* Sigue Mi Voz de Ariana Godoy

A compartir, a compartir! Que me quitan los posts!!

Sigue mi voz de Ariana Godoy pdf

Sigue mi voz (Wattpad) de Ariana Godoy pdf descargar gratis leer online

Hay amores que te dan la mano y te acompañan en los momentos más difíciles.

Todos conocemos el amor pasional que te nubla la razón, el amor a primera vista que te vacía el estómago y el amor platónico que te llena el corazón de fantasía y admiración.

Pero ¿es posible enamorarse de alguien sin tan siquiera conocerlo? ¿Puede una persona enamorarse de otra sin haberla visto? ¿Es posible desarrollar sentimientos por una persona que solo has escuchado?

Klara encontrará la respuesta a esas preguntas, escuchando con dedicación todos los días su programa favorito de radio Sigue Mi Voz.

Ariana Godoy (A través de mi ventanaA través de tiHeist Fleur. Mi desesperada decisión, entre otros) firma una historia de amor y de aceptación y superación propia tan preciosa como necesaria que nos enseña a lidiar con la (falta) de autoestima, la salud mental y muchísimas otras situaciones difíciles. Un libro que te rompe para volverte a construir pieza por pieza y que te enseña la lección de vida más importante: sentirte bien contigo mismo para volver a hacer todo lo que amas.

Biografía del autor

Ariana Godoy es la autora de Mi amor de Wattpad y colaboradora de la antología Imagina. Desde que se unió a Wattpad, ha acumulado más de 705 mil seguidores. Su libro, A través de mi ventana, ha ganado más de 63 millones de lecturas en la plataforma y continúa creciendo. Ariana es oriunda de Venezuela y continúa escribiendo desde su pequeño apartamento en Carolina del Norte en Estados Unidos. Le apasiona la lectura y el buen café.


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9 respuestas a «* Sigue Mi Voz de Ariana Godoy»

  1. Este libro es para ti.
    Es para mí.
    Estas letras son un escape y una muestra de realidad
    que espero sean calma en la tempestad.
    Prólogo

    Su voz.
    No fueron sus ojos ni su apariencia lo que llamaron mi atención, fue su voz: delicada, suave, pero al mismo tiempo segura y varonil. Nunca pensé que alguien pudiera llegar a interesarme de esta forma con solo escuchar el sonido de su voz. Tal vez se debía al hecho de que era lo único a lo que tenía acceso desde las cuatro paredes de mi cuarto, lo que creaba una mezcla perfecta de circunstancias.
    Me llamo Klara, sí, con K; he tenido que dar muchas explicaciones por ello. Y si mi nombre es ya motivo de conversaciones incómodas, pueden imaginar cómo ha sido mi vida.
    Soy Klara con K, la chica que lleva setenta y seis días sin ser capaz de salir de su casa, y fiel radioyente del programa Sigue mi voz.

  2. 1
    Escúchame

    El sonido de las palomitas de maíz en el microondas me distrae, el olor se expande por toda la cocina e invade mi olfato. «Mmm, delicioso», pienso mientras sonrío, vertiendo la Coca-Cola en el vaso.
    Este es mi momento favorito del día, lo único que me emociona de todas las horas que paso en esta casa. Saco las palomitas del microondas, tomo el vaso con la otra mano y me voy a mi habitación. A esto lo llamo la caminata de la felicidad. Un momento simple que, sin embargo, valoro con todo mi corazón; es interesante cómo apreciamos más las pequeñas cosas después de haber estado al borde de perderlo todo.
    Me siento en la cama, poniendo las palomitas sobre la mesilla de noche, y me coloco los auriculares. Me aprietan la cabeza un poco, pero no quiero unos nuevos; estos tienen mucho significado para mí. Abro la aplicación de la radio en el móvil y sintonizo la emisora de siempre. Me llevo una palomita a la boca, contando el tiempo: falta muy poco para que empiece mi programa favorito. El locutor del programa de las seis de la tarde se despide con tono animado y ponen algunos anuncios antes de que empiece el programa de las siete.
    Cuando llega el momento, mi corazón se acelera de alegría al escucharle.
    «Buenas noches a todos —dice esa voz que me gusta tanto y que ha sido mi compañera todo este tiempo—, gracias por sintonizarnos y por estar aquí esta noche conmigo. Sin más que decir, les doy la bienvenida a su programa nocturno de preferencia: Sigue mi voz. Les habla Kang, su acompañante y su amigo durante esta hora».
    Kang.
    La primera vez que lo escuché fue por casualidad: mi hermana había dejado la radio encendida y yo estaba en la sala, aburrida, jugando al Candy Crush en el teléfono. El programa de Kang comenzó y, cuando escuché su voz, tan suave y reconfortante, la forma en la que hablaba, cómo comentaba los diferentes temas y las canciones que escogía, me atrapó en cuestión de segundos.
    Al principio pensé que se trataba de alguien mucho mayor que yo, a pesar de lo joven que sonaba, porque tener tu propio programa de radio no suele ser algo que pueda conseguirse en poco tiempo. Pero a medida que lo escuchaba, fui conociéndolo y descubriendo más sobre él. Está en último año de bachillerato, como yo, y ha hecho diversos cursos de locución. Es muy inteligente; lo sé por cómo habla, con esa seguridad que tienen las personas que saben muchas cosas y que están completamente seguras de sus conocimientos.
    No tengo ni idea de cómo es y tampoco tengo intención de averiguarlo. Me gusta esta sensación platónica, alejada de cualquier sentimiento romántico. No quiero más, no quiero complicar las cosas; por ahora no puedo permitírmelo.
    «Esta noche tenemos una hermosa luna llena, ¿la han visto? Si están en casa, quiero que miren por su ventana en este momento; si están conduciendo, por favor, mantengan sus ojos en el camino, tendrán tiempo para verla más tarde».
    Me levanto y me quedo frente a mi ventana; tiene razón, como siempre. La luna se ve clara y espléndida esta noche.
    En noches como esta, me pongo a pensar en la infinidad y la perfección del universo. No despego mis ojos de la luna. Somos tan pequeños comparados con el tamaño de nuestra galaxia, y aun así hay días en los que sentimos que todo gira a nuestro alrededor. Los seres humanos podemos llegar a ser muy engreídos cuando nos lo proponemos. Pero también somos capaces de hacer cosas maravillosas; supongo que, como todo, tenemos nuestro lado bueno y nuestro lado malo.
    Presiono la mano contra el vidrio de la ventana y delineo con el dedo la figura de la luna, tan perfecta. Quisiera ser como ella. No quiero ser este cascarón defectuoso que sobrevive cada día.
    «Quiero comenzar con una canción que me gusta mucho; una de una banda local. Espero que la disfruten».
    Empieza con una melodía lenta, melancólica:
    Solo quiero un momento para procesar y asumir todos estos sentimientos.
    Tú eres el silencio,
    la calma a esta tormenta,
    la cura al dolor y a lo que siento.
    Por favor, no te vayas;
    por favor, no te vayas.
    Me faltan las palabras, me duelen los silencios, me arden las miradas
    y me quema lo que siento.
    Lo que siento…
    Lo que siento por… ti.
    No sonrías si no es de verdad, no me ames si no es real.
    No me mientas por lástima,
    solo ámame en nuestra realidad.
    Nunca busqué perfección,
    ni sueños exquisitos ni adoración, solo me fijé en la chica linda,
    de ojos oscuros e implacable corazón.
    Por favor, no te vayas;
    por favor, no te vayas.
    Me faltan las palabras, me duelen los silencios, me arden las miradas
    y me quema lo que siento.
    Lo que siento…
    Lo que siento por… ti.
    Hay un silencio cuando termina el tema y escucho a Kang suspirar antes de volver a hablar:
    «Bastante sentimental la canción, ¿no? Acaban de escuchar “Lo que siento”, de la banda P4. No olviden apoyar el talento local siguiéndolos en sus redes sociales y escuchando sus canciones».
    He vuelto a la cama para tomar un sorbo de Coca-Cola.
    «Escogí esa canción para empezar el tema de hoy: ¿alguna vez les han abandonado o les han roto el corazón? Recibimos mensajes a diario de personas pidiendo canciones de despecho. Creo que el amor es un sentimiento increíble, pero puede acarrear muchas otras cosas no tan increíbles si no es correspondido o si es despreciado».
    El amor no es algo por lo que me haya preocupado este pasado año, porque el amor no es para personas como yo, defectuosas y sin valor, pero sí para gente como Kang: exitosa y con un gran futuro por delante. La curiosidad me carcome, y espero a que él nos cuente algo sobre ese aspecto de su vida. Eso es lo que más me gusta de su programa, él habla primero de manera general y luego nos da su opinión y nos cuenta vivencias personales.
    «Tengo que admitir que nunca me he enamorado, así que tal vez piensen que mi opinión sobre el amor no puede ser muy útil… No obstante, he observado a muchas personas enamoradas y he visto el efecto que tiene este sentimiento: en algunos casos, cambia a la gente para mejor, y en otros no tanto. Pero no se preocupen, si les han roto el corazón, porque con el tiempo sanará y encontrarán a una persona que les hará el doble de felices. Como siempre les digo…».
    —Tenemos que aprender de lo malo y comenzar a pasar página para seguir adelante —recito con él al unísono.
    «Nos iremos con otra canción, y cuando volvamos, leeré algunos de sus mensajes de texto acerca del tema de esta noche. No olviden que el número de contacto es…».
    Da el número y deja que empiece el siguiente tema. Me lo sé de memoria, a pesar de que nunca he enviado un mensaje a su programa. ¿Para qué? Como dije antes, me basta con escucharlo, no necesito más, no quiero más, ahora no puedo lidiar con complicaciones.
    Kang, me conformaré con disfrutar de tu programa y escucharte susurrar: «Sigue mi voz».

  3. 2
    Sígueme

    Los días transcurren uno detrás otro, el sol se cuela por mi ventana hasta que desaparece y es reemplazado por la luna, y vuelta a empezar; son todos tan iguales, tan monótonos…
    Me preparo para mi rutina nocturna, ya casi es hora del programa de radio de Kang, así que, con palomitas y Coca-Cola en mano, me dirijo a mi habitación. Mi pequeña burbuja se revienta cuando me encuentro a mi hermana de frente en el pasillo.
    —¡Ah! ¡Qué susto!
    Kamila se cruza de brazos. Sí, Kamila con K; a mi madre le encantaba la letra K.
    —Te he dicho que no comas esas cosas, no son saludables —me regaña. Veo que lleva la bata blanca doblada por la mitad en su brazo.
    Le dedico una sonrisa inmensa para ablandar su corazón.
    —Solo esta vez.
    Ella entrecierra los ojos y se le forman pequeñas arrugas en la frente.
    —Eso dijiste ayer.
    —¿Tienes guardia hoy? —Cambio de tema; es lo mejor.
    —Sí, uno de mis pacientes… —se detiene un momento; siempre tan cuidadosa con sus palabras cuando habla conmigo— tuvo una recaída.
    Recaída…
    Eso es un eufemismo para evitar decir el nombre de alguna de las enfermedades o de las circunstancias con las que se encuentra ejerciendo su profesión. Kamila se graduó en Psiquiatría hace cuatro años, y quisiera decir que ha sido fácil para ella, pero no: ha sido agotador y desgarrador. Es la persona más fuerte que conozco, y gracias a eso ha podido manejarlo todo tan bien. Creo que cada persona tiene un papel en este mundo, algunos lo encuentran y viven felices con su decisión; otros simplemente se dejan llevar por la corriente de la vida, se marchitan y mueren sin haber tenido un sueño, una meta o tan siquiera un propósito para su existencia. Antes de que todo cambiara, yo tenía muchos sueños y estaba llena de energía, quería comerme el mundo, alcanzar lo inalcanzable. Luego mi madre enfermó. Y una cosa tras la otra destruyeron a esa jovencita soñadora, convirtiéndome en lo que soy ahora. Diecisiete años de nada.
    —¿Cómo estás? —pregunta Kamila, mirándome con cuidado, analizándome, siempre está analizándome. No la culpo, es su trabajo.
    —Estoy bien.
    —¿Mareos? ¿Sueños vívidos?
    Meneo la cabeza.
    —Ningún efecto secundario esta vez.
    Kamila suspira con alivio.
    —Si tienes algún síntoma, debes decírmelo, Klara; los antidepresivos no son algo que debas tomar a la ligera. La confianza…
    —Es lo más importante de todo —termino por ella—. Nunca te he mentido.
    Y es la verdad; siempre he sido honesta con ella, solo que no me gusta cuando se pone en modo doctora. Pero, bueno, aparte de mi hermana, también es mi psiquiatra de alguna forma, así que he de aguantarme… No obstante, cada paso de mi tratamiento es informado y monitoreado por un psiquiatra que lleva mi caso en lo relativo al papeleo y que me ve una vez al mes. Mi hermana solo se asegura de que siga el tratamiento bien y de cuidarme.
    —¿Has tenido pensamientos desagradables?
    Eso me hace sonreír, no entiendo por qué cuida tanto sus palabras.
    —No he tenido pensamientos suicidas, Kamila.
    Tuvimos esta conversación cuando comencé con los antidepresivos. Las primeras semanas, mientras el cuerpo se acostumbra al medicamento, puedes sentir un bajón que te deprime más y te lleva incluso a tener pensamientos suicidas antes de comenzar a notar alguna mejoría. Yo lo llamo montaña rusa: bajas de repente para subir de nuevo.
    —Llámame para cualquier cosa. Andy volverá del trabajo pronto, así que estarás sola muy poco rato.
    Andy es su marido. Vivo con ellos. Es un buen tipo. Trago saliva, porque estar sola me da mucho más miedo del que quiero admitir.
    —Que estoy bien, vete ya.
    Me tira hacia ella y me da un abrazo fuerte.
    —Te quiero mucho, K.
    Respondo con unas palmadas en la espalda.
    —Yo también te quiero, K2.
    Nos llamamos así desde pequeñas. Aunque ella es mucho mayor que yo y era prácticamente una adolescente cuando nací, nuestra diferencia de edad nunca fue un problema para llevarnos bien.
    La veo marcharse y me meto en mi habitación. Al escuchar la voz de Kang dando la bienvenida al programa me relajo mientras como palomitas. El tema de esta noche es la familia.
    «Creo que lo que somos, nuestra personalidad, tiene mucho que ver con cómo nos han educado desde pequeños y con las cosas que vemos en el día a día mientras crecemos».
    Su voz suena un poco afligida. ¿Acaso es un tema que lo entristece? Si es así, ya somos dos.
    «¿Ustedes qué opinan? Déjenmelo saber en sus mensajes de texto de hoy mientras escuchamos la siguiente canción».
    Una palmada en el hombro me hace abrir los ojos. Andy está delante de mí, con su traje impecable. Me quito los auriculares, dejándolos alrededor de mi cuello.
    —Bienvenido —lo saludo con una sonrisa.
    —Solo quería que supieras que ya estoy aquí. Sigue escuchando tu programa —dice, devolviéndome la sonrisa antes de mirar su reloj—. Por la hora que es, debe de ser tu favorito, ¿no?
    Asiento y él me soba la cabeza.
    —Te queda bien el rosado.
    Pongo los ojos en blanco.
    —Según tú y Kamila, todo me queda de maravilla.
    —Es porque te vemos con los ojos del amor.
    Andy es un hombre muy dulce y, a pesar de que solo es unos años mayor que mi hermana, es como un padre para mí.
    —El amor es ciego.
    —Me has herido —dice, agarrándose el pecho.
    —Sobrevivirás.
    Se da media vuelta y se dirige a la puerta.
    —Disfruta de tu programa.
    Cuando vuelvo a escuchar, Kang está leyendo un mensaje de los muchos que ha recibido.
    «El siguiente es de una seguidora muy apasionada de nuestro programa, yo diría que es nuestra seguidora número uno: Liliana. Muchas gracias por estar siempre en sintonía. Hoy nos dice: “Me encanta lo bien que te expresas y cómo nos ayudas a comprender temas complejos. Sigue así”. Muchas gracias por ese mensaje de apoyo, hago lo que hago por ustedes y para ustedes».
    Liliana siempre presente en los mensajes, ¿no se cansa de escribirle? No sé por qué me molesta que lo haga. Tal vez el hecho de que él le dé el título de «seguidora número uno» cuando hay tantas personas como yo que hemos escuchado el programa desde sus inicios. Bueno, no me importa.
    El programa llega a su fin y escucho a Kang despedirse:
    «No olviden seguirnos en las redes sociales. Somos Sigue mi voz en YouTube, Instagram y Twitter. Se despide su humilde acompañante, Kang. Que pasen una feliz noche. Los dejo con esta canción titulada “Más de ti”, de la banda Sueños Rotos.
    Más…
    It’s not enough.
    ¿Qué pasaría si no es suficiente esto?
    Si todo lo que quiero cambia,
    sin importar la atención que presto… a ti…
    Para ti…
    van estas dulces palabras sin razón de ser,
    sin importar la vida
    o lo alto que debas caer.
    No…
    No es suficiente, ni hoy ni mañana, tenerte solo en mi mente.
    Quiero más, mucho más de ti.
    Al escuchar el coro, me tiembla el dedo sobre la aplicación de Instagram, donde tengo una vieja cuenta que no he usado desde hace más de un año. No sé si es por lo que Kang ha dicho de Liliana o por la canción que suena, que me hace sentir curiosidad. La segunda parte de la canción me afecta aún más.
    ¿Qué pasaría si explotaran mis emociones?
    Si todo lo que siento me sobrepasa,
    y ya no quiero controlarme.
    ¿Qué pasaría si pierdo el control?
    Por ti…
    van estas dulces palabras sin razón de ser,
    sin importar la vida
    o lo alto que debas caer.
    No…
    No es suficiente, ni hoy ni mañana, tenerte solo en mi mente.
    Quiero más, mucho más de ti.
    Decidida, abro mi Instagram y busco la cuenta de Sigue mi voz antes de que pueda arrepentirme.

  4. 3
    Mírame

    El sonido de los cubiertos invade el comedor mientras comparto la cena con Kamila y Andy. Me esfuerzo por comer. Aunque no tengo hambre, necesito alimentarme y, por la forma en la que me observa mi hermana, sé que no me dejará saltarme la comida. Miro el reloj y me apresuro, ya casi es hora del programa de radio. Andy lo nota.
    —Aún faltan veinte minutos para que comience, tranquila.
    Mi hermana toma un sorbo de su zumo.
    —Me alegro de que ese programa de radio te guste tanto, pero ¿no has considerado encontrar otras cosas que también te guste hacer?
    Andy le dedica una mirada de reproche y ella se la devuelve.
    —¿Qué? No quiero que se enfoque en una sola cosa cuando hay tantas con las que sé que disfrutaría… ¿Has pensado en volver a pintar?
    Aprieto la cuchara en la mano. Acabo de perder el apetito por completo.
    —No.
    Kamila me dirige una mirada triste.
    —No es mi intención incomodarte, K, solo quiero lo mejor para ti. Pintar de nuevo puede ser muy positivo para tu progreso.
    La pintura solía ser mi pasión. Uno de mis grandes sueños era abrir mi galería y exponer todos mis cuadros, el resultado de todo lo que se me ocurría cuando solo éramos el pincel y yo. El olor a pintura llegó a ser el aroma de mi hogar, mi zona segura. Pero, después de lo que pasó, se transformó en un recordatorio de todo lo que jamás seré.
    —No volveré a pintar, ya te lo he dicho. —Me pongo de pie y finjo una sonrisa—. Es hora del programa. Estaré en mi cuarto.
    Una vez fuera del comedor, cuando sé que ya no me ven, me quedo de pie en el pasillo, con la espalda apoyada en la pared. Puedo escucharlos susurrar sobre lo que acaba de pasar. Andy comienza:
    —Bastante sutil, Kamila. Te he dicho que no me gusta que hables de esas cosas con ella mientras comemos, le quitas el apetito.
    —Lo hago por su bien, amor, y lo sabes. Necesita encontrar otras cosas que le gusten y que pueda hacer. Si enfoca la poca energía que tiene en una sola cosa, y por lo que sea eso le falla, ¿qué crees que pasará? Tendrá una recaída espantosa.
    —¿Y cómo se supone que puede fallarle un programa de radio?
    —Por Dios, Andy, pueden pasar tantas cosas… Ese locutor es un chico joven, en último año de bachillerato. Me imagino que pronto se irá a la universidad y tendrá que dejar el programa. ¿Cómo crees que lo llevará K?
    Siento una opresión en el pecho. Tiene razón. Kang no va a estar siempre en la radio; por lo menos, no en la radio local.
    —¿Cómo sabes tanto sobre ese locutor?
    —Mi hermana pequeña, que no está en sus mejores momentos, encuentra una sola cosa que le gusta, ¿y crees que yo no voy a informarme sobre ello lo máximo posible?
    —Eres increíble.
    —Gracias.
    —No era un cumplido —dice Andy—. Déjala tranquila, déjala disfrutar de su programa. Cuando se acabe, ya lidiaremos con eso.
    Me voy a mi habitación con las palabras de mi hermana en la cabeza: «Me imagino que pronto se irá a la universidad y tendrá que dejar el programa».
    Torciendo los labios, agarro el teléfono. La noche anterior no me había atrevido a revisar el Instagram del programa, sin embargo, después de escuchar a mi hermana, me lleno de valor y lo abro.
    No sé por qué me late el corazón con tanta desesperación en el pecho. Veo que tiene muchas fotos de la estación de radio: en algunas se ve el micrófono, en otras el aviso rojo. En el aire, los auriculares… También veo regalos de los seguidores del programa: dibujos y objetos de decoración para todo el equipo del programa, hasta comida les han enviado. Pero no hay fotos de él.
    Estoy a punto de rendirme, pero sigo mirando las publicaciones, deslizando el dedo por la pantalla, hasta que veo una foto de grupo de todo el equipo. Están disfrazados para celebrar Halloween. En el pie de foto están escritos los nombres de todos según aparecen de izquierda a derecha, así que sigo las instrucciones para encontrar a Kang. Es un poco más alto que los demás, y lleva puesta una máscara de payaso siniestro que le cubre toda la cara.
    Mi corazón late más rápido de lo normal, y me asusto un poco. Me sorprende lo aliviada que me siento de no poder ponerle rostro al chico que escucho todos los días, así puedo mantener mi interés bajo control, porque sé que, una vez que lo vea, voy a querer hablar con él. Y solo conseguiré que mi curiosidad vaya aumentando. Con los auriculares puestos, me siento en el suelo al lado de la cama y miro la fotografía sobre la mesilla de noche: estamos mi madre y yo, sonriendo abiertamente en una feria de hace unos años, con las atracciones mecánicas detrás de nosotras. Ninguna de las dos era perfecta, pero el momento sí lo era.
    Recuerdo lo difícil que fue convencerla para comprar la foto después de que el fotógrafo nos dijera el precio. Ella nunca había sido una mujer de gastar mucho, siempre estaba ahorrando; era precavida y cautelosa. Sus esfuerzos dieron frutos cuando llegó la hora de pagar la universidad de Kamila; mamá tenía más que suficiente, e incluso comenzó su propio negocio de postres. Hacía los mejores pasteles del mundo.
    Como si Kang me leyera la mente, el tema de esta noche es la pérdida de un ser querido.
    «Es muy difícil lidiar con la pérdida de alguien a quien amamos. Cada uno lo vive de una manera, para unos es más difícil que para otros. Por desgracia, así es la vida. Tarde o temprano nos enfrentaremos a una pérdida de ese tipo, y solo podemos respirar y seguir adelante en honor a esa persona». Mis días sin llorar llegan a su final cuando las lágrimas se me acumulan en los ojos. Tomo la foto de mi madre y yo y paso el pulgar por su brillante sonrisa.
    «No quiero que piensen que estoy invalidando lo que sienten cuando digo que sigan adelante. Somos seres humanos, está bien sentir el dolor, la tristeza… Está bien llorar. Permítanse experimentar todas sus emociones para poder superarlo y continuar, cada uno a su paso; nunca hay un tiempo perfecto para superar la muerte de alguien que hemos amado. Así que quiero que se tomen el tiempo necesario y lleven a esa persona en su corazón el resto de sus vidas; después de todo, esa es la mejor forma de honrar a quienes hemos querido aun después de la muerte».
    Kang parece entenderlo todo tan bien, ¿acaso ha pasado por algo así? Las lágrimas ruedan con libertad por mis mejillas mientras él continúa hablando:
    «La siguiente canción es muy especial para mí, así que escúchenla conmigo en honor a aquellos que ya no están con nosotros».
    ¿Por qué?
    Quisiera preguntarte, traerte de vuelta, mirarte a los ojos y preguntar: ¿por qué?
    No entiendo, tal vez por eso no puedo dejarte ir.
    Dime, respóndeme, ¿por qué? ¿Por qué así?
    A todo pulmón, lo diré una y otra vez. Una y otra vez.
    ¿Por qué? ¿Por qué si te amo tanto?
    ¿Por qué, si yo te di tanto?
    Es que con mi amor no es suficiente para respirar.
    Respiraré por ti, si es necesario.
    Soñaré por ti en las noches de desvelo, enfrentando a cualquier adversario.
    Me quito los auriculares de golpe porque no puedo soportarlo, no puedo escuchar más, duele demasiado. Me lanzo sobre la cama y me tapo de pies a cabeza para llorar desconsoladamente sobre mi almohada. Es la primera noche que no escucho el programa completo de Kang; por primera vez no quiero oírlo.

  5. 4
    Escríbeme

    —Vamos, estaremos contigo en todo momento —dice Kamila, acariciándome la espalda—. Trataremos de llegar al parque esta vez. A esta hora no hay mucha gente.
    Quiero intentarlo, de verdad, quiero intentarlo. Controlo mi respiración, que ya se ha acelerado.
    —¿Y si tengo un ataque de pánico? Tengo miedo.
    Kamila me dedica una mirada reconfortante.
    —Estaré contigo en todo momento, soy médica, ¿recuerdas? Nadie está más capacitado que yo, no dejaré que te pase nada.
    «Pero puedo morir… Me pueden atropellar o alguien puede hacerme daño. ¿Y si dejo de respirar y mi hermana no puede hacer nada? ¿Y si se detiene mi corazón en medio de la calle? ¿A cuántos minutos queda el hospital más cercano?». Mi trastorno de ansiedad me bombardea la mente con mensajes fatalistas. El miedo me domina y siento que mi agorafobia se intensifica y me incita a volver a casa, donde estoy segura y a salvo.
    Mi hermana me toma de la mano.
    —Eres una chica joven, tu corazón y tus pulmones están perfectamente. No vas a morir. No escuches a tus pensamientos, solo camina conmigo.
    Trago saliva y siento el corazón martilleando en mis costillas. Puedo hacer esto, de verdad que puedo hacerlo. Andy me sonríe con calidez y me toma de la mano.
    —Estaremos contigo en todo momento.
    Salimos de casa y caminamos por la acera. La luz de sol me ciega por un instante; demasiados días sin exponerme a la luz solar.
    Kamila habla para distraerme:
    —¿Recuerdas a Drew, la perrita del vecino? Ha tenido unos cachorros preciosos.
    Me esfuerzo por sonreír ligeramente.
    —¿De verdad?
    Ella asiente mientras caminamos. Puedo ver el parque a la distancia.
    —Sí, me ha dicho que puedes ir a verlos cuando quieras.
    Trago saliva y siento una opresión en el pecho.
    —Iré pronto.
    Empiezo a pensar en toda la gente que no entiende lo que me pasa, que dicen que los trastornos psicológicos son pura mentira y formas de llamar la atención. He escuchado de todo:
    «¡Uy, sí! ¡Qué difícil es salir de casa!».
    «Estás loca».
    «Todos tenemos una vida difícil, no seas dramática».
    «Pero ¡sal y ya está! ¡Solo tienes que cruzar la puerta! No pasa nada».
    «Lo que ocurre es que quieres llamar la atención».
    «La depresión es una excusa».
    «¿Trastorno de ansiedad? Por Dios, ya no saben qué inventar».
    «¿Ahora… qué?».
    «Supéralo y sigue adelante».
    Siempre me he preguntado por qué a algunas personas les cuesta tanto entender que nuestra mente también puede enfermar como nuestro cuerpo. Cuando alguien tiene un dolor fuerte de estómago, nadie le dice: «Distráete, piensa en otra cosa y se te pasará». Y si alguien se corta gravemente, de inmediato le indican: «Tienes que ir al hospital a que te curen». Pero cuando estás deprimido, lo que puede ser una herida mucho más profunda y compleja que cualquier daño físico, escuchas un millón de dudas sobre lo que explicas que te pasa. Y son esas mismas personas que dudan de tu honestidad las que luego se muestran tan sorprendidas cuando alguien se suicida, alegando que nunca lo vieron venir, que no saben cómo algo así ha podido pasar, que habrían ayudado si lo hubieran sabido. Doble moral.
    Si quieren ayudar a crear conciencia sobre la salud mental, solo tienen que escuchar cuando alguien necesita ser escuchado y dejar de ignorar el dolor de los demás como si fuera a desaparecer solo porque fingen no verlo. Sé que hay mucha gente que no quiere ser ayudada y que no da señales de que algo va mal; no obstante, hay personas que sí lo hacen, que sí piden ayuda, y que son ignoradas y forzadas a luchar para validar lo que les pasa.
    «Hay gente que está peor que tú en el mundo y andan por ahí tranquilos».
    ¿Se supone que eso debe hacerme sentir mejor? ¿El hecho de que haya personas que están en situaciones peores debe hacer que lo que siento, lo que soy y lo que he vivido desaparezca?
    «Si lloras, eres débil».
    «Si pides ayuda, eres un necesitado».
    «Si te haces daño a ti mismo, estás loco».
    La depresión no es una decisión, nadie decide estar triste, ¿quién en su sano juicio desearía vivir cada día de una forma tan dolorosa y asfixiante?
    Me gustaría poder corregir esas afirmaciones cuando alguien me las dice: «Si lloras, estás expresando tus sentimientos». Nadie se queja cuando alguien sonríe, ¿por qué sí cuando alguien llora? La felicidad no es la única emoción en el mundo, nadie tiene que validarla; entonces, ¿por qué hay que validar la tristeza?
    «Si pides ayuda, eres valiente». Se necesita valor para poner tus miedos a un lado y pedir lo que necesitas con tanta urgencia.
    «Si te haces daño a ti mismo, estás desesperado». No es la solución, sin embargo, si alguien ha llegado a ese punto, espero que encuentre la ayuda que necesita para salir adelante y no repetirlo, por favor. Me duele pensar en la cantidad de dolor que tiene que haber en el corazón de alguien para hacer eso.
    Tengo la suerte de que mi hermana es psiquiatra y entiende lo que estoy pasando; no me quiero imaginar lo que otras personas llegan a pasar cuando nadie las escucha o no las creen.
    En el parque, Andy tiende una manta de pícnic sobre el césped y nos sentamos sobre ella.
    —Estoy muy orgulloso de ti.
    Dejo de sostener mi pecho para bajar la mano y tocar la hierba, tan fresca y suave. Me gusta la sensación del sol sobre mi piel, el aire es fresco.
    Kamila me frota la espalda.
    —Lo has hecho muy bien hoy.
    Hemos ido poco a poco, cada día tratando de llegar algo más lejos; al principio, apenas cruzaba la puerta, ahora ya he llegado al parque. Tal vez la medicación esté haciendo efecto o quizá mis avances se deban al arduo trabajo de mi hermana, ayudándome con paciencia. El caso es que me sienta bien estar aquí, sentada sobre la hierba, sintiendo el sol en la piel…
    A lo lejos, veo el lago. A mi madre le encantaba. En sus últimos días veníamos mucho aquí, a pesar de que no podía caminar; la traíamos en su silla de ruedas para que viera el atardecer.
    Recuerdo su sonrisa triste al decirme: «La vista es hermosa. Es extraño cómo valoramos las pequeñas cosas cuando nuestro tiempo es limitado». Yo le devolví la sonrisa, mientras ella me acariciaba el rostro. «Tenemos que vivir como si fuéramos a morir mañana; tendríamos una vida mucho más plena si no creyéramos que tenemos todo el tiempo del mundo».
    Siento que le fallo cada día que vivo encerrada en casa.
    «Lo siento, mamá, no soy tan fuerte como tú para sonreír a pesar de todo».
    Cuando volvemos a casa, me quito los zapatos y corro a mi habitación. El programa de Kang debe de estar a punto de terminar, así que me pongo los auriculares tan rápido como puedo. Su voz me hace sonreír; está leyendo los mensajes. Liliana de nuevo.
    No sé si es porque hoy he salido después de tanto tiempo y me siento bien conmigo misma, pero no dudo en abrir la aplicación del teléfono para escribir un mensaje para el programa. Cuando lo envío, tengo el corazón en la boca. Tal vez él no lo leerá, debe de recibir muchos. Sin embargo, como si la vida quisiera sonreírme hoy, Kang lo lee:
    «Bueno, voy a leer el último mensaje de hoy. Dice: “Querido Kang, tu voz es el consuelo para muchas personas que lo están pasando mal como yo; alegras mi día y calmas mis noches, puedo asegurarte que siempre seguiré tu voz. Con amor, K”».
    Silencio. Kang no dice nada durante unos segundos y trago saliva. «¿Lo he asustado?», pienso.
    Se aclara la garganta y por fin habla:
    «Eres muy amable, K. Muchas gracias por tu mensaje. Siempre trataré de estar aquí para ti».
    Eso me hace sonreír. Es la primera vez que interactuamos y, aunque no es ni remotamente como hacerlo cara a cara, me gusta y me hace sentir bien. Muy bien.

  6. 5
    Háblame

    —I’m losing you. I’m losing you —canto mientras me preparo un bocadillo de jamón y queso.
    Estoy de buen humor últimamente. Quizá la medicación por fin me está funcionando o tal vez se deba a que he podido ir al parque con mi hermana y que no he tenido ataques de pánico. Bueno, supongo que es una combinación de todo. Dejo el bocadillo sobre la mesa y estoy tan distraída que cojo la bolsa de basura para sacarla. Me dirijo a la puerta, la abro y me detengo en seco. ¿Qué estoy haciendo? No puedo salir sola.
    Aprieto el asa de la bolsa en la mano mientras observo el exterior como una amenaza; aquí estoy a salvo, no puedo salir, si tengo un ataque de pánico afuera nadie va a ayudarme y se van a burlar de mí. Cierro la puerta y vuelvo a dejar la bolsa de basura en el cubo. Mi buen humor desaparece; supongo que no soy una persona normal después de todo.
    «Seguiremos con la lectura de los mensajes de hoy, hemos tenido días muy activos con todos los que estamos recibiendo», dice Kang.
    Tengo que admitir que he estado enviando mensajes al programa desde aquel día. A veces los lee, a veces pasan desapercibidos entre el montón; ya he ganado fama de ser una seguidora fiel, como Liliana. Claro, Kang ni siquiera sabe que soy una chica, solo firmo mis mensajes con K.
    «Liliana hoy nos manda muchos abrazos, y queremos darle las gracias por las rosquillas que nos ha enviado a mí y a todo el equipo del programa. Reitero que no se sientan obligados a mandarnos nada, escucharnos es el mayor regalo, pero apreciamos sus detalles. —Hace una pausa—. Hoy también tenemos un mensaje de K que queremos compartir. —Me siento derecha en la cama—. Es una cita de Benjamin Disraeli y dice: “Nada revela tan fiablemente el carácter de una persona como su voz”. ¿Será eso cierto? Si es cierto, ¿ustedes deben conocer mi carácter mejor que nadie? Creo que eso fue lo que nuestro o nuestra K quería dar a entender; lo que me lleva a preguntar, K, ¿eres un chico o una chica? No sabemos cómo dirigirnos a ti. Todos en el equipo sentimos curiosidad. Además, por las citas que compartes con nosotros, pareces una gran amante o un gran amante de los libros, como yo; tenemos eso en común».
    «¿De verdad?», pienso.
    Quiero escribirle y decirle que soy una chica, aunque a la vez no quiero que lo sepa. Prefiero que siga pensando en K como una persona lejana que nunca conocerá; porque no lo hará.
    «Bueno, antes de irnos con la última canción del programa, quiero hacerles saber que estaré ausente una semana por asuntos personales».
    —¡¿Qué?! —exclamo en voz alta.
    «Sigue mi voz quedará en manos de Erick, mi compañero locutor del programa Rimando con Erick de las seis de la tarde. No me echen mucho de menos».
    —No. No. —Sacudo la cabeza.
    «Yo sé que los echaré de menos. Disfrutemos ahora de la buena música y que pasen una feliz semana. Se despide su amigo y compañero, Kang».
    «No…».
    Antes de que pueda pensar lo que estoy haciendo, escribo un mensaje al programa: «Por favor, Kang, no te vayas. K».
    Cuando lo envío, me doy cuenta de lo que acabo de hacer y me cubro la boca con la mano. ¿Qué estoy pensando? Él tiene una vida y cosas que hacer. Pero ¿qué haré durante una semana? Kamila tenía razón, no debí centrar toda mi energía en una sola cosa; ahora que Kang no estará, me siento perdida. Casi pego un brinco cuando el teléfono me vibra en las manos, anunciando un mensaje. Me quedo en shock cuando veo que es una respuesta del programa: «No te preocupes, K. Kang volverá pronto. Una semana pasa rápido».
    No puedo creer que me hayan respondido. ¿Quién lo ha hecho? ¿Kang? No, han hablado de Kang en tercera persona, no fue él. Tal vez alguien del equipo. Inquieta, escribo una respuesta.
    K
    Lo sé, disculpen. Envié ese mensaje sin pensar. Espero que le vaya bien a Kang esta semana.
    Programa
    Muchas gracias por tus buenos deseos, mantente en sintonía.
    Dejo salir un largo suspiro. Soy un desastre. ¿Qué me pasa? Necesito volver a mi realidad. Nunca debí intentar interactuar con Kang, ¿qué trataba de conseguir? Nunca podré conocerlo, de todas formas, así que no sé por qué estoy haciendo estas cosas. Me estoy dejando llevar y eso es peligroso; a la larga, solo me haré más daño.
    Salgo de la habitación y camino con la cabeza baja hasta la cocina. Abro la nevera, tomo una botella de agua y estoy a punto de volver a mi cueva cuando escucho unos pequeños ladridos, ¿o son quejidos? Me acerco a la puerta principal y pegó la oreja en ella.
    ¿Son miniladridos?
    Abro la puerta, un poco nerviosa, y el frío de la noche se cuela en casa. Dos cachorros de golden retriever están jugando en la acera. Son monísimos. ¡Dios!, ¿de dónde han salido?
    «¿Recuerdas a Drew, la perrita del vecino? Tuvo unos cachorros preciosos». Las palabras de Kamila resuenan en mi cabeza. Claro, son los perritos de la vecina, pero ¿qué hacen fuera tan tarde? Mi corazón da un vuelco cuando uno de ellos se cae de la acera a la calzada y un coche pasa tan cerca de él que está a punto de atropellarlo.
    —Oh, no…
    Mi instinto hace que me mueva hacia delante, sin embargo, en el momento en el que doy un paso fuera de casa, recuerdo que estoy sola. No puedo salir sola, nadie podría ayudarme si me pasara algo. Pero nadie va a ayudar a esos perritos tampoco. Aprieto las manos a los costados, sintiéndome inútil por no poder ayudarlos. El otro cachorro también se cae a la calzada al intentar seguir a su hermano. Miro alrededor, buscando a alguien a quien pedir ayuda, pero no hay nadie. Mi respiración es un desastre, y cada vez que pasa un coche, miro hacia otro lado.
    «Puedes hacerlo, Klara, aunque puedas tener un ataque de pánico. Esos perritos necesitan tu ayuda», me digo.
    Y entonces corro. Rápida y desesperadamente.
    Los perritos están en medio de la calzada ahora, y se acerca un coche. Superando mi miedo, me coloco delante de los cachorros y levanto las manos.
    —¡No! ¡Espere!
    El vehículo se detiene a escasos centímetros de mí.
    —¡Quítate! ¡¿Estás loca?!
    Agarro a los dos perritos y salgo de la calzada, deteniéndome en la acera, con el corazón en la boca. Siento ojos sobre mí y, cuando levanto la mirada, veo a Kamila y a Andy, que vienen con bolsas en las manos de la tienda de la esquina, observándome en shock.
    ¿Qué acaba de pasar?

  7. 6
    Extráñame

    Erick es un idiota.
    No es nada personal, ni tampoco tiene que ver con el hecho de que eche de menos el programa de Kang; la personalidad de Erick es irritante. Es de ese tipo de persona que hace comentarios machistas y desagradables sin darse cuenta y piensa que es gracioso. Solo lo escuché el primer día que Kang se fue, por darle una oportunidad; pero no, Erick no le llega ni a la suela de los zapatos; no sé cómo puede ser locutor haciendo esos comentarios tan inapropiados.
    Llevo tres días sin poder escuchar mi programa favorito y, aunque estoy desmotivada, no es tan malo como pensaba. Creo que los pequeños cachorros que están lamiendo mis manos en este momento tienen mucho que ver con eso. La vecina me deja cuidar de los cachorros de Drew, su perra, cuando está en el trabajo, mientras arreglan la cerca de su casa; no quiere que vuelvan a escaparse y puedan resultar heridos.
    Soy una niñera de perritos; nunca pensé que cuidar cachorros pudiera ser tan terapéutico. Me siento en el sofá y ellos enseguida escalan y se suben a mi regazo o se sientan a mi lado. Y yo les acaricio las orejas y la cabeza.
    —Son maravillosos, ¿lo saben? Por supuesto que lo saben —les digo, sonriendo—. Ustedes me quieren sin importarles que yo sea un desastre o que tenga un aspecto horroroso. Creo que no hay amor más sincero que ese.
    Estoy de buen humor de nuevo. No sé si es por los perritos o porque ahora soy capaz de salir sola a la puerta de casa después de lo que pude hacer por los cachorros. Un aire de normalidad es refrescante y sienta de maravilla; solo me falta una cosa para que todo vaya bien de verdad: Kang. No puedo creer que eche de menos tanto a alguien a quien solo conozco porque lo escucho una hora al día. Supongo que escuchar su voz se ha convertido en una costumbre para mí.
    En la hora del almuerzo, Kamila no puede evitar hablar sobre lo que más temo.
    —¿Has considerado volver a clase?
    Sigo comiendo, porque ya lo veía venir. Mi hermana al ver mi leve mejoría ya quiere lanzarme al mundo exterior. Y no la culpo, solo desea que vuelva a retomar mi vida.
    —No creo que esté lista.
    Andy pone su mano sobre mi hombro.
    —Está bien.
    Kamila se limpia la boca con una servilleta y continúa:
    —Has mejorado mucho, creo que te haría bien volver a la escuela. ¿No te apetece ver a tus amigas?
    «Amigas»… La palabra trae un sabor amargo a mi boca.
    —Si te refieres a las chicas que no estuvieron a mi lado cuando mi madre enfermó y murió y que tampoco me han ayudado nunca después de eso, creo que no, que no me apetece verlas en lo absoluto.
    Kamila suspira.
    —No seas tan dura con ellas; son jóvenes, aún están desarrollando el concepto de amistad.
    —No me vengas con eso. —Meneo la cabeza—. No uses tu psicología para defenderlas.
    —No las estoy defendiendo, Klara —responde con calma—. Bueno, podrás encontrar nuevas amigas si vuelves a la escuela.
    Bufo.
    —¿Tú crees? —pregunto con sarcasmo, y me señalo a mí misma—. ¿Con el desastre de ser humano que soy?
    —Klara…
    Me pongo de pie.
    —Seamos honestas, ¿quién querría ser amigo de alguien como yo?
    Andy también se levanta.
    —Klara, no…
    Me voy a mi habitación, cierro la puerta detrás de mí y apoyo la espalda en ella, apretando los labios para no llorar.
    Duele. Porque sí quiero hacer amigos. Quiero ser normal. Hacer todas las cosas que hacen las chicas mi edad. Lo quiero más que nada en este mundo. Pero no puedo, y cada vez que alguien me lo recuerda, me duele demasiado.
    Me quedo mirando la foto de mi madre… ¡Qué sonrisa tan deslumbrante tenía! Aún recuerdo como si fuera ayer aquella noche lluviosa en la que llegó a casa y nos pidió a mi hermana y a mí que nos sentáramos en el sofá, porque tenía algo que contarnos. Me imaginé miles de cosas, pero nunca lo que ella nos dijo:
    —Vengo del consultorio del médico. Hace unas semanas me noté un bulto en el pecho izquierdo… Me han hecho varias pruebas, incluso una biopsia. —Frío… Todo mi cuerpo se puso frío al escucharla—. Es cáncer.
    Esa sola palabra me dejó congelada. Oyes hablar de esa enfermedad, pero nunca esperas que te toque a ti o a alguien que amas; es como un peligro abstracto que pensamos que no se acercará a nosotros. Mi abuela murió de cáncer, pero hacía tanto tiempo de eso que nunca pensé que pudiera pasarle a mi madre.
    Lágrimas, explicaciones, consultas médicas… Todo vino de golpe, inesperado y, mientras pasaba, yo no me lo podía creer. Era como si lo estuviera viendo todo desde la distancia, como si no fuera parte de la escena. Cada mañana, cuando despertaba, deseaba que todo fuera un sueño.
    Luego vino la discusión sobre los tratamientos, la quimioterapia, la mastectomía. Observé cómo la vida abandonaba el cuerpo de mi madre en un proceso lento y doloroso; la vi perder su lindo cabello negro, adelgazar muchísimo… Llegó a estar tan delgada que me daba miedo abrazarla muy fuerte. Estuve con ella sentada horas en el suelo del baño mientras vomitaba después de las quimioterapias. Sufrió tanto…
    ¿Por qué ella? Es una pregunta egoísta, pero ver a mi madre pasarlo tan mal, verla arrastrarse hasta la muerte, es lo más doloroso que me ha pasado; es algo que marcó mi vida para siempre.
    Mi madre siempre trató de mantenerse fuerte, de luchar, pero nunca olvidaré la noche que llegamos a casa después de que el médico le dijera que el cáncer se había extendido a los pulmones y que no había nada que hacer… No le quedaba mucho tiempo. Recuerdo claramente cómo se sentó en la cama con mi ayuda y me señaló un lugar a su lado. Me abrazó, pegándome junto a ella.
    —Todo irá bien, Klara.
    Las lágrimas me inundaron los ojos, y quise ser fuerte por ella, no necesitaba mi debilidad en esos momentos.
    —Lo siento, mamá.
    Besó mi cabeza.
    —¿Lo sientes? Esto no es culpa tuya, mi niña.
    —Quisiera… —La voz se me rompió—. Quisiera poder quitarte todo este dolor, yo… —Lágrimas sin control rodaban por mis mejillas—. No sé qué hacer por ti, haría lo que fuera por ti.
    —Lo sé. —Su voz sonaba tan triste… La escuché sollozar y se me rompió el corazón—. Estoy soportando mucho dolor, hija.
    Apreté los labios, llorando.
    —Lo sé.
    —Me parece bien dejar este mundo, ya no quiero sufrir más, quiero que se acabe todo este dolor. Ya no puedo más… —Tomó mi rostro entre sus manos—. Quiero que sepas que me voy tranquila y que quiero que sigas adelante y le hagas caso a tu hermana, ¿sí? —Solo pude asentir—. Te quiero, Klara, te quiero muchísimo. Tú y tu hermana son el mejor regalo que me ha dado la vida.
    —Yo también te quiero mucho, mamá.
    Unas semanas después, mi madre murió. Cuando entré a su habitación con el desayuno, me encontré con una escena que ha quedado grabada en mi memoria para siempre. Estaba agarrándose el pecho, desesperada; no respiraba. Lo tiré todo al suelo y corrí hacia ella para ayudarla mientras llamaba a gritos a mi hermana para que viniera. No había nada que hacer. Mi madre había muerto. Su cuerpo, delgado y débil, se fue enfriando entre mis brazos mientras yo lloraba.
    —Mami, por favor, te quiero mucho. No te vayas, por favor.
    Kamila había intentado separarme de ella, sollozando.
    —Klara…
    —¡No! —le grité, apretando a mi madre, besando su cabeza—. No la voy a dejar sola, no puedo, me necesita.
    Cuando la miré y vi su pálido rostro, me di cuenta de que no volvería a verla sonreír ni a escuchar su voz, y un dolor arrasador me quemó por dentro.
    Se había ido.
    A la fuerza, Kamila y Andy me separaron de ella. Grité y lloré hasta que me quedé sin aire, hasta que no pude más…, y me desmayé.

  8. 7
    Mensajéame

    Kang ha vuelto y, con él, mis ánimos de escuchar la radio de nuevo. Decido que mi día hoy sea diferente: en vez de estar encerrada en mi habitación, salgo al patio trasero, donde los cachorros juegan libremente, mientras me preparo para el programa de esta noche.
    «Buenas noches, mi gente, les habla de nuevo Kang, su amigo y compañero de su programa nocturno Sigue mi voz. Los eché mucho de menos la pasada semana».
    «Yo a ti más», pienso.
    «Pero ya estoy aquí para entretenerlos con algunas canciones y algunos temas importantes, como de costumbre. Creo que es muy apropiado hablar hoy de las personas a las que extrañamos constantemente, ya sea porque son nuestra pareja, nuestra amiga o amigo, o porque es alguien que ya no está con nosotros. Sin embargo, antes de comenzar, quiero darle la bienvenida a alguien que ha venido a vernos. Ustedes ya lo conocen; es nada más y nada menos que Erick, quien les ha estado acompañando durante mi ausencia».
    Eso me hace fruncir el ceño.
    «Hola a todos, soy Erick Lamb y estaré acompañando a Kang esta noche». Kang se ríe un poco. «Sé que muchos se preguntarán qué está pasando. He decidido tener invitados en mi programa de ahora en adelante, así podemos escuchar diferentes opiniones sobre nuestros temas diarios».
    «¿Por qué? Eres perfecto tú solo», pienso.
    Erick se aclara la garganta antes de hablar de nuevo:
    «No se preocupen, no les robaré tiempo con Kang, solo opinaré de vez en cuando».
    Comienzan a hablar de lo que se siente al echar de menos a alguien, pero cuando estoy concentrada, disfrutando de la voz de Kang, Erick interviene y lo estropea todo.
    Envío un mensaje, rogando que Kang lo pueda leer:
    «No necesitas a Erick. Eres perfecto tú solo. K». Sin embargo, dudo de que lo haya visto porque no lo menciona cuando lee los mensajes. No obstante, para mi desgracia, Erick sí lo ve y no duda en leerlo en voz alta:
    «Guau, al parecer K no está muy contenta con mi visita».
    «¿K? ¿Contenta? —pregunta Kang—. ¿Cómo sabes que es una chica?».
    «Está claro como el agua. He escuchado tu programa y todos los mensajes que te ha enviado, y tras leer este último, en el que te dice que eres perfecto, me parece obvio que es una chica. Y creo que la audiencia está de acuerdo conmigo».
    La vergüenza no me cabe en el cuerpo. Había escrito ese mensaje para Kang. Imaginé que, si llegaba a verlo, en ningún momento se le ocurriría leerlo luego en voz alta; sé que no lo haría, porque es él. Erick es otra historia, le gusta el drama y crear situaciones incómodas.
    Kang permanece en silencio durante unos segundos.
    «Bueno, K, ¿podemos confirmar que eres una chica? A ver si el sexto sentido de Erick de verdad funciona», dice finalmente.
    La risa de Erick me molesta en los oídos.
    «Sí, querida K, si lo admites, no volveré a invadir el programa de tu querido Kang, lo prometo».
    Me muerdo el labio inferior. De verdad, no quiero volver a escuchar la voz de Erick, y confirmar que soy una chica tampoco me parece tan importante.
    «Tenemos un mensaje de K —comenta Erick—. Vamos con la siguiente canción y al volver lo leemos para ustedes; sé que están tan intrigados como nosotros».
    Fear…
    In your world of love, and sadness,
    let me fear you.
    Let me heal you.
    La canción continúa. Muy pocas veces ponen temas en inglés, pero Kang siempre escoge canciones muy bonitas. Sin embargo, no puedo concentrarme en ella. No debí enviarle ese mensaje. Meneo la cabeza. Estaré bien, admitir que soy una chica no cambiará nada.

  9. Razzz

    Bueno

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