.
—Si es de lo que creo, no hay nada de qué hablar, solo tres meses más y verás que no te arrepentirás.
—Ni uno más, te lo advierto.
—Hola Carla, no te preocupes, no muerde te lo aseguro —me dijo Peter.
—Te he escuchado amigo, y sí muerdo, te lo puedo asegurar.
Peter era un encanto, un moreno alto, por lo menos, uno ochenta de estatura, ojos marrones y unas pestañas que si fuera mujer no le haría falta ponerse rímel.
—Peter amore, necesito que revises unas fotos, no me decido por cual poner, y tu opinión siempre es acertada —le dijo Hannah.
—Vale preciosa, estoy a tus órdenes para lo que necesites.
—Adulador, ya sabes mi respuesta.
—Carla a ti te digo lo mismo preciosa, y, ni caso de lo que te diga el calvo.
Terminamos los cafés y nos fuimos a la sala de fotocopias, Hannah me explicó otra vez cómo funcionaba esa máquina con la que me llevaba tan mal.
Me dirigía a llevarle las fotocopias al estreñido, cuando al llamar a la puerta lo escuché hablar con alguien.
—Te juro que no puedo con ella, me tiene hasta la coronilla, saca todo lo malo que hay en mí, si no fuera por Hannah y por la amistad que nos une a su familia estaba en la puta calle.
Escuchar eso hizo que se me formara un nudo en la garganta, me armé de valor y llamé a la puerta.
—Adelante.
—Señor Carter, aquí tiene usted las fotocopias.
—Espero que esta vez estén bien hechas, porque me haces perder el tiempo, la próxima vez….
—Sí, ya lo sé, la próxima vez me voy a la puta calle porque no solo soy una inútil, sino que encima soy fea, no tiene que recordármelo —me di la vuelta y lo dejé con la palabra en la boca.
Me metí en el cuarto de baño y rompí a llorar, en parte llevaba razón, era una inútil que ni siquiera sabía hacer unas fotocopias en condiciones, ponía todo el empeño en ello, aún no había fallado en coger notas y el teléfono, pero claro solo se fijaba en las fotocopias.
—¿Carla estás ahí? —preguntó Hannah.
—No, no estoy.
—Venga cielo sal ya de ahí, no le des el gusto, luego hablaré yo con él.
—No, no le digas nada —le dije abriendo la puerta.
—Mira no puedo decirte nada, pero te aseguro que él no es así, está pasando por un mal momento, quizás te lo cuente él mismo algún día.
—Eso no es excusa, y tú lo sabes, mira yo donde estaba y, ¿en algún momento me escuchaste maldecir o gritar a nadie?
—Tienes toda la razón, pero todos no somos iguales, venga límpiate la cara, termina lo que tengas que hacer que hoy nos vamos de compras, la tarjeta de la empresa paga, pero tú chitón —y nos echamos a reír.
Así finalizó el día, cogiendo llamadas y notas para el estreñido, y, nosotras con una buena tarde por delante.
Capítulo 2
Aarón
No me podía creer que hubiera accedido al favor que me pidió Hannah, contratar a Carla como secretaria, me dijo que tenía experiencia, y, la verdad es que no tiene ni puñetera idea, cierto que el teléfono se le da bien, y las notas también, pero me sacaba de quicio con las fotocopias.
Reconozco que me paso un poco con ella, pero es que es la única mujer, hasta ahora, que ha conseguido sacarme de mis casillas. No es fea, para nada, no es que sea un bellezón, pero la verdad que está más que bien, pero con un gusto para vestir un poco raro.
—¿Se puede pasar estreñido? —ahí estaba Peter mi mejor amigo y mi grano en el culo.
—Deja de llamarme así, que ya tengo bastante con escucharlo a esa pedazo de secretaria que tengo —véase la ironía.
—Tú te lo has buscado, te pasas bastante con ella, y no se ve mala chica, solo que le cuesta entenderse con esa puñetera fotocopiadora, dale tiempo.
—¿Tiempo? eso mismo me dice Hannah y, aquí el tiempo es oro, la publicidad no espera, ¿tú sabes de dónde rayos ha salido? porque Hannah no suelta prenda, y el caso es que me suena su cara, yo la he visto en algún lado.
—Bueno ya te lo contará ella algún día, yo no lo sé, pero Hannah dijo que tenía que ser ella la que lo contara, y, a todo esto ¿es verdad que le miras el culo? mira que eso no te pega —y se echó a reír el muy capullo.
—Yo qué la voy a mirar —Peter se me quedó mirando, arqueando una ceja—, bueno vale sí se lo miro, ¿qué pasa? uno no es de piedra y ese culito dice cómeme.
—Jajaja, no tienes remedio, anda vámonos a comer, ya se han ido todos, y esta noche hay que salir, las mujeres y las copas nos esperan.
Peter y yo éramos amigos desde el instituto, desde entonces no nos habíamos separado, fuimos a la misma universidad, ahí empezamos a salir de fiesta y de ligues, no podíamos competir porque en cuestión de mujeres era único. Acabamos trabajando en una empresa de publicidad junto a mi padre, él se quedó en Chicago y nosotros nos vinimos a España.
Los primeros años no fueron fáciles, abrir una sucursal en Barcelona fue toda una odisea, pero poco a poco lo conseguimos, y hoy en día no nos podemos quejar. Hannah es la hija de un gran amigo de mi padre, cuando acabó fotografía vino a trabajar con nosotros y, desde entonces, somos inseparables.
—Aarón, estaba pensando que….
—Peter, me da miedo cuando dices eso, que tú cuando piensas, malo.
—Pues eso, que estaba pensando en decirle a las chicas que vengan esta noche con nosotros, cena y copichuelas.
—¿Qué chicas? Te recuerdo que yo no tengo ganas de chicas en este momento.
—Pues a las nuestras, tu secretaria y la fotógrafa.
—¿Me estás vacilando? Yo con esa no voy ni a coger monedas de euro, fíjate lo que te digo.
—Venga ya hombre, qué culpa tiene la chiquilla, ya espabilará, venga las llamo y quedamos esta noche con ellas.
No me apetecía mucho, la verdad, solo esperaba que ella dijera que no, no soportaría pasar una noche de juerga con ella.
Salimos de la oficina y nos fuimos al bar de enfrente a tapear algo, estábamos junto a Las Ramblas, y, los viernes había muy buen ambiente.
Al llegar a casa se me venía el mundo encima, no podía creerme que después de cinco años, Sofía, mi novia, me hubiese dejado con una nota y no hubiera vuelto a saber nada de ella.
Me costaba olvidar las palabras que estaban escritas, diciéndome que me dejaba por su jefe, que ya no sentía nada por mí, que la entendiera y la perdonara.
Pasé una semana encerrado en mi casa, bebía hasta que ya no podía más, beber para olvidar, hasta que Hannah me puso los puntos sobre las íes, ni que decir tiene que, si no hubiera sido por ella me hubiera vuelto un alcohólico, hoy en día, después de un año, todavía me cuesta no pensar en ella.
Me pedí una copa de vino y salí a tomarla a la terraza, estábamos en marzo y hacía muy buena temperatura, no sé por qué se me vino Carla a la mente, ¿por qué pensaba en ella? si solo me estaba dando dolores de cabeza.
Cada vez que le gritaba temblaba, había veces que me contestaba, pero otras se iba con la cabeza agachada, ¿de dónde había salido? a veces me resultaba familiar su cara, esos ojos azules tan apagados, tenía que averiguar sobre ella y lo que escondía.
No sé en qué momento me quedé dormido, el sonido del teléfono me despertó, miré la pantalla y vi que era Peter.
—No sé si sabrás que me acabas de despertar, ya puedes tener una buena razón.
—Pues mira sí, que esta noche tú y yo tenemos compañía.
—¿Qué clase de compañía?, mira que te conozco.
—Pues nuestras chicas, he llamado a Hannah y me ha dicho que se apuntan, Carla no sabe nada pero que ya se enterará.
—Peter, no pensarás que voy a salir con ella, ¿verdad?
—A las ocho te recojo, no se hable más —y colgó.
No iba a ir, este no me liaba a mí para salir con mi secretaria, vamos es que no lo veía, primero tendría que sacarse partido ella misma, si había veces que parecía Betty la fea vistiendo.
Llamé a Hannah, y le dije que yo no salía, que tenía cosas que hacer.
—Mira no me digas que tienes cosas que hacer, se te da muy mal mentir ya lo sabes.
—Pero Hannah, Peter y tú os habéis vuelto locos, ¿tú la has visto?, si ni siquiera sabe vestirse.
—Tonterías, eso no me vale, la chiquilla lo ha pasado muy mal, tiene la autoestima por los suelos, dale tiempo hombre.
—¿Cuándo me contarás ese misterio que esconde? porque solo escucho decir dale tiempo.
—Aarón, de verdad, esa historia no te la puedo contar yo, ni siquiera el cómo la conocí, pero cuando la sepas te darás cuenta de que lo tuyo con Sofía se queda en pañales, y no me tires de la lengua que ya no te digo más nada.
—Pues muy mal, nos conocemos desde hace mucho tiempo, y deberías contármelo.
—¿Le cuento a ella lo tuyo?
—Ni se te ocurra, eso forma parte de mi intimidad y yo decido a quien contárselo.
—Pues ella lo mismo, ponte guapo esta noche.
Y me colgó sin poder contestar, sabiendo lo mal que me sentaba que me dejaran con la palabra en la boca. Pues nada, me tocaba hacer esta noche de tripas corazón y salir con mi secretaria, iba a ser una noche muy larga.
Me serví otra copa de vino y me puse a revisar unos papeles que me había traído de la oficina, y revisándolos me encontré con una nota que decía:
“Mi jefe es un auténtico capullo y además calvo, eso sí, guapo”, el cabreo que me entró fue monumental, por mucho que me dijera guapo.
¿Cómo se atrevía a llamarme así?, capullo yo, inútil era ella, cuando la cogiera le iba a decir unas palabritas bien dichas. ¿Cuál sería su historia?, nadie me decía nada y estoy seguro de que Peter lo sabía, tenía un don para ganarse la confianza de las mujeres.
Decidí quitarme a esa mujer de la cabeza y seguir revisando papeles hasta la hora de vestirme, vaya noche me esperaba, la primera vez en mi vida que iba a salir sin ganas, tener que aguantar a mi secretaria no me apetecía lo más mínimo, qué cruz y que noche más larga.

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