Una vida diferente de Susana Burnett-Sharma

Una vida diferente de Susana Burnett-Sharma

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Una vida diferente de Susana Burnett-Sharma pdf

Una vida diferente: Romance lésbico de Susana Burnett-Sharma pdf descargar gratis leer online

Cuando Maxine se trasladó al otro extremo del país para olvidarse de la relación tóxica con su exnovia Darcy, solo esperaba una vida tranquila.
No esperaba que su nueva vecina fuese a complicar su vida.
Ni que fuese la madre de una de sus alumnas.
Y mucho menos que Darcy cruzase el país para intentar recuperar su amor.

El libro contiene algunas escenas de sexo.


Capítulo 1
Me quedé mirando por la ventana; Dios, era preciosa. Nunca había visto nada igual. Incluso con pantalones de deporte y una camiseta sudada, estaba espectacular.
Sus pequeños pechos rebotaban sin obstáculos bajo el algodón manchado de sudor de la camisa y sus nalgas se marcaban en los estrechos límites de sus pantalones de deporte.
Su larga y brillante melena pelirroja estaba recogida en una coleta. Las mejillas sonrosadas brillaban por la fina capa de sudor, lo que le hacía limpiarse constantemente las gotas que caían.
El cortacésped que manejaba gruñía mientras ella lo empujaba de un lado a otro de su jardín delantero.
Observé escondida, espiando a través de la ventana de la cocina. Parecía imposible que un ser vivo pudiera ser tan hermoso. Su figura era algo por la que cualquier modelo moriría. Dios, yo lo haría. Se movía con gracia; incluso empujando un cortacésped, parecía elegante. ¿Cómo diablos era eso posible?
Me había mudado al barrio recientemente y todavía no conocía a mis vecinos. Saludé a algunos mientras iba en bicicleta al trabajo, pero eso fue todo. Todavía no había hablado con esta deliciosa manifestación de la feminidad.
La había visto muchas veces mientras miraba por la ventana de mi cocina. Cada vez que lo hacía, me hechizaba con su cuerpo, había algo en ella tan increíblemente seductor que no podía dejar de mirarla.
La música siempre ha desempeñado un papel importante en mi vida. No, no sabía tocar ningún instrumento, simplemente me encantaba la música. Me gustaban especialmente las canciones con una buena letra. Canciones que evocaban una memoria, recuerdos lejanos de un acontecimiento o emociones extraídas de ellos. Algo que importara.
Letras, palabras, poesía, puestas en música… Hermoso. Incluso mientras pensaba en ello, me vino a la mente una muy apropiada, y la tarareé sin pensar.
A eso me refiero: palabras arregladas y añadidas a la música para sacar las emociones latentes.
Me mudé allí, al otro extremo del país, para alejarme de mi ex. El mero recuerdo de ella me dolía; sentí que se me crispaba la cara. El dolor todavía estaba en carne viva. Fue la experiencia más dolorosa de mi vida. Habíamos estado juntas durante tres años y fueron unos años maravillosos. Íbamos juntas a todas partes, compartíamos los mismos intereses, el mismo amor por la música y nos gustaba la misma comida. Mis padres la adoraban; ella se había integrado profundamente en mi familia.
¿Cómo pudo hacerlo? ¿Por qué lo haría? ¿Y ser tan insensible, tan despreocupada? “Sí, claro, había sido solo deseo sexual por aquella otra mujer, o eso me dijo.
Solo deseo sexual por aquella otra mujer, como si eso fuera a mejorar las cosas. ¿Hay otras formas de follar con alguien? Sí, supongo que las hay. Ella me había jodido, mentalmente, al menos. Mi vida había terminado con su admisión de lo que había hecho.
Dejé mi taza de café sucia en el lavavajillas, me sequé las manos y volví a mirar a hurtadillas a la preciosa mujer del cortacésped antes de cambiarme de ropa para dar un paseo en bicicleta.
Mientras pedaleaba hacia la calle, la mujer del cortacésped levantó la vista y al verme me saludó. Joder, ¡qué sonrisa! Dios, era preciosa. Le devolví el saludo, tratando de no perder el control de mi bicicleta. Debí parecer una completo idiota cuando mi pie se salió del pedal y la bicicleta se descontroló.
“Qué imbécil”. Me reprendí a mí misma mientras me alejaba pedaleando tan rápido como podía de allí.
Mi vida apestaba. Darcy, mi ex, me había hecho la vida tan difícil que decidí aceptar un traslado en el trabajo cuando me lo ofrecieron. Ahora me encontraba aquí, en esta pequeña ciudad, a miles de kilómetros de casa.
No habría sido tan difícil. Mi familia no se puso precisamente del lado de Darcy, pero tampoco me apoyó a mí; sugirió que el engaño era algo que podíamos superar juntas. Mi madre me destrozó cuando dijo: “Cariño, ella todavía te quiere”.
El amor, Dios, ¿qué sabrá ella del amor? Las personas que se aman no tienen sexo con otras personas…
Así que aquí estaba, sola en esta pequeña ciudad olvidada de Dios. Lo bueno era que al menos, me gustaba mi trabajo. Los niños de la nueva escuela en la que daba clases eran divertidos. Nos llevábamos muy bien y después de tan solo un mes empezaba a sentir que estaba marcando una diferencia en sus cortas vidas.
Me sentía sudada y asquerosa mientras aparcaba la bicicleta en la puerta del supermercado. Solo necesitaba un par de cosas. Me paseé por los pasillos, sin prestar mucha atención, tal vez encontraría algo bueno para la cena.
Pensar en ello me devolvió el dolor. Cocinar para una persona no era divertido.
Mientras deambulaba sin rumbo, escuché la voz más dulce que había oído en mi vida.
—Hola —saludó.
Fuera de mi momento de autocompasión, levanté la vista para ver a la mujer del cortacésped.
—Oh, hola. ¿Cómo estás? —pregunté con sorpresa de verla allí.
Levantó la mano derecha del carrito y la extendió para estrechar la mía.
—Soy Lily, tu vecina —aclaró.
—Hola, Lily, soy Max, Maxine.
—¿Qué te parece el pueblo?
Me encogí de hombros.
—Está bien, supongo. Realmente no he estado aquí lo suficiente como para decidir si me gusta o no, pero de momento estoy muy contenta —admití.
—¿Vives con alguien? No he visto a nadie en tu casa aparte de ti —preguntó sin tapujos.
—No, solo yo. ¿Y tú, estás casada? —si ella era cotilla, no sabía hasta que punto podía llegar a serlo yo.
Frunció el ceño y su rostro adoptó una expresión de tristeza.
—Divorciada, en realidad, vivo sola con mi hija Annie —explicó.
—Lamento escuchar eso. ¿Llevas mucho tiempo divorciada? —pregunté, aunque en el fondo no sabía por qué estaba teniendo esa conversación en el medio del pasillo de un supermercado.
—Un año.
—Debe ser duro; ¿dónde está tu hija?
—Está con mi madre. Necesitaba algo de tiempo a solas para terminar con todos los trabajos de la casa. Estoy tratando de ponerme al día con un montón de trabajos y Annie puede ser un poco difícil de aguantar alrededor si estás muy ocupada. A mi madre le encanta tenerla con ella y a Annie le encanta ir allí. La abuela la mima mucho —reconoció con una sonrisa.
No sé qué me empujó a seguir siendo una entrometida.
—¿Y tu exmarido? ¿Vive cerca? —insistí.
—No, el bastardo se marchó con la fulana con la que se acostaba. Que se vaya a la mierda —había algo más que una pizca de amargura en su voz temblorosa.
Sus palabras no coincidían con su comportamiento. Aparentemente le dolía más de lo que decía, aunque yo no estaba en posición de juzgar. Unas cuantas personas pasaron por allí y Lily se dio cuenta de que estábamos cerrando el paso a otros compradores.
—Será mejor que me ponga en marcha. Creo que estamos creando un tapón —bromeó encogiéndose de hombros.
Se alejó con su carrito y de pronto gritó:
—Nos vemos, Max.
¿Cómo se las arreglaba para estar siempre tan guapa? No llevaba nada especial, solo una blusa suelta de color crema sobre unos pantalones de yoga. De acuerdo, los pantalones de yoga mostraban sus increíbles piernas y un culo espectacular, pero cuando me miré a mí misma, me veía tan sosa a su lado. Tuve que sacudir la cabeza, los celos no eran buenos para nadie y esperaba algo mejor de mí misma.
Mis compras duraron mucho más de lo que había planeado. En cada pasillo que recorría allí estaba Lily, siempre con esa dulce sonrisa, una sonrisa que podría pararme el corazón en cualquier instante.
Estaba casi en casa cuando el fuerte sonido de la bocina de un coche casi me hace chocar. Lily me saludó con la mano mientras pasaba a mi lado, con su gran cara sonriente, totalmente ignorante de cómo casi causa el fin de mi vida.
Guardé la compra y me di un buen baño caliente. No hay nada que me guste más que un largo baño en una bañera de agua caliente perfumada después de andar en bici.
Apenas me había metido en la bañera cuando sonó el timbre de la puerta principal.
Envuelta en un gran albornoz de algodón blanco y con una toalla en la cabeza abrí ligeramente la puerta para asomarme.
—¿Sí?
—Hola, Max, me preguntaba si querías venir a cenar esta noche. Annie y yo hemos decidido hacer una barbacoa —preguntó mi vecina.
—Sí, por supuesto —me apresuré a responder—. ¿Qué debo llevar?
—Cualquier cosa que tengas que pueda ir bien con una barbacoa, oh y cualquier cosa que te guste beber —añadió.
Volví a sumergirme en mi agua jabonosa, los suaves sonidos melódicos de Etta James y su conmovedora voz reverberaba alrededor mientras la espuma llegaba a mi barbilla. En mi mente, mi vecina con sus piernas perfectas, sus pechos balanceándose mientras pasaba el cortacésped, marcando sus pequeños pezones a través de la tela de su camiseta y antes de darme cuenta, uno de mis dedos se deslizaba entre mis piernas haciéndome suspirar.
Capítulo 2
Justo cuando iba a llamar a la puerta, esta se abrió y una preciosa niña se sorprendió mucho al verme.
—Hola, señorita Jones! —exclamó una de mis alumnas con los ojos abiertos como platos.
—Hola a ti también, Annie. No sabía que éramos vecinas —exclamé sin poder reprimir una risita.
La niña me regaló una gran sonrisa mientras mantenía la puerta abierta.
—Mamá está en la parte de atrás tratando de poner en marcha la cosa.
—¿La cosa? Gracias, cariño —respondí sacudiendo la cabeza.
Me mostró dónde estaba la nevera y dejé todo en la mesa de la cocina. Desde ahí podía escuchar las maldiciones de mi vecina.
—Hola —saludé en voz alta mientras asomaba la cabeza por la puerta corredera.
—Oh, hola, Max, sal. Solo estoy tratando de hacer que esta maldita cosa se digne a funcionar —respondió enfadada.
—¿No quiere colaborar?
—No, no entiendo qué le pasa.
—¿Puedo ayudar? —me ofrecí.
—Sí, si sabes algo de estas cosas.
—¿Está el gas encendido? —pregunté y fue lo primero que se me ocurrió como posible causa.
Mi vecina se rio de manera sarcástica.
—Sí, el gas está encendido. Suenas igual que mi exmarido. Él también pensaba que yo era idiota —exclamó sacudiendo la cabeza.
—Lo siento, solo era una sugerencia —me apresuré a responder a modo de disculpa al ver su reacción.
Se levantó y se volvió hacia mí. Su rostro se suavizó y su hermosa sonrisa regresó a sus labios.
—Lo siento, no quise ser una perra desagradecida —bromeó.
Me incliné para comprobarlo y levanté la botella de gas.
—Está vacía —susurré.
Con una mirada que decía: “maldita sea, después de todo sí soy una idiota”, mi vecina suspiró derrotada.
—Lo siento, ni siquiera lo comprobé. Hace tanto tiempo que no usamos la maldita barbacoa —se disculpó—. ¿Qué te parecen los espaguetis? —añadió.
—Tengo una botella de gas en casa. Puedo ir a buscarla, tan solo será un momento —propuse.
Antes de que pudiera decir nada, me abrazó con fuerza.
—Eres mi salvavidas, Max. Annie lo estaba deseando, me mataría si no hacemos una barbacoa.
Lily y Annie estaban en el banco de dentro cuando volví.
—Lo conectaré si quieres —anuncié señalando a la botella de gas.
Las llamas brillaban en rojo para cuando Lily y Annie salieron llevando varias bandejas de comida.
—Eres un genio de las barbacoas —comentó Lily con envidia.
—Vengo de una gran familia de amantes de la comida a la parrilla —bromeé pensando en todas las barbacoas que hice con mi padre y mis tíos.
—¿Vino? —preguntó Lily colocando un par de vasos en la mesa junto a la parrilla.
—Sí, eso sería genial —le aseguré—. Por cierto, Annie está en mi clase en la escuela —dije mientras se acercaba y me pasaba el vaso.
—Me lo acaba de decir. ¿Se porta bien? —preguntó alzando las cejas.
—Es un encanto, muy educada. También es inteligente; es muy intuitiva —le aseguré provocando en ella una sonrisa de orgullo.
—Nos hemos acercado mucho desde que Jeff se fue.
—Debe ser duro para ella —susurré.
Lily asintió y cerró los ojos antes de responder.
—Intenta ser valiente, pero hemos derramado muchas lágrimas juntas —admitió con un suspiro.
Mientras sorbíamos nuestro vino, me preguntó:
—¿Qué te trae a este pequeño pueblo?
—Solo el trabajo. Me ofrecieron un traslado porque les costaba conseguir un sustituto aquí. Me ofrecieron más dinero y me lancé a ello —reconocí.
—Entonces, ¿es como un ascenso?
—No, en realidad no, solo algo más de dinero, pero tuve que prometer que me quedaría dos años en el centro como profesora —confesé.
—Típico; la única forma de conseguir a alguien decente es el chantaje y el dinero —bromeó con una preciosa sonrisa.
Con la comida cocinada, nos acomodamos para comer. Annie hizo todo tipo de preguntas, más que la junta de educación cuando me entrevistaron para el trabajo.
Lily se rio un montón mientras Annie me interrogaba con todo tipo de preguntas incómodas.
—¿Por qué no estás casada? —preguntó con sus ojitos abiertos de par en par.
Lily vio mi mueca de incomodidad y la regañó ligeramente.
—No seas tan entrometida, Annie. Eso no es asunto tuyo —le reprendió y le hice un guiño de agradecimiento porque no me apetecía entrar en ese asunto.
Tras la cena, jugamos a algunos juegos y Annie me arrastró a su dormitorio para enseñarme todos sus juguetes. A la hora de acostarse, me tocó el papel de cuentacuentos. Me tumbé en la cama junto a la niña y leímos juntas hasta que su respiración se estabilizó y se quedó profundamente dormida.
Lily había terminado de limpiar la cocina y la barbacoa y me dirigió al sofá.
—¿Quieres un poco de postre? Tengo algo de pastel de chocolate y plátano y también helado —ofreció.
—Suena a poner kilos en el culo —bromeé.
—Tu culo está muy bien, te lo puedes permitir —añadió mi vecina poniéndome muy nerviosa.
Hablamos de dónde era yo y de dónde trabajaba Lily. Pero sobre todo, le proporcioné la oportunidad para que se desahogara. Tenía un montón de hostilidad burbujeando en su cabeza. Tal vez con una extraña era más fácil sacar toda esta mierda de su mente. Me limité a escuchar y cuando las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas, dejé que usara mi hombro para consolarse. Mi brazo rodeó su hombro y besé su pelo.
—Deja que todo salga —suspiré.
Después de recuperarse, se disculpó.
—Lo siento, Max. Mis amigos han estado un poco distantes desde el divorcio. Muchos pensaron que exageré y que debería haberlo dejado pasar. En realidad eran más amigos de mi exmarido que mios —reconoció.
—En mi opinión hiciste lo correcto, Lily. ¿Qué posibilidad había si no podía mantener la polla dentro de sus pantalones?


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