Socio de Kren Cord

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James Maxwell es un patrón americano que se muda a Inglaterra cuando se asocia con George Evans en un dechado de sustentabilidad; James es un semental maniático del examen en amoríos y más en su edad ausente, incluso que conoce a una señora enormemente joven que empieza a cambiarle la energía progresivamente, no obstante él se niega a descargar pinrel a poco más, pues su ofuscación de la fortaleza no es la misma que la de ella, y eso provocaría papelones a futuro, él no suele meterse en desasosiegos y menos… con la hija de su socio.


Prólogo
Sus manos estaban cubiertas de sangre. Vio sus ojos negros sin ese brillo que la caracterizaba. Se preguntó una y otra vez, ¿Qué hizo mal? ¿En qué momento ella…tomó esa decisión? James gritó su nombre a todo pulmón, haciendo que se despertara, el escalofrío lo recorrió por cada rincón de su cuerpo, estaba sudando, su corazón latía a toda prisa, la habitación estaba oscura, a excepción por la luz de la luna que se colaba por la ventana frente a él.
Se sentó en la orilla de la cama, cerró sus ojos e intentó controlar sus emociones, no quería volver a regresar al psicólogo y volver a hablar de estas pesadillas, tenía que comprender que él no tenía la culpa, que ella tomó su decisión y tenía que aprender a seguir adelante.
Abrió sus ojos y comenzó a hacer ejercicios de respiración mientras sus dedos intentaban soltar la tela de la sábana que estaba aprisionando entre sus dedos, poco a poco comenzó a tener esa tranquilidad, luego se levantó. Eran las tres de la mañana, se puso su ropa de ejercicio y entró al gimnasio privado para empezar su rutina.
Los músculos de su espalda se marcaron cuando bajó las cuerdas con pesas, después de cinco repeticiones, se detuvo  al escuchar su celular sonar en la bocina. Miró la hora y no se sorprendió al ver que era uno de sus amigos: Peter. Presionó un botón y se escuchó la voz por todo el lugar.
—Maxwell, ¿Leíste el proyecto de sustentabilidad del señor Evans? —Peter sonó ansioso, estaban esperando una oportunidad y pareció llegar la indicada. James buscó la botella de agua y dio un largo sorbo. —Podría ser el proyecto indicado para JMB, darle más renombre.
—No. —dijo tajante.
— ¿Por qué no? —la voz de Peter del otro lado de la línea era de total sorpresa.
James se pasó una toalla por su rostro y secar el sudor.
—Si se concretara el proyecto…Sería mudarme a Inglaterra. —Peter soltó un bufido que se escuchó por el lugar. James no quería dejar la casa. No quería dejar su rutina. Todo eso le brindaba tranquilidad la mayoría de sus días desde que Bárbara se fue. No quería dejar todo e irse al otro lado del mundo. Ella no se lo perdonaría. No podía abandonarla de nuevo.
— ¿Es por Bárbara? —James soltó un largo suspiro.
—Es por mí. —se escuchó un breve silencio de parte de Peter. —Sé lo qué piensas, pero por nuestra amistad, respeta. —dijo de manera tajante.
—Siempre te he respetado, pero bien. Como quieras. Solo diré algo antes de que me cortes la llamada. —James
apretó su mandíbula con fuerza, hizo puños sus manos. Sabía lo que diría y no quería escucharlo. —Tienes que avanzar. No sigas enraizado en un lugar que solo te lastima, Maxwell. —Y luego cortó la llamada Peter. Por primera vez quería hacerlo él.
◆◆◆
Días después en algún lugar en Londres, Inglaterra.
Las copas de champagne comenzaron a servirse. La mesa del bufete empezó a llenarse de platos exquisitos y exóticos. La elegancia y los colores del lugar resaltaron ante los ojos de los empresarios invitados a ese gran evento.
— ¿Te falta mucho, niña? —preguntó la anciana dando otro toquido con sus débiles nudillos contra la puerta.
Emily se miró en el espejo del baño de la segunda planta, se revisó el maquillaje y su peinado.
—Sí, ya saldré. —al presionar sus labios, aparecieron esos hoyuelos, su dedo índice fue a ese pequeño hueco y lo acarició, recordó a su madre, luego bajó el dedo y se volvió hacia la salida, su mano tomó el picaporte y lo giró, cuando lo hizo, se encontró con Poppy, su ama de llaves y su nana de años. Emily era hija única, estaba a punto de cumplir sus veinte años, un año más y, podría decidir su propio futuro.
— ¿Todo bien? —preguntó la mujer mayor, Emily asintió y luego soltó un largo suspiro. Poppy sabía que su niña había cambiado, había regresado de Estados Unidos con una actitud rebelde, con pensamientos extraños, su deseo por la independencia, había crecido mucho y se lo había dejado claro a su padre cada vez que podía desde su regreso hace días atrás. — ¿Qué tienes? ¿No puedes mejorar esa actitud? —el acento inglés le hizo sonreír a Emily.
—Extrañaba mucho tu voz, nana. —la abrazó y dejó un beso en su frente, era una segunda madre para ella, ya que su madre había muerto cuando nació, la única figura materna era ella.
—Anda, tu padre me ha mandado a buscarte. —Emily arqueó una ceja, luego miró por encima de ella, a lo lejos, estaba el equipo de seguridad que la cuidada a discreción, pero ella sabía que estaba siendo vigilada.
— ¿Tú o esos dos hombres de traje oscuro? —Poppy torció sus labios.
—Anda, bajemos, ya está recibiendo tu padre y la asistente a los invitados. —Emily acompañó a Poppy a la primera planta, su vestido era discreto, blusa de seda blanca con un adorno de tiras negras en forma de moño y un pantalón negro y liso que caía a sus pies, solo asomando las puntas de sus zapatos de diseñador. Era el conjunto que había encontrado extendido en su antigua cama, no se le permitió llevar un vestido acorde al evento, miró el reloj, estaba a minutos de ser su cumpleaños y ya tenía planeado como escabullirse de la gran casa inglesa en la que vivía su padre.
Al salir al gran jardín que es dónde se llevaba la reunión, se quedó estupefacta cuando todos gritaron: ¡Feliz cumpleaños, Emily! La música comenzó a sonar, su padre se acercó para tirar de ella sutilmente y felicitarla, estaba realmente sorprendida, nunca había tenido fiestas de cumpleaños con él, los anteriores, lo festejó con sus compañeras de internado, pasteles de cumpleaños a escondidas en el almacén de víveres en Estados Unidos. Por un momento añoró esos cumpleaños, tenía a amigas verdaderas y no a todos los lambiscones que se acercaban a ella para felicitarla, como si la conocieran de años, pero no era así.
Poppy miró como su niña había madurado, como ese porte elegante le hacía ver que era otra Emily, y eso le preocupó.
Su padre, George apretó su muñeca disimuladamente para llamar su atención por un momento, ella lo miró.
—Sonríe más. —ella estaba a punto de decirle unas cuantas pero se mordió la lengua. —Quiero presentarte a mi futuro socio. —tiró de ella delicadamente ante los ojos puestos en ellos, cruzaron dos mesas más y cuatro hombres vestidos elegantemente se pusieron de pie. —Caballeros, quiero darles las gracias por acompañarnos en esta noche, —Emily no les prestó atención, solo puso su sonrisa más fingida, aceptó los halagos y las felicitaciones, luego comenzaron a hablar de negocios, algo que para Emily era aburrido, buscó a Poppy y la vio cerca de la entrada a la casa. Disimuladamente se fue alejando del grupo de empresarios, cruzó la pista y llegó a su nana.
—Ve con tu padre. —ordenó su nana.
—Necesito ir al baño. —Poppy sabía que se iba a escapar, pero uno de sus encargos de parte de George, era mantenerla en la fiesta, cueste lo que cueste.
—Te acompaño. —dijo. Emily tomó su mano.
—Me voy a ir y no vas a detenerme. Ya tengo veinte años…
Poppy la interrumpió.
—Todavía no tienes veintiuno que viene siendo el pase a tu libertad niña, así que no hagas que tu padre me tache de inservible por no mantenerte en tu propia fiesta de cumpleaños. —Emily sintió una opresión en su pecho.
—Creo que has hecho demasiado el criarme antes de que me encerraran en un internado al otro lado del país, ¿No crees?
Poppy sintió que sus ojos se iban a cristalizar a sus palabras tan ciertas, parte de su vida fue criar a su madre, luego fue testigo de la llegada de Emily, así como la pérdida de su madre, le había partido el alma en dos, pero antes de que muriese, le había hecho una promesa y era cuidar de la pequeña.
Capítulo 1. El comienzo
James Maxwell
Londres, Inglaterra
— ¿Dónde estabas? —preguntó Peter irritado cuando llegué a la mesa, me ajusté mi abrigo al sentarme.
—Te he dicho que iba al baño, pero me he perdido, iba a subir a la segunda planta y un equipo de seguridad me ha detenido, me ayudaron a encontrar otro.
—Ha venido el señor Evans a saludar y a presentarnos a su hija. —torcí mis labios mirando hacia los demás invitados. —Deberías de ser el más interesado en que nos asociemos con el señor Evans. —soltó molestó, giré mi rostro hacia a él.
—Estoy tomando un riesgo, lo sabes. —él sonrió.
—Lo sé, estás dando un paso a un mejor futuro, —iba a replicar cuando él levantó una mano en el aire para que me detuviera, arqueó una ceja. —Daremos un paso para un mejor futuro. Me corrijo.
Miles, Steve y Marco, llegaron a la mesa, parecían decentes en esos trajes de etiqueta, los tres reían y murmuraron entre sí.
— ¿Dónde estabas? —preguntó curioso Steve, al ver que no contesté, miró a Peter.
—El niño se perdió en la inmensa mansión.
—Pero hay muchos arbustos. —bromeó Marco. Solo negué a su comentario. —Lo siento, dicen que los ingleses son muy especiales.
—Pues veo que sí, he intentado ligarme a una joven el bar y me lanzó una mirada de “Estás perdiendo tu tiempo” y solo me volteó la cara para marcharse, me he quedado…
“¿Qué? ¿No dirás ni “pío”?” —comenzaron a reír a las palabras de Miles. Después de una deliciosa cena, hemos notado que cuando el señor Evans está dando un discurso acerca del cumpleaños de su heredera, es interrumpido por una persona de su seguridad. Luego de unos minutos, nos dice que disfrutemos de la cena, luego ha desaparecido.
El frío no es lo mío. El clima era demasiado frío, miré a muchas personas que parecían no hacerle tanto, deben de estar acostumbrados, era obvio.
—Buenas noches, caballeros. —un hombre de seguridad se acercó a nuestra mesa. —El señor Evans ha informado que la reunión no podrá ser esta noche, se recorre al día lunes a las diez de la mañana.
—Gracias. —decimos Peter y yo al mismo tiempo, luego el hombre educadamente se marcha, dejándonos mirándonos a la cara entre nosotros.
—No tiene caso que nos quedemos más tiempo. —dije levantándome de mi lugar, abroché mi abrigo y en los bolsillos busqué mis guantes de cuero negro.
— ¿Cómo? Espera, espera, —comenzó Miles a decir al levantarse, me miró, luego a los demás. —Es sábado, es Londres, ¿Ya nos iremos a encerrar al hotel? —miró su reloj, luego nos miró. —Son apenas las once de la noche, debemos de hacer algo antes de cerrar ese trato, ya que si no se hace, le diremos adiós a la vida de Londres.
—Como ustedes quieran, nomás tengan cuidado, por favor, no quiero estar yendo a sacarlos de la cárcel, o de los hospitales por peleas. —dije sincero.
—James, tenemos edad para…—comenzó a decir Steve, pero fue interrumpido por Peter.
—Tú eres el menos indicado para hablar, Steve. Hace un mes James pagó una cantidad para sacarte por pelea.
Steve se rascó su nuca, algo abochornado.
—Lo sé, pero no podía simplemente dejar que siguieran molestando a la mesera, si hubieras visto lo que vi, hubieras hecho lo mismo, P.
Lo siguiente fue que sacaron sus trapitos al sol y comenzaron a reprenderse lo que habían hecho últimamente.
—Bueno, me retiro al hotel. Nos vemos. —había alquilado la suite presidencial para mí, y un cuarto para cada quien, sabia como eran mis amigos. Cada uno tenía una función importante en mi empresa, y habían querido venir a este viaje de negocios Peter y conmigo, estaban emocionados con cambiar de lugar de residencia si este trato se cerraba. Crucé la puerta principal cuando fui detenido por Peter.
— ¡Hey! Espera, espera…—me detuve para ver qué es lo que quería. —Vamos a divertirnos hoy, mañana lo tomamos como descanso. ¿Qué dices?
—No. —dije casi al momento, iba a retomar el camino cuando se acercaron los demás.
—Espera, James. Quítate un poco lo amargado, vamos al antro. Hay uno que es famoso en la ciudad. —arrugué mi ceño.
— ¿Desde cuándo sabes que antro es famoso en
Londres? —él sonrió levantando su pantalla de celular hacia a mí.
—Google. —dijo Miles divertido.
—Anda, hazlo por nosotros. Retomemos esos tiempos de diversión aunque sea esta noche, ya mañana volvemos a ser los ejecutivos empresariales y amargados de siempre. —no pude evitar no sonreír a su comentario. Todos rondábamos casi en los cuarenta años. Menos Miles, él estaba recién llegado a sus treinta.
— ¿Desde cuándo son de antro? —pregunté.
—Solo de esta noche, vamos. —Peter me empujó para que los siguiera.  Subimos a la camioneta que rentamos para movernos a la reunión con Evans. Peter manejó mientras yo estaba hasta el último asiento, mirando por la ventanilla, comenzaron a gritar en coro un párrafo de una canción que solíamos cantar de The Killers. Uh, recuerdo aquellos tiempos en los que nos divertíamos sanamente. De vez en cuanto uno que otro metido en problemas, pero en su mayoría, hubo diversión.
“Bárbara” sentí una opresión en mi pecho, por un largo momento no había llegado su imagen a mi mente, con mis dedos de manera torpe intenté retirarme la pajarita, intenté respirar tranquilo, no quería arruinarles la noche con mi ataque de ansiedad por mi ex esposa.
Después de tranquilizarme, presté atención a sus conversaciones en voz alta, relataron acerca de casas embrujadas, luego hablaron de la mejor gastronomía de la ciudad, hasta que finalmente, llegamos al “Madame Gi-Gi”, me di cuenta que tenía un estilo de los veinte, las paredes rojas, suelos negros, luces tenues en todo el lugar, al cruzar el pasillo principal, me sorprendí al ver que el lugar era grande y estaba lleno de gente, tenía un aire de cabaret de años atrás; Nos llevaron a la segunda planta VIP, las mujeres que nos atendieron lucieron unas ropas de servicio demasiado cortos, si se inclinaban un poco, se podría ver todo su trasero desnudo. Miles, Steve, Marco y Peter, estaban embelesados con la atención de las mujeres, me senté a un lado del barandal de madera, tenía la mejor vista desde ahí, pude ver un grupo de mujeres bailando en medio de la pista. Después de contar anécdotas entre ellos, miré hacia la pista de nuevo.
Sentí un escalofrío recorrerme de pies a cabeza, arrugué mi ceño, volví lentamente mi rostro hacia a aquella mujer joven, ella reía como si no le importara el mundo a su alrededor, esta levantó sus manos y comenzó a bailar, se le veía tan divertida, tan…feliz, algo que por un breve momento, envidié.
Me aclaré la garganta y regresé mi mirada hacia mi amigos, pero estos tenían la ceja arqueada, mirando hacia a mí.
― ¿Qué?―pregunté irritado, conocía esas miradas, ―Ni lo piensen. Es una niña.
― ¿Desde cuándo un Maxwell es un mojigato?
Ellos siguieron apostando que a James Maxwell le faltaba salir al mundo, dejar a un lado ese pasado oscuro que lo atormentaba en silencio, tenía que avanzar, soltar las riendas y finalmente…vivir. Él negó ante las miradas de ellos, tomó su vaso cristalizado de whisky y al dar el sorbo, buscó discretamente a aquella mujer pero, había simplemente desaparecido.
Capítulo 2. Un caballero maduro
Emily Evans
Empujé la puerta del último cubículo, Ariana apenas alcanzó a vomitar en el interior del váter, recogí su cabello mientras tenía arcadas, negué irritada, este no era el plan para divertirnos, se acercó la hermana de Ariana, Amber. Negó al recargarse en la orilla del lavamanos, había mujeres retocando su maquillaje en el lugar, no estaba tan lleno como los antros a los que había ido.
― ¿Mejor? ―dije acomodando bien su cabello, ella estaba de rodillas, asintió luego levantó su mano.
―Mejor…―susurró Ariana tomando un pedazo largo de papel, luego se limpió sus labios, se veía demasiado pálida.
―Creo que deberíamos irnos a que te revisen en el hospital, estás muy pálida y bebiste como si el mundo se fuese a acabar. ―Amber se acercó y se quedó a mi lado mirando a su hermana.
―Tenías que arruinarlo, sabes bien que es el cumpleaños de Emily…―se quejó Amber, le di un golpecito en su brazo y negué.
―Tranquila, con solo haberme escapado de la escolta de mi padre, lo demás no importa. ―le sonreí a mi amiga. Amber y Ariana, eran gemelas, habíamos estado juntas en el internado de muy pequeñas, sus padres eran figuras importantes aquí en Londres y al igual que a mí, las habían enviado juntas a Estados Unidos.
―Esto está jodido…―susurró Ariana intentando levantarse del suelo frío, le ayudé, de las tres, las dos eran más altas que yo, más en esos tacones, por sus largas piernas, cuerpos esbeltos y hermosos rostros, parecían modelos de marcas importantes.
― ¿Quieres que nos vayamos? ―Amber se cruzó de brazos, levantando sus pechos más allá del escote, le lanzó una mirada de molestia a su hermana gemela.
―Solo necesito agua, solo eso y me repondré…―hablaba torpemente, Amber tomó de su brazo para llevarla al lavamanos.
―Iré yo por el agua, esperen aquí…―salí del servicio de damas y crucé por mucha gente para llegar al otro extremo del lugar, ahí se encontraba la barra. Le pedí al bartender dos botellas de agua, pero estaba atendiendo a otro grupo de personas. Me recargué en la barra, luego me puse de puntillas para levantar la mano y llamar de nuevo la atención del sexy bartender, pero fallé. Me quedé mirándolo a ver si podía capar su atención, al moverse para girarse por unas bebidas a su espalda, entonces lo vi. Mis ojos se encontraron con el hombre del otro extremo de la barra, su mirada se cruzó con la mía, sentí como el aire fue succionado de repente cuando se fijó en mí.
Estaba jodidamente atractivo.  No pude apartar la mirada por un momento, su sensualidad era un imán para mí. Me di cuenta que era un hombre mayor, maduro, supuse que rondaba en los cuarenta, “Dios mío, es un hombre madura y atractivo” pude desviar la mirada finalmente, mi corazón latió frenéticamente, tragué saliva e intenté aclarar mi garganta, podía sentir mis mejillas ardiendo, “¿Qué es lo que te pasa, Emily?” era la primera vez que alguien mayor que yo me ponía así, solía atraerme jóvenes como yo, pero este hombre, desde su lugar, sin corbata, camisa blanca con botones abiertos y el saco de un traje elegante, lo hizo ver…
Simplemente lo deseé al instante, era extraño. Desvié mi mirada de nuevo hacia a él pero el bartender arruinó el momento, entonces el hombre ladeó su rostro para esquivar al hombre que no nos dejaba mirarnos, sonreí por esa acción y entonces él también lo hizo.
Era el hombre más impresionante. Comenzó a caminar lentamente hacia a mí, mi respiración se alteró, apreté mis muslos debajo de este ajustado vestido verde con brillos, el escote estaba demasiado abierto, -vestidos de Ariana de último momento- se acercó finalmente a mi lado, su aroma llenó el pequeño espacio entre los dos, pasé saliva de nuevo, era una sensación nueva.
“¿Quizás estaba excitada?”
Estiró su mano de manera elegante y con confianza, el bartender se acercó a nosotros, él giró su rostro hacia a mí y yo toda embelesada por su rostro tan hermoso, sonrió. “No lo hagas, por favor, no lo hagas o me voy a derretir aquí mismo” Pareció no sorprenderle mi reacción.
― ¿Qué es lo que quieres? ―Oh, Dios mío, su voz era ronca, como si fuese algún locutor de esas que te da las buenas noches y solo con ello, te humedeces. “Despierta, Emily” tomé aire para poder hablar.
―Dos botellas de agua. ―él asintió y le dijo mi pedido al bartender.
―Dos botellas de agua y un escoces seco. ―el bartender asintió, intenté no mirarlo mucho de perfil, pero fue imposible, él se dio cuenta. ― ¿Si? ―preguntó como si yo de tanto verlo quisiera saber algo. Negué sintiendo al mismo tiempo un calor muy fuerte en mi vientre bajo, era alto, fornido, muy elegante, pero entonces…
― ¿Eres americano? ―él arrugó su ceño, “Vaya, hasta cuando arruga su frente sus líneas marcadas son hermosas”.
― ¿Se nota mucho? ―asentí. ― ¿Y tú? No te escucho mucho el acento inglés tan remarcado como lo he escuchado estas últimas horas.
―Me críe en Estados Unidos, casi no tengo mucho el acento, pero soy inglesa cien por ciento. ―sonrió, y yo me prendí de sus labios por un momento, apreté mis muslos, era extraño la reacción que provocó en mí con una cortísima distancia, unos cuantos centímetros me separa de su cuerpo. El bartender me distrajo cuando puso frente a nosotros las botellas de agua, luego el escoses, iba a pagar y el hombre negó.
―Yo invito. ―luego le entregó su tarjeta al hombre para que cobrara.
―Gracias. No tenías por qué hacerlo. ―dije sincera.
―No es nada, tranquila…―luego tomó de su bebida, vi como lo disfrutó al cerrar brevemente sus ojos, mis labios se entreabrieron y no pude evitar gemir, él giró su rostro hacia a mí, mis ojos se abrieron el imaginar que pudo haberme escuchado, pero estaba la música de fondo.
Ariana.
Mierda.
―Tengo que irme, me esperan…―levanté las botellas de agua. ―Y gracias de nuevo. ―él asintió y pude ver como su mirada oscura se posó por un momento en mi escote, luego lo recorrió hasta verme a los ojos. ―Adiós…caballero. ―mi respiración se alteró más con su mirada en mí, me giré para alejarme de ahí, mi cuerpo no quería, gritó que podía haberme quedado unos diez minutos aunque sea para terminar de mojarme pero Ariana me esperaba en el servicio. Sentí mis pezones rozar la delgada tela de mi vestido, estaban erectos.
―Madre mía, como me ha puesto…―entré a los servicios, y me acerqué a las chicas, le entregué el agua a  Ariana que estaba más respuesta. Tomó casi toda la botella.
― ¿Por qué tardaste? ―Amber preguntó, pero pude ver su gesto al mirarme un poco más. ― ¿Por qué estás tan roja? ―me llevé una mano a mi mejilla, la sentí hirviendo.
―Debe de ser el alcohol…―pero no, no era el alcohol, era aquel hombre en el bar que me había puesto así.
Capítulo 3. Ella
James Maxwell
Regresamos a la mesa, Peter mostró felicidad por lo que acababa de ver, solo pude rodar los ojos en señal de exasperación. No era nada del otro mundo hablar con una mujer. Le puse la mano en el hombro y le pedí que no dijera nada a los demás, pero…fue demasiado tarde.
Ellos se habían dado cuenta.
― ¡Eso Maxwell! ¡Has empezado a renacer de las cenizas! ¡Eres el ave fénix! ―festejaron los demás desde sus asientos, yo solo quería irme. Por primera vez en tanto tiempo pensé en que esta noche, era distinta a las demás, había sido hechizado por aquella joven mujer, lo que mi cuerpo sintió a su cercanía, era algo nuevo, hace mucho no me sentía así. Capté la mirada de mis amigos sobre mí.
―Supérenlo. ―ellos soltaron en carcajadas, al ver mi gesto, cambiaron de tema, pero el que no parecía importarle mi reacción, fue a Peter, él siguió sonriendo en mi dirección. Puse de nuevo los ojos en blanco. Tomé un último sorbo a mi bebida y miré disimuladamente a la pista, algo en mí quería volver a verla.
Entre conversaciones triviales con los demás, entendí que su emoción por cambiar de ciudad, era real. Marco, Steve, Peter, Miles, eran los más emocionados, excepto yo.
“¿Cómo dejar tu hogar?” “Un hogar que tiene buenos y malos recuerdos”. Suspiré contra el vidrio de mi vaso de cristal. Cerré los ojos y finalmente terminé mi bebida.
El ardor recorrer mi garganta fue algo que me tranquilizó.
De cierta manera.
―Voy a ir a invitar a bailar a una hermosa inglesa. ¿Se van a quedar aquí, “amargados”? ―preguntó Miles, -Quién era el único más joven que el resto de nosotros- todos lo miraron y él único que se animó pero ir al bar, fue Steve.
―Te daré un aventón, pero yo iré a la barra.
Media hora después, todos estaban en la pista bailando, excepto yo. Desde aquí seguí buscando a aquella mujer.
―Hola. ―escuché cerca de mí, giré mi rostro y para mi sorpresa, era ella. Me levanté de un movimiento sin verme sorprendido por su presencia.
―Hola. ―estaba sola, le cedí el paso para que tomara asiento, lo aceptó tomando el lugar frente a mí. No supe que decir por un momento y ella se dio cuenta.
―Así qué no te gusta bailar, he. ―dijo con una gran sonrisa, una destellante sonrisa, me robó por un segundo un suspiro.
― ¿Cómo? ―salí de mi trance.
―No te gusta bailar, ¿No? ―negué.
―No soy bueno. Y no me atrae hacerlo.
― ¿Por qué no? ―preguntó sorprendida. ―A todo mundo le gusta bailar.
Pasé saliva por momento, las palabras no se acomodaban en mi boca.
―No lo sé…―hice un movimiento de hombros en señal de que no tenía ninguna puta idea. Pero en realidad si lo sabía. Había sido obligado en años pasados a tomar clases de baile y lo odié. No me gustaba hacer las cosas obligadas y menos si no eran de mi gusto. ― ¿Y…?― “Aunque sea el nombre pregunta a la mujer, James.” Me dije a mi mismo.
Ella sonrió y luego extendió su mano hacia a mí.
―Soy Ely. ―acepté su mano, la electricidad que recorrió mi cuerpo con solo tocar su piel, fue impresionante, pude ver su reacción.
―Brad. ―respondí. Brad era mi segundo nombre, era raro que lo dijera al presentarme. ― ¿Ely es el diminutivo de…Elizabeth? ―ella asintió acompañado de una media sonrisa cuando nos soltamos al mismo de las manos, pude ver como arrugó su ceño al acariciar su mano. Sus ojos me miraron detenidamente, curiosos.
― ¿Y qué haces en Londres? ―preguntó cruzando una pierna y recargándose en el respaldo de la silla, no pude evitar no mirar sus largas piernas. Me aclaré la garganta y desvié la mirada, luego la regresé rápidamente.
―Negocios. ―le sonreí.
―Oh, qué bien.
― ¿Y tú? ―pregunté ahora yo más curioso.
―He llegado del exterior…―sus ojos bailaron por un momento. ―No sé si voy a quedarme mucho tiempo después de lo que hecho para venir para acá. ―alcé una ceja. Llegó el mesero y dejó otra bebida para mí.
― ¿Y qué es lo que has hecho? ―pude ver sus mejillas teñirse de un rosa exquisito, mi miembro volvió a despertar, con nervios, intenté que no se notara, me aclaré la garganta, aunque ella estaba ajena a mi intima reacción, igual no pude evitarlo, ¿Qué es lo que te pasa, James? La miré. ―Digo, si se puede saber, claro.
―Me he escapado de casa. ―alcé las cejas con mucha sorpresa, ella soltó una risa de manera divertida. ― ¿Por qué esa reacción? ―preguntó cuándo se levantó de su lugar frente a mí de una manera elegante y luego se sentó a mi lado, miré cada movimiento que hizo al acercarse, se inclinó hacia a mí un poco, desde mi lugar podía ver su espalda desnuda, estiró su brazo y alcanzó la bebida que había puesto el mesero para mí, se enderezó y entonces, su escote fue mi segunda vista, tenía unos pechos perfectos, no eran muy grandes o muy pequeños, me imaginé poniendo una mano en ellos…me puse más duro. Mi mirada se posó en sus labios que tocaron el vidrio de mi vaso, solté de manera involuntaria un jadeo de excitación, intenté humedecer mis labios al sentir que se habían secado en instantes, ella al retirar sus labios de la bebida, cerró sus ojos y…gimió saboreando.
Me aclaré la garganta de nuevo. Ella abrió sus ojos y me miró, una sonrisa apareció de repente.
― ¿Qué? ―susurré, juré que no debió de escuchar mi pregunta por la música a lo lejos, pero ella leyó mis labios sigilosamente.
―El ardor que ha provocado es…delicioso. ―sonreí como un tonto adolescente.
―Así es, me encanta…―Ella arqueó una ceja. ―Me refiero a la bebida.
―Lástima. ―solté una risita nerviosa.
― ¿Qué cosa? ―pregunté a su palabra anterior. Hizo un mohín muy tierno, y eso, hizo visible unos adorables hoyuelos.
―Creí que yo te encantaba…
De nuevo me aclaré la garganta y me enderecé en mi lugar, evitando que se mostrara mi erección tirando de mi pantalón.
― ¿Y dices que te has escapado? ―desvié el tema bruscamente al sentirme atrapado contra pared. Ella se ha dado cuenta de lo que he hecho, asintió desenfadada recargándose en el respaldo del sillón.
―Sí, ―soltó un suspiro. ―Soy una chica rebelde.
Sus últimas palabras me tensaron.
― ¿Rebelde? ―solté un bufido. ― ¿Qué? ¿Qué acaso eres una colegiala? ―bromeé, ella soltó otro suspiro pero dramático.
―Hace unos días dejé de serlo. ―alcé mis cejas con brusquedad, ella al ver mi reacción, soltó una carcajada, pero realmente noté que esa risa, era sincera, solo me limité a verla intentando no estirar mis labios en una sonrisa fugaz, al terminar de hacerlo, dejó una mano en mi brazo, se limpió la orilla de sus ojos, pareció que se le habían salido unas lágrimas.
―Si eres mayor de edad, ¿Verdad? Por qué si no es así, ¿Cómo es que has entrado a este club? ―sus mejillas se sonrojaron más, se inclinó hacia a mí, quería hacerme hacia a atrás, pero estaba hipnotizado por toda ella.
―Tengo mis contactos. ―me guiñó el ojo.
― ¿Qué edad tienes? ―se mordió el labio inferior, pero atrapó la parte de enfrente, ella dudó en contestar.
― ¿La edad te importa? ―preguntó de manera seria.
―Claro. No quiero que me deporten y me cancelen mi visa por ser pillado con una menor de edad.
―Oh, ustedes los hombres con su mentalidad del año del caldo. ―arrugué mi ceño, no entendí a lo que se refería, tomó mi muñeca y revisó mi reloj, sus ojos se elevaron para clavarse en mí. ―Soy oficialmente…una recién veinteañera.
Capítulo 4. Él
Emily Evans
El hombre a mi lado era seducción pura. Sus labios carnosos, su mandíbula perfilada, sus hombros anchos en aquel traje elegante, su voz y su mirada me provocaban miles de cosas en mi interior, tenía que apretar mis muslos. Podía sentir hasta mis pezones erectos rozando con la delicada tela de mi vestido. Mi corazón no dejaba de galopar a toda prisa por todo lo que Brad estaba provocando en mí.
― ¿Veinteañera? ―preguntó atónito, era adorable ver como no podía controlarse, asentí, pero bueno, si quería estar un poco más con él sin que se asustara por mis veinte años recién cumplidos, mentí. Al cabo ya no lo vería de nuevo.
―Tengo veintidós años. ―sonreí, pero él arrugó su ceño.
―Mentirosa. ―usó un tono serio, me tensé el solo pensar que podría ser pillada, así que me hice la ofendida.
―Bueno, ¿Cómo vas a creer a una mujer que acabas de conocer? ¿No? Bien, no me creas.
―Has dicho “recién veinteañera” Y uno piensa que acabas de cumplir veinte años. ―Solté una risita a su expresión, tomó la bebida y se tomó de un solo trago todo.
―Bueno, se ha colado la palabra “Recién”. ―sonrió. ― ¿Y cuál es tu edad? ―miré si llevaba una argolla, pero al no ver ni la marca, me emocionó.
― ¿Cuántos me calculas? ―preguntó.
Hice un gesto de estar calculando con un dedo en mi barbilla.
― ¿Treinta y nueve? ―él se sorprendió, y yo…más. ― ¿Atiné?
―Sí. Treinta y nueve años. Soy diecisiete años mayor que tú. ―dijo, aunque realmente eran diecinueve, pero él no lo iba a saber. ― ¿No te asusta? ¿No deberías de estar con alguien de tu edad? ―intenté no reír burlona a sus preguntas.
―Siempre he pensado que la edad solo es un número, además, los de mi edad son demasiado inmaduros, no saben lo que quieren. Y da pereza.
― ¿Y tú si sabes? ―preguntó irónico.
Me molestó su tono.
―Aunque no creas, sé lo que quiero. Y también lo que deseo…―nos miramos fijamente. ― ¿Entonces? ―pregunté.
― ¿Entonces qué? ―noté confusión en su mirada.
― ¿Quieres ir a un lugar más privado? ―era una locura lo que había dicho, pero no quería despegarme de él, era un tipo de atracción que no podía describir y quería por primera vez descubrirlo, él arqueó una ceja. ―Me refiero a un lugar dónde podamos platicar, ―él siguió callado. ―Tranquilo, ¿No tienes hambre? Yo no he podido cenar…―él asintió.
―Claro, ―miró el vaso vacío, luego hacia la pista. ― ¿Tienes auto o vienes…con alguien más?
―Amigas. Pero parece ser que bailan con tus amigos…―miró de nuevo hacia la pista llena de gente, sus amigos estaban bailando con Amber y Ariana. Brad regresó la mirada a mí. ―Vengo en mi auto. ―le dije, hice un movimiento de hombros. ―Podríamos irnos en él y ya te dejo dónde sea que te estés quedando.
Él pareció pensar un poco más.
―Bien, iré a avisarles entonces, ¿Me esperas aquí? ―asentí, Brad hizo un gesto a la mesera que lo estaba atendiendo, mostró señal de que quería la cuenta, al llegar la mujer, se sorprendió por su belleza masculina que emanaba de él.
― ¿Sí, señor? ¿Desea algo más…? ―dijo en un tono seductor, me aclaré la garganta y miré a la mujer.
―Se va a pagar la cuenta para poder irnos. ―la mujer arrugó su ceño, sin duda debe de pensar que había un abismo de diferencia de edad. ―Gracias. ―miré a Brad y él sonrió a mi acción. No entendí por qué me dio esa respingada de celos, pero no era tiempo para desmarañar nada. Se levantó y fue hasta la pista para avisarles que se iba, el grupo de sus amigos y mis amigas, miraron hacia a mí, una de ellas se acercó y susurró algo a su oído, Brad soltó una risa y asintió, me levanté de un movimiento y no pude evitar no molestarme. Caminé hacia a él hasta la primera planta, Amber y Ariana se acercaron a mí antes de Brad, quien se había quedado hablando con sus amigos.
― ¡Emily! ―gritaron ambas, me abrazaron y susurraron “Feliz cumpleaños” en mi oído. ―No me lo puedo creer, es oro lo que te has encontrado en este lugar…―dijo Ariana riendo discretamente y mirando hacia ellos.
― ¿No es una belleza de hombre? ―asintieron ambas, me miraron.
― ¿Segura que te irás con él? ―preguntó Amber a toda prisa. ―No quiero que te vaya a pasar algo, ¿A dónde irán? ―hice un movimiento de hombros.
―No lo sé, muero de hambre, así que iremos a cenar…―sonreí y sentí el calor embargarme por todo el cuerpo.
―Emily, ten cuidado. ―dijo Ariana.
―Sí, pero necesitaré tu auto. ―le dije a Amber quien puso sus ojos en blanco y negó divertida.
―Vale, me iré con Ariana, pero cuidado, cualquier cosa, llama. ―sonreímos las tres, mientras Amber tomó las llaves de su pequeño bolso y me lo entregó. ― ¿Sabes dónde está? ―asentí. ―Está cruzando la acera.
―Gracias, mañana te lo entrego…
―Por cierto, ―se acercaron ambas. ― ¿Vas a perder tu virginidad con él? ―abrí mis ojos un poco más de lo normal.
― ¡No! ―sentí el calor más intenso el solo imaginar hacerlo con ese hombre. ― ¡Claro que no! Solo quiero conocerlo y… no sé, sé qué al regresar a casa, mi padre me expulsará del país, así qué, ¿Qué puedo perder? Por cierto…―miré a Ariana. ― ¿Qué es lo que le has susurrado a él? ―ella soltó una risa divertida.
―Qué más le vale cuidarte por qué si te pasaba algo, se las iba a ver con nosotras.
Vi más allá que venía Brad.
―Ahí viene…―ellas retrocedieron un poco más y se aclararon la garganta.
― ¿Nos vamos? ―preguntó, asentí.
―Nos vemos chicas. ―ella sonrieron de manera picara al ver que nos íbamos.
Lo puse al volante, le señalé los mejores lugares para poder comer algo delicioso a estas horas de la madrugada, al final, al no encontrar algo de nuestro gusto y uno que otro restaurante cerrado, llegamos a un puesto de comida ambulante con carpas rojas cubriendo una área cerca del parque y me di cuenta que era comida coreana, él pareció no gustarle la idea, pero yo moría de hambre y podría comerme lo que sea con tal de satisfacer mi apetito.
― ¿Segura que aquí? ―preguntó desconfiado.
― ¿A poco nunca has comido en estos lugares? ―él negó.
―Nunca he comido en la calle.
Puse los ojos en blanco.
―Bueno, entonces será tu primera vez. ―Brad tomó aire y lo retuvo por un momento, luego lo soltó discretamente. ―Anda, ¿Has probado el ramen? ―él negó.
―Uffff, entonces bajemos.
No pude evitar sonreír al verlo bajar dudando del auto. Caminé hacia el negocio pero me detuvo de manera brusca, lo miré.
―Espera, ―se quitó su saco del traje elegante y me lo puso encima, y yo por dentro, “Awww, me lo quiero comer a besos” Es un caballero. ―Así está mejor.
―Gracias…―entramos al lugar y una señora muy amable, nos guio a una mesa en la esquina del lugar.
― ¿Gustan el platillo de la noche? ―preguntó la mujer con la pequeña libreta en su mano y una pluma lista para anotar.
― ¿Recomendación? ―ella sonrió.
―Recomiendo Odeng y tortas de pescado en pinchos, son bocados rápidos y económicos, es lo que más vendemos, también recomiendo el pollo frito marinado en salsa soja, agridulce o picante, tenemos Kimbap, que es un sushi coreano, lleva rábano curtido, pepino, zanahorias cocidas y huevo, pueden acompañarlo de kimchi, queso, atún, o carne de cerdo frita…
Miré a Brad quien pareció sorprendido con la explicación de la mujer.
― ¿Nos puede traer un poco de todo el menú? ―abrí mis ojos como platos a su pedido, la mujer sonrió. ― ¿Tienen algo de alcohol?
―Tenemos Soju de varios sabores…―Brad me miró.
― ¿Probamos un poco de cada una? ―asentí mientras las tripas me gruñían y no quería que lo notara. ―Queremos de cada sabor…―la mujer asintió y se retiró.
―Pensé que…―él me miró de una manera que me hizo erizar la piel, estábamos frente a frente.
―Creo que es bueno probar…cosas nuevas. ―pasé saliva con dificultad.
―Apoyo eso, Brad. ―le sonreí.
― ¿Y de aquí a dónde quieres ir? ―preguntó curioso, la forma en como le quedaba la camisa de vestir a su cuerpo, me provocaba algo, no me había atraído tanto un hombre y nunca me había comportado de esta manera, podría parecer ofrecida o lanzada, pero realmente estaba actuando conforme íbamos pasándola. Sí, mi virginidad la guardaba con recelo, quería perderla con alguien de mi edad, pero Brad estaba provocando que en una de esas lanzara todo por la borda. Era un hombre muy atractivo, demasiado. Deslumbraba para mí, esa sensualidad, aunque se viera que era algo reservado, parecía decidido a brincar esa línea.
―No lo sé…―sentí como mi respiración se agitó solo con decir esas palabras mientras me observaba, me mordí el labio, él desvió la mirada. Iba a decir algo pero llegó la mujer con varios platillos en la mesa, había una parrilla en el centro, la prendió y le enseñó a Brad lo que tenía que hacer, él pareció atónito, ¿Cómo un hombre como él iba a asar y cortar su propia carne? Reí con su reacción, pero pareció encantado cuando se terminaba su porción y pidió más a la mujer. Después de temas triviales, me hizo una pregunta.
― ¿Qué es lo que buscas realmente, Ely? ―la forma en como dijo mi nombre provocó calor en mi centro más preciado. Creo que me he sonrojado por su pregunta, metí un pedazo de carne de cerdo frita y busqué tiempo para poder pensar una respuesta, pero él se dio cuenta. ―Tramposa. ―me llevé una mano a mi boca para evitar que saliera mi comida al intentar no reír por cómo me ha llamado.
―No lo soy, ―dije aun con mi mano en mi boca. ―espera…―comí y di un sorbo a mi vaso de Soju de manzana. Que por cierto, estaba deliciosa. ―Puedo desvelarme.
Él sonrió.
― ¿Conoces la ciudad? ―preguntó.
―Cada verano venía a pasarlo con mi familia pude conocerla…
― ¿También te escapabas? ―sonó burlón, le saqué la lengua y él sonrió.
―A veces. ―le guiñé el ojo. Seguimos comiendo por unos momentos más.
―Entonces, eres mi guía de turista. ―sonreí.
―Súper. ―pidió la cuenta media hora después, subimos al auto de Amber y comenzó el recorrido a las dos de la mañana.
Le mostré donde estaba el museo británico, la torre de Londres, el Big Ben, el puente de la Torre, y estacionó un rato el London Eye, era una gran noria situada en el South Bank del río Támesis en la ciudad.
―Es hermoso…―susurró cuando nos recargamos en la parte trasera del auto, me abracé a mí misma, estaba a esta hora haciendo bastante frío, sentí que el saco de él no me quitaría del todo, cuando terminé ese pensamiento, sentí un calor embriagante, un aroma de menta y alcohol, giré mi rostro, sentí su brazo detrás de mí, rodeando, levanté la mirada y me encontré con la de él, de un movimiento me tomó de mi cintura y con cuidado me sentó en la cajuela, acomodó el saco que me cubría. Levanté la mirada a él y estaba casi a la par por unos centímetros más, sus manos se posaron en mis rodillas, con cuidado, las abrí lentamente, él entreabrió sus labios para tomar aire, su cuerpo entró entre ellas, estaba su rostro a unos cuantos centímetros del mío. ―Nunca había sentido algo así…―susurró, levantó su mano y con la yema de su dedo pulgar, acarició mi clavícula. Me estremecí. ―Siento una energía que nos rodea, es difícil de explicar, ¿Sientes algo así? ―sentí su aroma contra mi rostro, lo miré a los ojos.
―Lo sentí al tomar tu mano en el antro…
Él sonrió.
―Creí que estaba loco cuando eso pasó. ―su dedo comenzó a subir a mi hombro, luego a mi cuello. Mi piel estaba erizada a más no poder con ese pequeño gesto que estaba haciendo. Sentí humedecerme, “Dios, me voy a deshacer si sigue así” su dedo viajó hasta detrás de mi lóbulo, luego a mi nuca, su dedo desapareció, ahora era la mano que descansó en ese lugar para poder acercar mi rostro hacia a él, sus labios húmedos, tocaron los míos de manera suave, delicada, lenta…mis manos salieron debajo del saco y con cuidado, descansé las palmas contra su pecho, poco a poco conforme nuestros labios se conocían, mis manos empezaron a subir, sentí su corazón latir como un loco frenético, estaba igual que yo, eso me enloqueció, intensifiqué el beso, él bajó su mano a mi cintura y con ambas manos tiró de mí para acercarme a su cuerpo, lo rodeé por el cuello y sentí un calor inmenso, un fuego que creció y creció, sabía que no podía detener la decisión de querer ser quemada por él, fue una adicción a él que era difícil de explicar, mis labios saborearon los suyos con total frenesí, era como si estuviéramos esperándonos en algún punto de la vida, y este era el encuentro de dos almas, de dos cuerpos, la electricidad corrió por debajo de mi piel, un mano la sentí que subió por encima de mi pecho y entonces me frené al mismo tiempo él lo hizo, como si ambos tuviésemos una línea que no había de cruzar, ambos jadeábamos, nos miramos los labios rojos por el beso.
― ¿Por qué te detienes? ―pregunté entre mi respiración agitada.
―Por qué si sigo…voy a hacerte mía.
Capítulo 5. Mentiras blancas
James Maxwell
La erección tiró de mi pantalón, lo que había dicho hace segundos atrás me hizo sentir alguien que no era realmente yo, ¿O si, Maxwell? Ella me miró detenidamente como si estuviese escuchando mis pensamientos. Retrocedí un paso, pero ella intentó detenerme.
―Tranquilo. ―susurró.
Me pasé una mano por mi rostro, necesitaba salir de esta nube en la que estaba, mi corazón latió a toda rapidez, ¿Qué es lo que te pasa, Maxwell? ¡Apenas tiene veintidós años!
―Lo siento, ha sido un arranque…―ella ladeó su rostro.
―No te disculpes por besarme―la miré. ―No te disculpes por sentir lo que sentiste.
Arrugué mi ceño.
―Eres tan joven para entender lo que acaba de pasar. ―pude notar como sus mejillas se tiñeron de un rojo escarlata, su mandíbula se marcó al apretar sus dientes.
― ¿Crees que por que tengo veintidós años no sé lo que ha pasado? ―preguntó en un tono serio, claramente se había molestado a mi comentario.
―Yo…―no pude seguir ya que ella me interrumpió.
―Hay gente que tiene treinta y nueve años y no entiende lo que pasa frente a sus narices. ―alcé una ceja, mi cuerpo reaccionó a sus palabras, así que avancé el paso que había retrocedido.
― ¿Estás diciendo que yo no entiendo lo que ha pasado pero tú a tú corta edad si?
―Ah, vaya, eres inteligente. ―solté un bufido a su sarcasmo.
―Eres una niña. ―respondí molesto.
―Y tu un viejo. ―me dejó helado su respuesta, ella arqueó una ceja y se cruzó de brazos, haciendo que su pecho se levantara de aquel escote, podía hasta imaginar que sus pezones estaban erectos debajo de aquel vestido, desde hace diez años, no había deseado tanto tocar a alguien, tenía que controlarme o esto terminaría mal.
―Pues viejo y todo, es que digo que no entiendes nada de esto, en primera, ¿Por qué te has acercado a mí? ¿Qué es lo que buscas? ¿Una noche de sexo? ¿Dinero? ¿Qué es? ―ella abrió su boca y formó una “O”, luego la cerró.
―Primera, tú te acercaste en la barra a mí, fuiste caballeroso al pagar mis bebidas, segunda, solo quería conversar contigo para darte las gracias, lo que se ha dado hasta ahorita no ha sido planeado, tercera, ¿Sexo? No gracias, supongo que no puedes tener a tu edad una erección tan firme como las de mis ex novios, cuarta y última, el dinero me sobra así que no es nada. Tú me has besado. ―dijo todo tan rápido que me mareó, pero en lo de la erección ahí si me molestó demasiado, tomé su mano y la llevé a mi pantalón, ella levantó sus cejas, sintió lo duro que estaba.
―He perdido la caballerosidad y me disculpo por ello―solté su mano y la puse en su regazo. ―Pero eso de la erección, estás equivocada. No soy tan viejo, aun puedo tener “acción”.
―Pero la edad te asusta. Así que…
―No me asusta, pero simplemente no puedo imaginarme teniendo algo con alguien que no tiene mundo, recorrido, que tenga temas interesantes que contar, ―la miré detenidamente. ―No quiero que me hablen del último disco de Selena Gómez, o qué me pidan opinión de la película de los piratas del caribe, o si cual fue el conjunto de Beyoncé en el súper bowl.
Ella comenzó a reír divertida, se llevó una mano a su boca para callar.
―Lo siento, ¿Quién no ama a Selena Gómez? ¿Los piratas del caribe? Todo mundo ama a Johnny Deep, no soy de deportes así que podría ver en YouTube el conjunto de Beyoncé. ―puse los ojos en blanco, miré a nuestro alrededor, tenía que despejar todo lo que estaba encima de mí, algo que no me dejaba pensar con cordura. ―Brad…―susurró mi nombre, ¿Por qué eso solo escuchar como ha dicho mi nombre me ha dado un fuerte escalofrío? La miré. ―Respira…
No me había dado cuenta de cómo estaba, he pensado demasiado la situación, una situación que debería de detener.
―Estoy algo inquieto. No soy así. No soy de besar a mujeres jóvenes, me corrijo: demasiado jóvenes en antros, luego estar con ellas en lugar que no conocía. Comer y beber con alguien que…―ella se inclinó hacia a mí.
― ¿Eres casado? ―preguntó.
―No.
― ¿Eres viudo?
―No.
― ¿Divorciado? ―no quería que mi pasado oscuro que abrazara y viera mis propios demonios.
―No. ―me aclaré de nuevo la garganta, ―creo que es mejor que regresemos. Hace mucho frío y estoy cansado.
―Bien, no te voy a presionar, ¿Pero podría presionarte al desayunar? ―abrí mis ojos, el plan era no volverla a ver.
― ¿Desayunar? ―miré el reloj, eran ya bastante tarde, en un par de horas el cielo se empezaría a aclarar para darle la bienvenida a la mañana. ―Creo que no es buena idea…
― ¿Por qué? ―estiró sus manos para tomar mi cintura, arrugué mi ceño a ese gesto.
―Por qué estaré ocupado. ―mentí.
Ella arqueó una ceja.
―Es domingo.
―Esta es una visita de negocios a tu país. Cierro el negocio y regresaremos a Estados Unidos. ―no era mentira, ese era el plan.
―Cuando cierres el negocio. ―dijo ella con intenciones de bajarse de la cajuela. Pero la detuve.
― ¿Qué? ―ella sonrió.
―Si no es desayuno, será comida entonces.
―No sé cuándo me desocupe.
― ¿Cena? ―podría verla segura de sí misma, eso era algo que me había atraído.
Sonreí como un tonto adolescente.
―Cena, entonces. ―ella sonrió más y sentí algo arremolinarse en el centro de mi pecho.
―Vamos entonces. ―le ayudé a bajarse y entramos al auto, descifré lo que me llevó a decir, “Cena, entonces” Antes de irme de aquí, quería volver a verla, me había impactado de cierta forma toda ella como nunca nadie lo había hecho, no era atrevida, era simplemente libre y de forma extraña, no tenía pelos en la lengua, al parecer, directa, con unos hermosos hoyuelos.
Me sorprendió haberme olvidado de mis propias reglas, de mi control, de mi obsesión por tenerlo, pareció como si no tuviera nada encima de mí. Un auto nos bloqueó al cruzar uno de los semáforos, presioné hasta el fondo el pedal del freno, mi mano automáticamente se fue hacia a ella en forma de protección al detener el auto, ella llevaba el cinturón  así que estaba a salvo, levanté la mirada y vi como las puertas de una camioneta blindada se abrieron, momentos después, un grupo de hombres se detuvieron en una perfecta línea frente al auto.
―Mierda. ―susurró, la miré a ella quien no pareció estar sorprendida.
― ¿Los conoces? ―pregunté confundido, retiré mi mano de ella, giró su rostro y por un segundo pude ver el color de sus ojos: grises.
―Algo así. ―un hombre mayor, con lentes, en traje negro caminó de lado de ella. ― ¿Quiénes son? ―pregunté.
El hombre tocó el vidrio del lado de ella, Ely lo bajó.
―Es la mano derecha de mi padre. Biel. ―sonrió. ―Hola, Biel.
―Señorita. Nos ha causado mucho trabajo localizarla hoy. Ha roto record al parecer. ―luego miró en mi dirección. ―Me llevaré a la señorita, puede llevarse el auto, lo pasaremos a recoger en un par de horas. ―ella miró en mi dirección.
― ¿Cena? ―dijo al mismo tiempo que abrió la puerta.
― ¿Estás segura que te puedes ir con ellos? ¿Estás segura? ―ella asintió.
―Sí, tranquilo. Descansa…
Me guiñó el ojo, al bajar, el tal Biel, le retiró el saco que la cubría antes de subir al auto blindado, luego al cerrarle la puerta, caminó hasta a mí, bajé el vidrio y me extendió mi saco del traje.
―Aquí tiene, señor. Gracias. ―se enderezó, pero se detuvo. Se inclinó para mirarme un poco más. ―Debería de buscar mujeres acorde a su edad, no con una joven que acaba de cumplir hace un par de horas… veinte años.
Capítulo 6. Reglas rotas y consecuencias
Emily Evans
― ¿Crees que tu padre está muy contento con lo que has hecho, Emily? ―Biel comenzó a regañarme, miré por la ventanilla sin decirle nada, él estaba a mi lado, dos guardaespaldas iban con nosotros, uno en el volante y el otro de copiloto, luego una camioneta detrás de nosotros. Solté un largo suspiro.
― ¿Y mi nana cómo está? ―miré a Biel.
Él me miró también.
―La ha despedido. ―mi corazón se agitó con fiereza.
―¡¡ ¿Qué?!! ―exclamé furiosa.
―Ella estaba advertida.
― ¡Es una anciana! ¿Cómo fue capaz de hacerle eso a  ella? ¡No tiene a nadie más que a nosotros! ―las lágrimas se arremolinaron a punto de salir.
―Debiste de pensarlo dos veces cuando ella te dijo que no te fueras, pero tu rebeldía tiene consecuencias, Emily. Y una de ellas es tu nana.
Las lágrimas finalmente cayeron, mi labio inferior tembló, sentí mis mejillas arder de la ira. Biel me entregó su saco para que me cubriera.
―Estoy bien así. ―dije tajante antes de bajarme de la camioneta.
―Estás muy desnuda y tu padre…―cerré de un portazo la puerta del auto.
―No me importa, ―cuando miré a la entrada, mi padre estaba de pie, escoltado con un pequeño grupo de hombres, estaba de brazos cruzados y negó repetidamente.
― ¡Estás casi desnuda con ese pedazo de tela que llevas encima! ¿Me quieres matar de un infarto? ¿He? ―llegué hasta a él, me detuve y lo miré, era mi padre un hombre controlador y un exagerado, pero así eran algunos padres y me había tocado uno a mí.  ―Anda, has arruinado tu fiesta de cumpleaños, tuve que disculparme con todos ellos. ¡Qué vergüenza me has hecho pasar!
― ¿Por qué has despedido a mi nada? ―él alzó sus cejas con sorpresa, a su reacción, supuse que no lo sabría.
―Esa anciana ya te ha ido con el chisme, ¿No? ―gruñó más molesto. ―Entra, hablaremos en mi despacho. ―lo seguí detrás de él, como solía hacerlo desde que tengo memoria. Entramos al despacho y azotó la puerta en cuanto entramos. ―Me vas a matar un día de estos, Elizabeth.


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