Perfecta casualidad de Yasmina Soto pdf
Perfecta casualidad de Yasmina Soto pdf descargar gratis leer online
Tenía que asistir a un curso de liderazgo. Era una tarde de viernes en uno de los hoteles más lujosos de Bilbao. Tras la charla subimos al bar del hotel y por una casualidad nuestras miradas se cruzaron, ella dentro del restaurante en lo que parecía una reunión aburrida, yo estaba con mis compañeras de la clínica donde trabajo de Odontóloga.
Mi compañera Julia trazó un plan para que pudiera conocer a la mujer con la que llevaba toda la noche cruzando miradas. Julia habló un poco con ella y milagrosamente me consiguió una cita, me dijo que la esperara en la barra. Lo que yo no esperaba es que Marta, que así es como se llama, me confundiera con una escort y me preguntase cuánto cobraba por una noche. Tras meditarlo unos segundos y llegar a la conclusión de que una mujer como ella estaría fuera de mi alcance, decidí que al menos aquella noche la tendría, así que le di un precio que ella lo aceptó.
El problema es que las mentiras siempre lo complican todo, y cuando me di cuenta de que me estaba enamorando de ella, no sabía cómo contarle que en realidad no era quién ella pensaba.
Capítulo 1
Laia Duarte
Estamos en un hotel en pleno centro de Bilbao para asistir a una reunión de liderazgo que ha propuesto mi jefa, para así unirnos más. Todavía no entiendo muy bien su finalidad, ya que el curso debe ir dirigido a ella y no a nosotras, su pretexto es que las odontólogas debemos tratar a nuestras ayudantes de forma correcta. En mi opinión quiere tocarnos las narices con chorradas a las que debemos de asistir y sonreír.
Llevo cinco años trabajando en la misma clínica dental con un solo propósito, reunir el dinero para poder abrir mi propia clínica en el pueblo donde viven mis padres. Allí dispongo de un local que voy arreglando poco a poco, sin embargo, me falta la inversión fuerte que es comprar las máquinas que necesito para poder abrir.
Miro el reloj con desesperación porque este curso es interminable. El chico que lo imparte intenta hacer que sea ameno, pero un viernes a esta hora lo único que queremos es largarnos a casa después de toda una semana de trabajo.
—Me aburro —susurra Julia.
—Esto es inaguantable —indico suspirando.
—Ya podría la estirada esa pagarnos una cena en lugar de un cursito de estos —protesta Julia acomodándose en la silla.
Yo me muerdo los labios para poder contener la risa, sin embargo, no puedo y acabo tosiendo, haciendo que todos me miren.
—¿Estás bien? —pregunta el chico que da la charla.
—Sí —logro decir tras beber un poco de agua.
El chico no le da más importancia y sigue con su discurso, mientras veo las caras de asco de mis compañeras, solo la de mi jefa es de alegría y juro que no entiendo por qué.
—Encima ahora hay un cóctel —indica Carol que está a mi izquierda.
—No me jodas —dice Julia, que la ha oído y se ha inclinado hasta mi regazo.
—Lo acaban de decir —responde Carol.
Miro a Julia y vuelvo a contener la risa. Madre mía, qué calvario estoy viviendo esta tarde de viernes.
—Yo quiero que se termine ya y poder beber para olvidar —respondo recolocándome en la silla.
—Solo espero que no se le ocurra la genial idea de meternos en otra charla de estas —expone Julia cansada.
Una hora después, el chico que ahora sé por Carol, que se llama Alex, da por finalizada la charla. Creo que esto no va a servir para nada más que seguir sacándole dinero a mi jefa, el tío que hace unos meses le dijo que le haría ganar más dinero, solo es un cantamañanas. Recuerdo esa conversación entre nosotras.
—Él es Noah, es quien nos va a enseñar a ser más eficientes y que todas ganemos más con los cambios que él va a implantar.
—Anda mira se llama como el protagonista de la película preferida de Carol —río Julia mirando a Carol.
—¿Pasa algo, Julia? —preguntó Elena, nuestra jefa.
—¿Cómo piensa hacer qué seamos más eficientes? —preguntó Julia cruzándose de brazos.
—Con técnicas y reduciendo gastos.
—Ya, reduciendo gastos, eso de despedir, también sé decírselo yo a la jefa.
—No se va a despedir a nadie —aseguró Elena.
Apreté la pierna de Julia para que dejara de seguir retando al chico y con ello a Elena, sin embargo, Julia no tenía en sus planes parar.
—Si yo estoy tranquila, las que no sé si estarán tan tranquilas son mis compañeras.
—Para ya —susurré en vista de que no iba a callarse.
Aquella tarde Elena se despidió de nosotras y se fue con el tal Noah a su despacho mientras yo le echaba la bronca a Julia.
—Vas a hacer que te despidan.
—Qué va, no le sale rentable. Aparte sabe que me necesita —respondió alzando la ceja.
—No tientes a la suerte.
—Está todo controlado, señorita Duarte —me hizo saber.
Julia lleva en la empresa desde que Elena abrió la clínica y de eso hace veinte años, ella no quiso seguir estudiando y tras pasar por varios trabajos, terminó de auxiliar administrativo en la clínica en la que lleva casi toda su vida laboral.
Sé que Julia es la única que le puede hablar así por la confianza que se tienen. Elena ha dado más de una vez un paso erróneo en la gestión de la clínica y siempre tenía a Julia de paño de lágrimas.
—Laia, espabila que nos vamos —llama mi atención Julia.
Me levanto y salimos hacia el bar del hotel en el que se hace la reunión. Llegamos y podemos ver que hay una parte que es un bar con apenas tres mesas y la barra y otra separada por un arco que es el restaurante. El lujo salta a la vista y mi cartera empieza a temblar.
—¿Quién va a pagar esto? —preguntó en voz baja a Julia.
—Joder, qué lujo. Aquí no sé si podré pagar un vaso de agua —se dirige a Elena que la observa.
—Tranquilidad, chicas. Hoy paga la jefa —responde orgullosa por dejarse esta noche el sueldo que puede cobrar Julia al mes.
—¿Noah sabe que vas a hacer este gasto? —pregunta Julia alzando la ceja.
Doy un codazo a Julia, ya que, no se calla ni una.
—Noah no es problema, aparte el dinero es mío.
—Pues vamos a disfrutar que la noche es joven —responde alzando los brazos.
—Compórtate, por favor —le pide Elena que niega al verla.
Terminamos sentadas en una mesa y Julia con sus cosas nos hace la noche más amena.
—¿Se pueden creer que el tipo me dijo que no estaba a su altura? ¿A mí? Yo, que soy la reina de la fiesta —relata Julia tras su último fracaso amoroso.
—Es que, para aguantarte, chica —suelta Carol.
—Mira, guapa, que con casi cuarenta años que tengo, todavía puedo dar mucha guerra —responde indignada.
—A ver quién de las dos se lleva esta noche a Noah —propone Carla a Julia alzando la ceja.
—Considero que ninguna de las dos, porque Claudia está muy contenta hablando con él —apunto señalando con la cabeza a la barra en donde están los dos.
—Qué pereza de tía. ¿Ella no estaba casada? —pregunta Carol.
—Qué va. Ella es como tú, le duran los hombres menos que un caramelo en la puerta de un colegio —afirma Julia riendo.
—Joder, ya te vale —protesta Carla.
Dejo de oírlas porque mi vista se va hasta una mesa que hay cerca de un ventanal grande que da al exterior. Estamos en la última planta del hotel y desde ahí las vistas tienen que ser increíbles. En ella hay un grupo de hombres y mujeres, ellas se mantienen casi que en silencio mientras los hombres son los que hablan, menos esa mujer que sí que interactúa con los demás, sin embargo, ahora se ha quedado absorta mirando por el ventanal. Gira su cabeza y nuestras mirandas se cruzan, me sonríe y algo en mi interior se estremece.
La noche transcurre entre miradas furtivas de ambas, mientras intentamos seguir el hilo de la conversación de nuestras respectivas mesas.
—Habla con ella —indica Julia.
—Ni de coña.
Veo que Julia se pone de pie y tiro de ella para que se vuelva a sentar.
—No vas a ir a hablar con ella, aparte está en la otra zona y no nos dejarán pasar.
—A ti, a mí ya te digo que sí —asegura sonriendo.
—Eres demasiado creída, ¿lo sabías?
—Nos apostamos una cena en el restaurante que yo elija a que accedo al comedor y hago a esa mujer venir.
—Vale —digo sellando el pacto estrechando su mano.
Julia se levanta con toda la seguridad que a mí me falta y la veo dirigirse hacia donde está el chico en la puerta. Al llegar, como era de esperar, el chico le bloquea el paso. Lo que hace después Julia no me lo esperaba.
—¡María, soy yo Julia, del colegio La Salle! ¿Me recuerdas?
Julia pasa del chico y sigue su camino hasta la mesa porque la otra chica le ha seguido el juego y yo tengo que cerrar los ojos y negar con la cabeza, porque mi amiga además de compañera ha logrado acceder a la zona y ahora le debo una cena.
Capítulo 2
Marta Varela
Estoy en las oficinas de Zion Scientific este proyecto que empezó como un sueño tanto para mi marido como para mí, se ha convertido en una realidad. Hoy hemos cerrado uno de los contratos más importantes hasta el momento. Suministrar nuestra tecnología médica a toda Europa.
Nuestra empresa siempre ha sido solvente y estamos muy bien posicionados, sin embargo, este contrato es un paso gigante hacia nuestro futuro y el de Zion Scientific como empresa. Ya no es por el dinero, sino por la superación personal y ha sido un gran avance firmar ese contrato.
Veo a Nil entrar en mi despacho después de despedirse de los asistentes a la reunión. Yo he venido antes al despecho, porque necesitaba un tiempo para mi sola, ya que lo que está pasando es un paso muy grande para nuestra empresa.
—Lo hemos conseguido, Marta —dice Nil mientras me abraza.
Intento contener las lágrimas, pero la emoción me puede y terminan saliendo de mis ojos sin poder detenerlas.
—Diez años de contrato, Marta —informa emocionado.
Limpia mi rostro de lágrimas y me da un beso en la frente. Nil y yo llevamos casados trece años, aunque hace cinco que no tenemos vida marital, ya que el amor se acabó, no obstante, seguimos viviendo juntos. Ahora quedan el respeto mutuo, el cariño y nuestra hija Aina de doce años, que es la que ha hecho que sigamos viviendo en la misma casa.
—Nunca pensé que lograríamos esto, estoy sobrepasada. Llevaba en tensión demasiado tiempo. He estado insoportable.
—Ya está, Marta, ya lo hemos conseguido. Ahora es ampliar la producción, de eso me ocupo yo. Ya le he dicho a Jaime que ponga un anuncio buscando gente.
—Gracias —respondo apoyándome en mi mesa mirando por el enorme ventanal que tengo detrás.
Él se coloca a mi lado y pasa su brazo por la cintura y deja un beso en mi cabeza.
—Deberías relajarte como lo hago yo —susurra.
—No voy a contratar a nadie para que me dé placer.
—Hay locales que…
—Te he dicho que no —respondo seria—. No voy a hablar de esto contigo.
—Vamos, Marta, yo te cuento todo.
—Nil, no voy a pagar por sexo y en eso no hay discusión ninguna. Puedo estar con quien me dé la gana y lo sabes —digo alzando la ceja.
—¿Y por qué no lo haces?
—Porque solo encuentro babosos que saben quién soy. Por si no lo recuerdas, seguimos casados, salir en la prensa por sexo no es algo que entre en mis planes.
—Pagamos por discreción. Tampoco quiero salir en la prensa por un escándalo sexual. Tanto tus padres como los míos morirían al momento.
—Necesito vacaciones, salir de aquí, irme alguna isla paradisíaca y olvidarme del estrés que llevo encima.
—Pues eso tendrá que ser para dentro de dos semanas, esta noche tenemos cena, y quieren que seamos sus guías por la ciudad toda la semana.
—No me jodas, Nil.
Miro a Nil y se encoge de hombros mientras yo suspiro por la semana que me queda de aguantar a tres hombres que se creen que es por ellos que el mundo gira.
Llegamos al restaurante del hotel donde se hospedan nuestros clientes sobre las ocho y tras tomar un cóctel pasamos al restaurante para cenar. Para mi sorpresa cada uno va acompañado de una chica y miro extrañada a Nil, nunca las vi antes en ninguna de las negociaciones, incluso en ninguna de las cenas que hemos tenido con anterioridad.
—Es pagando —responde en un susurro Nil mis pensamientos.
—¿En serio? ¿Todas?
—No, solo la chica de Cooper. Más de seis mil euros la noche, solo para la cena, después si hay sexo es extra.
—Madre mía. Tú no te gastarás esa barbaridad de dinero, ¿verdad?
—No. Aunque podría —confiesa alzando la ceja.
—Si quieres, podría hacer una excepción y me pagas a mí —digo sonriendo.
—Me tendrías que pagar tú a mí —murmura pasando una mano por mi cintura.
—¿Cómo sabes qué es una escort? ¿Cómo las encuentran? ¿Es por agencia? —bombardeo a preguntas a Nil.
—Hay agencias, pero normalmente suelen estar en lugares como este en el que estamos, se sientan en la barra y toman algo mientras miran a su alrededor esperando que alguien se le acerque. Y sé que es escort porque entre ella y yo, ya sabes.
—Pues que no se entere.
—Son discretas, ya te lo he dicho. Deberías hacer lo mismo, con una mujer tendrías mucha más discreción y eres bisexual.
—No voy a pagar por sexo —insisto.
—No sabes lo que te pierdes, son muy expertas en lo que hacen.
—¿Puedes callarte, por favor? No quiero saber nada de eso.
El camarero nos indica la mesa que tiene reservada para nosotros y tenemos justo un ventanal detrás inmenso donde se puede divisar la ciudad iluminada. Tomamos asiento, mientras ellos caballerosos les retiran la silla a las chicas, yo clavo la mirada en Nil para que ni se le ocurra hacer tremenda gilipollez. Él al ver mi cara sonríe y levanta la ceja, cuando pone una mano en mi silla.
—Te juro que te la corto —susurro muy cerca de su oído.
Él suelta la silla y soy yo quien la retira y tomo asiento. Pedimos la comida y las chicas se mantienen al margen de la conversación y yo me he quedado exhorta mirando al exterior, quiero salir de aquí cuanto antes.
—¿Cuánto tiempo lleváis casados? —pregunta Cooper sacándome de mis pensamientos.
Miro a Nil y veo que me mira a mí y como el resto también lo hace.
—Trece años casados, quince juntos.
—¿Cómo han aguantado tanto tiempo? —pregunta Cooper, curioso.
—Siendo fiel lo primero —suelto y él retira la mano donde lleva una alianza.
Sé que no puedo cagarla, aunque hayamos firmado ese contrato tenemos que seguir riéndole las gracias.
—Trabajar y mantener una relación sana es muy complicado —comenta Nil intentando arreglar mi contestación—, sin embargo, entre Marta y yo no hay secretos y eso es la base de nuestra relación, ser lo más sincero el uno con el otro.
—¿Tenéis hijos? —pregunta una de las chicas.
—Sí, una niña de doce años —respondo orgullosa.
La chica responde con una sonrisa y Nil aprieta mi pierna debajo de la mesa y hace que lo mire y sin esperármelo me da un pico. Sé que tenemos que aparentar, aun así, no esperaba que me besara en ese momento. Cuando se separa de mí, miro por el ventanal y recuerdo con nostalgia cuando no teníamos que besarnos por apariencias. Miro hacia el exterior del restaurante y mis ojos se van a una mesa donde hay un grupo de mujeres en la zona de bar. Veo como hablan alegres y es entonces cuando una de las chicas conecta su mirada con la mía y a mí se me olvida hasta respirar, sonrió sin saber muy bien por qué.
Siguen la conversación en la mesa mientras yo miro al exterior esperando que esa chica vuelva a mirarme y así es como comienza un tonteo de miradas y Nil se da cuenta.
—¿A quién miras?
—A nadie.
El teléfono de mi marido comienza a sonar y contesta la llamada en la mesa y cuando lo hace su rostro palidece por un segundo.
—¿Es la niña? —pregunto preocupada mientras miro mi móvil para saber si me han llamado y no lo he visto.
—No —intenta tranquilizarme mientras se levanta de la mesa y sé acerca al ventanal dándonos la espalda.
Cuando cuelga la llamada se acerca a mí.
—Tengo que marcharme, han llevado a mi padre a urgencias, Ruth me dice que está todo bien, que no vaya, pero necesito ir, Marta, y verlo con mis propios ojos.
—Voy contigo —respondo cogiendo mi bolso.
—No, por favor, quédate aquí, no creo que tarden en marcharse, después nos vemos en casa.
—Pero…
No puedo seguir hablando porque Nil tapa mi boca con un dedo y su mirada es de súplica, sé que para él esta cena es importante. Resoplo y asiento mientras él les explica que se tiene que ir debido a una urgencia y que se quedan conmigo.
Cuando Nil se va, veo como una de las chicas que estaban sentadas en la mesa que llevo mirando toda la noche se acerca al camarero que hay en la entrada del restaurante y me mira, eso me desconcierta. Veo que intenta convencer al camarero cuando la siento gritar.
—María, soy yo Julia, del colegio La Salle, ¿me recuerdas?
No sé por qué me entra la risa tonta, inconscientemente esa chica puede salvarme del martirio de seguir en esta cena interminable.
—Julia, ¿cuánto tiempo? —respondo poniéndome de pie.
Nos fundimos en un abrazo.
—Menos mal que me has seguido el juego.
—Me llamo Marta —susurro en su oído.
Le presento a los que están en la mesa y se sienta en donde hasta hace unos minutos estaba sentado Nil. La chica es muy resuelta y cuando me doy cuenta está hablando en un perfecto inglés con los presentes y la miro sorprendida.
—Es mejor que me vaya a mi mesa —indica mirándome—. Si te aburres puedes unirte a nosotras —me propone.
Miro a los de mi mesa a ver si alguno ha escuchado esto último, sin embargo, están todos ocupados tonteando con sus acompañantes.
—Me pensaré la propuesta.
—Perfecto.
Julia se levanta y sale del restaurante para sentarse en la mesa donde está la mujer con la que llevo toda la noche con miradas furtivas. Quizá no sea tan mala idea dejar esta reunión aburrida y unirme a esas chicas y así poder conocer a esa mujer que tanto me mira.
Capítulo 3
Laia
Veo que Julia se ha sentado en la mesa tras abrazar a la mujer, no me puedo creer que le haya seguido el juego. Me quedo mirando como mi amiga se desenvuelve con los que están en la mesa, hasta que después de hablar con la mujer misteriosa se levanta y se dirige hasta nosotros.
—Me debes una cena —afirma sentándose a mi lado.
—¿Qué te dijo? ¿Cómo se llama? Cuenta, Julia —exijo impaciente.
—Vaya, al final, sí que te interesaba la mujer, ¿no decías que ni de coña ibas a hablar con ella?
—Dime, por favor.
—Se llama Marta, está con gente que maneja dinero y de lo único que estoy segura es que ella está asqueada de estar en esa cena.
—Marta —susurro su nombre mientras dirijo la mirada hacia ella.
— Le he dicho que si te aburres puedes unirse a nosotras
—Eres, idiota. ¿Cómo has podido decirle eso? Qué habrá pensado.
—Qué va a pensar, Laia. Un grupo de chicas que quieren pasar un rato y ya. Además, solo te mira a ti.
—Esto no es una buena idea —suspiro apoyando mi espalda en la silla.
—Tengo un plan —indica alzando la ceja.
—Miedo me das.
—Yo me voy a ir a un bar nuevo que han abierto con las chicas y tú vas a ir a la barra, vas a pedir una copa y esperar un poco, si ves que no se acerca te reúnes con nosotras.
—¿Cuánto es un poco, Julia?
—Media hora como máximo, tampoco hay que esperar a que la señora se crea el centro del universo.
—Creo que tu plan hace aguas por todos los lados.
—Confía en mí —responde muy segura de que su idea es perfecta.
Muchas veces me gustaría tener la confianza, el aplomo que tiene Julia y el valor para enfrentar según qué cosas también, sin embargo, no tengo ninguna de esas cualidades, la única que comparto a veces es un carácter de mierda si me haces enfadar o cuestionan mi trabajo.
Al final las chicas se marchan y yo hago lo que Julia me ha indicado, tomo asiento en la barra y pido un cóctel sin alcohol porque como siga bebiendo la resaca de mañana puede ser muy importante.
—Aquí tiene, señorita —dice el barman poniendo la copa frente a mí.
Bebo un sorbo y me sorprendo de lo bueno que está, cruzo mis piernas dando la espalda a la zona del restaurante mientras sigo saboreando el cóctel que me han preparado.
Cuando miro a mi lado puedo ver a la chica del restaurante, está pidiendo un Martini, me quedo mirándola y si de lejos ya me cortaba la respiración, de cerca como diría mi amiga Julia, me está mojando las bragas.
—¿Agobiada? —pregunto mientras vuelvo a dar un sorbo a mi copa.
—Un poco, aunque ahora algo mejor —comenta sonriendo.
Mientras le están sirviendo el Martini se gira a donde siguen los que estaban con ella sentados en la mesa, la imito para mirar yo también.
—Debe ser agotador trabajar con hombres.
—Es agotador intentar ser la mujer perfecta.
—Pues no lo seas, Marta.
Veo como se sorprende al llamarla por su nombre y me mira entrecerrando los ojos. Se gira para coger su copa y dar un sorbo mientras no me ha quitado la vista de encima.
—La rubia es como tú.
—¿Cómo yo?
—Sí, ya sabes.
—No, no sé, Marta —digo mordiendo mi labio inferior.
Esa mujer me desconcierta, pero hay algo en ella que me atrae como un jodido imán.
—¿Cuánto me cobrarías por una noche de sexo?
Me quedo paralizada mirándola, en serio se piensa que soy una mujer de esas, pero qué se habrá creído esta rica, que ella pide y los demás vamos besándole los pies.
—Disculpa, no sé cómo va esto, olvida lo que te he dicho —se disculpa apenada.

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