Vivo para ti de Sophie Saint Rose

Bienvenido/a a mi reseña sobre la novela «Vivo para ti» de Sophie Saint Rose. En esta reseña, te contaré todo sobre esta emocionante novela y por qué deberías leerla.

La sinopsis de «Vivo para ti» nos presenta a Odalyn, una joven que ha nacido en esclavitud y ha sido maltratada por la familia de su padre desde que tiene uso de razón. Ahora, con la muerte de su madre, Odalyn y su hermano deben encontrar la manera de escapar antes de que los vendan y los separen para siempre. Para Odalyn, la boda de la hija del jarl con Didrik Hovensen es su oportunidad para vengarse y liberarse. Pero todo cambia cuando conoce al novio y quiere unirse a él para siempre.

En esta novela, Sophie Saint Rose nos presenta un mundo lleno de reyes, reinas, príncipes y princesas, pero también de esclavos y guerreros. La autora ha creado un universo complejo y detallado que te atrapa desde el primer momento y te mantiene en vilo hasta el final. La narrativa de la autora es fluida y envolvente, lo que te hace sentir que eres parte de la historia y te lleva a través de las emociones de los personajes.

La protagonista de la novela, Odalyn, es un personaje bien desarrollado y complejo. A medida que avanza la historia, descubrimos más sobre su pasado y sus motivaciones, lo que la convierte en un personaje real y fácil de empatizar. La autora también ha creado un elenco de personajes secundarios interesantes y bien desarrollados que añaden profundidad y complejidad a la historia.

Además, la novela tiene una trama emocionante llena de giros y sorpresas que mantienen al lector enganchado desde el principio hasta el final. La autora también ha creado un mundo bien desarrollado y detallado que hace que la historia se sienta real y creíble.

En cuanto a la prosa, Sophie Saint Rose tiene un estilo de escritura hermoso y evocador. Su prosa es poética y lírica, lo que hace que la lectura sea una experiencia emocional y conmovedora. También hay momentos de tensión y acción que se describen de manera detallada y emocionante.

En resumen, «Vivo para ti» de Sophie Saint Rose es una novela emocionante y bien escrita que te sumerge en un mundo de reyes, reinas, guerreros y esclavos. La autora ha creado un universo detallado y complejo, personajes bien desarrollados y una trama emocionante llena de giros y sorpresas. Si te gustan las novelas de aventuras y romance histórico, definitivamente deberías darle una oportunidad a «Vivo para ti».

Vivo para ti

Sophie Saint Rose

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Epílogo

Capítulo 1

Odalyn recogió los juncos del suelo y cuando los estaba tirando en el montón el futuro heredero pasó a su lado. Se estremeció por su mirada que prometía mil cosas y ninguna de ellas era agradable. Diciéndose que no podía dejar que la intimidara, enderezó la espalda observando como salía de la casa hablando con otro de sus hombres como si tal cosa. La rabia la recorrió porque ese cerdo de Neils no tardaría en apropiarse de lo que creía suyo. El jarl no tardaría en permitírselo.

—¿Por qué te quedas ahí parada? —Brenda la cogió por la trenza tirando de ella hacia la cocina. —¡A trabajar, vaga! ¡Hay mucho que limpiar!

Mirando de reojo a la única fémina que su señor había tenido dentro del matrimonio, fue hasta la cocina para ayudar con los platos que había que lavar. Brenda se pasó la mano por su hermoso vestido de terciopelo y gritó acercándose furiosa —¿Me has manchado el vestido con excremento de perro?

Asustada negó con la cabeza. —No, por supuesto que no.

—¡No me repliques! —Le dio un tortazo arañándola con la piedra del anillo que portaba en el meñique y agarró su cabello rubio platino zarandeándola antes de mostrarle la manga impoluta. —¡Mira lo que has hecho! ¡Más valía que te hubieran ahogado al nacer porque no vales para nada! —Cogió un cucharón de madera y empezó a golpearla con ella. Odalyn se cubrió como pudo agachándose, lo que ella aprovechó para darle más fuerte, pero a una de las esclavas se le cayó una olla salpicándole el vestido. —¡Zorra, estás muerta! —Corrió hacia ella y la golpeó con saña. —¡Has arruinado la comida!

—Lo siento, lo siento…

—Brenda, ¿qué ocurre?

La esposa del jarl bajaba por las escaleras y al ver a quien pegaba, Erika chasqueó la lengua como si no tuviera importancia. —Hija, ven. Tenemos mucho de lo que hablar.

Tiró el cucharon al suelo y sonrió como si fuera un ángel. —Sí, madre.

Reprimiendo un sollozo apartó de su rostro el cabello que se le había soltado de su recogido. Llevó las manos atrás buscando la tira de piel que ataba su trenza. Le había desaparecido. La buscó a su alrededor. —Aquí tienes —dijo Idun, otra de las esclavas y su mejor amiga. —¿Estás bien? —preguntó mientras las demás atendían a Cora.

Asintió sin ser capaz de hablar de la impotencia y se levantó mientras las demás esclavas la observaban con pena. —Tienes sangre en el pelo —dijo una de ellas.

La cocinera se acercó. —Ven que te mire, niña.

—No, estoy bien.

—Ven, no seas terca. —La cogió del brazo y la sentó en un taburete. Apartó su cabello donde estaba manchado de sangre. —Vaya, te ha hecho una buena herida. Trae un paño, Idun. —Su amiga lo hizo en el acto y Aud presionó la herida con él. —Te ha pegado con saña. Cada vez te pega con más ganas, niña.

En ese momento llegó su hermano con un barril lleno de cerveza y al ver que la atendían se acercó agachándose ante ella. —¿Qué ha pasado?

—Me ha pegado otra vez.

Ermin apretó los labios y sus ojos azules expresaron toda la rabia que sentía.

—No es mucho —dijo la cocinera sin darle importancia.

Odalyn forzó una sonrisa. —Aud tiene razón, no es nada. Sigue trabajando. —Se levantó apartando el paño y fue hasta el cubo donde fregaban los platos tirándolo a un lado.

Ermin se acercó a sus espaldas y susurró —Esa puta…

—Déjalo estar. Somos esclavos, no tenemos derecho a protestar. —Miró a su alrededor. —Llévale el plato del desayuno a madre, estará hambrienta. Antes no he tenido la oportunidad de acercárselo.

Apretó los labios y cogió el plato de las sobras del jarl para llevarlo a la casita que compartían los tres. Cuando escuchó que se alejaba apoyó las manos en la mesa de madera y suspiró del alivio. Idun acarició su hombro. —Has hecho bien, ya ha recibido muchos castigos por su carácter. Si le hiciera algo a Brenda, aunque fuera un rasguño, perdería la vida. Por mucho que sea el hijo mayor del jarl, porque es su bastardo como lo eres tú, su padre no le protegerá. Los hijos de una esclava no tienen valor excepto para lo que puedan trabajar y nadie tomaría en cuenta que tiene la misma sangre que esa zorra.

—Casi la misma sangre. —Sus ojos violáceos miraron a su mejor amiga. —Casi la misma sangre.

—La tuya y la de tu hermano es de mucha mejor calidad.

Soltó una risita. —Como te oiga alguien…

—¿Esta tarde iremos al bosque a entrenar? —dijo por lo bajo metiéndose un mechón de pelo moreno bajo el paño que cubría su cabeza.

—Espero que sí. Y después iremos al río a bañarnos.

—¡Odalyn…! —El grito de su hermano a lo lejos la estremeció y se volvió a toda prisa. —¡Odalyn!

Corrió hacia la puerta y se cruzó con Brenda y su madre. Las empujó para pasar y ambas protestaron volviéndose para verla entrar en su casita como una exhalación. Su madre estaba en la cama pálida y sin vida. Se le detuvo el corazón de la impresión mientras un gemido desgarrador escapaba de su garganta. Sin poder creérselo sintió que sus piernas no la sostenían y se dejó caer de rodillas mientras su hermano sentado a su lado cogía su mano inerte. Ermin apretó los ojos con fuerza con el rostro congestionado de dolor. —No se despierta. Madre no se despierta.

Idun llegó en ese momento y de la impresión se tapó la boca con la mano. —Mi Dios…

—Solo tenía un poco de calentura —dijo Ermin roto de dolor.

Algo dentro de Odalyn se resquebrajó mirando el rostro sin vida de su madre y cuando su mano cayó a un lado gritó desesperada porque la había perdido.

—¡Qué pasa aquí! —Neils apartó a Idun de un empujón para entrar en la cabaña y al ver la situación apretó las mandíbulas. —¿A qué viene tanto drama? ¿Tantos gritos por una esclava muerta? ¡Enterradla y poneos a trabajar si no queréis sentir la cola de mi látigo!

Odalyn volvió la vista hacia el hijo mayor del jarl y siseó con rabia —Serás perro.

—¿Qué has dicho? —La patada que le pegó en la espalda la tiró al suelo provocándole un gemido de dolor. —Vuelve a hablarme así y te rajo el pescuezo.

Los hermanos impotentes demostraron en sus miradas que le matarían con gusto y este sonrió. —Enterrad a esa zorra antes de que su cadáver empiece a oler —dijo con desprecio. Salió de allí y gritó —¡A vuestras cosas!

—¿Qué ha pasado, hijo?

—¡Tu furcia, que se ha muerto!

Retuvieron el aliento escuchando los pasos del jarl subiendo los escalones. Ivar Einarsen observó la escena en silencio sin mostrar ningún sentimiento. Simplemente pasó su sucia mano por su barba canosa llena de trenzas y dijo —Ahora que ella ha muerto ya no tenéis ningún privilegio.

A Odalyn se le cortó el aliento. ¿Privilegio? Su jarl sonrió. —Dormiréis con los demás esclavos. Enterradla y desalojad la casa.

—¿Y por qué no nos echaste antes? —preguntó Ermin furioso.

—Me hizo feliz antes de casarme —dijo fríamente—. Y después también. Pero vosotros no habéis hecho nada por mí. Suerte tenéis que no os haya vendido siendo niños. Hubiera sacado un buen dinero y no hubiera tenido que aguantar las miradas de odio de tu hermana cada maldito día desde hace dieciocho años.

—¿Y por qué no lo hiciste? —gritó Odalyn sintiendo que un intenso odio sustituía al dolor.

Bajó la vista hasta ella para fulminarla con sus ojos negros. —Judith salvó a mi primogénito tres años antes de tu nacimiento y me ató de pies y manos. Tu hijo por los míos, me dijo. Pero ahora ya no está. Seréis vendidos en la primavera. Odio ver vuestros rostros cada mañana… —Dio un paso hacia ella. —Cada tarde y cada noche. —Giró la cabeza a un lado observando el odio en su mirada y sacó su espada. Idun y Ermin gritaron de miedo mientras él ponía la punta de su espada en su barbilla provocando que elevara su rostro. —¿Quieres matarme?

—Sí —respondió con rabia.

El jarl se echó a reír. —Hombres mucho más poderosos que tú lo han intentado. —Movió la espada ágilmente y le rajó la barbilla. Odalyn no hizo un solo gesto. —Eres valiente. Eso lo has heredado de mí.

—Si tuviera una espada te demostraría lo valiente que soy.

—Odalyn no —dijo su hermano agachándose a su lado—. Jarl discúlpela, está rota de dolor.

Él apretó los labios antes de mirar a su madre que yacía en la cama. —Enterradla lejos de mis tierras.

—¿Temes que vuelva a torturarte, jarl? —preguntó Odalyn con desprecio.

El tortazo la tiró al suelo. —Yo no temo a nada. —Sonrió con maldad. —Prepárate para esta noche, perra. Porque mi hijo no te tomaba antes por respeto a mí, pero ahora que no está tu madre no le detendré. Eres una esclava y me da igual que lleves mi sangre, te subirás las faldas como todas las demás. A partir de ahora vas a trabajar de día y de noche hasta que abandones mis tierras. —Rio por lo bajo. —Eso si llegas viva a la primavera, que viene después de que todos mis guerreros pasen por tus piernas. Pero primero será mi hijo, es su privilegio.

Se le cortó el aliento antes de mirar a su hermano que apretó sus hombros mientras el jarl se fijaba en su amiga. —¡Qué haces tú aquí! —gritó furioso.

Muerta de miedo susurró —Iba a ayudarles a prepararla, mi jarl.

—¡Daos prisa!

Salió de la casa y entonces escucharon los llantos de la gente lamentándose por la muerte de su madre. —¡A trabajar! ¿No habéis oído a mi hijo?

La risa de Brenda llegó hasta ellos. —Padre, parece que se ha muerto una santa de esas del sur. Esas de las que me hablasteis después de uno de tus viajes.

El jarl se echó a reír. —Qué ocurrencias tienes, hija —dijo alejándose—. ¿Estás preparando tu ajuar?

—No tengo hilo de plata —se quejó antes de decir algo más que no llegaron a oír.

Odalyn cerró los ojos y reprimió un sollozo. Llorar no sirve de nada, recordó que decía su madre una y otra vez. Y tenía razón porque su vida era ser una esclava. Se giró para mirar su rostro y se acercó a gatas a ella mientras su hermano se incorporaba observándola. —No te preocupes —susurró—. Saldremos adelante. —Sorbió por la nariz acariciando su cabello rubio sabiendo que era la última vez que se lo tocaría. Ya no se lo trenzaría como cada noche. Las lágrimas cayeron por sus mejillas. —El señor se te ha llevado pronto porque has cumplido tu penitencia en este purgatorio y ahora estás en el cielo rodeada de ángeles.

—Shusss, como te oiga alguien… —susurró Idun asustada.

Ella no le hizo caso. —Descansa en paz, madre. —Se incorporó para besar su frente antes de hacerle una cruz con el pulgar y volverse para mirar a su hermano a los ojos. —Enterrémosla como Dios manda.

—Sí, hermana.

En la cena la cocinera no la dejó salir de la zona del hogar. Cuando todos se retiraron, lavó los cacharros y las jarras. Solo cuando terminó, pudo irse a descansar a la casa donde todos los esclavos dormían en el suelo sobre unas viejas mantas al lado de varios animales que les daban calor en invierno. Idun se tumbó a su lado y Ermin al otro. Su hermano tumbado boca arriba se llevó la mano a la frente realmente agotado pues su trabajo era mucho más duro que el de ellas. —¿Estás bien?

Asintió dejando caer el brazo y ella lo acarició. —Cada día estás más fuerte.

—No sé si eso es una ventaja. —La miró de reojo. —Así solo me harán trabajar más. —Se quedó unos minutos en silencio. —¿Crees de veras que estará bien allí arriba?

—¿Acaso lo dudas?

—¿Cómo puede permitir ese Dios del que hablaba que tengamos esta vida y ellos…?

—No te tortures con eso.

—Madre tuvo una buena crianza y la robaron de su casa, se lo arrebataron todo. Ni la dignidad le dejaron. Nos la han quitado a todos. Y como ese cabrón te toque un solo pelo…

En ese momento se abrió la puerta de golpe y todos se sobresaltaron. Uno de los amigos del jarl entró y miró a su alrededor antes de dirigirse a Idun. —Levanta, mujer.

Su amiga lo hizo lentamente y la cogió por la muñeca sacándola de la casa casi a rastras sin que su amiga pidiera ayuda ni una sola vez porque sabía lo que pasaría, que nadie haría absolutamente nada. Reprimió las lágrimas por su amiga que había aprendido hace tiempo que si no se resistía todo pasaba mucho más rápido. Recordó la primera vez, tenía trece años y no había dejado de llorar y de gritar mientras el jarl la tomaba como era su privilegio. Y lo hizo en el salón ante todos, ante su propia esposa. Fue el primer castigo en el que Ermin probó el látigo porque se tiró sobre su padre y le molieron a palos antes de atarle al poste por haber osado tocar al jarl. Estuvo una semana en la que no pudo levantarse de la cama y su amiga les rogó que no hicieran nada o que sería peor para todos.

Sabía que Ermin tragaba bilis cada vez que sucedía. Ambos sufrían por ella, pero él mucho más. —Hijos de puta —dijo con rabia.

—Contente.

—¿Más? No sé cuánto más podré contenerme. Prefiero morir como un hombre a vivir como un perro. —Rio por lo bajo. —Hasta los perros viven mejor que nosotros. Si James estuviera aquí…

Al recordar al hombre que había considerado como un padre sonrió con tristeza. —Estará con madre…

Su hermano sonrió. —Sí, estarán juntos. Y al fin serán felices.

Emocionada asintió. Ambos miraron al techo mientras lloraban en silencio. Odalyn recordó la sonrisa de James. Apenas era una niña y la cogía por la cintura para elevarla y que volara como los pájaros. Recordaba como sentados en el bosque él les enseñaba a coger una espada hecha con madera. Como a Idun, a Ermin y a ella les daba sabios consejos. —Un buen ataque se hace en el momento apropiado. Se puede vencer a Goliat, pero tiene que estar distraído y clavar la espada en su punto débil.

—¿Por qué no te rebelas? Tú eres un guerrero. Luchaste por tu rey en tu pueblo —preguntó ella.

—¿Un hombre solo contra tantos guerreros? No, eso es un suicidio. Hay que ser listo y buscar el momento adecuado. —Se acercó y susurró —Entonces escaparemos y volveremos a Wessex.

—¿Madre también? —preguntó su hermano.

—Por supuesto.

Una lágrima cayó por su sien porque ninguno de ellos saldría jamás de esas tierras. Cuando tenía doce años presenció como el jarl estando borracho le había matado porque había mirado a su madre más de la cuenta. Le traspasó con la espada sin dirigirle una sola palabra y tomándole desprevenido. Todavía recordaba sus sorprendidos ojos mientras caía de rodillas y preguntaba —¿Por qué?

El jarl se echó a reír y cogió a Judith de la melena poniéndosela delante. Todavía recordaba la mirada desgarrada de su madre mientras el hombre que amaba se moría. —¿La ves? Es mía.

James levantó la vista hasta su amada que intentaba contener su dolor y este sonrió. —No, no lo es. Su espíritu es libre y su corazón siempre será mío —susurró antes de caer al suelo ya sin vida.

Miró a su hermano y por la expresión de su rostro supo que estaba recordando ese suceso. —No te tortures.

—¿Acaso tú no haces lo mismo? —Se puso de costado y se miraron a los ojos. —Tenemos que hacer algo.

—Calla, como te oiga alguien…

—Debemos irnos.

—Nos cogerán. Además, está a punto de llegar el invierno. ¿A dónde vamos a ir?

—Esas eran las mismas excusas que ponía James. Siempre había excusas. Solo nos llenaba la cabeza de pájaros para no hacer nunca nada. —Se acercó más. —Solo necesitamos un barco y hay tres en el puerto.

Apretó los labios. —¿Para ir a dónde?

—A Wessex.

—Allí tampoco tenemos tierras.

—La familia de madre las tenía. Podemos buscarles.

—¿Y crees que van a acoger a los hijos de un jarl? ¿Del hombre que mató a su gente? No seas ingenuo, nos matarán en cuanto pongamos un pie en sus tierras.

—Pues busquémoslo.

—¿El qué?

—El tesoro del que hablaba.

Se le cortó el aliento. —Eso era un cuento para niños.

—No lo creo. Él me juró que no.

—Primero dices que nos llenaba la cabeza de pájaros, ¿pero resulta que eso era verdad? A ver si te aclaras.

—Me lo juró por la Biblia.

Se le cortó el aliento. —¿Qué dices?

—¿Crees que mentiría en ese caso?

—No, no se atrevería.

—Recuerdo muy bien sus indicaciones.

—Y yo, pero eso no sirve de nada. Ni sabemos cómo llegar allí, nunca has llevado un barco —dijo en voz baja antes de mirar a su alrededor.

—Ellos han aceptado este destino, pero yo no. —Cogió su mano para que le mirara. —¿Quieres que te violen cuando les plazca? ¿Tener hijos suyos o seguir un destino peor que la muerte si te venden a alguien aún más cruel? Nos separarán, hermana. He oído historias de otros que han sido comprados y yo prefiero morir. —Se acercó. —Y si he de morir no hay nada mejor que hacerlo luchando por mi libertad. Por nuestra libertad.

Alguien se sentó tras Ermin y su hermano se volvió de golpe para ver a la anciana Inga que desde que no podía trabajar en la cocina se encargaba de uno de los telares. —Yo os ayudaré.

—Shusss, vieja no sabes de lo que hablas. Estabas soñando.

La luz del fuego mostró su triste sonrisa. —Tengo un plan. —Varios se sentaron y Odalyn separó los labios de la impresión hasta que toda la sala estuvo atenta a sus palabras. —Tenemos un plan y no nos importa morir. Lucharemos hasta el final como llevamos haciendo tantos años.

—¿Cuánto lleváis planeando esto? —preguntó ella.

—Desde que llegó James.

—¿Veinticinco años?

—Él lo ideó todo, pero le mataron una semana antes de partir.

Varios asintieron. —¿Y por qué no os fuisteis? —preguntó Ermin.

—Porque ya no estaba y muchos se echaron atrás cuando llegó la ocasión. Además, el plan estaba concebido para un momento concreto. Lo que sucedió en aquella semana no ha vuelto a suceder, pero en unos días llegará nuestra oportunidad de nuevo.

Intrigada se adelantó. —¿Hablas de la boda de la hija del jarl?

—En aquellos tiempos era la boda de su hermana con un vecino, no sé si lo recuerdas porque eras demasiado joven. A James se le ocurrió la idea en la boda del propio jarl, pero no tenía la ayuda que necesitaba en aquel momento. Pero nuestra esclavitud a lo largo de aquellos años nos hizo darnos cuenta de que teníamos que hacer algo y la boda de la hermana del jarl era el momento adecuado.

—Por eso el jarl le asesinó, ¿no es cierto? —preguntó Ermin—. Porque se enteró de sus planes y le mató ante todos para daros una lección.

La anciana bajó la mirada. —Puede que fuera por eso. Nunca sabremos las verdaderas intenciones del jarl. Pero tienes razón, puede que alguien nos oyera o se fuera de la lengua.

—¡Cómo puede pasar ahora! Olvídate de nosotros, vieja. No sé qué planes tenéis, pero no tienen nada que ver con nosotros.

Inga sonrió. —Si no nos acompañáis no tendréis otra oportunidad. He visto como se escapaban otros y como les arrastraban de vuelta para matarles como a perros, atados a ese poste que hay en el centro del patio. No pueden permitir que se escape ninguno porque eso da ideas a otros. Avivan nuestro temor con promesas de una muerte espantosa. Pero es la última oportunidad de muchos de no morir aquí, así que nosotros nos vamos en cuanto lleguen los del norte. Y os aconsejo que hagáis lo mismo.

—Sois muchos.

—Son todos —dijo Odalyn impresionada.

—Exacto. —Inga sonrió. —Somos tantos como ellos.

—O más —dijo Aren el herrero.

—En caso de lucha cuerpo a cuerpo ganarán ellos y más si tienen a los del norte que vendrán para la boda —dijo Ermin—. Ese plan es descabellado y más ante Didrik Hovensen. Su fama de buen guerrero no se puede ignorar. Estáis locos si lo hacéis durante la boda.

La vieja sonrió. —¿Y quién dice que será durante la boda?

Odalyn entrecerró los ojos. —Pretendes que sea después, ¿no es cierto? Cuando todos estén borrachos.

—Es mucho más fácil cortar el cuello a un zorro dormido que a uno despierto. —La mujer la miró sanguinaria. —Y después de que mataran a mis hijos en mi pueblo, te aseguro que yo voy a cortar unos cuantos.

Varios asintieron. —¿Y a dónde vais a ir? —preguntó Odalyn.

—Si Odín me da vida después de esa noche volveré a casa. A mi hogar. Con los míos, si es que queda alguien.

—¿Y si no queda nadie?

La mujer sonrió con tristeza. —Es lo único que me ha dado esperanzas para vivir todos estos años. Si no están, las frías aguas del fiordo me recibirán con los brazos abiertos.

—Dios mío… —dijo por lo bajo.

Ermin se levantó y miró a todos los que allí estaban. —Un pueblo —dijo pensativo—. Muchos habéis formado vuestras familias aquí. —Miró a una mujer que tenía un bebé en brazos mientras su marido la abrazaba por los hombros. —Muchos no conocéis otra cosa ni tenéis patria ni tierras a las que volver.

—Como has dicho es mejor la muerte que vivir así —dijo Inga—. ¿Qué futuro tienen los niños? ¿Ser vendidos al mejor postor? ¿Calamidades y golpes el resto de su vida? Nadie quiere eso para sus hijos.

—¡Por qué no lo habéis hecho antes y quiero la verdad! ¡Se emborrachan muchas veces! ¡Habéis tenido muchas oportunidades!

Inga apretó los labios y miró hacia el herrero que asintió. —Hasta el día de hoy era más seguro quedarse que irse porque James ya no estaba. Teníamos que protegeros porque juramos salvaguardar vuestras vidas, pero en primavera os van a vender. Ahora ya no está tu madre y después de lo que ha dicho hoy el jarl ya no nos queda más remedio que irnos.

Ambos les miraron sin entender. Inga sonrió con pena. —Claro, no lo entendéis. Recuerdo perfectamente el día en que llegó tu madre a estas tierras. Era la mujer más hermosa y mejor vestida que había visto nunca. Y tenía orgullo, era regia, miraba al jarl por encima del hombro a pesar de los golpes. —Con la mirada perdida dijo —Recuerdo los gritos de James y como luchaba con los hombres intentando protegerla del jarl y como este se reía de él disfrutando de su dolor.

—Era uno de los guerreros de su padre, debía protegerla —dijo Ermin.

—Exacto, fue capturado el mismo día. Durante la lucha le golpearon en la cabeza y no se dio cuenta de nada hasta que se despertó en el barco. Y tu madre, su amada estaba sentada ante él. Recuerdo que muchos dijeron que ella no había soltado una sola lágrima a pesar de que habían matado a sus padres ante ella. Se mantuvo con la cabeza alta mientras su gente tenía que ver como esos cerdos la humillaban. En cuanto llegó ante el jarl este no pudo resistirse. A todos los recién llegados les subía la bilis por la garganta sabiendo que su señora era usada por él y muchos sufrieron castigos severos al intentar protegerla. Al resto les rogó que no hicieran nada. Ya no estaban en sus tierras y ya no era la señora de nadie. Entonces se quedó en estado de ti, Ermin. Lejos de mejorar, su situación empeoró porque James no lo soportaba. Judith le dijo que tuviera paciencia y que su momento llegaría, pero él estaba impaciente por matarles a todos. Se organizaron y algunos, incluso los que nacimos en tierras del norte, nos unimos a su lucha después de que el jarl se casara. —Miró a Odalyn. —Pero entonces naciste tú.

—¿Yo? —preguntó Odalyn sorprendida.

—Sí, la niña más hermosa de todos los fiordos. Tus cabellos dorados y tus ojos violáceos cautivaron a todo el que te rodeaba. El jarl estaba fascinado contigo. —Sorprendida miró a su hermano que se encogió de hombros. —Iba a reconocerte como propia. Iba a darte tu lugar.

—¿Qué?

—Oh, sí. Pero su esposa amenazó con matarte si lo hacía y a pesar de que el jarl la amenazó a ella, esta no desistió. En realidad odiaba a Judith y eso que sabía perfectamente que todo lo hacía contra su voluntad, pero aun así la envidiaba. No tenías ni un año cuando atrancó la puerta de tu cabaña por fuera e intentó mataros a los tres quemando la casa, pero James llegó a tiempo y os sacó. El jarl se puso furioso porque varios la habían visto y no dudaron en delatarla. Le pegó una paliza que por poco la mata. En su rabia y desesperación porque su esposo la perdonara, destiló su veneno entre lágrimas. Desde entonces esa puta no se atrevió a tocar a Judith uno solo de sus cabellos, pero esta siempre temió por vuestras vidas por las palabras de la esposa del jarl. Ese veneno hizo que a partir de ese momento tuviera que ir con pies de plomo porque si se descubría su secreto perdería lo que más amaba.

—¿Qué secreto?

—Lo que esa zorra reveló al jarl es que tú no eres hija suya. Que ella vio como James y tu madre…

Jadeó llevándose la mano a la boca.

—Eso es mentira —dijo Ermin con rabia—. James la amaba, pero siempre la respetó. ¡Sabía que sino les matarían a los dos!

—Sí es cierto —dijo uno de los hombres levantándose—. Aunque ellos intentaron ocultarlo y no nos dijeron nada a ninguno de nosotros, el tiempo nos ha dado la razón y confirmó las sospechas de quienes les conocíamos de antes.

—¿Por qué dices eso, Oswald? —preguntó su hermano.

—Porque yo me crie en Dorchester y Odalyn es igual que la madre de Lord James Egbert de Edevane Tercero. Hijo del barón de Edevane.

Su hermano volvió la vista hacia ella. —Es igual que madre.

—No es cierto. Tu madre tenía el cabello mucho más oscuro y tú heredaste sus ojos, pero los de tu hermana… Esa hermosura era de la madre de nuestro James. Y lo sé muy bien porque James era primo mío y lady Loretta es mi tía.

Separaron los labios de la impresión. —¿Eras su primo?

—Cuando acudí a las tierras de Judith fue porque mi primo me avisó de que estaban en peligro, llegué apenas una hora antes del ataque de esos perros. Me reuní a solas con él y me pidió que me llevara a Judith y la pusiera a salvo. No dio tiempo a huir ya habían llegado. Como nadie de por allí sabía mi parentesco con James, me hizo prometer que nunca lo mencionaría. Me hizo mantenerme observando en la distancia por si a alguno de ellos les pasaba algo que yo sobreviviera para ayudar a Judith o a vosotros si llegaba el caso. Si no tenía relación aparente con ellos no tenía por qué conocer sus planes, aunque los conocía muy bien. Todos los conocíamos. Quería sacar a sus hijos y a su mujer de aquí cuanto antes. —Miró a los ojos a Ermin. —Porque puede que no tuvieras su sangre, pero te quería como a un hijo.

—Lo sé.

—Los orígenes de tu hermana hacían que la situación de James y Judith fuera cada vez más peligrosa, tenían que hacer algo, pero desgraciadamente ese cabrón le arrebató la vida.

—Hermano, ¿qué están diciendo? —dijo asustada.

—Eso no cambia nada entre nosotros—siseó agachándose a su lado—. Y si no eres hija de ese cabrón mucho mejor. No debes preocuparte por eso.

—Pues deberías preocuparte porque esa es la causa de que el jarl cambiara de opinión respecto a ella y que desde entonces la haya tratado con tanto desprecio —dijo la vieja—. Aunque por supuesto como ante todos había dicho que era su hija, luego no pudo desdecirse. Para todos debía ser hija suya como tú. Si mataba a James en ese momento sería una confirmación de la historia que había contado su mujer y eso no podía permitirlo. ¿Él un cornudo? No. Antes prefería dejar por mentirosa a su esposa. Ante todos Judith era su amante y vosotros sus hijos. Vuestra madre recibió muchas palizas intentando que reconociera la verdad, pero ella siempre lo negó porque sabía que eso significaba la muerte de todos. De todos nosotros.

—¿De vosotros?

—Juramos protegerte, niña —dijo Inga—. Si el jarl te daña hubiéramos tenido que dar la vida por evitar que murieras.

No entendía nada. —¿Por qué?

—Porque a pesar de que nunca reveló la verdad Lord James nos hizo jurar que os protegeríamos con nuestra vida y que haríamos lo necesario para que regresarais a casa. —dijo Oswald—. Y la razón no es solo que eres su hija, sino que también eres prima segunda del rey de Wessex y heredera de todos los bienes del barón y de tu madre. Eres dueña y señora de las tierras más ricas del reino. —Y para demostrarlo todos los anglosajones agacharon la cabeza en señal de reconocimiento.

—Dejaros de tonterías. ¡A él no le protegisteis! ¡Si fuera vuestro señor deberíais haberlo hecho!

Oswald sonrió con tristeza. —Tú eras su prioridad. Si nos hubiéramos enfrentado al jarl esa noche, hubiéramos muerto todos y teníamos que sacarte de aquí. Huir era fácil, pero llegar a nuestro destino era imposible porque nos seguirían. Tenía que ser en el momento adecuado y ese momento ha llegado.

—Explicadme vuestros planes —dijo su hermano.

—Durante los esponsales se beberá hidromiel —dijo uno de los suyos—. He preparado uno especial para ellos, tan fuerte que a la noche ni sabrán qué es lo que les ocurre.

—Cuando se queden dormidos les mataremos —dijo Inga—. Todos llevaremos puñales que hemos fabricado.

El herrero asintió. —Seis años me costó armarles a todos sin que esos cabrones se dieran cuenta del hierro que sisaba. Pero están listos.

—Robaremos uno de los barcos del jarl —dijo la vieja—. Yo sé manejarlo, me he criado en el agua. Y si yo muero esa noche, varios de los míos saben navegar, eso no será problema.

—Los hombres del norte…

—También estarán borrachos. ¿Has conocido a uno de esos que no beba hidromiel desde la mañana?

—¿Y las mujeres y los niños? —preguntó asustada por ellos. A muchos les había visto nacer.

—Las que no nos den problemas sobrevivirán —dijo Oswald—. No somos salvajes como ellos.

—Habla por ti —dijo una de las mujeres—. Pero si esa vieja loca de Arna no se resiste morirá igual. Esa puta ha provocado más sufrimiento entre los nuestros que el jarl. No se me olvidará mientras viva como mató a mi hijo porque tropezó con ella. Eso sin mencionar a todos los que han muerto porque no les atendía o por los golpes que se llevaban después de haberles acusado de atraer el mal hacia el jarl. Esa zorra va a morir.

Varios asintieron, habían visto morir a varios de los suyos porque la vieja no había querido curarles. Su madre incluida, a la que ya postrada en la cama se negó a atender. Entrecerró los ojos porque no le molestaría en absoluto que esa vieja desquiciada pereciera. Pensó en sus planes y apretó los labios mirando a su hermano que pensaba lo mismo que ella. Ermin dijo —No te gusta que estén aquí los hombres del norte.

—No les conocemos, pero su fama ya da miedo. Sería más seguro hacerlo ahora. Cuanto antes, para que el invierno no se nos eche encima. Podemos sorprenderles mientras duermen. Los vigías no serán problema para nosotros.

—Ese fue el plan inicial de James —dijo Inga divertida—. Y lo desechó.

—¿Por qué?

—Porque siempre hay alguien fuera del pueblo. Están de incursión, de caza, en los campos, o en otros fiordos. Pero cuando hay una celebración y más una tan importante como esta, todos están aquí. Además en este momento varios de nuestros hombres están ahora en el norte para agasajar con los regalos del jarl al futuro novio. Entre ellos dos hijos del jarl. ¿Crees que no buscarán venganza? Si atacamos ahora, ellos buscarán a sus aliados para prendernos. Puede que los mismos hombres del norte. Son mejores marineros y guerreros, ¿crees que no nos alcanzarían? Volverían antes de una semana con nuestra cabeza en una pica.

—Pero de todas maneras los del norte pueden perseguirnos si matamos a los suyos. Buscarán venganza. No vendrán todos a la boda.

—Pero es que a ellos no les vamos a matar —dijo Oswald divertido—. Solo les ataremos y nos llevaremos a su jarl como seguro hasta llegar a Wessex, donde los nuestros nos protegerán cuando lleguemos.

—¿Quieres secuestrar a Didrik Hovensen? —preguntó su hermano incrédulo—. Es uno de los hombres más poderosos de los fiordos. No solo sus hombres se tirarán sobre nosotros, cada uno de sus aliados no pararán hasta atraparnos. ¡Nos seguirán hasta Wessex y arrasarán con todo para recuperarle vivo o muerto!

Oswald se sonrojó. —Es que cuando James ideó el plan no imaginábamos que casaría a su hija con alguien tan poderoso. ¡Estaba ideado para el marido de su hermana que es un don nadie!

—Dios…—Ella suspiró. —Este plan es un desastre.

—Y que lo digas, hermana. —Puso los brazos en jarras.

—¿Y qué sugerís? —preguntó Inga—. Porque el invierno acecha y no tenemos muchas oportunidades más. Si llegan las nieves solo nos quedaría una lucha cuerpo a cuerpo antes de que llegue la primavera y os vendan. Y en esa lucha ganarán ellos. La mitad de los nuestros no tienen experiencia en guerrear, se han criado como campesinos.

—Silencio —dijo uno de ellos en susurros—. Viene alguien.

Todos se tumbaron en el acto y la puerta se abrió. Su hermano le cubrió la cabeza con la manta para tapar su cabello y se acostó en el centro del grupo. Neils entró en la casa y miró a su alrededor. Una chica morena levantó la cabeza y él gruñó antes de hacerle un gesto con la mano para que se acercara. Por una rendija de la manta vio cómo se iba con él y se emocionó por su sacrificio. Lo había hecho por ella. Toda esa gente daría lo que fuera por ella y le pareció increíble. Entonces recordó otros momentos en los que varios de los suyos intercedieron o que recibieron un golpe que iba dirigido a ella. Una lágrima cayó por su mejilla y cuando se cerró la puerta sintió algo en su interior que le dijo que tenía que hacer algo. Tenía que sacar a su gente de allí y llevarles a casa. A casa. Hasta ese momento no la había sentido su casa. Se llevó la mano al pecho sintiendo como su corazón se aceleraba porque al fin tenía una razón para vivir. No sabía si sobreviviría o lo que encontraría en esas nuevas tierras, pero tenía que hacer todo lo posible para que esas personas que la habían cuidado durante toda su vida regresaran a su hogar. Tenía que intentarlo. Pensando en que el jarl se resistiría y que puede que muchos de los suyos murieran, sintió una rabia que jamás había sentido. Un odio de tal calibre que aceleró aún más su corazón. Quería venganza. Su sangre clamaba por ella. Sí, por supuesto que lo intentaría, lo juraba por la tumba de su madre y por la sangre derramada de los suyos, como juraba que mataría al jarl. Puede que muriera en el intento, pero haría lo que fuera necesario para salir de allí tomándose venganza por ella y por su familia, por las familias de todos.

Sintiendo fuerzas renovadas apartó la manta y les miró a todos que la observaban en silencio. —Muy bien, pensemos en ello. —Apretó los labios dándole vueltas mientras ellos discutían cómo hacerlo. Cómo vencer a Goliat… Entrecerró los ojos cuando una idea se le pasó por la cabeza y se puso de pie con los ojos brillantes de la alegría haciendo callar a todos. —Puede que sea el momento adecuado para nuestro ataque precisamente por cómo es el novio que está por llegar. Los rumores que corren por estas tierras dicen que el prometido de Brenda no tiene precisamente buen carácter, todo lo contrario.

Su hermano sonrió. —Ya veo por donde vas, hermana.

—Un enfrentamiento entre ellos es lo que necesitamos. Así seremos libres. —Sonrió maliciosa. —Nada mejor como dejar que se maten los unos a los otros.

—¿Y cómo vamos a lograr eso? —preguntó Oswald.

—El orgullo y el honor son sus puntos débiles. Aprovechémonos.

Capítulo 2

El sonido del cuerno la tensó y miró al fondo del salón donde su hermano estaba colocando los barriles. Los esclavos la miraron de reojo y ella siguió trabajando mientras rezaba al dios de su madre para que todo saliera bien. Muchas vidas dependían de ello.

Por supuesto los esclavos siguieron trabajando mientras su jarl se levantaba de su gran silla loco de la alegría para recibir en el puerto a su invitado. Serían cinco días de celebraciones y la boda se oficiaría el último día. Estaban previstos juegos, cenas todas las noches con música para homenajear al novio y una caza del oso. Varios hombres habían visto sus huellas por la zona y esperaban obtener una buena pieza antes de que se adentrara en su cueva para hibernar durante el invierno. Cinco días. Tendrían tiempo para crear un conflicto que les enfrentara. La cuestión era cuál, porque era evidente por lo satisfecho que estaba el jarl que estaría de acuerdo con todo lo que dijera su futuro yerno. No hacía más que elogiarle por su valentía y buen hacer con su pueblo. Todos le admiraban y que se llevaran tan bien era un problema para ellos. Pero no podía fallar. Tenía que encontrar un tema en el que estuvieran en desacuerdo y explotarlo hasta que saltaran sus ánimos. Y cuando un guerrero saltaba era impredecible.

Suspiró revisando que todo estuviera en orden. Ella misma había preparado la habitación del novio en el piso superior. La habitación que ocuparían en su noche de bodas los novios el último día. Apretó los labios porque la había decorado con flores, velas y las mejores pieles como si Brenda fuera una reina. El jarl no quería que a sus invitados les faltara de nada. En la cocina se estaban preparando auténticos manjares y habían obligado a asearse a los esclavos como si los suyos no hubieran querido hacerlo cuando más de uno estaba encantado con sus ropas limpias. Esos bastardos ni les dejaban asearse en el día a día a no ser que su hedor llegara a la nariz de sus dueños y eso les molestara.

Una risa cantarina la hizo mirar hacia la escalera para ver bajar a Brenda ya preparada con uno de sus elegantes vestidos especialmente hechos para la ocasión. Estaba encantada, la muy zorra. Apretó los labios recordando el tortazo que le propinó la noche anterior porque una de las flores de la futura cámara nupcial se había caído de la guirnalda. Pero ya le llegaría su hora. Ya les llegaría a todos.

—Disimula —dijo Idun pasando a su lado con unas jarras vacías. Cuando las dejó en la mesa y regresó la advirtió con la mirada.

Se escucharon vítores y varias flautas empezaron a sonar a modo de bienvenida. Odalyn miró a su alrededor y allí solo quedaban esclavos. Fue tras su amiga hacia el hogar y las miró a todas. —¿Listas? Recordad, cualquier cosa que oigáis puede ser importante.

—Sí.

—No podemos fallar. Es ahora o nunca.

La cocinera que sustituía a Aud porque se había roto una pierna cuando alguno de los suyos la tiró por las escaleras, sonrió maliciosa. —Estamos preparadas.

Miró a su hermano que asintió antes de salir de la casa del jarl. Todo estaba listo. Era hora de hacer su papel. Debía seducir al jarl Hovensen para alterar los ánimos al hijo del jarl. Neils la consideraba suya y si veía que Didrik ponía los ojos en ella, eso no le gustaría. No, no le gustaría nada después de estar esperando por ella varios años. Que otro le arrebatara la virginidad le pondría de los nervios y a Brenda la volvería loca de celos. Pero si el jarl Hovensen la pedía a ella esa noche, Ivar no podría negárselo. Al fin y al cabo era una esclava y no había razones para negarle lo que deseaba. Era habitual ofrecer las esclavas a los invitados para que se sintieran a gusto. El jarl había ofrecido a su madre varias veces en el pasado. De hecho Erika ya les había advertido a las esclavas de la casa que debían subirse las faldas para cualquiera que las deseara. Debían pasárselo bien, era una celebración por todo lo alto y los guerreros que acompañarían al jarl debían saciar sus apetitos para que se fueran contentos y que la alianza que formarían fuera muy provechosa para su pueblo. Apretó los labios. Era hora de sacrificarse por los suyos como ellos habían hecho por ella toda su vida. Había discutido muchísimo con su hermano y los demás que no estaban de acuerdo, pero debía hacer algo y sabía que un conflicto con el hijo del jarl, con el carácter tan caprichoso que tenía, les beneficiaría para ir caldeando los ánimos mientras buscaban algo que les llevara a la guerra.

Le hizo un gesto a Idun y esta rápidamente se puso a sus espaldas deshaciendo su trenza para dejar su hermoso cabello suelto. Con agilidad cogió dos mechones de las sienes y se los unió atrás. Se pellizcó las mejillas y su amiga dijo —Humedécete los labios.

Lo hizo a toda prisa y cuando su amiga terminó se volvió para mirarla. —¿Cómo estoy?

—Más hermosa que una tarde de primavera. No podrá resistirse. Brenda se va a morir de la envidia.

—Seguro que soy más bonita que ella, ¿no? Porque sino esto no tiene sentido.

—Créeme, no hay hombre en este lugar que no desee meterte en su cama.

—No exageres.

Su amiga chasqueó la lengua. —Recuerda mis consejos. Mira a Neils de vez en cuando. Lleva toda la semana buscándote y está impaciente por ponerte las manos encima. Te cree suya y si piensa que te interesa, nada se interpondrá en su camino. —Asintió. —No te pongas nerviosa porque el resto de nosotros también haremos nuestro trabajo y puede que eso sea suficiente.

—No pienso fallaros.

Su amiga sonrió. —Nunca nos fallarías. Solo siento que después de todo lo que te hemos protegido tengas que hacer esto.

—Precisamente. Ya es hora de que sea yo la que os proteja a vosotros.

Su amiga emocionada la besó en la frente como cuando eran niñas y se volvió para coger varias hogazas de pan.

Observó a su amiga que sorbía por la nariz antes de pasarse la mano por ella. Odalyn miró a las demás. Y entonces sintió que eran una familia. Se habían apoyado, ayudado y consolado cuando había sido necesario. Y se dejarían la vida unos por los otros. No podía haber familia más unida que la suya.

El sonido de las voces acercándose la hizo volverse y decidida fue hasta los barriles abiertos para hundir cuatro jarras. Las sacó justo cuando entraban en la casa y Odalyn puso su mejor sonrisa acercándose al jarl a toda prisa, pero cuando sus ojos fueron a parar al hombre que tenía al lado se detuvo en seco de la impresión porque su mirada era fría como el hielo. Pero eso no era tan impactante como todo él. Su cabello negro iba trenzado desde las sienes hasta la base de su nuca y no llevaba la barba tan larga como los demás lo que mostraba mejor sus facciones y una marcada cicatriz en la mejilla que no le quitaba atractivo en absoluto. Iba vestido con un chaleco de fina piel negra, unos pantalones del mismo color y unas botas hasta la rodilla. Todo él era poderoso y cualquiera que le viera temería por su vida si le enfurecía, porque ese rostro, esos ojos decían que con él no se jugaba. Tragó saliva sintiendo que le temblaban las piernas. ¿Qué le pasaba? ¡Ese hombre no podía quitarle el valor de golpe! Ni él ni nadie. Enderezó la espalda y el jarl Hovensen no perdió detalle entrecerrando sus ojos negros. Es más, esos ojos la recorrieron de arriba abajo antes de regresar a su rostro y ni se dio cuenta de que se había quedado alelada hasta que el jarl y los demás se acercaron para coger una de las jarras que tenía en la mano. Cuando su mano rozó la suya sintió un estremecimiento. Y mientras el jarl Einarsen levantaba su jarra y brindaba por el novio, ella solo pudo mirar hacia arriba impresionada por su brazo que era realmente enorme y lleno de músculos. Con la boca seca miró los pelos de su axila y algo en su estómago pegó un bote.

—¡Más hidromiel, mujer! —gritó su jarl loco de contento sobresaltándola.

Reaccionó a toda prisa cogiendo la jarra de su amo y corrió hasta el barril para llenarlo. Al volverse vio cómo se sentaban a la mesa principal y Idun susurró —Cuidado con Brenda, se ha dado cuenta de que ha reparado en ti.

Por instinto miró hacia la hija del jarl que de pie aún al lado del novio forzaba una sonrisa, aunque su mirada decía que estaba furiosa. Cuando se sentó miró hacia ella como un resorte y supo que haría algo para dejarla en evidencia. Pues se iba a llevar una sorpresa porque otro de sus planes era mostrarle a Didrik el verdadero carácter de esa zorra a ver si así la rechazaba y la guerra estaba asegurada.

Le puso la jarra al jarl que sentado a la cabecera de la mesa no dejaba de hablar con su invitado sentado a su izquierda, mientras su hijo mayor sentado frente a él la miró como si fuera suya. —Llena la mía.

Alargó la mano para coger la jarra de Neils cuando el Ivar dijo —Me alegro mucho de que hayáis tenido buen viaje. Mi hija estaba deseando que llegara este día.

Didrik volvió la cabeza hacia la novia a regañadientes lo que provocó un vuelco al corazón en Odalyn. ¡No quería casarse con Brenda! Allí de pie escuchó que decía —Es un placer que te espere una mujer tan hermosa.

Brenda se sonrojó de gusto. —Y te esperaré siempre.

Ivar se echó a reír dando un golpe en la mesa. —Como puedes ver es muy tímida.

Odalyn levantó una ceja por su mentira antes de recibir un fuerte azote en el trasero por parte de Neils. —¡Mi hidromiel, esclava!

Cuando Didrik la miró se puso como un tomate volviéndose a toda prisa para llenar la jarra de ese cerdo. Con ella en la mano se giró e Idun le entregó otra pesada jarra para ir sirviendo en la mesa sin tener que darse tantos paseos. Sonrió. —Gracias.

—De nada.

Le puso delante la jarra a Neils que gruñó antes de coger una pata de conejo que otra de las esclavas acababa de servir en una enorme bandeja. Al ver que la jarra de Didrik estaba casi vacía rodeó al jarl por detrás para servirle a él también. Su muslo rozó el suyo sin querer y él volvió la vista hacia ella. —¿Ves a mis hombres?

Ella miró la mesa que había en frente donde veinte guerreros comían como si estuvieran hambrientos. —Sí, jarl.

—Dile al de la cabecera que venga.

Asintió y fue de inmediato hacia allí. El hombre rubio se tensó al verla acercarse. —Su jarl quiere que vaya.

Se levantó de inmediato tirando el hueso sobre su plato de madera y le guiñó un ojo antes de pasar a su lado para hacer lo que le habían ordenado. Este se agachó lo suficiente para que Didrik le dijera algo al oído y de repente ambos miraron hacia ella. Como un tomate se dio cuenta de que se había quedado allí parada y fue hasta la cocina a toda prisa para coger otra bandeja. Idun se puso a su lado. —Madre mía, es impresionante.

—¿Verdad que sí?

—No es que sea muy guapo, pero tiene algo… ¿Y has visto a sus hombres? Ese que acabas de llamar haría que cualquiera de nosotras se levantara las faldas con gusto.

Sorprendida se la quedó mirando porque jamás había hablado así de los hombres. De hecho los odiaba a todos excepto a su hermano, del que hasta ese momento siempre había creído que estaba enamorada. Bueno, igual era un decir. No había que darle tanta importancia.

—Creo que no quiere casarse con ella —susurró agarrando la enorme fuente de coles.

—No creo que tenga problema para llenar su lecho cada noche. Atarse a una mujer, a cualquier mujer es una carga que tendrá que soportar. Y Brenda es una carga enorme. —Su amiga cogió otra bandeja volviéndose. —¿No es extraño?

—¿El qué?

—Que un hombre tan influyente se case con esa por mucha hija del jarl que sea. No necesita alianzas, ¿por qué casarse?

Entrecerró los ojos mientras su amiga se alejaba. Sí, ¿por qué casarse? No había razones para hacerlo. Era rico, temido, con grandes influencias y aliados. ¿Por qué casarse con la hija de Einarsen cuando debía tener un montón de candidatas haciendo cola? Seguro que no había jarl en esas tierras que no quisiera una alianza férrea con él. Si se hubiera enamorado lo entendería, pero hasta ese día no se habían visto ni una sola vez, pues Ivar lo había organizado todo. Tenían que averiguar qué es lo que ocurría y por qué había aceptado a Brenda.

Le puso la bandeja delante y al estirar los brazos hacia el centro de la mesa mostró el canalillo. Levantó la vista hacia él que no perdía detalle y entonces el jarl elevó la vista hasta sus ojos provocándole un vuelco al corazón.

Brenda a su lado apretó los labios antes de decir —Odalyn, encárgate de la mesa de los guerreros del jarl Hovensen. No quiero que les falte de nada.

Rayos, pensaba alejarla. —Sí, Brenda.

—No. —Sorprendida miró hacia Didrik que dijo —Quiero que me atienda a mí.

Separó los labios de la impresión por todo lo que eso significaba mientras Brenda no podía disimular su sorpresa. —Pero tenemos otras esclavas que pueden atenderte igual de bien y…

—He dicho que no. ¿Acaso no me has oído, mujer?

Brenda se sonrojó. —Sí, claro que sí, mi jarl. Se hará como queráis.

Él mirándola directamente le hizo un gesto con la cabeza para que se pusiera a sus espaldas, cosa que hizo de inmediato todavía sin poder creérselo. Sabía que lo hacía para que ninguno de sus guerreros la reclamara, pero también lo había hecho para dejar claro ante los de esa mesa que era suya al menos los días que estuviera allí. La cara de Neils lo decía todo. Este miró a su padre como si no supiera qué decir. Ivar carraspeó. —Didrik, Odalyn es un poco especial entre los esclavos.

—¿Y eso por qué? —Mordió un muslo que tenía en la mano. —¿Acaso no es una esclava? Todas las esclavas son iguales.

—Sí, por supuesto, pero es que Odalyn ha sido reservada a mi hijo y…

—¿Me estáis diciendo que es virgen?

—Sí, mi jarl. Neils pensaba tomarla durante las celebraciones.

Didrik enderezando la espalda miró a su supuesto hermanastro que carraspeó. —Es mía, mi jarl, puedes elegir a cualquier otra para atenderos como merecéis.

—¿Acaso me niegas lo que quieres para ti? ¿Qué clase de hospitalidad es esta? ¿O es que piensas hacerla tu esposa?

—No, claro que no —dijo horrorizado—. Es una esclava.

El jarl se tensó antes de sonreír malicioso. —Claro que sí, es una esclava. Y me apetece tenerla —dijo dejando claro cuáles eran sus intenciones—. Como has dicho, si una esclava no tiene importancia no sé por qué me la niegas a mí, a no ser que quieras ofenderme.

Ivar carraspeó. —Por supuesto que no quiere ofenderte. —Miró a Odalyn. —Procura que no le falte de nada.

—Sí, mi jarl —dijo con ganas de gritar de la alegría. La había reclamado para sí y durante esos días le atendería en todos los sentidos. No podía creerse que aquello estuviera pasando y tan rápido. Se sentía como si le hubieran hecho un regalo cuando nunca nadie le había regalado nada en la vida. Para él era especial y la acababa de nombrar su favorita. Nadie podía tocarla en los días que él estuviera allí. En ningún sentido para no ofender a su invitado. Se sintió tan maravillada que sin poder evitarlo miró su perfil susurrando —Será un honor atender al jarl.

Ivar asintió mientras Brenda la miraba como si quisiera matarla con el cuchillo en la mano. Didrik agarró su muñeca con firmeza. —No me digas que eres una de esas mujeres que odia que sus hombres traten con las esclavas.

—No, por supuesto que no —dijo incómoda—. Mi madre me ha enseñado que son como animales. Los usamos para nuestro beneficio y si con ello sois más feliz a mi lado, yo contenta, mi jarl. Mi padre incluso ha tomado a alguna ante mí para enseñarme. No es algo que me inquiete, mi jarl.

Tenso miró al jarl. —Así que las toma incluso ante su familia.

—¿Acaso su padre no hacía lo mismo para enseñarles?

—Mi padre no era jarl y jamás hubiera ofendido a mi madre de esa manera. Mucho menos ante sus narices.

Ivar carraspeó incómodo. —Cada uno tenemos nuestras costumbres.

—Eso es evidente —dijo como si las costumbres de los Einarsen les parecieran bárbaras—. Hay ciertos límites que no hay que cruzar porque sino seríamos como salvajes, ¿no cree, jarl?

—Sí, por supuesto —dijo confundido mientras Odalyn intentaba reprimir la risa admirada por la manera en la que hablaba. Era muy inteligente y lo demostró durante la siguiente hora en la que les lanzaba pullas que ellos ni captaban. Tenía una fina ironía que la maravillaba y mantenía a toda la familia comiendo de su mano. Brenda le miraba embobada al igual que su madre. Neils intentaba disimular su enfado a duras penas y el jarl decía que sí a todo como si hablara el mismo Odín. No, ese hombre no se había visto obligado a casarse con Brenda, aunque no quería ese matrimonio. Igual se había quedado con ella porque la proposición llegó en el momento justo en el que decidió que necesitaba una familia, pero era evidente que no estaba nada contento con la novia.

—¿Tú cazas? —le preguntó a Brenda.

Le miró con horror. —Por supuesto que no, para eso están los hombres —dijo elevando la barbilla como toda una princesa.

—Así que no me vas a servir de nada aparte de darme hijos, si es lo que Odín quiere.

Brenda jadeó indignada. —Quedaré muy bien a tu lado cuando tengas visitas. Soy hermosa —dijo orgullosa.

—Tendréis unos hijos preciosos —dijo Erika.

—Yo no quiero hijos preciosos, quiero hijos que luchen y trabajen por su pueblo.

La mujer se sonrojó. —Sí, por supuesto. Grandes guerreros.

—Mi hija te dará hijos grandes como osos —dijo el jarl como si fuera una orden—. ¿Verdad hija?

—Claro que sí. —Se lo comió con los ojos. —Haré todo lo que mi futuro esposo quiera.

—¿De veras? —preguntó como si estuviera divertido.

Odalyn se puso alerta porque ese tono de voz no le gustó un pelo. A ver si ahora empezaba a caerle en gracia y la despachaba…. Ah no, eso no podía ser. Era suyo. Al menos cuatro días.

—¿Harías lo que te pidiera?

—Por supuesto, mi jarl.

—No quiero que digas una sola palabra más hasta la boda. —Brenda separó los labios de la impresión antes de mirar a su padre. —Así me demostrarás que eres la esposa obediente que espero de ti.

El jarl se echó a reír como si le hiciera mucha gracia. —No dirá ni una sola palabra. —Brenda jadeó indignada y Odalyn reprimió la risa. —¡Más hidromiel para mis invitados!

—Pero…—protestó su madre, pero el jarl no le hizo caso.

—Se hará como Didrik ha dicho —dijo perdiendo la sonrisa de golpe—. Y más te vale que cumpla con su encargo, esposa. O te consideraré responsable de no haberle dado la educación que deberías.

Erika enderezó la espalda. —No dirá ni una sola palabra.

—Bien —dijeron los dos jarls satisfechos.

—Querido hijo… ¿Puedo llamarte hijo?

—Es un honor, jarl —dijo Didrik antes de beber.

—Mañana iremos a cazar un oso. Nos vendrá bien su carne para el invierno.

—Soy un hombre de acción.

Ivar se echó a reír y le golpeó en el hombro. —Eso se nota. Tranquilo, que tenemos muchos entretenimientos para estos días.

—Hay mucho de lo que debemos hablar, jarl.

Perdió algo la sonrisa. —Por supuesto que sí, también habrá tiempo para eso. Ya está todo preparado.

¿Qué querrían decir? Intrigada miró a Didrik que tenía una expresión dura en su rostro como si su respuesta no le hubiera gustado nada. Era evidente que quería hablar de ese tema cuanto antes. —Eso espero.

El jarl asintió antes de gritar —¡Hijo, mueve el trasero y saca tu puñal! ¡Demuéstrales a nuestros invitados tus habilidades!

Neils se levantó con una sonrisa en el rostro porque ese era su momento. Ya había visto en otras ocasiones como lanzaba su puñal y en una de esas ocasiones uno de los esclavos recibió una cuchillada en su rostro que le envió con su creador. Más le valía que en ese momento no fallara. Cuando sacó su puñal de la bota la miró poniéndole los pelos de punta, demostrando que o era suya o no era de nadie. —Odalyn, ven a ayudarme.

Sin poder evitarlo dio un paso hacia Didrik que tensó la espalda. —Elige a otra. Creo que ya habíamos hablado de esto.

—Hijo, elige a otro esclavo —dijo Ivar entre dientes. Señaló a uno que pasaba en ese momento y Odalyn palideció al ver que era Ermin—. ¡Tú! ¡Ayuda a mi hijo!

Ermin la miró a los ojos antes de asentir y dio un paso hacia ellos. —¿Qué debo hacer?

Neils sonrió como si estuviera satisfecho con el cambio. Cogió de la mesa una manzana. —Ponte en el poste central.

Se le cortó el aliento porque estaba a más de veinte pasos y nunca había visto a Neils tirar desde esa distancia. Su hermano estaba muerto. Muchos de los suyos jalearon a Neils mientras los esclavos muy tensos estaban dispuestos a la lucha por salvarle como habían jurado. Cuando Ivar se levantó para animar a su hijo, ella se agachó y susurró —Le va a matar, va a matar a mi hermano. Lo hará solo por hacerme daño.

—Aléjate —dijo fríamente.

Se enderezó diciéndose que era una tonta por pensar que la ayudaría. Era una esclava y que la hubiera elegido para llevarla al catre no suponía que fuera a dar la cara por ella. Asustada por su hermano miró hacia allí donde Ermin ya daba la espalda al poste con la manzana en su mano. Todos los que antes estaban detrás se habían apartado porque conocían bien la puntería de Neils y si tenía un mal día se jugaban el cuello. Miró hacia Idun que angustiada se apretaba las manos. Oswald a su lado con unas jarras en la mano las dejó sobre una mesa y se llevó la mano a la espalda donde guardaba su cuchillo bajo la chaqueta. Aquello iba a ser una lucha a muerte y tensa se agachó sacando con agilidad su cuchillo de la bota. Pero antes de darse cuenta se lo habían arrebatado de las manos y sorprendida miró a Didrik que tenso hizo que se levantaba mientras susurraba —Guarda esto, déjame a mí.

Se enderezó cogiendo el cuchillo de su mano y lo guardó entre los pliegues de su viejo vestido. No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero él no esperó su respuesta volviéndose y diciendo —¿Es bueno?

—El mejor de mis hombres —dijo el jarl orgulloso.

Didrik se acercó a Neils. —Veo muy seguro a tu padre.

—Lo estoy.

—Entonces no te importará hacer una apuesta. —Tiró una saca sobre una mesa y los ojos de Ivar brillaron de avaricia. —Si falla me darás el doble de lo que hay ahí.

—Es el oro más fácil de ganar que he tenido nunca. Hijo, no me falles.

Más le valía no perder porque si era así le despellejaría vivo. Neils perdió algo la sonrisa antes de asentir. —No te fallaré, padre.

Entendía lo que quería hacer Didrik, evitar que fallara, pero dadas sus habilidades no las tenía todas consigo y preocupada se acercó a ellos quedándose al lado de Didrik. Miró a su hermano a los ojos y este sonrió débilmente.

—Póntela sobre la cabeza —ordenó Neils.

Su hermano lo hizo demostrando lo valiente que era. —Hay al menos veinte pasos —dijo el jarl satisfecho—. ¿O queréis que sea desde más lejos? —preguntó fanfarrón.

—Está bien así. —Sonrió divertido cruzándose de brazos. —Si le matas vas a quedar muy mal, Neils.

—Eso no pasará. —Neils tiró el cuchillo al aire para cogerlo por la hoja antes de mirar a Ermin fijamente. Sabía que no podía fallar o quedaría mal ante todos. Su orgullo y el de su padre estaba en juego y todos lo sabían.

El corazón de Odalyn se aceleró muerta de miedo y cuando lanzó el cuchillo quiso gritar para suspirar del alivio al ver que había quedado justo encima de la manzana clavado al poste.

La cara de Ivar lo decía todo y se hizo el silencio mientras Neils se sonrojaba con fuerza antes de gritarle a Ermin —¡Te has agachado!

—Hijo, cierra la boca —siseó Ivar furioso.

Didrik sonrió con malicia. —Apuesto que el esclavo lo hace mucho mejor que tú. De hecho, apuesto diez como esas a que él sí da en el blanco.

Asombrada miró su perfil y varios rieron. —¡Silencio! —gritó el jarl antes de volverse hacia él—. ¿Un esclavo? Os sobra el oro —preguntó frotándose las manos porque pensaba que recuperaría lo perdido.

Varios se rieron. —Deja que me divierta. —Se volvió hacia Ermin. —Seguro que nos sorprende.

Ermin sonrió. —Haré lo que pueda, mi jarl.

—Estoy seguro.  ¡Dadle un cuchillo!

Su hermano arrancó el que tenía encima suyo sabiendo que eso ofendería a Neils que adoraba su cuchillo con empuñadura de oro. Se acercó a Neils y dijo —¿Te colocas?

—¿Yo? —preguntó como si hubiera dicho un disparate.

—Es lo justo —dijo Didrik—. Ahora te toca a ti.

—Jarl, no pienso poner la vida de mi hijo en manos de este inútil.

—Me colocaré yo —dijo Odalyn en un impulso.

Didrik miró hacia ella levantando una ceja y vio en sus preciosos ojos que no sentía ningún temor. —Al parecer una esclava tiene más valor que tú, Neils.

Este le miró ofendido y caminó hacia el poste colocándose la manzana que le tendieron sobre la cabeza. Ermin lanzó el cuchillo cogiéndolo por el filo y lo tiró sin pensarlo dando justo en el centro de la manzana dejando al jarl con la boca abierta mientras los demás no salían de su asombro. Didrik sonrió. —Vaya, jarl. Me debes una pequeña fortuna.

El jarl farfulló sin saber muy bien qué decir mientras Didrik iba hacia la mesa cogiendo la saca de oro para tendérsela a Ermin que le miró sorprendido. —¿Para mí?

—Son tu parte de las ganancias.

Asustada porque el jarl se lo quitara dio un paso hacia ellos. —No es libre para coger ese oro —dijo Neils furioso.

—Oh… es cierto. —Miró hacia el jarl y sonrió malicioso. —Es un esclavo. —Caminó alrededor de Ermin mirándole bien. —Un esclavo muy fuerte… Me vendría bien en mis tierras. ¿Hacemos un trueque?

—¿Qué se te está ocurriendo? —preguntó el jarl.

—Tu deuda conmigo por estos dos esclavos. —Se acercó a ella mirándola a los ojos. —Es bella, me vendrá bien para calentar mi cama cuando mi futura esposa esté en estado.

Hubo susurros a su alrededor, pero Odalyn no podía dejar de mirar esos ojos negros sintiendo que su corazón saltaba de su pecho. La quería para él, quería llevársela y en su mirada veía que haría lo que fuera por obtenerla, lo que casi le hizo chillar de la alegría.

—Son valiosos.

—¿Más que diez sacas de oro? Lo dudo, jarl. Piensa que tus arcas sufrirían mucho —dijo sin dejar de mirarla.

—¡Muy bien! —gritó molesto por tener que ceder—. ¡Son tuyos! De todas maneras pensaba venderlos en primavera. —Miró a su hijo como si quisiera matarle. —¿Ves lo que has hecho?

—Lo siento, padre.

Fascinada no podía dejar de mirar a Didrik que había demostrado su inteligencia no solo salvando a su hermano sino consiguiendo liberarla del jarl y del yugo al que la sometían sus familiares. Ahora era suya.

—No seas duro con él, jarl —dijo divertido—. Apenas es un hombre.

—Tiene la misma edad que Ermin —siseó.

—Es interesante que sepas la edad de un esclavo.

—Es hijo mío.

Didrik no pudo disimular su sorpresa. —¿No me digas?

—Su madre era anglosajona. Odalyn también es mi hija. Bastardos, pero hijos de mi semilla.

Él se volvió hacia ella y levantó una ceja. —No lo hubiera imaginado jamás. Así que es tan hija tuya como Brenda…

—¡Ella es bastarda! —gritó Erika molesta.

—Sí, por supuesto, pero como ha dicho el jarl hija de su semilla. —Erika tuvo que cerrar la boca ante eso. —¿Y tienes más hijos, jarl?

—Nunca se sabe. Estos sé que son míos porque Judith era solo para mí.

Que más quisieras cerdo, pensó. Didrik sonrió de medio lado. —Alguna vez la ofrecerías.

—Sí, pero nunca preñó. Solo conmigo y este es el resultado. —Ivar se acercó a ella y la cogió por la barbilla. —¿Has visto alguna vez ojos más hermosos?

—No.

—Si no hubiera sido esclava no habría hombre que no supiera de su hermosura. Lo mío me ha costado que no le levantaran las faldas. Varios han pedido su mano. —Sorprendida miró al que todos consideraban su padre que sonrió. —Y han intentado comprármela antes. La primera vez con diez años. Pero su madre…—Apretó los labios.

—¿Le debíais algo a esa mujer?

—Salvó a mi primogénito y me hizo jurar que no la vendería. ¡Pero ahora está muerta! —dijo como si al fin hubiera sido liberado de su promesa. De repente sonrió con malicia apretando su barbilla—. Seguro que te hace feliz saber que vas a cuidar de Brenda en su nuevo hogar.

La aludida furiosa empezó a subir las escaleras y su madre jadeó corriendo tras ella. Era evidente que no le gustaba nada que su futuro marido la hubiera comprado. El jarl gruñendo siseó —Mujeres…

—Cierto jarl, solo dan problemas. —Didrik le pasó la mano por los hombros. —Bebamos para olvidarlas.

Mientras se alejaban su hermano se puso a su lado y observaron como se sentaban. —Me gusta —dijo Ermin.

—Y a mí.

—No te olvides de nuestros planes, hermana. Además, con él seguirías siendo esclava.

—Lo sé. —Le miró a los ojos. —Pero si esto hubiera pasado hace días, este hubiera sido el momento más feliz de mi vida.

Capítulo 3

Ya era bien entrada la noche cuando los hombres empezaron a retirarse. Ella seguía tras Didrik que no le había dado permiso para irse y tampoco podía ayudar a las demás a recoger por si se molestaba. Durante una hora más o menos pensó que se había olvidado de que estaba allí, pero cuando le hizo un gesto para que llenara su jarra se dio cuenta de que estaba equivocada, simplemente no quería que se fuera. Escuchaba la conversación que tenía sobre otros pueblos y cierto conflicto que había con los Sveinnsen.

—Esos cabrones… —dijo Ivar—. La última vez que los vieron en Heirst mataron a tres de los míos en la cantina porque decían que las mujeres eran suyas.

Didrik entrecerró los ojos asintiendo. —¿Y lo eran?

—¡Eran putas! —exclamó indignado—. Buscan conflictos donde no los hay para sembrar el terror. Vamos a tener problemas con ellos, te lo digo yo.

Neils asintió. —No te preocupes, padre. Sabremos controlarles.

—¡Y sino los liquidamos a todos! —dijo el jarl satisfecho haciendo que Didrik riera por lo bajo—. Hay que cortar por lo sano. ¿Me apoyarás?

Su nuevo amo se tensó dejando la jarra sobre la mesa. —¿Quieres que te apoye en liquidar a un pueblo sin una buena razón?

—¡Han matado a tres de los míos! ¿Acaso a ti no te han ofendido? Porque serás el único de todos los fiordos.

—No, no me han ofendido. Ake Sveinnsen es un buen amigo y aliado —dijo dejando de piedra a Ivar—. Si quieres intentaré mediar, pero no pienso ponerme de tu lado por una riña en una cantina cuando seguramente los hombres estaban borrachos y se excedieron.

—Han ofendido a otros jarls, lo sé muy bien.

—Qué puedo decir, Ake no es de los que se quedan de brazos cruzados cuando algo le molesta. Es rudo e impulsivo, se lo he dicho mil veces, pero de todos los conflictos que conozco no ha habido ni una sola vez en el que Ake estuviera herrado en su juicio. Si sus hombres se extralimitaron él mismo les dará su merecido, si no es así, no hay causa en la que yo deba mediar porque estoy convencido que habrá tomado la decisión adecuada.

—Al parecer aprecias más a ese hombre que a tu futura familia —dijo Neils con rabia.

Didrik le miró fríamente. —Ake me ha salvado la vida en dos ocasiones y ha demostrado su lealtad con creces. No pienso matar a quien considero un hermano por quedar bien con mi suegro. ¡Soy jarl! ¡Tengo una responsabilidad con los míos y conmigo mismo! —Se levantó apoyando las manos sobre la mesa haciendo que Neils palideciera. —¿O crees que soy un cobarde?

—No, claro que no.

Didrik se enderezó mirándole con desprecio. —Creo que es mejor que olvidemos esta conversación.

Ivar forzó una sonrisa. —Sí, claro que sí. Seguro que lo ocurrido con esos hombres fue un malentendido como lo está siendo esta conversación. Será mejor que descansemos, hay demasiado hidromiel en nuestras venas.

Su amo asintió y la cogió de la mano tirando de ella hacia las escaleras. En silencio le siguió. Al llegar arriba se detuvo y fue ella la que tiró de su mano hasta el final del pasillo. Cuando entró, Odalyn soltando su mano cerró la puerta y al volverse le miró a los ojos sin sentir ningún temor. Había huido de ese momento toda su vida, pero con él sabía que era lo correcto. Se quedaron en silencio mirándose el uno al otro y Didrik la cogió por la cintura pegándola a él. Sintió su masculinidad a través de su fino vestido y sin aliento separó los labios. —¿Me serás fiel? —preguntó en apenas un susurro con la voz ronca.

—Hasta la muerte.

La agarró por su melena tirando de su cabeza hacia atrás. —¿Te han tomado? —Ella se sonrojó. —Sé lo que piensan ellos, pero eres esclava, es imposible que no te hayan forzado. Incluso puede que hayas regalado tus favores para vengarte.

Le miró sorprendida porque muchas veces lo había pensado con tal de que Neils no sintiera esa satisfacción. —No tuve el valor, sabía que me mataría.

Él sonrió. —Sí tenías el valor. La mujer que empuñaba ese cuchillo hubiera matado a su jarl sin ningún remordimiento.

—Ahora las cosas son distintas.

—Sí, ahora eres mía —dijo malinterpretándola y mirándola con una intensidad que revolucionó su sangre—. Y lo serás siempre. —Atrapó su boca y Odalyn sintió como su lengua la invadía haciéndola gemir de la sorpresa hasta que acarició la suya provocando que cerrara los ojos por el estremecimiento que la recorrió. Su sabor era tan embriagador que bebió de él y Didrik gruñó cogiéndola por el trasero para elevarla. Ella le abrazó por el cuello pegándose a su pecho sin dejar de maravillarse por lo que su boca le hacía sentir. Ansiosa saboreó cada uno de sus besos y ni se dio cuenta de que la tumbaba sobre las suaves pieles. Didrik tiró de su escote con fuerza rompiendo el cordón que cerraba el vestido y liberó uno de sus pechos. Apartó su boca con la respiración agitada y se metió su pezón en la boca para chupar con fuerza. Odalyn se arqueó de placer y él mordisqueó su sensible pecho antes de lamer el pezón endurecido mientras tiraba de sus faldas hacia arriba para pasar la mano por su sexo humedecido. —Estás lista, preciosa.

—¿Lista? —preguntó confundida antes de sentir su duro miembro entre sus piernas—. Oh…

Él sonrió antes de besar suavemente su labio inferior. —No grites. —Entró en ella de un solo empellón y Odalyn gimió por la cuchillada que la traspasó. —Tienes que acostumbrarte —dijo él antes de besar su cuello hasta el lóbulo de la oreja—. ¿Me sientes?

—Jarl…

—¿Si? —preguntó distraído mordiéndole el lóbulo de la oreja.

Gimió de gusto. —Creo que me has clavado el cuchillo.

—Si quieres llamarlo así…

—No me refiero a ese. Al de mi muslo.

Él levantó la cabeza de golpe para mirarla. Odalyn forzó una sonrisa. —Se debió caer cuando me tumbaste y al empujar…

Didrik se apartó de golpe e impresionada al ver su duro sexo manchado de sangre se le secó la boca, pero él la volvió de repente antes de jurar por lo bajo. Eso la hizo reaccionar. —¿Es mucho?

—Solo es la punta.  —Se la sacó del pliegue de la nalga con el muslo y pasó su dedo por la herida antes de agacharse y lamerla haciendo que Odalyn gimiera de placer agarrando las pieles con ambas manos. —Pero te quedará cicatriz —dijo antes de pasar la lengua por la herida de nuevo. Su aliento en su piel humedecida la volvió loca y sin darse cuenta elevó su trasero queriendo más. Didrik susurró —Cierra las piernas. —Ella lo hizo de inmediato y él se subió a la cama colocando cada una de sus rodillas a ambos lados de su cuerpo mientras acariciaba sus nalgas. A Odalyn casi se le sale el corazón al sentir como su masculinidad se deslizaba en su interior hasta llenarla totalmente. —Perfecta. —Salió suavemente antes de entrar de nuevo y ella arqueó su cuello hacia atrás sin poder creerse que su cuerpo pudiera sentir tales maravillas. Didrik la cogió por el hombro. —¿Mejor? —Como no contestaba él rio por lo bajo. —Eso es que sí. —Entró en su ser con fuerza y Odalyn gritó sin poder evitarlo. Aquellas sensaciones no podían ser reales, pero él le demostró invadiéndola de nuevo que solo acababa de empezar porque cada vez que empujaba su placer aumentaba y necesitaba más. Didrik debía tener la misma necesidad porque sus envites cada vez eran más rápidos y contundentes. La elevó por el hombro para abrazarla a su torso hasta ponerla de rodillas. Desesperada sentía que todo su cuerpo se tensaba hasta casi quebrarse y gritó exigiendo más hasta que una última invasión hizo que su ser explotara con tal fuerza que dejó de oír el latido de su corazón. Su aliento en su oído la estremeció y Didrik la abrazó más a él. Su mano bajó por su vientre hasta llegar entre sus piernas y rozó su sexo con la yema de los dedos provocando que lloriqueara cuando se estremeció de nuevo. —¿Eres real?

Odalyn emocionada acarició sus antebrazos y miró hacia atrás. —¿Lo eres tú?

Besó suavemente su labio inferior. —Sí, lo soy.

Ella sollozó volviéndose para abrazarle con fuerza. Didrik cerró los ojos pegándola a él. —Ya nada te hará daño.

Se apartó para mirar sus ojos sin saber si creerle. Los amos podían ser impredecibles y se encaprichaban pronto para después abandonar a sus amantes sin ningún remordimiento. Además, se iba a casar con Brenda, algo que le parecía inconcebible y no pudo evitar decir —¿Qué estás haciendo? ¿Con ella? ¿Vas a casarte con ella? Es una zorra sin sentimientos.

Didrik apretó los labios apartándose. —Ese no es problema tuyo.

—Soy una esclava, pero no estoy ciega.

Sus ojos se endurecieron. —Jamás vuelvas a decir que eres una esclava.

Se le cortó el aliento. —He nacido esclava.

—¡Eso se acabó! —La agarró por la nuca. —Cuando regresemos a mis tierras ya no lo serás.

No se lo podía creer, le estaba dando su libertad y eso la hizo desconfiar. —¿Qué te propones? —Didrik apretó los labios y empezó a desvestirse. —¿Acaso me quieres por esposa? —Al ver que no le hacía caso le agarró por la muñeca haciendo que la mirara. —¿Y Brenda?

—No quiero casarme con ella.

Su corazón dio un vuelco por su respuesta, aunque ya se lo imaginaba. —Lo sabía. No te comportas como debes con ella. Solo le has mostrado desprecio y has estado toda la noche buscando conflictos con el jarl. ¿Quieres la guerra?

—Te lo repito, no es asunto tuyo. No metas la nariz donde no te llama nadie —siseó sentándose a su lado para quitarse las botas.

Ella bajó de la cama con agilidad y se agachó ante él para desatar los cordones de cuero. —Como sigas dejando tan claras tus intenciones el jarl se dará cuenta de que no deseas esta boda. Si me permitieras ayudarte…

Didrik se la quedó mirando. —No necesito tu ayuda.

Sorprendida levantó la vista hacia él tirando la bota a un lado. —¿Entonces por qué has dicho que no quieres casarte con ella? Si yo hablara…

—¿Crees que creerán a una esclava antes que a mí?

Levantó la barbilla. —A ver si te aclaras, guerrero. ¿Soy una esclava o no?

—Odalyn desvístete y métete en la cama.

Sin hacerle caso se incorporó y empezó a andar de un lado a otro. Estaba claro que él no iba a casarse con Brenda y que estaba buscando un conflicto con el jarl para evitar la boda. Y también era obvio que el jarl tenía algo que Didrik quería y que era con eso con lo que había conseguido aquel descabellado compromiso. Tenía que averiguar qué era, pero él no se lo diría así como así. Era lógico, acababa de conocerla y no confiaba en ella. Tenía que demostrarle su entrega y solo había una manera. Se volvió hacia él que la observaba y ella elevó la barbilla. —No soy hija del jarl.

Didrik se echó a reír y Odalyn le miró pasmada. —¿De qué te ríes?

—Me lo imaginaba.

—¿De veras? Pues los suyos no saben nada. —Dio un paso hacia él—. Bueno, su esposa algo se huele y acusó a mi madre de engañar al jarl, pero todos los demás lo dan por hecho. —Se sentó a su lado. —¿Qué me ha delatado?

La miró fijamente. —Su odio. Su odio hacia ti. —Separó los labios sin entender. —Preciosa, he conocido a muchos bastardos y puede que no tengan el mismo rango que los nacidos dentro del matrimonio, pero no son tratados como simples esclavos.

—¿Me estás mintiendo? —preguntó sorprendida.

—De hecho, algunos han llegado a ser jarl. Como yo. —Ella se llevó la mano al pecho de la impresión y él rio por lo bajo. —Está claro que no te lo esperabas. Mi madre no era esclava, pero tampoco era su esposa.

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Una respuesta a «Vivo para ti de Sophie Saint Rose»

  1. Avatar de DIANA EMICORA
    DIANA EMICORA

    Me pueden enviar el libro por correo o a mi google drive… por fis y muchas gracias}

    Diana

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