No lastimes mi corazón de Sahara Jane Rose

No lastimes mi corazón de Sahara Jane Rose

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No lastimes mi corazón de Sahara Jane Rose pdf

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Regina piensa que la energía le sonríe, pronto podrá defender la filial de su procreador, y está embarazosa con el cariño de su historia, sin embargo un instante, en el lado maleducado hará que escuche una cita que cambiará para siempre su semblanza.


No lastimes mi corazón
Sahara Jane Rose
Contenido
No lastimes mi corazón
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Epilogo
Capítulo 1
Regina cerró los ojos dejando escapar una lágrima, no podía creer que en menos de un minuto había perdido todo lo que ella creía que amaba, todos le habían mentido, incluida su familia que decía quererla con toda el alma, la habían engañado para manipularla y de Robert su prometido no podía esperar otra cosa, era el canalla más retorcido que había tenido la desgracias de haber conocido. Un movimiento dentro del despacho de su padre la hizo salir de sus pensamientos, se limpió una lágrima con furia, caminó cuidando que nadie la observara, y llegó hasta su habitación. No entendía porque todos los que decían amarla habían aceptado traicionarla de esa manera.
Robert era el hijo que nunca tuvieron sus padres, y desde siempre había tenido un lugar privilegiado en su familia, aunque no compartieran lazos de sangre, cuando era una adolecente, lo veía como si fuera un Dios, su palabra era ley y eso que apenas estaba adentrándose en el mundo de los negocios de su padre.  Su corazón se alteraba con solo mirarlo y más de una vez la habían pillado mirándolo sin disimulo, lo que provocaba las risas de sus familiares, pensando que estaba atravesando un tonto enamoramiento.
Cuando se fue a la universidad a estudiar económicas y admiración de empresas, se alejó de él, lo que fue un alivio, porque verlo desfilar con tantas mujeres de piernas kilométricas la ponía enferma, sobre todo recordaba cuando unas navidades él llegó acompañado de una deslumbrante pelirroja, ella se la pasó toda la noche molesta, tanto, que su madre le dio una mirada fulminante para que se comportara como la hija educada que era, pero la cereza del pastel fue cuando Robert salió al jardín a darse de besos con esa mujer y tal vez si hubieran sido unos simples besos ella lo hubiera tolerado pero cuando vio que Robert acariciaba los enormes pechos de esa mujer, Regina lo vio todo rojo, y en un acto de rebeldía, fue hasta donde estaban ellos y tomó a esa descarada del cabello para jalarlo con fuerza insultándola con un amplio vocabulario del cual no estaba muy orgullosa.
Su familia se escandalizó tanto por su comportamiento que la dejaron en la universidad donde estudiaba las siguientes vacaciones, eso le tuvo que haber dado un indicio de que no la quería, recordó como durante esas vacaciones aislada de su familia, había conocido a un chico muy guapo que le alteró la sangre como nadie, se llamaba Jasón y era guapo a morir, ella lo miraba cuando estrenaba en el campus de la universidad, el día que él le dedicó una sonrisa sintió que le había regalado el cielo. Comenzaron a salir en plan de amigos y aunque ella creía que solo estaba jugando con ella, por cuestiones del destino terminaron enamorados. Aprovechaba cada que salían del campus para escaparse e irse a una casita que tenía Jasón a las afueras de la ciudad, era tan pintoresca que parecía un sueño. Regina por primera vez en la vida sintió que pertenecía a alguien, Jasón la complacía en todo, y la trataba como una reina.
Aunque eran muy jóvenes y estaban en medio de culminar sus estudios, ambos tenían la misma firme idea de unirse en matrimonio en cuanto recibieran sus títulos universitarios, en esa época Regina sentía que la vida no le podía sonreír más que en ese momento, hasta que un fin de semana y Robert lo tuvo que estropear todo. En una de sus escapadas él llegó al campus a visitarla y se dio cuenta de que salía sin avisarles de donde estaría, obviamente su familia estaba creída que ella se pasaba horas enteras estudiando dentro de las paredes de la universidad.
Así que en cuanto la encontraron la llevaron directo a su casa, el curso siguiente se enteró de que Jasón ya no estudiaría más en esa universidad, lo que le provocó un enfado descomunal porque hasta ella llegó el rumor de que Robert y su familia pidieron la destitución de su novio. Cuando pudo ponerse en contacto con Jasón este le dijo que por favor no lo volviera a molestar, que era mejor mantenerse alejados por el bien de su familia. Regina estuvo llorando por noches enteras, aunque fuera muy joven e inmadura ella se había enamorado por completo de Jasón y al dejarla sentía que la vida no tenía sentido para ella.
Solo el tiempo pudo curar las heridas de su mal herido corazón, cuando terminó la universidad se dedicó a viajar por el mundo, conoció lugares inimaginables, pero después de unos años y de seguir preparándose, sabía que estaba lista para tomar las riendas de la empresa de su padre, aunque este prefería mas a Robert que a ella que solo la había puesto en el área administrativa, con la idea de que antes de tomar la presidencia debía conocer todas las áreas de la empresa y que mejor manera de hacerlo que trabajando en ellas, algo totalmente humillante. Pero Regina no se iba a dar por vencida y les demostraría a todos que estaba dispuesta a trabajar y comenzar desde abajo sin miedo a nada.
La relación con Robert después de lo que pasó con Jasón se volvió muy tensa, él seguía siendo la mano derecha de su padre y era quien dirigía todo su imperio, y ella solo había obtenido un puesto que hasta alguien menos preparado que ella podría obtener.
Volviendo al presente, se limpió una lágrima recordando las palabras que había escuchado momentos antes, su subconsciente la traicionaba diciéndole que nadie la quería, nadie la había amado nunca.
Solo había sido una ilusa de la cual se habían burlado, sus padres decían adorarla, pero no era verdad, aunque recordaba cómo después de entrar a trabajar en la empresa Robert comenzó a seguirla por todos lados, Regina creyó que después de Jasón, el enamoramiento por Robert lo había superado, pero estaba muy equivocada, porque en cuanto comenzaron  convivir con el pretexto del trabajo, Regina sintió que su corazón daba un brinco cuando lo veía llegar, cuando le sonreía, o cuando le rozaba sin querer al estar dentro del elevador.
Se pasó los dedos por sus labios, si cerraba los ojos, aun sentía el leve cosquilleo de los labios de Robert sobre los de ella, le había robado un beso en el ascensor y ella creyó que moriría de amor, no se imaginaba que todo formaba parte de un plan perfectamente calculado. Cuando Robert le dijo a Regina que comenzaran una relación amorosa, ella se sintió flotar sobre nubes de algodón, sus padres estaban pletóricos de la felicidad. Había sido tan tonta que se dejó envolver entre ese absurdo cortejo de novio entregado que había fingido Robert, recordaba como la buscaba en su oficina o le robaba un beso a escondidas, a veces hasta que le dejara una simple flor sobre su escritorio era para ella como si le hubieran regalado la luna.
No creía que fuera posible que existiera nadie más feliz en el mundo que ella, tenía el novio que todas las solteras de la ciudad querían, creía que la adoraba y se desvivía por complacerla, y tenía que reconocer, muy a su pesar que en la cama era buenísimo, aunque claro eso sus padres lo desconocían, si no la hubieran alejado de él, cuando un año después de estar saliendo en plan de novios, Robert la llevó a parís con toda su familia para las vacaciones navideñas, se sintió tan dichosa que incluso le daba miedo perder esa felicidad, sobre todo cuando en una noche frente a la torre Eiffel, Robert se arrodilló para mostrarle un hermoso anillo con un diamante tamaño baguette, en cuanto la miró a los ojos, su respiración se le cortó al escuchar las palabras que le dedicó.
—Preciosa, sé que no llevamos mucho tiempo juntos, pero me he dado cuenta de que eres la mujer de mi vida, y la única con la que quiero compartirla, así que nena, me harías el honor de ser mi esposa.
Regina obviamente se lanzó a sus brazos para besarlo por todo el rostro, era tan feliz, sus padres estaban muy contentos, incluso brindaron en un lujoso restaurante para celebrar su compromiso, saliendo de sus pensamientos, se miró la mano donde el mismo anillo que Robert le había entregado aun brillaba.
Su madre se había vuelto loca con los preparativos de la boda, quería que fuera un evento inolvidable, aunque ella hubiera sido feliz celebrando su boda en alguna playa con sus familiares más cercanos, pero al parecer tenía que invitar a más de quinientas personas que no conocía. A veces miraba a Robert como pidiéndole que la salvara de esa tortura, pero él solo la miraba con sus profundos ojos negros disculpándose por no poder intervenir. El vestido de novia se lo había hecho una diseñadora de modas muy famosa en Francia, tenía un escote en forma de corazón y la voluminosa falda blanca le daba un aspecto encantador, el día que fue la prueba definitiva se sintió como una verdadera princesa, su madre soltó varias lágrimas de la emoción, mientras trataba de limpiárselas con un pañuelo.
Pero una semana antes de la boda ella había bajado al despacho de su padre para decirle que la orquesta había cambiado el presupuesto, algo que no era importante, pero esperaba que su padre no se enfadara. Estaba a punto de tocar la puerta cuando vio que estaba entreabierta, sonrió al escuchar la voz de Robert diciéndole a su padre que estaba muy nervioso.
—No debes ponerte así Robert, mi hija no sospecha nada.
—Demonios John, no me gustaría comenzar este matrimonio con mentiras —dijo Robert enojado. Se escuchó como se acercaba a servirse una copa y se la bebía de golpe.
—Nada ganas con emborracharte, sabes que todo lo hacemos con un fin, si te casas con ella tú serás quien dirija la empresa y administre la fortuna que le dejó mi madre en herencia a Regina.
—Si tan solo la abuela no hubiera puesto esa absurda clausula.
—Adoraba a Regina, sabes que ella siempre creyó que ustedes hacían una pareja estupenda. Mi hija siempre andaba tratando de llamar tu atención.
—Pero tenía planes John y créeme cuando te digo que casarme con tu hija no era uno de ellos.
—¿Estás seguro?, entonces con quién pensabas hacerlo, con tu amiguita Estefany, la que aun visitas de vez en cuando.
—No menciones a Estefany, ella es otra historia.
Por el tono de su voz Regina supo que amaba a esa tal Estefany, por primera vez en su vida sintió que un dolor inmenso le traspasaba el alma, Robert no la amaba tal como ella pensaba, sino que estaba enamorado de otra mujer.
—Hijo, veo que aun sigues amando a esa mujer, lo que es una verdadera lástima, pero a veces tenemos que hacer todo para salvar nuestro patrimonio, y la empresa como nuestra fortuna es lo primordial. Esa mujer era solo una arribista, te dejaría en cuanto se enterará de la cláusula. Si te casabas con ella perderías todo.
—Te lo repito, no vuelvas a pronunciar su nombre, ella no es como las demás y jamás me llames hijo.
—Olvídate de ella, a partir de ahora solo existirá para ti mi hija.
—Que hubiera dicho la abuela si se enteraba que Regina no era tu hija —a Regina se le cortó el aliento y su corazón comenzó a latir de manera desenfrenada.
—Porque crees que puso esa cláusula, lo sabía y la doraba, hubiera dado lo que fuera por verla feliz, y ella sabía que te quería a ti, así que digamos que le dejó comprado un marido a su adorada nieta.
—Destruyendo mi vida a su paso. —Regina sentía que las piernas no le respondían, estaba tan ciega, un dolor inmenso la estaba inundando, recordó los momentos vividos con su abuela y sus padres, la doraban y nuca hubiera dudado de que era hija suya. Un nudo en la garganta estaba cortándole la respiración, pero cuando escuchó un movimiento en el despacho, supo que en cualquier momento saldrían, de ahí, así que era mejor que se marchara sino quería ser descubierta. Subió las escaleras sintiendo que toda su vida era una autentica mentira, sus padres no eran sus padres biológicos, y Robert, el hombre al que tanto amaba, se casaba con ella solo por la herencia de su familia.
—Debes estar de broma Regina, no puede ser que ese capullo te engañara de esa manera —dijo su amiga Cindy, la había conocido en la empresa cuando entró a trabajar en el área de contable, ella era secretaria de uno de los socios adjuntos de la empresa, y desde el primer día, congeniaron tanto que se hicieron amigas. Regina alzó su mirada para observar los preocupados ojos de su amiga, una lágrima resbaló por su mejilla al recordar la conversación Robert con su padre. Aun no asimilaba que sus padres no fueran sus verdaderos padres biológicos, por la mañana había sido un triunfo verlos a los ojos, sin reprocharles por qué le habían mentido.
—Siento que estoy viviendo en un sueño del que pronto me voy a despertar, como es posible que nunca me dijeran que no era su hija, y Robert, es un estúpido que solo me ha mentido a la cara, aún recuerdo la noche que me dio el anillo de compromiso, parecía tan enamorado, como si realmente deseara ese compromiso. Ahora sé que todo ha sido parte de un maldito plan para que pueda dirigir la empresa de mi padre.
—Vaya familia la que tienes, si fuera tú, les quitaría todo, total, ante la ley eres la única heredera de todas las empresas, ya escuchaste que tu padre, ha dicho que tienes una fortuna, dale en las narices a Robert, si tanto ama a esa mujer, pues que ella le proporcione el dinero que quería de tu herencia.
De toda la conversación que había escuchado en el despacho de su padre, enterarse de que Robert amaba a otra mujer le partía el alma.
—Ni siquiera sabía que esa mujer existía, Robert jamás ha hablado de ella, tampoco lo he visto salir con ella, pero seguramente no me la presentaría, sería mucho descaro.
—Los hombres suelen ser tan cretinos, que es imposible no dudar de ellos.
Regina miró su emparedado de pavo que aún estaba sin tocar, había perdido por completo el apetito, se debatía entre reclamarles a todos por sus mentiras o seguir con su vida como si nunca hubiera escuchado esa conversación. Pensó en las palabras de su amiga, vengarse era tal vez una buena opción, pero tenía que pensarlo todo con la cabeza muy fría, nada ganaba alterándose frente a Robert, él sería el único destinatario de su venganza, porque era el único que había jugado con sus sentimientos de la manera más ruin que existía.
Entró decidida en el edificio de la empresa de su padre, le sonrió a la Laurent la chica recepcionista.
—Señorita Anderson —dijo Laurent llamándola para que fuera hasta donde ella estaba —el señor Smith le ha dejado esto.
Le tendió una pequeña cajita que parecía de regalo, ella la agarró casi con miedo, era de Robert, odiaba que por un momento su estúpido corazón saltó de la emoción.
—Gracias, Laurent.
Como se negaba abrirla enfrente de todos los que estaban en la entrada del edificio, se dijo que lo mejor era hacerlo en su oficina. Caminó con dirección al ascensor sumida en sus pensamientos, fue inevitable que una lágrima se resbalara por su mejilla, como podía un hombre fingir tan bien delante de todo mundo, a los ojos de todos los que conocía era el prometido perfecto, que la adoraba, la llevaba a cenas importantes, la sorprendía con escapadas románticas, veladas a la luz de la luna tomando una copa de vino, pero sobre todo a Regina se le erizó la piel al recordar la manera en como la miraba cuando hacían el amor, era como si de verdad la amara.
Se limpió la lágrima furiosa, no volvería a derramar una sola por nadie, mucho menos por alguien que no la amaba. Giró la pequeña cajita entren sus dedos, no era muy grande, perfectamente podría contener unos zarcillos, o un anillo, la agitó y solo se escuchaba algo que se golpeaba con las paredes de esta. Regina se sentó en la silla de su escritorio agotada, había pasado una noche horrible llorando desgarrada, no entendía nada, y necesitaba respuestas. La puerta de su oficina se abrió y ante sus ojos apareció el hombre que más la había lastimado, Regina guardó de manera discreta el pequeño obsequio en un cajón, lo que menos quería era que Robert le dijera que lo abriera en ese momento.


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