Una sola noche contigo de S. Giner

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Una sola noche contigo de S. Giner pdf

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Kate y Jason se conocieron en un bar y pasaron la noche juntos. El sexo entre ellos fue excepcional. Y esa noche significó un antes y un después para ambos, porque ninguno de los dos había podido olvidar al otro, a pesar de los meses transcurridos desde su encuentro. Pero el destino tiene formas inesperadas de unir a las personas e hizo que volvieran a encontrarse. Y volvieron a acostarse una segunda vez. Y el sexo volvió a ser extraordinario, al igual que la tercera vez. Y con ello todo cambió…


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Una respuesta a «Una sola noche contigo de S. Giner»

  1. Capítulo 1
    Jason estaba sentado en una de las mesas del fondo del bar con un par de amigos que había conocido en ese mismo local meses atrás y con los que tenía en común su pasión por las motos. De pronto vio entrar en el bar a una chica y ya no pudo apartar la mirada de ella.
    Esa mujer parecía un sueño erótico hecho realidad. Tenía un cuerpo increíble, con unas curvas de ensueño, y una cara preciosa. La vio caminar hacia la barra y sentarse en uno de los taburetes altos. Llevaba un vestido de cuero negro, muy ceñido y muy corto, que se adhería a sus fantásticas curvas como si fuera su propia piel, y unos botines negros muy altos.
    Jason se sintió muy atraído por ella. Era la primera vez que se sentía así por una mujer. Estaba pensando cuál sería la forma más adecuada de acercarse a ella, porque quería follársela, a ser posible esa noche, y no quería que ella lo rechazara. La contemplaba desde su mesa, intentando seguir la conversación de sus amigos que, desde que ella había aparecido en el local, había dejado de interesarle.
    La mujer pidió una bebida, y el camarero se la colocó delante dos minutos después. Jason vio a un hombre que se le acercó, pero ella le dijo algo y él se retiró.
    Sin duda lo ha rechazado, pensó Jason.
    Poco después se acercó otro, a quien despachó, simplemente, con una mirada.
    Vaya, esa mujer va a ser difícil, pensó de nuevo sonriendo, porque a él, raramente se le resistía una mujer.
    Sus amigos se marcharon. Eran casi las once de la noche y Jason pensó que esa mujer se marcharía pronto también.
    ¿A qué habrá venido a este bar, y además sola?, se preguntó.
    Y mientras se lo preguntaba, vio que ella giró el taburete, en el que estaba sentada, para poder observar el local.
    —Vaya —dijo Jason al comprobar que ella estaba mirando a los hombres que había de pie cerca de la barra. Y supo que estaba buscando compañía para esa noche.
    Al no llamarle la atención ninguno de los hombres que había a su alrededor, la chica empezó a escanear las mesas. Jason cogió su copa, corrió la silla un poco hacia atrás, y cruzó las piernas, colocando el tobillo de una sobre la rodilla de la otra, como si estuviera completamente relajado.
    La mirada de Kate lo encontró, y se dio cuenta de que él la estaba observando.
    Ese es el hombre indicado, pensó ella, sin apartar la mirada de la de él.
    Estuvieron mirándose unos minutos. Sin duda, ambos esperando que el otro diera el primer paso.
    Cuando Jason comprendió que ella no haría ningún movimiento por acercarse, se levantó y caminó hacia la barra, con esa clase de decisión que se convierte en un arma letal para una mujer. Jason llevaba un vaquero negro bastante desgastado, una camiseta del mismo color, botas y en la mano sostenía una cazadora de cuero negro.
    —Hola —dijo él, colocándose a su lado, de espaldas a la barra.
    Si de lejos ese hombre le había parecido interesante a Kate, de cerca, su atractivo era imponente. Su pelo era oscuro y lo llevaba despeinado, lo que le daba un aspecto informal. Tenía un rostro de infarto, pero lo que más llamó la atención de Kate fueron sus ojos. O más bien, la forma tan intensa en que la miraba, con esos ojos verdes que hicieron que el corazón se le saltara un latido. Era más alto de lo que pensaba. Kate deslizó la mirada por su cuerpo. La camiseta se ceñía a sus pectorales de una manera deliciosa.
    —Hola —dijo ella.
    —¿Te gusta lo que ves? —preguntó él, al darse cuenta del exhaustivo repaso que le había dado.
    —No está mal.
    —¿Qué bebes?
    —Whisky.
    —¿Puedo invitarte a otro?
    —No, pero puedes pagar este —dijo ella sonriéndole.
    —Me preguntaba si llevabas dinero para pagar la copa, porque he visto que no llevas bolso y, en ese vestido tan ceñido, no creo que pudieras guardar la cartera.
    —Cuando voy de incógnito no llevo bolso —dijo ella con una pícara sonrisa—. Pero sí llevo las llaves de casa y la tarjeta del banco.
    —Me pregunto dónde podrías llevarlas —dijo él sonriendo y mirando la cremallera del vestido, que llevaba abierta hasta mostrar la parte superior de los pechos.
    —Soy K.
    —¿K? —repitió él, volviendo a sonreír—. Yo soy J.J.
    —¿J.J.?
    —Si tu nombre es una letra, ¿porqué no puede ser el mío dos? —dijo Jason pagando la copa de ella.
    —¿Tú también vas de incógnito?
    —No, yo no tengo necesidad de esconderme, pero haré como tú. Iremos los dos de incógnito.
    —Gracias por la copa.
    —Ha sido un placer invitarte. ¿Has venido en coche?
    Ella lo miró, levantando las cejas.
    —Perdona… Supongo que la marca y la matrícula de un vehículo serían demasiada información…, para ir de incógnito.
    —Exacto. He venido en taxi.
    —¿Te apetece que pasemos un rato juntos?
    —Depende de lo que quieras hacer en ese rato.
    —Yo no hago ascos a nada, en cuanto a sexo se refiere.
    —A mí me gusta hacerlo fuerte.
    —No hay problema. A mí me gusta hacerlo de cualquier forma. Yo no vivo solo, ¿vamos a tu casa?
    —¿Estás casado?
    —No, mi hermana vive conmigo.
    —De todas formas, no habría ido a tu casa. Prefiero un hotel. No quiero que sepamos donde vivimos.
    —¿Tienes miedo de que desees ir a mi casa para follar de nuevo después de esta noche?
    —No. Yo nunca me acuesto con un hombre una segunda vez. Al igual que no me quedo a pasar la noche con nadie.
    —Tenemos eso en común, yo tampoco me quedo a dormir con ninguna mujer.
    —Lo que quiero decir es que no quiero saber nada de ti ni que tú sepas nada de mí.
    —De acuerdo, iremos a un hotel. La verdad es que no sé por qué he dicho de ir a tu casa si yo nunca voy a casa de ninguna mujer. ¿Tienes problema de ir en moto?
    —¿Crees que puedo subir en moto con este vestido?
    —Es lo suficientemente corto para que puedas sentarte, y puedes subírtelo un poco más, si es necesario.
    —En ese caso no hay problema.
    —Jimmy, ¿puedes darme el casco? —dijo Jason poniéndose la cazadora.
    —Claro —dijo el camarero dejándolo sobre la barra.
    —Reservaré una habitación —dijo Jason sacando el móvil del bolsillo de la chaqueta.
    —Iré al baño mientras llamas —dijo Kate alejándose.
    Jason le echó un buen vistazo por detrás.
    —¿Nos vamos? —preguntó Jason cuando ella volvió unos minutos después.
    —Sí.
    Salieron del local.
    —¿Tienes un casco para mí?
    —No, pero el hotel está muy cerca de aquí.
    —Si nos coge la policía tendrás un problema.
    —Lo solucionaré, si se da el caso —dijo él cuando llegaron a la moto.
    Jason se subió y la puso en marcha. Ella se subió detrás de él. Jason le pasó una mano por el muslo desnudo, acariciándolo y Kate sintió que un estremecimiento le recorría el cuerpo.
    —Sujétate a mí.
    Kate le rodeó la cintura con los brazos y colocó las manos sobre sus abdominales, que notó duros y bien definidos.
    Cuando entraron en el aparcamiento del hotel, Kate se sorprendió al ver que tenía cinco estrellas, pero no dijo nada, por supuesto.
    Jason la cogió de la mano cuando entraron en el lujoso hotel y Kate se tensó por el contacto. Se acercaron a recepción y ella se alejó hasta un expositor donde había diferentes folletos, para darle privacidad y no escuchar su nombre.
    —Vamos, preciosa —dijo él acercándose a ella—. Es la habitación 909, está en la última planta.
    Nada más entrar en el ascensor, Jason la empotró, literalmente, contra la pared de madera y se abalanzó sobre su boca. Kate le devolvió el beso, aunque no muy entregada, pero restregándose contra las caderas de él.
    Poco a poco, aquel beso fue transformando el cerebro de Kate en gelatina. Todo lo que había a su alrededor desapareció, excepto aquel hombre y su boca, que estaba consiguiendo que su cuerpo ardiera.
    Se separaron cuando sonó el pitido de llegada a la planta. Salieron del ascensor y caminaron hasta la habitación. Jason abrió la puerta y la dejó pasar delante. Luego entró él y cerró la puerta con el pie, mientras la cogía de la mano para que no se alejara. Le dio la vuelta y la puso contra la pared. Metió los dedos entre sus cabellos y le devoró la boca de nuevo.
    —Desde que me acerqué a la barra del bar y te miré la boca tenía unas ganas locas de besarte.
    Jason la besó de nuevo y empezó a chuparle el cuello mientras ella volvía a restregarse contra él, desesperada.
    Jason se quitó la cazadora y la lanzó sobre una de los sillones. La camiseta se tensaba sobre sus hombros marcando sus pectorales. A continuación le bajó la cremallera del vestido y lo abrió. Kate no llevaba sujetador y los pechos aparecieron ante de él.
    —¡Dios mío! Es un crimen que el vestido cubra todo esto. Tienes unas tetas preciosas —dijo acariciándolas suavemente con las yemas de los dedos.
    Jason deslizó los labios hasta uno de sus pechos para chuparle un pezón mientras con la mano pellizcaba el otro. Los dos estaban duros. Kate se sobresaltó cuando una tromba de sensaciones la invadió, recorriéndola por entero.
    —Quítate esto —dijo ella subiéndole la camiseta.
    Él se la sacó por la cabeza y la echó sobre la cazadora.
    —Desde luego, no estás nada mal —dijo ella mirándole el torso desnudo.
    Jason le bajó el vestido y ella se lo sacó del todo con los pies. Él se echó un poco hacia atrás para mirarla. Llevaba un tanga de encaje negro.
    —¡Joder! Tienes un cuerpo fantástico.
    —Gracias —dijo ella desabrochándole los botones del vaquero y metiendo la mano en su interior para acariciarle la polla—. Supongo que tendrás condones.
    —Supones bien.
    —Pues ponte uno, porque quiero tener tu verga dentro de mí, ya.
    Jason cogió un condón del bolsillo trasero del vaquero y lo sostuvo entre los dientes, mientras se bajaba el pantalón. Luego se lo puso. Al tiempo que él lo hacía, Kate deslizó el tanga por sus piernas y se lo sacó por los pies.
    Jason pasó los dedos entre sus pliegues y metió uno en su interior para ver si estaba húmeda. Y sí, lo estaba.
    —Rodeame con las piernas —dijo elevándola—. Me muero por estar dentro de ti.
    Jason la penetró con una sola estocada, llegando a lo más profundo de su ser. Y Kate soltó un gemido de placer. Él se quedó sin moverse en su interior.
    —Has dicho que te gusta follar fuerte.
    —Sí.
    Jason comenzó a embestirla con acometidas brutales, mientras ella se aferraba a sus fuertes bíceps, gimiendo con cada una de ellas.
    —¡Sí, así! ¡Más fuerte!
    —¡Oh, Dios! No sabes cuanto me gusta follar contigo.
    —¡Más deprisa! Por favor…
    Jason acató sus órdenes y aceleró las embestidas, llegando hasta lo más profundo. Poco después, Kate empezó a jadear. Jason seguía con estocadas demoledoras, que lo estaban llevando al abismo, donde se encontraba ella en esos momentos. Cuando las convulsiones la alcanzaron, Kate hundió el rostro en el cuello de él, abrazándolo. El clímax la invadió y un orgasmo desolador se extendió por su interior.
    Los espasmos de las paredes vaginales estrujaban su verga, y el orgasmo subió por su espalda como un rayo, y Jason ya no pudo aguantar más. Después de dos estocadas bestiales, se clavó en su interior deteniéndose y dejándose llevar.
    —¡Hostia puta! —dijo él mordiéndola en el cuello y haciendo que Kate gritara—. Este ha sido el mejor polvo de mi vida.
    Permanecieron abrazados, mientras sus respiraciones se calmaban.
    —Me has mordido en el cuello —le dijo ella al oído.
    —Lo siento.
    —Yo no lo siento. Me ha excitado. Apuesto a que me quedará marca.

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